El
vía crucis, como ejercicio espiritual de gran arraigo en la piedad tradicional
de la Iglesia católica, pretende reavivar en la mente y en el corazón la
contemplación de los momentos supremos de la entrega de Cristo por nuestra
Redención, propiciando actitudes íntimas y cordiales de compunción de corazón,
confianza, gratitud, generosidad, e identificación con Cristo.
Esta
forma de meditación, casi escenificada y alternada con cantos y oraciones, nos
ayuda no sólo a recordar los sufrimientos de Cristo, sino a descubrir, en
cierta medida, la profundidad, la dramaticidad, el misterio sumamente complejo,
donde el dolor humano en su más alto grado, el pecado humano en su más trágica
repercusión, el amor en su expresión más generosa y más heroica, la muerte en
su más cruel victoria y en su definitiva derrota, adquieren la evidencia más
impresionante.
Introducción
Guía:
Oremos:
El que preside:
Padre Santo, mira benigno a quienes junto a Jesús, nuestro
Redentor, nos disponemos a recorrer, paso a paso, el camino luminoso de la
cruz. Te los pedimos por Cristo nuestro Señor.
O bien:
Oh Dios, mira benigno a quienes, junto a Jesús, nos
disponemos a contemplar los misterios de su pasión; edúcanos en la escuela del
dolor redentor, para que sepamos descubrir y aceptar nuestra cruz, abrazándonos
a ella por amor. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
I
Guía:
Primera estación: Jesús es condenado a
muerte.
El que preside:
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Todos:
Que por tu santa cruz redimiste al
mundo.
Lector 1:
Viendo entonces Pilato que nada
conseguía sino que el tumulto crecía cada vez más, tomó agua y se lavó las
manos delante de la muchedumbre, diciendo: «Yo soy inocente de esta sangre, allá
vosotros». Y todo el pueblo contestó diciéndole: «Caiga su sangre sobre
nosotros y sobre nuestros hijos». Entonces se lo entregó para que lo
crucificasen. (Mt 27, 24-26)
Lector 2:
Lo más duro para el hombre es renunciar
a su libertad; sin embargo, Cristo, Hijo de Dios, renunció a la suya, sometido
a sus padres en Nazaret y después a las autoridades judías y romanas, en su
pasión y muerte. Ofrecer la libertad voluntariamente al servicio de Dios es lo
más grande que puede hacer el hombre, y es unirse al sacrificio redentor de
Cristo, por cuya obediencia fuimos salvados. (M.M., Carta del 12 de mayo de
1973)
Guía:
Oremos:
El que preside:
Te pedimos, Dios nuestro, que nos enseñes a agradecer y
corresponder a todo lo que padeció y sufrió Jesucristo por nuestro amor, dando
su vida por nosotros en la cruz y derramando toda su sangre para que nosotros
nos salváramos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
II
Guía:
Segunda estación: Jesús es cargado con
la cruz.
El que preside:
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Todos:
Que por tu santa cruz redimiste al
mundo.
Lector 1:
Los soldados le llevaron dentro del
atrio y convocaron a toda la cohorte, le vistieron una púrpura, le ciñeron una
corona tejida de espinas y comenzaron a saludarle: «Salve, Rey de los judíos».
Y le herían en la cabeza con una caña y le escupían e hincando la rodilla le
hacían reverencias. Después de haberse burlado de él, le quitaron la púrpura,
le pusieron sus propios vestidos y le llevaron a crucificar. (Mc 15, 16-29)
Lector 2:
Cuando falta el amor a Cristo los
temores son muchos, los pretextos abundan, los sofismas surgen, pero cuando hay
este amor que se adquiere con humildad y generosidad, la «carga es suave y la
cruz ligera», porque el amor todo lo soporta. (M.M., Carta del 23 de marzo de
1968)
Guía:
Oremos:
El que preside:
Concédenos, Señor, serte fieles no sólo en el momento de la
prosperidad, cuando la fidelidad no es difícil, sino también en las horas
amargas de la vida, ya que es entonces cuando sobre todo vale la pena ser
fieles, siguiendo las huellas de Cristo, camino de la cruz. Te lo pedimos por
el mismo Cristo nuestro Señor. Amén.
III
Guía:
Tercera estación: Jesús cae por primera
vez.
El que preside:
Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos.
Todos:
Que por tu santa cruz redimiste al
mundo.
Lector 1:
El siervo no es más que su señor. Si a
mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi
palabra, también guardarán la vuestra. Pero todo esto os lo harán por causa de
mi nombre. (Jn 15, 20-21)
Lector 2:
No importa caer mil veces, si se ama la
lucha y no la caída. Por eso la desesperación no tiene sentido, sobre todo en
el que lucha junto a Cristo. El esfuerzo de una lucha continua puede gustarle
más a Cristo que la posesión pacífica y cómoda de una victoria. (M.M., Carta
del 18 de julio de 1975)
Guía:
Oremos:
El que preside:
Concédenos, oh Dios, no pensar en vidas sin cruces, sino más
bien en cruces con Cristo; porque la cruz es un instrumento connatural a la
vida del hombre y, en especial, para aquellos que hemos aceptado seguir a
Cristo por los caminos del Calvario. Te lo pedimos por el mismo Cristo nuestro
Señor. Amén.
IV
Guía:
Cuarta estación: Jesús encuentra a su
madre.
El que preside:
Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos.
Todos:
Que por tu santa cruz redimiste al
mundo.
Lector 1:
Cuando lo vieron en el templo, en medio
de los doctores, quedaron sorprendidos y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos
has hecho esto? Mira que tu padre y yo angustiados, te andábamos buscando». Él
les dijo: « ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas
de mi Padre?». (Lc 2, 48-49)
Lector 2:
Los hombres, unos de una manera y otros
de otra, todos llevan su calvario, y van por este camino en que los ha metido
el pecado original. Lágrimas, sufrimientos, anidan en el ser humano, en el
hombre como hombre, muy escondidos, y salen cuando ya no puede más. Por eso, de
este amor filial y del sentirse niños cerca de María puede brotar un espíritu
de inmensa confianza, porque se está cerca de la Madre (M.M., Homilía del 13 de
mayo de 1982)
Guía:
Oremos:
El que preside:
Al agradecerte, Señor, el claro ejemplo de fe que nos ha
dado María, te pedimos que meditando y sufriendo con Ella, crezca en nosotros
la comprensión de los misterios de Cristo, y que la fe constituya nuestra
fortaleza y seguridad hasta el fin de nuestra vida. Por Jesucristo nuestro
Señor. Amén.
V
Guía:
Quinta estación: Jesús es ayudado por
el Cireneo a llevar la cruz.
El que preside:
Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos.
Todos:
Que por tu santa cruz redimiste al
mundo.
Lector 1:
Tomaron a Jesús y lo llevaron fuera
para crucificarlo. Mientras salían, encontraron a un transeúnte, un cierto
Simón de Cirene, y le obligaron a tomar la cruz, detrás de Jesús. (Mc 15,
20-21)
Lector 2:
Ninguno se haga ilusiones, Cristo es
exigente: el camino de Cristo es estrecho. Jesucristo mismo no oculta esta
verdad y la aspereza de su seguimiento, y por ello, invita a entrar por la
puerta estrecha, porque es ancha y espaciosa la senda que conduce a la
perdición. Toda su enseñanza se resume en la drástica invitación: «Quien quiera
venir en pos de mí, tome su cruz y sígame». (M.M., Carta del 1 de junio de
1980)
Guía:
Oremos:
El que preside:
Señor Jesús, danos la gracia de cargar con entusiasmo y
constancia la cruz que tú benignamente nos has entregado para acompañarte
camino del Calvario, alentados por el amor a las almas alejadas de ti. Tú que
vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
VI
Guía:
Sexta estación: la Verónica enjuga el
rostro de Jesús.
El que preside:
Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos.
Todos:
Que por tu santa cruz redimiste al
mundo.
Lector 1:
Venid, benditos de mi Padre, recibid la
herencia del Reino… porque tuve hambre, y me disteis de comer; era forastero, y
me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en
la cárcel, y vinisteis a verme. (Mt 25, 34-36)
Lector 2:
Jesucristo no defraudó a ninguno de los
que pronunciaron su nombre con la vida, y fue para todos como un pozo profundo de
donde cada uno sacaba su experiencia dulce y quedaba saciado, con la única
hambre de repetirlo de nuevo, sin deseos de llenar sus ánforas en los pozos del
mundo y de la carne: «El agua que yo te daré será para ti una fuente que salte
hasta la vida eterna». (M.M., Carta del 20 de septiembre de 1975)
Guía:
Oremos:
El que preside:
Ante el ejemplo de la Verónica que honra a Cristo y le rinde
el homenaje sincero de su amor y gratitud, danos tu fortaleza, Señor
omnipotente, para que seamos hombres del Reino que no se arredran ante una
perspectiva de cruz y sufrimiento. Te lo pedimos por el mismo Cristo nuestro
Señor. Amén.
VII
Guía:
Séptima estación: Jesús cae por segunda
vez.
El que preside:
Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos.
Todos:
Que por tu santa cruz redimiste al
mundo.
Lector 1:
Bienaventurados los mansos porque ellos
poseerán la tierra; bienaventurados los que lloran porque ellos serán
consolados; bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque
suyo es el Reino de los cielos. (Mt 5, 4-5.10)
Lector 2:
Cristo crucificado es la fuente de toda
gracia, la fuerza de nuestra debilidad, la alegría de nuestra vida. Él es el
artífice de nuestra santidad, el impulso de nuestro apostolado. Que Cristo esté
siempre presente en nuestra vida y sea el sostén para nuestra fragilidad. En él
somos fuertes, en él somos poderosos. (M.M.,
Carta del 16 de abril de 1976)
Guía:
Oremos:
El que preside:
Jesucristo, conscientes de que tú lo mereces todo de
nosotros y que siempre será insignificante nuestra donación, mira con agrado
nuestro afán de gastar la vida por ti sin cálculo y sin medida, y sé la
garantía de nuestro triunfo final. Tú que vives y reinas por los siglos de los
siglos. Amén.
VIII
Guía:
Octava estación: Jesús consuela a las
santas mujeres.
El que preside:
Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos.
Todos:
Que por tu santa cruz redimiste al
mundo.
Lector 1:
Y les decía: «El que os recibe a
vosotros, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. El
que diere de beber a uno de estos pequeños aunque sólo fuera un vaso de agua
fresca, en verdad os digo que no perderá su recompensa». (Mt 10, 40-42)
Lector 2:
No temamos caer en la angustia y en la
desazón si tomamos en serio el compromiso y la misión apostólica ya que podremos
participar de la dicha de fatigarnos por Cristo, sufriendo por la causa del
anuncio del Evangelio. Y, créanmelo, este consumirnos por el Evangelio será
nuestra mayor gloria y satisfacción. (M.M., Carta del 16 de abril de 1976)
Guía:
Oremos:
El que preside:
Padre de bondad, ilumina nuestra mente y nuestro corazón
para que comprendamos todo lo que Cristo quiere ser para nosotros; y otórganos
gozar del perdón y de la paz que él nos ha ganado con su entrega generosa. Te
lo pedimos por el mismo Cristo nuestro Señor. Amén.
IX
Guía:
Novena estación: Jesús cae por tercera
vez.
El que preside:
Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos.
Todos:
Que por tu santa cruz redimiste al
mundo.
Lector 1:
Y Jesús les dijo: «Velad y orad para
que no caigáis en tentación; el espíritu está pronto pero la carne es flaca». Y
decía: «Padre mío, si esto no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu
voluntad». (Mt 26, 41-42)
Lector 2:
La vida de un hombre del Reino que no
se instale en la comodidad es una vida dura. La cruz tiene que estar presente y
tiene que doblegarnos bajo su peso. No penséis nunca en una vida fácil, lejos
del sufrimiento, del sacrificio. La vida terrena es para luchar, para caer en
el polvo mil veces y levantarse otras mil veces. (M.M., Carta del 16 de abril
de 1976)
Guía:
Oremos:
El que preside:
Padre Santo, haznos comprender que no importa caer mil veces
cuando se ama la lucha y no la caída, danos fuerza para luchar continuamente
seguros de que esto le agrada más a Cristo que la posesión pacífica y cómoda de
una victoria fácil. Te lo pedimos por el mismo Cristo nuestro Señor. Amén.
X
Guía:
Décima estación: Jesús es despojado de
sus vestiduras.
El que preside:
Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos.
Todos:
Que por tu santa cruz redimiste al
mundo.
Lector 1:
Llegado al sitio llamado Gólgota –que
quiere decir lugar de la calavera-, diéronle a beber vino mezclado con hiel,
mas en cuanto lo gustó no quiso beberlo. Después, los soldados se dividieron
los vestidos echándolos a suertes, y sentados, hacían allí la guardia. (Mt 27,
33-36)
Lector 2:
Jesús es el hombre militante por
excelencia. No hubo nada que pudiera interrumpir ni obstaculizar el
cumplimiento exacto de la voluntad del Padre. Ni el cansancio, ni la sed, ni la
desnudez, ni los golpes de la guardia, ni los salivazos, ni los azotes, ni las
espinas, ni las burlas de la soldadesca le apartaron un solo instante de la
misión. (M.M., Carta del 22 de noviembre de 1981)
Guía:
Oremos:
El que preside:
Señor nuestro, clava en nuestra conciencia la certeza de que
a medida que la vida avanza y la eternidad se acerca, sólo el amor de Cristo
queda; haz que este amor sea nuestro tesoro por el cual vendamos todo, hasta
llegar a sentir gusto y alegría de ser semillas caídas en el surco junto a él.
Te lo pedimos por el mismo Cristo nuestro Señor. Amén.
XI
Guía:
Undécima estación: Jesús es clavado en
la cruz.
El que preside:
Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos.
Todos:
Que por tu santa cruz redimiste al
mundo.
Lector 1:
Tomaron, pues, a Jesús y le crucificaron,
y con él a otros dos, uno a cada lado y a Jesús en medio. Escribió Pilato un
título y lo puso sobre la cruz. Estaba escrito: «Jesús Nazareno, Rey de los
judíos». Muchos de los judíos leyeron este título porque estaba cerca de la
ciudad el sitio donde fue crucificado Jesús, y estaba escrito en hebreo, en
latín y en griego. (Jn 19, 18-20)
Lector 2:
Tenemos como camino la vida y las obras
de nuestro Señor Jesucristo que, siendo siempre fiel a los mínimos deseos de la
voluntad de su Padre, supo afrontar con heroísmo y decisión los mayores y más
costosos sacrificios que ha conocido la naturaleza humana. Jamás consintió a la
tentación de una vida más cómoda porque conocía la misión encomendada por su
Padre. (M.M., Carta del 18 de octubre de 1967)
Guía:
Oremos:
El que preside:
Padre lleno de amor, que en la cruz de Cristo nos has
manifestado la realidad viva de tu amor personal al hombre, ilumina nuestro
interior para que creamos que no hay vida más fecunda y hermosa que la del que
sigue a Jesucristo hasta la cruz para cumplir tu voluntad. Te lo pedimos por
Cristo nuestro Señor. Amén.
XII
Guía:
Duodécima estación: Jesús muere en la
cruz.
El que preside:
Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos.
Todos:
Que por tu santa cruz redimiste al
mundo.
Lector 1:
Uno de los malhechores crucificados le
insultaba diciendo: « ¿No eres el Mesías? Sálvate pues, a ti mismo y a
nosotros». Pero el otro le increpaba: « ¿Ni tú, que estás sufriendo el mismo
suplicio temes a Dios? En nosotros se cumple la justicia pues somos dignos de
castigo, pero éste nada malo ha hecho». Y decía: «Acuérdate de mí, Señor,
cuando llegues a tu Reino». Él le dijo: «Hoy estarás conmigo en el paraíso».
Después, dando una gran voz, gritó: «Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu». Y habiendo dicho esto, inclinó la cabeza y expiró. (Lc 23, 39-43.46)
Lector 2:
Quisiera ofrecerte al Señor cuando
entrega su alma al Padre, un manojo espléndido, abundante, de almas inflamadas
y convencidas por el amor de Cristo; un manojo de apóstoles que haga con su
vida y acción que esa sangre redentora y salvadora, que cae de la cruz, llegue
al interior del hombre, al seno de la familia y a la vida de la sociedad. (M.M.,
Carta del 16 de abril de 1976)
Guía:
Oremos:
El que preside:
Padre Santo, viendo a tu Hijo en la cruz, vituperado por sus
enemigos, negado por los suyos, callando y sufriendo por nuestro amor,
infúndenos valor para que llevemos nuestra cruz con el optimismo del cristiano
que por la fe conoce la trascendencia de su vida frente a la eternidad, y
ayudemos a otros a llevarla, como buenos samaritanos. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
XIII
Guía:
Decimotercera estación: Jesús es bajado
de la cruz.
El que preside:
Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos.
Todos:
Que por tu santa cruz redimiste al
mundo.
Lector 1:
Y uno de los soldados atravesó con su
lanza el costado, y al instante salió sangre y agua. El que lo vio da
testimonio y su testimonio es verdadero; él sabe que dice la verdad para que
vosotros creáis, porque esto sucedió para que se cumpliese la escritura: «No
romperéis ninguno de sus huesos». Y otra que dice: «Mirarán al que
traspasaron». Después, José de Arimatea rogó a Pilato que le permitiese tomar
el cuerpo de Jesús, y Pilato lo permitió. Vino, pues, y tomó su cuerpo. (Jn 19,
34-38)
Lector 2:
Vean a Cristo: su camino de afrentas,
de desprecios y de humillaciones. Vean su hoja de servicio en honor del Padre y
de los hombres, sus hermanos, para que no quieran seguir, como tantos
cristianos y almas consagradas a él, un camino diverso, un camino de honores,
de comodidades y de atenciones. (M.M., Carta del 5 de octubre de 1953)
Guía:
Oremos:
El que preside:
Haz, Señor, que nuestros sufrimientos no nos alejen de ti,
sino que nos hagan comprender mejor los sufrimientos de la pasión de tu Hijo
Jesucristo y nos acerquen más a él. Por el mismo Cristo nuestro Señor. Amén.
XIV
Guía:
Decimocuarta estación: Jesús es
colocado en el sepulcro.
El que preside:
Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos.
Todos:
Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lector 1:
Le envolvieron en una sábana y lo
depositaron en un monumento, cavado en la roca, donde ninguno había sido aún
sepultado. Movieron la piedra sobre la entrada del monumento. Era el día de la
Parasceve y estaba para comenzar el sábado. María Magdalena y María de José,
miraban dónde se le ponía. (Lc 23, 53-54; Mc 15, 46-47)
Lector 2:
La cruz no lo es todo; Cristo murió en
ella para resucitar y así la cruz se convierte en el signo de nuestra victoria.
Fijarse en la cruz y no ver más que el dolor es como vivir sin esperanza. (M.M.,
Carta del 17 de mayo de 1979)
Guía:
Oremos:
El que preside:
Ayúdanos, Padre, a meditar y desentrañar el misterio de la
cruz, porque en ella está nuestra confianza y nuestra grandeza; y que al morir
y sepultarnos con Cristo, nuestra existencia pobre y débil se transfigure y
resucite con él. Que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.
Conclusión
Guía:
Oremos:
El que preside:
Que tu bendición, Señor, descienda con
abundancia sobre esta familia tuya que ha conmemorado la muerte de tu Hijo con
la esperanza de su santa resurrección; venga sobre ella tu perdón, concédele tu
consuelo, acrecienta su fe y consolida en ella la redención eterna. Por
Jesucristo nuestro Señor. Amén.
O bien:
Padre Santo, después de recorrer paso a
paso el camino de la cruz, concédenos la gracia de grabar en nuestra mente y
nuestro corazón la imagen de tu Hijo crucificado en este acto supremo de amor
con el que ha quebrado la amargura y el sinsentido del dolor, convirtiéndolo en
dulzura y medio indispensable de salvación y santificación. Que a la constancia
del dolor en nuestra vida, sepamos responder con la constancia del amor, y a la
intensidad del sufrimiento, con la intensidad del ofrecimiento. Por el mismo
Cristo nuestro Señor. Amén.
Textos del Vía crucis
tomados del Manual de Oraciones
de la Congregación de los Legionarios de Cristo,
trascritos por Pedro Andrés García Barilas
Febrero de 2020
P.A
García
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