martes, 8 de enero de 2019

Admitido a las Sagradas Órdenes, Ricardo Quevedo, seminarista de El Vigía.

SÍ, ESTOY DISPUESTO
Ricardo Daniel Quevedo Contreras, seminarista de El Vigía
       El protagonista de esta breve entrevista es el joven seminarista Ricardo Daniel Quevedo Contreras, de la Diócesis de El Vigía – San Carlos del Zulia, quien cursa el primer año de Teología en el Seminario Nuestra Señora del Pilar en Barinitas.

       Con motivo de su Admisión a las Sagradas Órdenes del Diaconado y Presbiterado el pasado 6 de enero de 2019, en la Iglesia Catedral de El Vigía, de manos de Su Excelencia Reverendísima Juan de Dios Peña Rojas, Obispo Diocesano. Conozcamos a Ricardo, un alma decidida a servir a Dios.

Ricardo. Díganos algunos datos sobre su nacimiento e infancia.

Nací el 22 de abril de 1995 en El Vigía, estado Mérida. Soy el menor de tres hermanos, del matrimonio de Honorio Antonio Quevedo Godoy y María Esmeda Contreras Batista. De mi niñez mi hermana comenta que los domingos, cuando llegábamos de misa, yo empezaba a simular la celebración de la misa, haciendo las veces de obispo, pues en la Catedral de El Vigía es común que presida el Señor Obispo, y estas simulaciones, mientras que la familia se reunía para ver la televisión, Cheverísimo, Radio Rochela y otros tantos programas que unían a la familia venezolana, yo les hacía apagar el televisor para que participaran en mi celebración de la misa.

Cuando yo tenía 6 años mis padres deciden separarse, yo era el menor de mis hermanos y decidieron que debía irme con mi papá, porque era el que tenía las posibilidades económicas para mantenerme. Bendigo a Dios por el testimonio de mi mamá, que siempre ha estado presente, aún en medio de estar bajo techos distintos, siempre sé que como madre, ella siempre le pedía a Dios por mí en sus noches, y estaba unida a mí en la oración y en ese sentimiento de madre e hijo que nunca nada podrá superar, que nunca nadie podrá separar, ni la distancia, ni nada podrá acabar con la unión entre el corazón de una madre y su hijo.

Háblenos un poco sobre su vocación. Cómo fue su llamado. Cómo supo que Dios le llama al sacerdocio.

Siempre me he identificado con el primer capítulo del libro del profeta Jeremías, “antes que te formara dentro del vientre de tu madre ya te conocía y te consagré”, siempre he sentido este llamado desde muy pequeño, por los juegos a hacer misa por ejemplo, todo esto ha marcado mi proceso vocacional, pero fue en la Semana Santa del 2013, en la Misa Crismal de ese martes santo, cuando pude ver con claridad que el Señor me llamaba y que me esperaba, y que desde que estaba yo en el seno de mi madre él ya me conocía, ya esperaba por mí, ya había pronunciado mi nombre, y con un amor de Padre misericordioso me esperaba con los brazos abiertos para volver a casa, y para darme un puesto especial en ella. Siempre he visto la vocación como un regalo de Dios. La vocación es el regalo de Dios al hombre que lo llama a la vida, a la felicidad, al sacerdocio, y siempre lo he visto como un motivo de mucha alegría, de una bendición para mí, para mi familia y para todos los que me rodean.

Supe que Dios me llamaba al sacerdocio específicamente ese martes santo, porque mientras participaba en la Misa Crismal, una señora se me acercó y me preguntó que si yo era seminarista, porque ya estaban esperando a los seminaristas para que se revistieran. Yo ya había visto a esa señora en algunas oportunidades durante las misas dominicales, pero que se me acercara a decirme eso, junto con otras cosas que me pasaron ese día fue lo que despertó en mí el pensamiento de la llamada de Dios.

Luego el lunes primero de Pascua, pude conversar con el padre Germán Marín, párroco de la Catedral de El Vigía, quien ha sido mi guía, director espiritual y animador vocacional, y pudimos discernir durante un tiempo que realmente el Señor me estaba llamando al sacerdocio, y aquí estoy, tratando de seguir diciéndole sí, aquí estoy para entregarle al Señor mi vida, todo lo que soy.

Cómo fue su vivencia cristiana antes de ingresar al seminario.

Es curioso que, luego de los juegos de niño, cuando contaba con tan solo cinco o seis años, al llegar la adolescencia, la madurez y la juventud me fui apartando de todo aquello, me fui apartando un poquito de las cosas de Dios, sin embargo, mi papá, quien ha sido un pilar fundamental en mi animación vocacional, siempre insistía en la misa dominical, pendiente de que fuéramos en familia.

A los 12 años hice la primera comunión, y a los 13 la confirmación, y luego de esta me alejé más de la iglesia, iba muy esporádicamente a la misa del domingo. Luego de esto todo fue un descubrir que el Señor me miraba con misericordia y me decía que volviera a la casa, que me esperaba, que me presentaba sus manos, sus pies para caminar, que ahí estaba él para levantarme y darme ánimo, eso que dice tanto la Palabra de Dios: “ten ánimo, no temas, yo estaré contigo todos los días”.

Cómo ha sido su tiempo de formación.

Comencé mi proceso formativo en septiembre  de 2013, después de hacer el proceso del cursillo vocacional y haber sido admitido al Seminario Arquidiocesano San Buenaventura de Mérida. Ingresé al Propedéutico en la iglesia La Tercera, Santuario Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en Mérida. Luego bajé a la “Casa Grande” que es el Seminario San Buenaventura, donde cursé el primer y segundo año de filosofía, finalizando el segundo año, por disposición del equipo formador, en comunión con mi obispo diocesano, se me encomendó la tarea de desempeñar un año de trabajo pastoral en la Catedral de El Vigía, cosa que llevé a cabo satisfactoriamente, pues es mi parroquia y allí pude crecer espiritualmente y pastoralmente, que era el propósito de este tiempo.

Cuando faltaban escasos días para regresar nuevamente al Seminario de Mérida, me sorprendió la noticia de que había sido enviado al Seminario Diocesano Nuestra Señora del Pilar de Barinas, donde cursé el tercer año de filosofía y donde ahora mismo me encuentro estudiando el primer año de teología, de la etapa configurativa.

La formación ha sido para mí un tiempo especial de gracia, de bendición, un tiempo especial de crecimiento personal, humano y comunitario, pastoral, espiritual y también intelectual. Ha sido un tiempo privilegiado para formar en mí el espíritu de Cristo Buen Pastor, de un Cristo que apuesta por su pueblo, que camina con él.

En la formación, qué es lo que más agradece a Dios.

Quisiera decir con el salmista: “cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho”. Agradezco a Dios el don de la familia, el crecimiento y sanación familiar que hemos experimentado, superando las adversidades y momentos difíciles que ya hemos pasado, pero que poco a poco ya hemos ido sanando y creciendo en la oración, en el acompañamiento y en la animación de unos con otros.

También le agradezco a Dios el regalo de los buenos amigos, de los hermanos en el caminar, sobre todo por algunos de ellos que se han vuelto como hermanos de sangre, que me han acompañado y han caminado conmigo, siempre bendigo a Dios por sus testimonios de entrega y compromiso de apoyo mutuo. Y también por el regalo de la Iglesia que nos recibe como Madre y Maestra, por el regalo de cada persona que colabora con nosotros desde lo más sencillo, desde la oración y por supuesto desde la ayuda económica, pero todo esto desde la animación, de estar pendientes de uno, de animarlo con su vida, de darle testimonio, que es lo más importante.

Le agradezco a Dios estas tres cosas, la familia, los amigos y el hacernos miembros de la Iglesia.

Según su criterio, cuál debe ser el perfil de un seminarista.

Considero que el seminarista debe ser un hombre alegre, porque no concebimos a un hombre de Dios triste, no, la tristeza no es para los hombres de Dios, que estén tristes los que no se consideren hijos de Dios, como dirá un gran amigo. Siempre estar en esa sintonía de oración, debe estar siempre el seminarista en oración, pero una oración que nos lleve a contemplar a Dios en el otro, debe llevar al seminarista a reconocer que el otro es una bendición, que el otro es una oportunidad en todo momento, es un regalo de Dios.

Entonces, un seminarista debe ser un hombre de mucha oración y al mismo tiempo un hombre muy alegre, con la mirada en el cielo, en la contemplación de Dios, pero con los pies en la tierra, es decir, reconociendo que el otro necesita de mí, de mi testimonio alegre, de servicio y de entrega. Necesitamos seminaristas de oración y de alegría.

En el día de su Admisión, háblenos sobre esta experiencia.

Bueno, muchas personas me hicieron la misma pregunta, qué es la Admisión; ¿es ya la Ordenación? Veo que es el rito en el que la Iglesia me reconoce públicamente como su futuro sacerdote, en formación ya oficialmente, digámoslo así. Es el primer paso, es como la experiencia de los primeros votos, es un decir: “aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”, o un decir: “Señor, hágase en mí según tu palabra” como María Santísima.

Esta experiencia de la Admisión significó para mí una bendición muy grande, y sobre todo también para mi familia. Les comento que el 24 de diciembre de 2018 me fue manifestada la noticia de que iba a ser admitido el 6 de enero, fue para mí como el regalo del Niño Jesús, pues recordemos que desde muy pequeños hemos crecido con la esperanza del regalo del Niño Jesús, pero a medida que vamos creciendo nos vamos olvidando un poco de eso, y se lo dejamos a los niños, sin embargo, el cristiano nunca debe dejar de pedirle el regalo al Niño, y más que pedirle, darle un regalo a Jesús, que se hizo niño por nosotros. Pero bueno, el 24 en la noche, en la Catedral de El Vigía, antes de celebrar la eucaristía, el obispo me dijo que podía admitirme el 6 de enero a las 7:30am, porque más tarde viajaría a Caracas a la reunión de la Conferencia Episcopal, lo que fue para mí un gran motivo de alegría, que luego compartí con mi familia, y con los amigos que me han apoyado, económicamente, en lo material y por supuesto también en la oración, amigos de Venezuela y de todo el mundo que se han hecho presente con alguna palabra de ánimo.

El obispo en la homilía le decía a mi familia que ellos, como los magos, le daban el regalo a Jesús, el regalo de un hijo, se lo entregan al Señor para decirle: “Señor, aquí está nuestro hijo, es nuestra ofrenda para ti”.

Estoy profundamente agradecido con Dios y con todos los que me acompañaron en este día. Dios les pague y les bendiga.



P.A
García

4 comentarios:

  1. Que hermoso testimonio. Dios les siga bendiciendo. Ne emociona y me alegro mucho. Felíz y bendecido año 2019 Pedrito. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Feliz de tenerte en nuestras vidas hermanito mío dando ejemplo de vida,unión, de amor y entrega de Dios para con nosotros... Como anécdota desde que estabas en el vientre de mami sabía que ibas hacer algo grande y lo que te espera son éxitos y bendiciones acompañados del Santísimo porque acudiste a su llamado.De ahí el párrafo que mencionaste tiene su significado antes que te formara dentro del vientre de tu madre ya te conocía y te consagré” Te Amoooooo hermano por ser el mejor y querer a mis hijos como un padre. Y al verle los ojitos de orgullo a papá me reafirma q lo estás haciendo súper bien.Bendiciones

    ResponderEliminar
  3. Padreprimo le doy gracias infinitas a Dios y María Santisima por haberte permitido llegar adonde estas. Que sigan las bendiciones seras grande porq eres un hombre de fe y un corazon noble. Tqm que el Espíritu Santo continúe iluminando tu camino. "ARRIBA JUVENTUD GRACIAS POR EXISTIR"

    ResponderEliminar
  4. Felicitaciones apreciado amigo Ricardo. Eres ejemplo a seguir... Un abrazo.

    ResponderEliminar