jueves, 10 de enero de 2019

Una reflexión muy particular sobre el mundo actual

EL CAMINO DEL ENCUENTRO


En este mundo hay muchas personas que dicen ser católicos, cuando ni saber el significado de esta palabra. Otras personas no han tenido la oportunidad de tener un verdadero encuentro con Jesucristo, Hijo de Dios. Esto se debe a que nos estamos centrando más en el dinero, los placeres, en el pasarla bien, en el disfrutar la vida y nos llenamos la cabeza del ruido de un mundo separado de Dios, y no nos estamos acordando de Dios, nuestro Creador y Redentor.

La fe se ha ido perdiendo poco a poco, los valores cristianos son para muchos de nosotros como cosas anticuadas y que ya han pasado de moda, ya no nos gusta vivir bajo el mandamiento de Jesucristo: “amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Podemos pensar que en nuestras dificultades y derrotas no está Dios, o que es un castigo de él, y preguntamos con un corazón lleno de rabia y dolor: ¿Dios mío, por qué a mí? Pero a pesar de nuestros pecados y desobediencias hacia Dios, él nos ama y siempre está a nuestro lado, siempre quiere que volvamos a estar con él, siempre nos llama y nos pide que le abramos las puertas de nuestro corazón, es la hora de preguntarme: ¿me he encontrado con Dios?

Ante tal cuestionamiento podríamos estar varios días pensando una sincera respuesta, pero Dios no sólo nos pide que le respondamos, él nos pide que vayamos a su encuentro. Para tener ese encuentro de amor, que llena el alma de paz, la verdadera paz que sólo viene de Dios, es necesario tomar conciencia de que estamos sin su presencia en nuestra vida, de que necesitamos de su amor. Una vez que sabemos el verdadero estado de alma, debemos emprender una búsqueda incansable, que se acabe solo en el encuentro, porque el que busca encuentra, el que pide se le dará.

Ahora viene lo más difícil de experimentar, que es el encuentro con Cristo, debemos pensar que me quiero encontrar con mi mejor amigo, que un día me salvó la vida y que tenía varios años sin verle y sin saber nada de él. Cuando yo me encuentro con Cristo, siento que estoy siendo realmente feliz, que la vida tiene sentido, que las cosas no son como yo pensaba, no son como imaginaba, no son como yo creía. Cuando tengo la experiencia de poner a Cristo en mi vida, tengo que dar el siguiente paso, que es la conversión. No podemos pensar en seguir a Jesucristo sin convertirnos antes.

La buena conversión se da cuando renuncio al pasado, cuando dejo a un lado aquello que me aleja de Dios; estoy convertido realmente cuando reconozco mis faltas ante Dios y las confieso a él, el único que me puede perdonar, y es ese perdón de Dios el que me cambia la vida por completo, el perdón que me toca el corazón y lo llena de fe, esperanza y caridad. Muy bien, ahora sé que estoy convertido pero ¿qué hace un profesional cuando se gradúa? ¿Acaso guarda el título y no hace más nada? Pues no, lo primero que hace es buscar trabajo. Nosotros como personas convertidas por Dios no debemos quedarnos de brazos cruzados, debemos salir al mundo y dar un buen testimonio del encuentro con Cristo, y qué mejor testimonio que el sentirse discípulo de Jesucristo. Sabemos que Cristo es exigente, pues tiene razón en pedirnos un poco a nosotros, ya que él no se deja ganar en generosidad, Dios lo da todo y nos exige todo.

Nuestro Señor Jesucristo vino al mundo a cumplir una misión, y dejó a sus apóstoles la tarea de evangelizar a todos los hombres. ¿Qué regalo más hermoso se le puede dar a Dios que convertirnos en uno de sus apóstoles? Esto no significa que voy a dejar mis estudios, mi trabajo, mi familia por irme a predicar de casa en casa la Palabra de Dios, porque lo primero que debemos hacer es profundizar y analizar la palabra de Dios en nuestro corazón, tampoco se trata de buscar un grupo donde den “cursos sobre las Sagradas Escrituras”, basta con saber que nos dice Dios cada día por medio de las lecturas que se hacen diariamente en la Misa y muy especialmente en Domingo.

Para dar fina a este breve comentario, le dejo con lo que dijo el Papa Benedicto XVI: “Para ser cristiano no basta una decisión ética ni una idea, sino el encuentro con un acontecimiento, con una persona, Jesucristo, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Deus Caritas est, 25 de enero de 2005).

Esta reflexión la realicé como tarea de la cátedra “Lectura y tono” en la Apostólica de los Legionarios de Cristo en 2012.

P.A
García

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