FORJADORES DE LA PERUANIDAD
En el contexto de la
independencia del Perú, los obispos desempeñaron un papel crucial, reflejando
la compleja relación entre la Iglesia y los movimientos patrióticos. En 1821,
el Perú contaba con seis diócesis, cada una con un obispo que, a su vez,
representaba no solo una autoridad religiosa, sino también un vínculo con el
poder colonial. La postura de cada obispo variaba, desde el firme apoyo a la
monarquía española hasta la aceptación de la independencia, lo que evidencia
las tensiones internas dentro de la Iglesia y su adaptación a un nuevo orden
social y político.
Estos líderes religiosos,
la mitad de ellos peninsulares, enfrentaron desafíos significativos mientras el
país se sumía en el tumulto de la emancipación. Desde la negativa a aceptar la
independencia hasta el respaldo a los movimientos liberales, sus decisiones
tuvieron repercusiones tanto en la vida espiritual de sus feligreses como en la
estructura política emergente. Las cartas pastorales y las acciones de cada
obispo no solo definieron su legado personal, sino que también reflejaron las
luchas de una nación en búsqueda de su identidad.
De los seis Prelados de
1821 tres eran españoles: (De Las Heras, Carrión y Marfil y Sánchez Rangel) y
tres criollos (Orihuela, Goyeneche y Gutiérrez de Coz), de éstos un boliviano
-de la Real Audiencia de Charcas- (Orihuela) y los otros dos peruanos. De los
seis, dos eran religiosos, (Sánchez Rangel –franciscano- y Orihuela –agustino-)
y los otros cuatro del clero secular.
El pontificado de los
obispos en este período fue sumamente complicado, ya que debían ponerse del
lado de uno u otro bando, quedando a merced de la victoria o la derrota. Los
obispos Carrión y Marfil, Gutiérrez de Coz y Sánchez Rangel enfrentaron la
derrota tras el triunfo de San Martín, mientras que De Las Heras y Orihuela
sufrieron las consecuencias de las decisiones arbitrarias de Monteagudo y
Gamarra, que resultaron en su destierro. En contraste, Goyeneche logró
sobrellevar las dificultades con notable paciencia y flexibilidad.
Es necesario analizar los
casos de los seis obispos que gobernaban la Iglesia en el Perú durante ese
período. Algunos mostraron perplejidad y vacilación ante el ambiente
insurgente, mientras que otros adoptaron una postura de rechazo y negativa
intransigente. También es relevante considerar la vigencia del régimen de
patronato, donde la Santa Sede nombraba a los obispos, pero la
"presentación" recaía en el Rey de España, un derecho consagrado en
la legislación canónica. Así, cualquier actitud separatista o duda sobre la
fidelidad monárquica se interpretaría en España como una falta de
reconocimiento hacia el gobernante, a quien debían indirectamente su
nombramiento episcopal.
El refrán de la época de
la independencia que dice "Las monjas están rezando, en abierta
oposición: unas piden por Fernando, otras ruegan por Simón" encapsula
la tensión y la polarización que caracterizaban a la Iglesia en ese período. La
imagen de las monjas, figuras tradicionalmente asociadas con la unidad y la
paz, enfrentándose en sus rezos revela cómo las diferencias ideológicas y
políticas permeaban incluso el ámbito espiritual. Fernando VII y Simón Bolívar,
representan bandos opuestos en el conflicto realista-patriota, simbolizan la
lucha entre lealtades en un contexto de crisis. Este refrán no solo refleja el
ambiente de divisiones internas dentro de la Iglesia, sino que también ilustra
cómo la espiritualidad se entrelazaba con la política, mostrando que la fe y la
devoción podían ser profundamente influenciadas por las circunstancias
históricas.
Seis diócesis en el
Virreinato del Perú y sus obispos en 1821
1. Lima: Creada Diócesis en 1541
y Arquidiócesis en 1546.
Arzobispo: Bartolomé María de las Heras Navarro (1743-1823)
17° arzobispo de Lima.
Nacido en Carmona, Sevilla, España, el 24 de abril de 1743. Primero fue Obispo
del Cusco. Le tocó presenciar el movimiento patriótico siendo arzobispo de
Lima. El virrey don José de la Serna y Martínez de Hinojosa le invitó a
adentrarse con él en el Cusco, pero no aceptó, poniendo por encima su papel de
Pastor de la grey limeña, a la que no quiso abandonar en los momentos más
imperiosos. Aunque de ideas monárquicas por su origen peninsular, firmó la
Declaración de la Independencia el 15 de julio y acompañó a San Martín en la
proclamación solemne en Lima, aquel 28 de julio de 1821.
Al General argentino le
dejó claro que él y su clero en todo le obedecerían sin mayor resistencia,
siempre y cuando se garantizara a la Iglesia su permanencia y unidad con el
Romano Pontífice. Poco tiempo después fue desterrado a España por negarse a
obedecer las arbitrariedades de Bernardo de Monteagudo, pues la Iglesia limeña
estaba siendo acusada de propiciar el apoyo a los realistas, mientras que su
arzobispo la defendía y aseguraba transparencia a San Martín. De espíritu
sereno, una vez en España informó al Nuncio de cómo la gesta emancipadora fue
bien acogida por el clero criollo, quienes deseaban un régimen independiente,
pues, como San Martín “les ofrecía la independencia y libertad a que siempre
habían sido tan inclinados, abrazaron con júbilo sus propuestas y siguieron sin
dificultad todas sus máximas”.
Murió en Madrid el 5 de
septiembre de 1823.
2. Cusco: Creada Diócesis en 1536 y
Arquidiócesis en 1943.
Obispo: José Calixto de Orihuela y Valderrama, O.S.A. (1767-1844)
Nació en Villa de
Oropesa, actual Cochabamba-Bolivia, el 14 de octubre de 1767. Murió en Lima, el
1 de abril de 1844. De la Orden de San Agustín recibió y reconoció la lucha
patriota siendo Administrador Apostólico de la diócesis de la que había sido
obispo auxiliar, tiempo en el que había publicado una pastoral en contra de la
emancipación, tratando de comprobar la incompatibilidad de los principios
cristianos con los de la independencia.
Convivió con el virrey La
Serna en el Cusco, pues la capital del Virreinato se había trasladado de Lima a
la Ciudad Imperial. En 1820, en su paso por Huancayo le prometió al General Juan
Antonio Álvarez de Arenales su adhesión a la causa patriota. Tras la
Capitulación de Ayacucho en 1824 aceptó la Independencia como “obra divina”. La
razón del cambio en su parecer la firmó con la siguiente frase: “Por el
principio sentido de que toda potestad viene de Dios y porque el que resiste a
la potestad constituida resiste a la voluntad de Dios”. Renunció al
obispado por desavenencias con Agustín Gamarra, Prefecto del Cusco, pues este
le exigía aportes monetarios a la causa libertaria, que el prelado juzgó
improcedentes según el Derecho Canónico.
3. Arequipa: Creada Diócesis en 1609 y
Arquidiócesis en 1943.
Obispo: José Sebastián de Goyeneche y Barreda (1784-1824)
Arequipeño de origen,
nació el 19 de enero de 1784. Entre 1826 y 1835 fue el único obispo en todo el
Perú, Chile, Bolivia y Ecuador. Durante la proclamación y consolidación de la
independencia se mostró ejemplar en su papel de obispo, pues no se turbó por
consideraciones políticas, buscando ante todo el bien espiritual de su Iglesia
local. Realista por tradición familiar, se mantuvo rodeado de este ambiente
hasta la victoria de Ayacucho (1824), cuando cambiado el régimen, reconoció sin
problemas la nueva gestión. Dejó escrito en este contexto: “La mano de Dios
ha intervenido para levantar al Perú desde la humillación colonial al rango de
las naciones libres.”
En años posteriores fue
delegado papal para toda la República Peruana, pues la figura del Nuncio
Apostólico no había llegado todavía la recién nacida nación.
Murió en Lima, 19 de
febrero de 1872 como vigésimo segundo arzobispo metropolitano de la capital
peruana, con un total de 55 años de ministerio episcopal.
4. Trujillo: Creada Diócesis en 1577 y
Arquidiócesis en 1943.
Obispo:
José Carrión y
Marfil (1747-1827)
Natural de Málaga,
España, vino a América a ocupar sedes episcopales en los diferentes
virreinatos. El intendente marqués de Torre Tagle proclamó la independencia de
Trujillo el 29 de diciembre de 1820, lo que fue rechazado por el prelado, quien
creía que su lealtad a Fernando VII y al Real Patronato estaba por encima de
las aspiraciones de los rebeldes. De fuertes ideales realistas y anticriollos,
destinó una buena suma de dinero a favor de la causa del Rey, además de abogar
por la resistencia armada. Sus joyas las quiso poner a salvo, pero fueron
interceptadas.
Se entrevistó con San
Martín en Ancón, pero al negarse a reconocer la independencia del Perú fue
finalmente desterrado en 1821. Esta acción motivó la publicación en 1821 de un
folleto titulado Memoria interesante para servir a la historia de las
persecuciones de la Iglesia en América, en defensa del obispo, cuyo autor
podría haber sido el canónigo de Lima Pedro Fernández de Córdova. Ese mismo
año, se publicó un Suplemento necesario que corregía un error sobre la
apropiación de bienes del obispo por parte de Torre Tagle, aclarando que estos
fueron retirados con un inventario.
Nombrado abad de la
colegiata de Alcalá la Real (Jaén), falleció en la villa de Noalejo, de la
misma provincia, el 13 de mayo de 1827.
5. Huamanga (Ayacucho desde
1825): Creada Diócesis en 1609 y Arquidiócesis en 1966.
Obispo: Pedro Gutiérrez de Coz y Saavedra Seminario (1750-1833)
Nació el 24 de octubre de
1750 en Piura. Motivado por un espíritu prudente, no quiso firmar ni participar
en la Independencia, con la esperanza de regresar a su diócesis, que estaba en
manos de los realistas. Cuando el General Arenales llegó a Huamanga, el obispo
se encontraba en una visita pastoral y, al enterarse de la situación, decidió
huir a Lima.
En Huancayo se reunió con
Arenales, pero optó por regresar a la capital, donde San Martín lo obligó a
jurar la independencia. Él respondió: “No puedo prescindir de la suerte de
mi diócesis ni oponerme a la Independencia en el territorio en que me hallo”,
refiriéndose a que Huamanga seguía bajo control realista, aunque él estuviera
en Lima. San Martín le pidió que redactara una pastoral en apoyo de la causa
libertadora, pero el obispo no lo hizo. Esta actitud neutral le permitió evitar
ser catalogado como un realista radical, aunque tampoco fue reconocido como un
patriota.
La paciencia de San
Martín se agotó rápidamente y decidió desterrarlo en 1821, dándole solo ocho
días para abandonar el país, rechazando la solicitud de Gutiérrez de Coz para
extender su plazo a treinta días para organizar su partida. Posteriormente, fue
obispo de San Juan de Puerto Rico, donde falleció el 2 de abril de 1833. En
1822, la Junta Gubernativa del Perú lo declaró "americano desterrado
sin causa".
6. Maynas (Chachapoyas desde
1843): Creada Diócesis en 1803.
Obispo: Hipólito Sánchez Rangel
OFM (1761-1839)
Nació en Villa de los
Santos, Badajoz, España, el 2 de diciembre de 1761. Murió en Lugo, España. El
29 de abril de 1839. Antes de establecerse en su sede episcopal de Jéberos, que
era la capital del territorio en febrero de 1808, comenzó una visita general a
la diócesis que se extendió hasta 1810. Esta acción fue precedida por la
primera medida significativa de su episcopado: logró la destitución del
gobernador de Maynas, Diego Alfaro, a quien se le había denunciado por
maltratar a los indígenas.
En marzo de 1820, con el
inicio del proceso de independencia del Perú, los independentistas, ante su
firme lealtad a la Monarquía española, saquearon su palacio episcopal y lo
amenazaron de muerte. Así, huyó a pie de Moyobamba a Chachapoyas, cubierto solo
con su breviario y báculo. A finales de 1820 y principios de 1821, tuvo que
realizar una segunda huida, hasta que en octubre se refugió en Brasil. En 1822,
viajó a Lisboa y en agosto de 1823 se trasladó a Madrid, donde al final del año
solicitó al rey Fernando VI un nuevo destino.
Para el obispo
franciscano, apartarse de la fidelidad al rey de España es un delito y un
pecado. Sus cartas pastorales son vehementes y severas, y lanza excomuniones
contra los separatistas. No acepta en absoluto que pueda haber legitimidad o
justicia en el deseo de independizarse de la metrópoli. Dejó plasmada su
opinión con las siguientes palabras: “Los Americanos, todos, naturalmente se
inclinan al sistema de su Independencia. Obrando conforme a él, le hacían una
grande brecha a la nación su madre, por consiguiente, daban más fermento a la
discordia entre americanos y europeos; casi necesitados dañaban su conciencia y
prostituían su ministerio.”
En resumen, es importante
reiterar las reflexiones con las que comenzamos este artículo. El grupo de los obispos
del Perú en la etapa sanmartiniana no constituye un bloque homogéneo, ni en
contra ni a favor de la Independencia. La participación de la jerarquía en su
conjunto se resiste a ser encasillada en afirmaciones o esquemas de carácter
universal. La investigación histórica nos lleva ante la problemática de
individuos como nosotros, con responsabilidades muy serias, quienes, por esa
misma razón, ante situaciones no del todo claras, sienten en diversos grados
vacilaciones, perplejidades y dudas; y en medio del tumultuoso vaivén de los
acontecimientos, experimentan el deseo y la dificultad de encontrar un camino
coherente y justo.
P.A
García
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