martes, 26 de enero de 2016

La Doctrina Social de la Iglesia en la actualización de la Palabra de Dios

La Doctrina Social de la Iglesia en la actualización de la Palabra de Dios


Hechos de los Apóstoles 4, 32-35: La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y un solo espíritu. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo lo tenían en común.
       Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con gran poder. Y gozaban todos de gran simpatía.
       No había entre ellos ningún necesitado, porque todos lo que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de las ventas y lo ponían a los pies de los apóstoles, y se repartía a cada uno según su necesidad. Palabra de Dios. Te alabamos Señor.


       Ahora adentrémonos en  la Doctrina Social de la Iglesia y en la actualización de la Palabra de Dios.

La Doctrina Social de la Iglesia pretende responder a las amenazas sociales, que destruyen al hombre, es decir, defiende la integridad del hombre. La Doctrina Social de la Iglesia es el conjunto de principios, orientaciones doctrinales, criterios de juicio y líneas de acción que tienen su fuente en la Sagrada Escritura, en la enseñanza de la Iglesia y en el Magisterio con el fin de iluminar el quehacer de los cristianos en los asuntos temporales, es decir, la política, la economía y la cultura.

       Iluminados por este fragmento de la Palabra de Dios, que lleva por título “La primera comunidad cristiana” vamos a llevarla a la vivencia cotidiana, apoyándonos de la Doctrina Social de la Iglesia, para ver, juzgar y actuar nuestra realidad.

       Debemos partir por reconocer que en nuestros días, la Iglesia Católica, al menos en Venezuela, está pasando por necesidades económicas que la llevan a adoptar planes de autofinanciamiento como la venta de bonos o rifas para recaudar fondos, que se destinan para mantener las múltiples actividades sociales que la Iglesia realiza silenciosa pero eficazmente.  


       Los católicos tenemos un mandamiento de colaborar con la Iglesia en sus necesidades; en la predicación de nuestros Pastores en muy frecuente esta invitación, pues cada vez son menos los católicos que son generosos en sus aportes, más concretamente en la limosna, que es finalmente lo que ayuda a los sacerdotes y también el mantenimiento de los templos y demás bienes inmuebles que la Iglesia posee y que pertenecen no solo a los sacerdotes y obispos, sino que es de todo el pueblo de Dios, para su beneficio y provecho. De esto precisamente nos quiere hablar esta lectura de los Hechos de los Apóstoles, cuando dice que: nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo lo tenían en común. (Cfr. Hch, 4 32)

       Un punto muy importante para reflexionar, son justamente las palabras siguientes de esta lectura, las cuales expresan que: Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con gran poder. Y gozaban todos de gran simpatía. (Cfr. Hch, 4 33) En estas palabras debemos ubicar la actitud ejemplar, desinteresada y benevolente que deben tener los ministros de Dios, diáconos, sacerdotes y obispos en cuanto a lo monetario, es decir, sus relaciones con todo lo que les traiga ganancias económicas y materiales. Podemos deducir que, si el importe de las ventas lo ponían a los pies de los apóstoles, es evidente que éstos eran hombres de prudencia probada y de desapego a lo material, pues lo que hacían era repartir a cada uno según su necesidad.

       Los apóstoles gozaban de gran simpatía, porque eran los que se encargaban del bien espiritual y material de la Iglesia cristiana primitiva, esto lo quiere hacer en la actualidad nuestra amada Iglesia Católica, y tenemos fe de que lo está haciendo, en primer lugar creando conciencia de la generosidad y mutua ayuda a pueblos y naciones, pero más de lleno a sus gobernantes, para que éstos, que son quienes tienen el poder temporal, se encarguen de repartir justamente a todos lo que les hace falta para llevar una vida digna, propia de los hijos de Dios, y en segundo lugar entregándose fervorosamente en una pastoral de acción social en organizaciones como Cáritas, que se encarga de trabajar por los pobres y más necesitados.

       Ahora finalmente la invitación es a que los católicos seamos conscientes de que la Iglesia necesita de nuestro aporte económico, para subsistir y para llevar la Palabra de Dios a todos los pueblos. También queda un compromiso para los que dirigen la Iglesia, a ser transparentes y no ambicionar riquezas. Y por supuesto la invitación del Sumo Pontífice Francisco, de ser una Iglesia en salida que vaya a los pobres y más necesitados para brindarles una mano de amor y así hacer presente la misericordia del Padre.


P.A
García



No hay comentarios:

Publicar un comentario