QOSQO
El
Cusco no está tan lejos, y soñar con visitarlo tampoco; y el viaje en avión supone
más rapidez y comodidad. Tal fue la suerte que corrimos mi mamá, mi hermana
mayor, mi sobrina y yo del 2 al 5 de agosto de este año 2024.
Planificamos
y compramos los boletos de avión con seis meses de anticipación, una verdadera
oferta que supimos aprovechar, pues el total invertido por los cuatro ida y
vuelta fue de tan solo mil soles. El hospedaje también fue económico por las
tres noches.
El
viernes 2 de agosto en horas de la tarde despegamos del aeropuerto de Ayacucho
“Coronel FAP Alfredo Mendívil Duarte” rumbo a la ciudad del Cusco, donde
finalmente aterrizamos en el aeropuerto “Teniente Alejandro Velasco Astete”
luego de un brevísimo vuelo que no superó los cuarenta minutos. Hubo leves
turbulencias, más de uno en el avión se puso a rezar, yo el primero.
Esa
noche decidimos salir a caminar hacia el centro, ya que estábamos hospedados
muy cerca. Fue una caminata libertadora. Bien abrigados todos, nos guiamos por Google
Maps y llegamos sin ningún problema a la Plaza Mayor de la ciudad. Desde
algunas cuadras previas ya se veía tal movimiento de personas que parecía
aquello una aglomeración de transeúntes universales, cabezas subían y bajaban
al caminar; y sí, hay más extranjeros en el Cusco que en ningún otro lugar del
Perú, por algo es la primera ciudad turística de esta nación. Los gringos son
los más fáciles de identificar por su idioma, pero también conseguimos
franceses e italianos, sin hacer mención de los nuestros, los
hispanoamericanos.
El
aspecto del centro es perfecto, casi utópico. Calles empedradas, pero bien
conservadas, como las edificaciones comerciales de los alrededores de la plaza,
y por supuesto lo más imponente son los dos templos católicos, por un lado, la
Catedral “de las más hermosas de América” y la iglesia de la Compañía de Jesús.
A ninguno de estos recintos pudimos ingresar, el primero por lo elevado de su
entrada, y el segundo porque estaba aparatado en exclusividad para una boda
justo cuando nos dispusimos a escuchar la misa vespertina del domingo.
Ese
viernes por la noche, estando sentados en la Plaza Mayor, se nos acercó un
hombre queriendo conversar con nosotros, pero ante la negativa nuestra insistió
y finalmente nos pidió dinero. Mi hermana sacó de su bolsillo algunos céntimos
que sumados llegaban al sol, él los recibió y en seguida profirió malas
palabras contra nosotros, en especial dirigiéndose a mí, pero no lo miré mientras
nos insultaba, tratando de evitar cualquier alteración mía.
El
sábado por la mañana conocimos el Qoricancha, que fue el principal templo al
dios Inti de los incas. Allí con la llegada de los españoles se estableció el
Convento de Santo Domingo. Por dentro seguimos el recorrido de los demás grupos
de visitantes, prescindiendo de guía, de igual forma pudimos escuchar los
comentarios en inglés, francés e italiano, sin embargo, lo que más nos sirvió a
los hispanohablantes fue simple: leer las reseñas informativas que están
debidamente ubicadas en pequeñas carteleras por todo el recinto arquitectónico.
Por
la tarde estuvimos un poco más extremos, pues decidimos ir caminando hasta Saqsaywuaman,
un antiguo recinto ceremonial al norte de la ciudad, cercano por la distancia,
pero medianamente agitador en su camino por lo empinado del recorrido. Llama la
atención la enorme explanada y las murallas en zigzag. El aire fresco de la
tarde recompensó el esfuerzo.
Ya entrada la
noche, el templo de la Merced nos acogió con su armónico espacio que invita a
la oración y allí sí tuvimos la gracia de participar en la santa misa, en cuya
homilía el sacerdote hizo mención de la triste situación que atraviesa
Venezuela luego de sus elecciones presidenciales del pasado 28 de julio, por lo
que invitó a los presentes a orar por esta república tan golpeada por la
dictadura. Igualmente llamó la atención de los presentes comentando el penoso
espectáculo ofensivo en París, donde, en la inauguración de los Juegos
Olímpicos simularon la Última Cena del Señor con personajes grotescos y por lo
menos burlones o ridículos. Al finalizar la liturgia nos acercamos para agradecerle
al cura el gesto de orar por los venezolanos.
Ese
sábado en la noche, luego de regresar al hospedaje para cambiarnos y de haber
participado en la misa, buscamos en el centro un lugar tranquilo para cenar y
cantar el cumpleaños de mi madre. El lugar lo conseguimos y allí estuvimos,
cenamos y con un pequeño trozo de torta de chocolate, sobre el cual pusimos un
palillo de fósforo encendido, cantamos el cumpleaños feliz. Las fotos de rigor
y los cumplió feliz, con dos de sus hijos y su única nieta en el Cusco,
pasándola bien, sin deudas ni preocupaciones.
Antes
de regresar a descansar compramos el tour del domingo, hacia el Valle Sagrado
de los Incas, un recorrido de toda una jornada con la visita gratuita a varios
sitios arqueológicos. Lo gratuito salió porque cada primer domingo de mes, para
los peruanos, la entrada a ciertos lugares es libre, solo con presentar su DNI
en físico. Nosotros no somos peruanos, pero sí tenemos el Carnet de Extranjería
con residencia permanente, lo que es casi igual para efectos de ser
considerados como turistas nacionales.
Antes
de llegar al hospedaje pasamos por una tienda de zapatos, había algunas ofertas
imposibles de ignorar. Yo compré un buen par de zapatos negros que calcé al
instante para estrenarlos en el camino de regreso, mamá no quiso nada. Como íbamos
caminando, pasamos nuevamente sobre los rieles del tren que no sabemos si
funciona, lo cierto es que la ciudad del Cusco es atravesada por rieles metálicos
que cruzan avenidas principales y sectores públicos. La impresión de cruzar un
camino ferroviario es bastante curiosa, pues en la imaginación está la fugaz
idea de que de la nada aparecerá un tren a todo vapor y, al menos con su
silbato, nos puede asustar.
El
domingo bien temprano salimos para el Valle Sagrado de los Incas, un largo
trayecto donde se visitan varios pueblos, en los que pudimos conocer el arte
del tejido y el teñido de hilos con tintas naturales en Chinchero, seguido de los
sitios arqueológicos de Moray, Pisac, Ollantaytambo, las Salineras de Maras, y Urubamba,
entre otras localidades; en todas ellas observamos la impresionante ingeniería
y arquitectura de aquellos lugares construidos con piedras labradas y traídas
de canteras de difícil acceso. Siempre impresiona ver cómo enormes rocas están
ubicadas unas junto a otras en perfecta alineación, sin aparente error de
cálculo. Juan Carlos, nuestro guía, fue un libro abierto y nos explicó cada
detalle por donde íbamos pasando.
Una
de esas piedras labradas y perfectamente encajada junto a las demás, la más
famosa se podría decir, es la piedra de los doce ángulos, ubicada en uno de los
muros laterales del Palacio Arzobispal del Cusco. Pudimos visitarla y, luego de
hacer la cola, logramos la foto con el atractivo turístico.
El
lunes por la mañana desayunamos en McDonald´s, para luego conocer el Mercado de
San Pedro y el templo homónimo. Yo me escapé un instante y fui a la Librería
San Pablo, a ver libros. Allí tuve una larga conversación con el librero, quien
me comentó de sus últimas lecturas, todas ellas en el campo de lo sobrenatural
y lo referente a los exorcismos y liberaciones demoniacas según los autores y
casos reales plasmados en textos a la venta. No compré nada, aunque sí me quedé
con las ganas.
Cercanos
al mediodía regresamos al aeropuerto y allí, tranquilos, esperamos la hora del
vuelo de retorno. Qué comodidad más grande la de volar por los aires contemplando
el horizonte, donde parecen unirse el cielo y la tierra, para luego de otros
brevísimos cuarenta minutos volver a encontrarnos en nuestro querido Ayacucho, ciudad
que queremos mucho.
P.A
García
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