lunes, 15 de julio de 2024

Mi encuentro con el padre Gustavo Gutiérrez

CONOCÍ AL GRAN TEÓLOGO PERUANO

Este encuentro prometía ser una oportunidad única para escuchar de primera mano las reflexiones y experiencias de un teólogo que ha impactado profundamente a la Iglesia en América Latina.

El padre Gustavo Gutiérrez Merino Díaz, sacerdote peruano de 96 años de edad (cumplidos el 8 de junio), es reconocido mundialmente como uno de los pioneros de la Teología Latinoamericana, también conocida como Teología de la Liberación. Muchos lo consideran el padre de esta corriente teológica, título que ostenta por uno de sus libros más influyentes, Teología de la liberación, perspectivas, publicado hace más de cincuenta años, a inicios de la década de 1970. Tuve la fortuna de visitarlo en su residencia en Lima, gracias a las gestiones de un compañero de estudios de la diplomatura en la PUCP.

El lunes 15 de julio, después de mi cita en la Embajada de la República Bolivariana de Venezuela en Lima para gestionar mi pasaporte, me dirigí a la casa del Dr. Jean Ansion, originario de Bélgica y esposo de la Dra. Gloria Helfer, educadora y política peruana, donde nos esperaban para almorzar.

Durante la comida, conversé extensamente con Juan, como le llamamos en las clases virtuales. Compartió su experiencia en Ayacucho, donde trabajó como antropólogo en la UNSCH y cómo, en medio de la violencia terrorista de aquellos años oscuros, tuvo que abandonar la ciudad junto a su esposa e hijas. Esa mañana, doña Gloria había recibido a unos jóvenes de comunicaciones de la PUCP que la entrevistaron. Al reunirnos para almorzar, surgió la conversación sobre la necesaria inclusión de nuestra identidad peruana junto con la venezolana.

Más temprano, le había regalado a Juan el último ejemplar de mi libro Desde Ayacucho. Santuario de la Peruanidad, así como el folleto que coescribimos sobre la Acción Católica en el Perú, producto del trabajo final de la asignatura Historia de la Iglesia Latinoamericana II. Imprimí cuatro copias, dos para él y dos para mí, todas firmadas por nosotros, sus autores.

A las 3:30 p.m., nos dirigimos al departamento del padre Gutiérrez. La cita había sido acordada con antelación, y al llegar, encontramos al padre sentado en un cómodo sillón de su pequeña sala. Bien abrigado y con su bastón de madera en mano, nos recibió con una amplia sonrisa, agradecido por nuestra visita. Reconoció de inmediato a sus buenos amigos Juan y Gloria.

Juan actuó como un excelente anfitrión, explicándole al padre quiénes éramos. Tuvimos la oportunidad de saludarlo personalmente, estrechando su delicada mano y mencionándole que veníamos de Ayacucho, con un saludo especial del arzobispo de la ciudad. Su rostro se iluminó al acordarse de Mons. Salvador Piñeiro, lo que seguramente evocó recuerdos de sus constantes viajes y las notificaciones que enviaba al padre Salvador, quien era Vicario General de la Arquidiócesis de Lima.

Como había adquirido dos de sus obras, Teología de la Liberación, perspectivas y La Fuerza Histórica de los Pobres, pensé en pedirle que me las firmara. Le confié a Juan la misión de interceder por mí, pero lamentablemente, el padre Gutiérrez se negó, explicando que no tenía por costumbre hacerlo. Doña Gloria, en cambio, comentó que ella sí contaba con algunos textos autografiados, dado que Juan y ella son sus hijos espirituales y lo conocen desde su juventud; el padre ha sido un gran motivador en sus trayectorias altruistas y cristianas.

Para cambiar de tema, Juan le preguntó si reconocía su libro de tapa verde, la última edición de Teología de la Liberación, Perspectivas. El padre respondió que no, quizás debido a su avanzada edad, no recordó que esta edición conmemoraba los 50 años de la publicación original en 1971.

En cuanto a La Fuerza Histórica de los Pobres, el padre Gutiérrez afirmó que efectivamente él había escrito ese texto, pero se preguntó quién se aventuraba actualmente a esos lugares. Resaltó la importancia de la misión, la evangelización y la opción preferencial por los pobres, indicando que cada uno de nosotros debía hacerlo, enviándonos con su autoridad académica y pastoral, y su venerable sabiduría. Su testimonio es un verdadero aliento vocacional.

Respecto a la Diplomatura en Teología por la PUCP, el padre Gutiérrez recordó a los doctores Raúl Zegarra y Rolando Iberico Ruiz, este último coordinador de la diplomatura y actualmente en Europa por estudios. En la PUCP se valora enormemente su obra teológica, que sigue siendo objeto de estudio y práctica, especialmente a la luz de las nuevas formulaciones que han surgido con el Papa Francisco, quien, siendo latinoamericano, ha continuado su legado teológico.

Visitar y conocer personalmente al padre Gustavo Gutiérrez era un deseo que anhelaba cumplir, ya que había escuchado mucho sobre su trayectoria teológica y su labor pastoral. Sus libros, en particular, continúan inspirando y motivando a la Iglesia Latinoamericana en su compromiso por instaurar el Reino.

Al despedirnos del padre, tuvimos la oportunidad de tomarnos una foto de recuerdo, una  importante evidencia en este mundo tecnológico. Antes de esto, él nos había mostrado los collages en la pared, que reunían algunas de sus fotos más memorables con los visitantes que había recibido a lo largo de los años. Al salir, fui el último en estrechar su mano, y con gran gracia, el padre me advirtió que tuviera cuidado de no golpear la lámpara de la sala con mi cabeza, haciendo referencia a mi estatura. Nos reímos con gusto; ese momento jamás lo olvidaré.

Conocer al padre Gustavo Gutiérrez fue una experiencia profundamente enriquecedora. Su sabiduría y calidez dejaron una huella imborrable en mí. En cada palabra y anécdota, se reflejaba su compromiso inquebrantable con la justicia social y la dignidad humana. Al despedirnos, no solo llevé conmigo una foto de recuerdo, sino también un renovado sentido de misión y vocación. La oportunidad de interactuar con una figura tan emblemática de la Teología de la Liberación me inspiró a seguir trabajando por un mundo más justo. Su legado, evidente en las sonrisas de quienes lo rodean y en las enseñanzas que comparte, perdurará en nuestros corazones y acciones. Sin duda, este encuentro será una de las experiencias más significativas de mi vida.

¡Muchísimas gracias a Juan y doña Gloria!

P.A

García




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