Se conoce como la “Vaguada del Mocotíes” a aquel
desastre natural ocurrido el viernes 11 de febrero de 2005, cuando las lluvias
no cesaron de caer sobre las montañas de los municipios Rivas Dávila, Tovar y
Antonio Pinto Salinas, y a su vez una “tromba marina” azotó al Valle del
Mocotíes al sur del estado Mérida, ocasionando una gran pérdida de vidas
humanas por las inundaciones que el río Mocotíes provocó.
Con este lamentable suceso también se perdieron
los bienes materiales de aquellos que habían edificado sus casas en las
proximidades del río y las quebradas que lo alimentan, pero, lo más triste fue
el vacío que quedó en las familias, pues muchos hombres y mujeres, ancianos y
niños perdieron sus vidas, algunos de ellos tuvieron una sepultura digna, otros
permanecieron en calidad de desaparecidos durante varios años, y, hasta el día
de hoy sus cuerpos no han sido encontrados.
A continuación quiero narrar desde mi
propia perspectiva los hechos ocurridos aquel día inolvidable para los
habitantes del Valle del Mocotíes.
El jueves 10 de febrero, por la noche, la
lluvia cerró la jornada diaria. En casa después de cenar y ver un rato la televisión
nos dispusimos a dormir; ninguno se imaginó que al día siguiente seríamos
testigos de una catástrofe, para algunos sin precedentes, pero para otros, los
más mayores, desde hacía 50 años que no ocurría. Ese jueves hubo quienes
escucharon por la radio un programa en el que intervenía el Sr. Alcalde de
Rivas Dávila, que para el momento era el Dr. Carlos Andrés Pérez Medina, donde
alertaba la aproximación de una gran masa de agua que era probable se
precipitara sobre el municipio, por lo que se recomendaba tomar las previsiones
necesarias.
En toda la noche la lluvia no cesó. Al
llegar el viernes por la madrugada, aproximadamente a las 2:00am, un ruido
perturbador nos despertó a todos en la casa; el choque de las piedras que el río
traía era tal que más nadie pudo conciliar el sueño, y en esta situación no estábamos
solos, pues los vecinos también se percataron de la situación y entonces decidimos
salir a ver qué sucedía. Aunque la lluvia ya había cesado y solamente
permanecía una suave brisa, el río seguía bramando con furia.
Nos pusimos de acuerdo y caminamos en
dirección a la Plaza Bolívar, la Iglesia estaba abierta, algunas personas
llegaban y allí conversaban lo que estaba sucediendo, nosotros nos fuimos por
la calle principal y vimos cómo prácticamente el río venía por la carretera,
moviendo gran cantidad de troncos y artefactos eléctricos grandes como neveras,
cocinas, lavadoras entre otros objetos. La desesperación y la tristeza se apoderaron
de los presentes, pues estaba ocurriendo un desastre que dejó sin hogar a
varias personas en La Playa, sin pensar en el resto que habitaban desde Tovar
hasta Santa Cruz de Mora.
Esa misma madrugada llegaron a refugiarse
a la Iglesia varias familias que habían perdido sus hogares, recuerdo ver
llegar a gente llorando desconsoladamente, se rumoraba ya la desaparición de
varios niños. Más adelante supimos que había fallecido un par de niños en las
primeras casas que arrasó el agua en el sector Barrotes.
Para ese momento, el Cura Párroco de La
Playa era el Pbro. Alfredo Uzcátegui, quien en compañía de la patrulla policial
se dedicó toda esa madrugada a buscar a los damnificados para darles refugio en
la Iglesia, al día siguiente fueron ubicados en la Escuela “Flor de Maldonado”.
Al amanecer de ese viernes 11 de febrero,
decidimos ir a caminar para el sector Playa Arriba y San Vicente. El ambiente
era terrorífico, vimos cómo algunas personas rescataban lo poco que les había
quedado en sus casas en ruinas, las más afortunadas solamente sacaban el agua
de sus casas con una escoba. Recuerdo perfectamente cómo había animales
muertos, descuartizados por piedras y troncos, también algunos vehículos quedaron
totalmente enterrados y molidos.
Cuando íbamos cerca del sector San
Vicente escuchamos que estaban desenterrando a una niña, al parecer estaba
viva, en seguida la llevaron en hombros hasta el Hospital de Bailadores, la
habían encontrado metida en un tronco, el cual le cubrió del agua que pasaba
por encima y por los lados. Todos manifestaron que era un milagro que hubiese
sobrevivido.
Mientras caminábamos impresionados por la
situación, a alguien se le ocurrió decir que venía otra vaguada desde La Grita,
y que arrasaría con todo a su paso. Esto lo decían para ahuyentar a la gente,
pues hubo quienes aprovecharon la oportunidad para hurtar lo que consiguieran
por el camino.
También supimos que Tovar se volvió un
caos completo cuando escucharon decir que el dique de La Playa se había
reventado, y que acabaría con toda la ciudad, por lo que la gente dejó lo que
estaba haciendo para correr hacia los lugares más altos de Tovar, como el
sector El Corozo. Lo que pocos sabían es que en La Playa “El Dique” es el
nombre de un sector, que en su mayoría estaba ocupado por siembras de
hortalizas y caña.
En los días siguientes a la vaguada, se
veía constantemente en la televisión las imágenes que TCT y ZeaTV capturaron de lo ocurrido, cuya
cortina musical fue aborrecida por nuestra generación, pues al escucharla nos trasladaba
de inmediato a aquel profundo dolor.
Recuerdo también que para esos días
aterrizó un helicóptero en el estacionamiento de la Escuela, dicho aterrizaje
fue sinónimo del fin del mundo, pues el helicóptero sobrevoló el pueblo a muy
corta altura, lo que aterrorizó a más de uno; en la casa, por ejemplo, el
viento de aquel monstruoso aparato hizo volar algunas piezas del tejado. En ese
helicóptero llegó el sr. Gobernador para el momento, Florencio Porras, quien
visitó toda la zona.
El protagonismo de la Iglesia Católica
también fue resaltante, pues a través de Cáritas se le brindó apoyo humanitario
a todos los afectados. La Iglesia de La Playa fue un centro importante de
acopio de ropa y alimentos, los cuales fueron distribuidos de manera equitativa
entre todos los necesitados.
Fernando, un compañero de clases y mi “mejor
amigo” para el momento fue afectado, mi mamá intentó hablar con su familia para
que le permitieran ir a pasar unos días en mi casa, ante la negativa de su
madre nos despedimos con profundo dolor, él estaría con su madre y sus hermanas
en una casa que les había brindado refugio a todos.
Los días posteriores al 11 de febrero
fueron muy tristes, cada día se tenían más malas noticias, pues el número de
los desaparecidos y de los fallecidos aumentaban sin piedad.
Mons. Luis Alfonso Márquez también se
hizo presente para socorrer con la ayuda humanitaria, él lo hacía desde Cáritas
Venezuela, sin embargo, por ahí se supo de alguna mujer que hacía propaganda
política valiéndose de la ayuda de la Iglesia, pues la despachaba con camisetas
distintivas al partido del Gobierno, lo que trajo consigo un pequeño
inconveniente, pues el Obispo, al intentar amonestarla terminó él ofendido,
pues aquella dama le mandó quitar el solideo, ya que el color del mismo le era
ofensivo.
P.A
García
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