miércoles, 17 de marzo de 2021

La Semana Santa


“Sé que buscáis a Jesús, el Crucificado; no está aquí, ha resucitado”

(Mateo 28, 5-6) 

Exactamente 40 días después del Miércoles de Ceniza –por eso se le denomina cuaresma-, con el Domingo de Ramos se da solemne comienzo a la “Semana Santa”, que es para la fe cristiana la “Semana Mayor”, pues conmemoramos la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, es decir, los grandes misterios de nuestra redención. Toda la preparación espiritual habida durante la cuaresma nos encamina a la vivencia de esta particular semana, en ella encuentra su sentido y su propósito. En algunas partes del mundo estos días son dedicados solamente para el esparcimiento de grandes y chicos que, haciendo una pausa en sus estudios y trabajos, pasan unos días diferentes alejados de la rutina, pero lamentablemente a veces no hay espacio para dedicar a Dios, pues todo transcurre entre superficialidades, sin contar el aspecto religioso, cultual y devocional.

Todas las festividades religiosas que la Iglesia Católica propone tienen como único fin acercarnos más a Dios. En la Semana Santa, con el Domingo de Ramos, se inicia recordando la entrada triunfal de Jesús en la ciudad santa de Jerusalén sobre un jumento, cuando fue recibido entre cantos de júbilo y alegría por aquellos que, cinco días más tarde, gritarían con el mismo entusiasmo: ¡Crucifícale!. Pensemos en tantos cristianos, tal vez en nosotros mismos, que decimos creer en Jesús, lo proclamamos como nuestro Rey, pero en realidad le crucificamos con nuestras malas acciones.

Luego de la entrada triunfal en Jerusalén, Jesús pasó predicando sus últimos días en este mundo. El lunes, martes y miércoles santo nos traen a la memoria el ministerio itinerante de Cristo, quien sabiendo que había subido a esa ciudad para entregar su vida, no se entumeció en el miedo, sino que preparó a sus propios seguidores para los acontecimientos que vendrían. Fueron muchos los que le dejaron en el momento más determinante. Jesús, el hombre que caminaba rodeado de multitudes que le apoyaban y le escuchaban atentamente, sintió la soledad al verse rodeado nada más que de guardias judíos y romanos, para padecer finalmente en las manos de éstos.

En el Jueves Santo recordamos la Última Cena del Señor con sus doce Apóstoles, uno de ellos le traicionó, Judas Iscariote, para diferenciarlo de Judas Tadeo. La cena fue atendida por algunas mujeres piadosas seguidoras de Jesús. Esa misma noche el Señor instituyó el Sacramento del Orden Sacerdotal, consagrando como primeros sacerdotes a sus Apóstoles, instituyó también el Sacramento de la Eucaristía, con el cual perpetuaba su presencia en medio de nosotros, y nos dio el mandamiento del amor, además de ejemplificar su servicio con el lavatorio de los pies a sus amigos. Finalmente en esta noche, con la oración de Jesús en el huerto de Getsemaní, conocemos cómo desde su humanidad Cristo pidió al Padre apartar de él esa prueba, pero su obediencia filial le llevó a aceptar la voluntad de Dios Padre antes que la suya.

El Viernes Santo es un día cruel, sangriento, despiadado, es el día de la pasión. Sabemos por la Tradición y las Sagradas Escrituras que hacia las 9 de la mañana Jesús es condenado a muerte frente al Procurador romano Poncio Pilato, a las 12 del mediodía fue clavado en la cruz, entregando su alma al Padre a las 3 de la tarde, cuando la tierra tembló y de su costado abierto por la lanza del centurión salió sangre y agua. Al pie de la cruz estaba María, la madre de Jesús, con Juan, uno de sus discípulos, entre otras mujeres conocidas del Señor.

El Sábado Santo se celebra la Vigilia Pascual, ya entrada la noche, cuando la comunidad cristiana espera deseosa junto al fuego, el momento más importante de la fe, la gloriosa resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Esta es la mayor alegría, superando incluso la alegría de la Navidad, pues vemos cumplida la promesa hecha por el Creador. Las puertas del cielo se abren de par en par para recibir a los fieles de Dios.

El Domingo de Resurrección, Domingo de Pascua es una auténtica resurrección para todos los cristianos, el ambiente penitencial anterior se torna festivo, todos los cristianos van alegres porque saben que tienen una esperanza hecha realidad, la vida eterna. Las mujeres fueron las primeras en ver al resucitado, luego fue Pedro y Juan y seguidamente todos los discípulos reunidos. Es conocida la historia de Tomás, que pidió ver para creer, pues en la primera aparición del Señor a los suyos él no estaba, de ahí que el mismo Jesús proclamara a santo Tomás Apóstol ya todos los cristianos: “Dichosos los que no han visto y han creído” (Juan 20, 29). La Semana Santa es un acto de fe.

P.A

García

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