La Doctrina Social de la Iglesia en
la actualización de la Palabra de Dios
Hechos
de los Apóstoles 4, 32-35: La multitud de los creyentes tenía un
solo corazón y un solo espíritu. Nadie consideraba sus bienes como propios,
sino que todo lo tenían en común.
Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor
Jesús con gran poder. Y gozaban todos de gran simpatía.
No había entre ellos ningún necesitado, porque todos lo que
poseían campos o casas los vendían, traían el importe de las ventas y lo ponían
a los pies de los apóstoles, y se repartía a cada uno según su necesidad. Palabra de Dios. Te alabamos Señor.
Ahora adentrémonos en la
Doctrina Social de la Iglesia y en la actualización de la Palabra de Dios.
La
Doctrina Social de la Iglesia pretende responder a las amenazas sociales, que
destruyen al hombre, es decir, defiende la integridad del hombre. La Doctrina
Social de la Iglesia es el conjunto de principios, orientaciones doctrinales,
criterios de juicio y líneas de acción que tienen su fuente en la Sagrada
Escritura, en la enseñanza de la Iglesia y en el Magisterio con el fin
de iluminar el quehacer de los cristianos en los asuntos temporales, es decir,
la política, la economía y la cultura.
Iluminados por este fragmento de la Palabra de Dios, que lleva
por título “La primera comunidad cristiana” vamos a llevarla a la vivencia
cotidiana, apoyándonos de la Doctrina Social de la Iglesia, para ver, juzgar y
actuar nuestra realidad.
Debemos partir por reconocer que en nuestros días, la Iglesia
Católica, al menos en Venezuela, está pasando por necesidades económicas que la
llevan a adoptar planes de autofinanciamiento como la venta de bonos o rifas
para recaudar fondos, que se destinan para mantener las múltiples actividades
sociales que la Iglesia realiza silenciosa pero eficazmente.
Los católicos tenemos un mandamiento de colaborar con la
Iglesia en sus necesidades; en la predicación de nuestros Pastores en muy
frecuente esta invitación, pues cada vez son menos los católicos que son
generosos en sus aportes, más concretamente en la limosna, que es finalmente lo
que ayuda a los sacerdotes y también el mantenimiento de los templos y demás
bienes inmuebles que la Iglesia posee y que pertenecen no solo a los sacerdotes
y obispos, sino que es de todo el pueblo de Dios, para su beneficio y provecho.
De esto precisamente nos quiere hablar esta lectura de los Hechos de los
Apóstoles, cuando dice que: nadie consideraba
sus bienes como propios, sino que todo lo tenían en común. (Cfr. Hch, 4 32)
Un punto muy importante para
reflexionar, son justamente las palabras siguientes de esta lectura, las cuales
expresan que: Los apóstoles daban
testimonio de la resurrección del Señor Jesús con gran poder. Y gozaban todos
de gran simpatía. (Cfr.
Hch, 4 33) En estas palabras debemos ubicar la
actitud ejemplar, desinteresada y benevolente que deben tener los ministros de
Dios, diáconos, sacerdotes y obispos en cuanto a lo monetario, es decir, sus
relaciones con todo lo que les traiga ganancias económicas y materiales. Podemos
deducir que, si el importe de las ventas
lo ponían a los pies de los apóstoles, es evidente que éstos eran hombres
de prudencia probada y de desapego a lo material, pues lo que hacían era
repartir a cada uno según su necesidad.
Los apóstoles gozaban de gran simpatía, porque eran
los que se encargaban del bien espiritual y material de la Iglesia cristiana
primitiva, esto lo quiere hacer en la actualidad nuestra amada Iglesia
Católica, y tenemos fe de que lo está haciendo, en primer lugar creando
conciencia de la generosidad y mutua ayuda a pueblos y naciones, pero más de
lleno a sus gobernantes, para que éstos, que son quienes tienen el poder
temporal, se encarguen de repartir justamente a todos lo que les hace falta
para llevar una vida digna, propia de los hijos de Dios, y en segundo lugar entregándose
fervorosamente en una pastoral de acción social en organizaciones como Cáritas,
que se encarga de trabajar por los pobres y más necesitados.
Ahora finalmente la invitación es a que los católicos seamos conscientes
de que la Iglesia necesita de nuestro aporte económico, para subsistir y para
llevar la Palabra de Dios a todos los pueblos. También queda un compromiso para
los que dirigen la Iglesia, a ser transparentes y no ambicionar riquezas. Y por
supuesto la invitación del Sumo Pontífice Francisco, de ser una Iglesia en
salida que vaya a los pobres y más necesitados para brindarles una mano de amor
y así hacer presente la misericordia del Padre.
P.A
García
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