CONOCÍ AL GRAN TEÓLOGO PERUANO
Este
encuentro prometía ser una oportunidad única para escuchar de primera mano las
reflexiones y experiencias de un teólogo que ha impactado profundamente a la
Iglesia en América Latina.
El padre
Gustavo Gutiérrez Merino Díaz, sacerdote peruano de 96 años de edad (cumplidos
el 8 de junio), es reconocido mundialmente como uno de los pioneros de la Teología
Latinoamericana, también conocida como Teología de la Liberación.
Muchos lo consideran el padre de esta corriente teológica, título que ostenta por
uno de sus libros más influyentes, Teología de la liberación, perspectivas, publicado
hace más de cincuenta años, a inicios de la década de 1970. Tuve la fortuna de
visitarlo en su residencia en Lima, gracias a las gestiones de un compañero de
estudios de la diplomatura en la PUCP.
El lunes
15 de julio, después de mi cita en la Embajada de la República Bolivariana de
Venezuela en Lima para gestionar mi pasaporte, me dirigí a la casa del Dr. Jean
Ansion, originario de Bélgica y esposo de la Dra. Gloria Helfer, educadora y
política peruana, donde nos esperaban para almorzar.
Durante
la comida, conversé extensamente con Juan, como le llamamos en las clases
virtuales. Compartió su experiencia en Ayacucho, donde trabajó como antropólogo
en la UNSCH y cómo, en medio de la violencia terrorista de aquellos años
oscuros, tuvo que abandonar la ciudad junto a su esposa e hijas. Esa mañana,
doña Gloria había recibido a unos jóvenes de comunicaciones de la PUCP que la
entrevistaron. Al reunirnos para almorzar, surgió la conversación sobre la
necesaria inclusión de nuestra identidad peruana junto con la venezolana.
Más
temprano, le había regalado a Juan el último ejemplar de mi libro Desde
Ayacucho. Santuario de la Peruanidad, así como el folleto que coescribimos
sobre la Acción Católica en el Perú, producto del trabajo final de la
asignatura Historia de la Iglesia Latinoamericana II. Imprimí cuatro copias,
dos para él y dos para mí, todas firmadas por nosotros, sus autores.
A las 3:30 p.m., nos dirigimos al departamento del padre Gutiérrez. La cita había sido acordada con antelación, y al llegar, encontramos al padre sentado en un cómodo sillón de su pequeña sala. Bien abrigado y con su bastón de madera en mano, nos recibió con una amplia sonrisa, agradecido por nuestra visita. Reconoció de inmediato a sus buenos amigos Juan y Gloria.
Juan
actuó como un excelente anfitrión, explicándole al padre quiénes éramos.
Tuvimos la oportunidad de saludarlo personalmente, estrechando su delicada mano
y mencionándole que veníamos de Ayacucho, con un saludo especial del arzobispo
de la ciudad. Su rostro se iluminó al acordarse de Mons. Salvador Piñeiro, lo
que seguramente evocó recuerdos de sus constantes viajes y las notificaciones
que enviaba al padre Salvador, quien era Vicario General de la Arquidiócesis de
Lima.
Como
había adquirido dos de sus obras, Teología de la Liberación, perspectivas
y La Fuerza Histórica de los Pobres, pensé en pedirle que me las
firmara. Le confié a Juan la misión de interceder por mí, pero lamentablemente,
el padre Gutiérrez se negó, explicando que no tenía por costumbre hacerlo. Doña
Gloria, en cambio, comentó que ella sí contaba con algunos textos
autografiados, dado que Juan y ella son sus hijos espirituales y lo conocen
desde su juventud; el padre ha sido un gran motivador en sus trayectorias
altruistas y cristianas.
Para
cambiar de tema, Juan le preguntó si reconocía su libro de tapa verde, la
última edición de Teología de la Liberación, Perspectivas. El padre
respondió que no, quizás debido a su avanzada edad, no recordó que esta edición
conmemoraba los 50 años de la publicación original en 1971.
En cuanto
a La Fuerza Histórica de los Pobres, el padre Gutiérrez afirmó que
efectivamente él había escrito ese texto, pero se preguntó quién se aventuraba
actualmente a esos lugares. Resaltó la importancia de la misión, la
evangelización y la opción preferencial por los pobres, indicando que cada uno
de nosotros debía hacerlo, enviándonos con su autoridad académica y pastoral, y
su venerable sabiduría. Su testimonio es un verdadero aliento vocacional.
Respecto
a la Diplomatura en Teología por la PUCP, el padre Gutiérrez recordó a los
doctores Raúl Zegarra y Rolando Iberico Ruiz, este último coordinador de la
diplomatura y actualmente en Europa por estudios. En la PUCP se valora
enormemente su obra teológica, que sigue siendo objeto de estudio y práctica,
especialmente a la luz de las nuevas formulaciones que han surgido con el Papa
Francisco, quien, siendo latinoamericano, ha continuado su legado teológico.
Visitar y conocer personalmente al padre Gustavo Gutiérrez era un deseo que anhelaba cumplir, ya que había escuchado mucho sobre su trayectoria teológica y su labor pastoral. Sus libros, en particular, continúan inspirando y motivando a la Iglesia Latinoamericana en su compromiso por instaurar el Reino.
Al
despedirnos del padre, tuvimos la oportunidad de tomarnos una foto de recuerdo,
una importante evidencia en este mundo tecnológico. Antes de esto, él nos había
mostrado los collages en la pared, que reunían algunas de sus fotos más
memorables con los visitantes que había recibido a lo largo de los años. Al
salir, fui el último en estrechar su mano, y con gran gracia, el padre me
advirtió que tuviera cuidado de no golpear la lámpara de la sala con mi cabeza,
haciendo referencia a mi estatura. Nos reímos con gusto; ese momento jamás lo
olvidaré.
Conocer
al padre Gustavo Gutiérrez fue una experiencia profundamente enriquecedora. Su
sabiduría y calidez dejaron una huella imborrable en mí. En cada palabra y
anécdota, se reflejaba su compromiso inquebrantable con la justicia social y la
dignidad humana. Al despedirnos, no solo llevé conmigo una foto de recuerdo,
sino también un renovado sentido de misión y vocación. La oportunidad de
interactuar con una figura tan emblemática de la Teología de la Liberación
me inspiró a seguir trabajando por un mundo más justo. Su legado, evidente en
las sonrisas de quienes lo rodean y en las enseñanzas que comparte, perdurará
en nuestros corazones y acciones. Sin duda, este encuentro será una de las
experiencias más significativas de mi vida.
¡Muchísimas
gracias a Juan y doña Gloria!
P.A
García
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