HORA SANTA
JUEVES III SEMANA DEL TIEMPO
DE CUARESMA
Monición de entrada:
Queridos hermanos, hoy jueves eucarístico,
día en el que la Santa Iglesia Católica recuerda la institución de la
Eucaristía por parte de nuestro Señor Jesucristo, no congregamos como comunidad
cristiana en torno a este milagro de am1| or,
para rendir culto de adoración a Dios hecho hombre presente en su Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad. En la Hostia Consagrada vemos a Jesús vivo y presente
en su Iglesia, como él mismo lo quiso, (Mt 28, 20) y durante este tiempo de
cuaresma vamos a reflexionar delante del Señor, reconociendo su infinita
misericordia, porque él no se complace en la muerte del pecador, sino en que
cambie de conducta y viva.
Canto de entrada. Se busca procesionalmente el
Santísimo Sacramento, para la adoración de toda la asamblea.
El sacerdote, luego de haber incensado tres
veces el Santísimo Sacramento, de rodillas dice:
V. Bendito y alabado sea
Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar (3 veces)
R. Sea por siempre bendito
y alabado (3 veces)
El sacerdote dirige la Oración Introductoria:
Aquí estamos Señor, para
hacer tu voluntad. Aquí estamos Señor, para responder con amor al llamado que
nos has hecho. Gracias por llamarnos a tu presencia, por querernos junto a ti,
por enviarnos a ser testigos de tu Evangelio. Gracias Señor, por todas las
maravillas que haces en nosotros. Gracias por este tiempo de Cuaresma, porque
nos permites reflexionar y corregir nuestras vidas. Bendito seas Señor porque
te quedaste en la Eucaristía, para acompañarnos todos los días de nuestra vida
hasta el final de los tiempos. Alabado seas Señor Jesús, porque tú has revelado
la misericordia del Padre y así nos has enseñado a amar a nuestros hermanos.
Pidamos al Señor, que
nos envíe su Espíritu para que en esta hora de gracia podamos experimentar una
vez más su acción en medio de nuestra comunidad.
Breve silencio, luego el sacerdote dirige la
Invocación al Espíritu Santo:
Ven Espíritu Santo,
llena los corazones de tus fieles y enciende en nosotros el fuego de tu amor.
Ven Espíritu de Dios, toca nuestra mente y nuestro corazón, toma todo nuestro
ser, e inúndanos con tus dones. Toma posesión de nosotros, oh dulce huésped del
alma, y haz que este momento sea propicio para sanar nuestra alma de todo lo que
no nos deja ser felices. Ven Espíritu de Dios, transforma todo nuestro ser, has
de nosotros lo que quieras, estamos dispuestos a todo, lo aceptamos todo,
queremos ser testigos de tu amor y tu fidelidad. Oh Santo Espíritu abrimos
nuestra alma, para que mores en nosotros. Bienvenido seas Señor.
Canto al Espíritu Santo
Luego del canto, durante algunos minutos se
hace silencio, para la adoración personal a Jesús Sacramentado. Puede
realizarse algún canto apropiado.
El sacerdote, de pie, realiza la lectura para
meditar:
Del Tratado de Tertuliano, presbítero, Sobre la oración.
(Cap. 28-29: CCL 1, 273-274)
Nuestra Ofrenda Espiritual
La oración
es una ofrenda espiritual que ha eliminado los antiguos sacrificios. ¿Qué me importa –dice- el número de vuestros sacrificios? Estoy
harto de holocaustos de carneros, de grasa de becerros; la sangre de toros,
corderos y chivos no me agrada. ¿Quién pide algo de vuestras manos?
El Evangelio nos enseña qué es lo que pide el Señor: Llega la hora –dice- en que los verdaderos adoradores adorarán al
Padre en espíritu y en verdad. Porque Dios
es espíritu y, por esto, tales son los adoradores que busca. Nosotros somos
los verdaderos adoradores y verdaderos sacerdotes, ya que, orando en espíritu,
ofrecemos el sacrificio espiritual de la oración, la ofrenda adecuada y
agradable a Dios, la que él pedía, la que él preveía.
Esta ofrenda, ofrecida de corazón, alimentada con la fe,
cuidada con la verdad, íntegra por la inocencia, limpia por la castidad,
coronada con el amor, es la que debemos llevar al altar de Dios, con el
acompañamiento solemne de las buenas obras, en medio de salmos e himnos,
seguros de que con ella alcanzaremos de Dios cualquier cosa que le pidamos.
Se medita en silencio durante algún tiempo
estas palabras. Luego continúa las preces u oración de los fieles.
Oración de los fieles: puede realizarla algún
laico.
Glorifiquemos a Cristo, nuestro Señor, que resplandece
como luz del mundo para que siguiéndolo no caminemos en tinieblas, sino que
tengamos la luz de la vida, y digámosle:
Que tu palabra, Señor, sea luz para nuestros pasos.
Cristo, amigo de los hombres, haz que sepamos progresar
hoy en tu imitación, para que lo que perdimos por culpa del primer Adán lo
recuperemos en el segundo.
Que tu palabra sea siempre luz en nuestro sendero, para
que, realizando siempre la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas en
ti.
Enséñanos, Señor, a trabajar por el bien de todos los
hombres, para que así, por nuestra acción, la Iglesia ilumine toda la sociedad humana.
Que por nuestra sincera conversión crezcamos en tu
amistad y expiemos las faltas cometidas contra tu bondad y tu sabiduría.
El sacerdote hace la oración final:
Te pedimos, Señor, que,
cuanto más se aproxima la fiesta de nuestra salvación, con tanta mayor fe nos
preparemos a celebrar el misterio pascual. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por
los siglos de los siglos. Amén.
(L.H. Tomo III pág 228)
Se entona el Himno Tantum ergo, mientras el
Sacerdote vuelve a incensar el Santísimo Sacramento tres veces.
Tantum ergo
sacraméntum
venerémur
cernui,
et antíquum
documéntum
novo cedat
rítui;
praestet
fides supleméntum
sensuum
deféctui.
Genitóri
Genitóque
laus et
iubilátio,
salus,
honor, virtus quoque
sit et
benedictio;
procedénti
ab utróque
comparsit
laudátio. Amen.
Al finalizar el Himno
Tantum ergo, el sacerdote dice:
V. Les diste
pan del cielo.
R. Que contiene en sí todo deleite.
Luego se pone de pie y dice: puede ser cantado.
Oremos.
Oh Dios, que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial de tú Pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Oh Dios, que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial de tú Pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amen.
Bendición con el Santísimo Sacramento. Toda la
Asamblea se pone de rodillas.
Después de la bendición, el sacerdote de
rodillas dice:
Bendito sea Dios.
Bendito sea su santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos. Amén.
Bendito sea su santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos. Amén.
Señor danos sacerdotes.
Señor danos sacerdotes santos.
Señor danos muchos sacerdotes santos.
Señor danos religiosos y religiosas santos.
Señor danos familias santas.
Señor danos la paz.
Con un canto
eucarístico se reserva el Santísimo Sacramento y concluye la Hora Santa.
P.A
García
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