domingo, 30 de junio de 2024

Laudato si, educación y espiritualidad ecológica

Síntesis. Capítulo sexto “EDUCACIÓN Y ESPIRITUALIDAD ECOLÓGICA de la Carta Encíclica Laudato si del Santo Padre Francisco.

Necesario es que comprendamos que todos necesitamos cambiar, y evidentemente hay mucho que cambiar. Compartimos un origen común y nos encaminamos hacia un futuro común, solo siendo conscientes de esto podemos caminar juntos en la reforma de nuestras vidas y facilitar el cambio de actitudes, a esto nos invita el Santo Padre.

I. Apostar por otro estilo de vida: el Santo Padre reconoce que el mercado nos impulsa al consumismo y que la técnica y la economía nos estructuran la vida hacia el libertinaje del consumismo, pero no se contenta solo en describir una realidad pesimista, sino que, plantea positivamente la posibilidad de que seamos los mismos seres humanos quienes con nuestros hábitos y alejándonos cada vez más de las compras innecesarias, delimitemos el camino que las empresas recorran para ofrecernos un consumo amigable con la economía y con el medio ambiente. El consumismo es egoísmo puro, y Dios todavía puede trabajar en nuestro corazón para revertir esta tendencia.

II. Educación para la alianza entre la humanidad y el ambiente: no solo la información sobre la ecología logra los objetivos de una educación ecológica, hace falta ir más allá, es decir crear hábitos desde las virtudes humanas y cristianas que nos recuerdan el valor de la creación de Dios, porque depender menos del mercado nos ayuda a vivir más por un deseo profundo del corazón. Desde lo sencillo y cotidiano de la vida, como lo es el apagar las luces que no necesitan estar encendidas, se inicia el cambio que queremos lograr; esto hay que inyectarlo no solo desde la escuela y la casa, sino también desde los ámbitos eclesiales como la catequesis; pero, en todo esto, cobra mayor relevancia la familia, que forma seres integrales, porque se trata de pequeñas tareas que tienen grandes efectos. Es preciso controlarnos y educarnos unos a otros, con sentido de corresponsabilidad, pero sin creernos más que los demás.

III. Conversión ecológica: el Evangelio tiene sus implicancias en cómo pensamos y vivimos. La conversión ecológica es dejar traslucir al Jesús que llevamos dentro en nuestra relación con el mundo que nos rodea, como lo hizo san Francisco de Asís, aunque hace falta más una conversión comunitaria que, lejos de los individualismos naufragantes, pueda reunir la fuerza de todos para llevar adelante una nueva manera de ver el mundo, con respeto y dignidad, como regalo de Dios que es para nosotros, porque la gratitud y la gratuidad son valores que nos recuerdan lo que somos y lo que tenemos. Es claro que la doctrina sin mística no es suficiente, el ejemplo de los santos nos motiva a vivir nuestra vocación de protectores de la obra de Dios, pasando por el examen de nuestras conciencias para reconocer que efectivamente hemos fallado por hacer el mal o por no hacer el bien a nuestra Casa común.

IV. Gozo y paz: el dicho es muy cierto, “menos es más”, lo que invita y motiva a una simplicidad de vida que nos permita vivir libres, sin apegos materialistas, sin pensamientos de consumismo y placeres fugaces, porque cuando acumulamos mucho se distrae nuestro corazón. Una verdad innegable es que nuestra fe propone la felicidad desde la sobriedad y la capacidad de gozar con poco, pues también se puede ser feliz en el servicio, en el encuentro con los demás, en la oración… la felicidad sería saber limitar nuestras supuestas necesidades y estar abiertos a las diversas posibilidades que nos da la vida, para esto es preciso tener en cuenta la humildad y la sobriedad como valores correlacionados con el vivir integral del ser humano en el mundo. La paz interior es una puerta segura al contemplar genuino de Dios en su naturaleza y en contacto con nosotros, pues desde el agradecerle por los alimentos que consumimos estamos reconociendo que no somos autorreferenciales y que dependemos de él en todo.

V. Amor civil y político: el amor siempre es gratuito, y la Iglesia en este sentido ha propuesto la implantación de la “civilización del amor”, con esto quiere involucrar un amor civil y político que oriente y guie las acciones en beneficio de una fraternidad universal con una cultura del cuidado, porque se crea conciencia de que nos necesitamos mutuamente y de que habitamos en una casa común, que es obra de Dios; este amor en la sociedad, dice el Papa, puede llegar a ser una auténtica expresión de espiritualidad y encamina a la santidad. Amando nuestra sociedad y comprometiéndonos en favor del bien común ejercemos una buena caridad, y esto debe ser la acción política, porque esta no se reduce a la política partidaria, y todos podemos intervenir en el bien común.

De las cinco líneas expuestas, me llama la atención la segunda, sobre una educación para la alianza entre la humanidad y el ambiente, pues plantea una realidad muy fácil de comprender, ya que, yendo a los detalles de la vida -de esos que marcan la diferencia- nos anima a seguir adelante con aquellos pequeños hábitos que no saben los demás pero que hacemos con la convicción de que aportan a la construcción de un mundo mejor. El Santo Padre expresa cómo, por ejemplo, ante el frío, abrigarse más en vez de encender la calefacción, es un signo de genuino trato amigable con el medio ambiente, pues hay en esto una mezcla hermosa de conciencia ecológica con humildad y sobriedad, valores que reclaman una mayor presencia en nuestra sociedad.

Francisco describe con rapidez algunos ejemplos de pequeñas tareas que tienen grandes efectos, por ejemplo, evitar el uso de plásticos y papeles, reducir el consumo de agua, separar residuos, tratar con cuidado a los seres vivos, usar transporte público, reforestar, encender solo las luces que necesitamos y reutilizar en vez de desechar.

Las acciones pequeñas, en su perseverancia, pueden llegar a ser estilos de vida, que se contagian y que sin duda aportan en la conformación de una ciudadanía ecológica. Las cosas pequeñas sí importan y sí suman en un objetivo común, no es arar en el mar, es poner nuestro granito de arena que junto al granito de los demás puede llegar a ser una gran obra.

Nos dice el Papa que este bien silencioso tiende a difundirse y llega incluso a dar razones para valorar nuestro paso por este mundo, con la dignidad y responsabilidad propias de un hijo de Dios. Que en nuestras casas, escuelas e iglesias se fomente este modelo de vivir ecológico, para que actuemos según el plan de Dios de ser los buenos administradores de su creación.


P.A

García

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