jueves, 5 de agosto de 2021

Pedro Andrés o Melquiades Eulalio

MIHI NOMEN EST

         La costumbre cristiana de dar nombre a los hijos tomando referencia el calendario de los santos es antiquísima. Magnánimos personajes de la historia han engrandecido con sus vidas heroicas a cuyos nombres les han sido impuestos, y con esto a sus santos, si es que llevan nombre cristiano; de ahí la idea de festejar con pompas los onomásticos, pero de manera especial cuando estos coinciden con la fecha de nacimiento del bautizado, pues se cree con firmeza que aquel santo del que llevamos su nombre es nuestro especial protector e intercesor.

         Esta costumbre ha ido menguando en los últimos años dentro del cristianismo, a pesar de que sea tradicionalmente recomendado por la Santa Iglesia, tal como se indica en un ritual de 1958:“Se dice al sacerdote el nombre que se da al niño… Este nombre ha de ser cristiano, y a poder ser, el de un santo, para que sea su intercesor en el cielo y modelo para la conducta de su vida. Está permitido dar varios nombres[1], aquí vemos cómo realmente hay una recomendación eclesiástica para que los padres pongan nombres cristianos a sus hijos, cuestión, como hemos dicho, que se ha ido perdiendo por la creciente descristianización de la sociedad.

El nombrar a los niños con el sacramento del bautismo es una herencia que el cristianismo ha tomado del judaísmo, pues recordemos que en esta religión, en el caso de los varones, a los siete días de nacimiento era llevado a cabo el rito de la circuncisión, aprovechándose de una vez para precisarle el nombre. Recordemos brevemente el caso de Juan Bautista, al que querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, en oposición a Isabel su madre que quería llamarlo Juan (Lc 1, 63).

El cristianismo primitivo comprendió a temprana edad que era necesario bautizar a los niños recién nacidos, por diferentes motivos de peso espiritual, esto llevaba consigo, como en la circuncisión, la pronta y oportuna elección del nombre del nuevo cristiano. El Magisterio de la Iglesia pudo concretar, algunos siglos más tarde, una definición tridentina relativa al bautismo de los niños: “si alguno niega que sea necesario bautizar a los niños recién nacidos, aun aquellos que nacen de padres cristianos: sea anatema[2]”, como hemos dicho, los principales motivos eran de fuerza espiritual, pues la gracia bautismal es necesaria para la salvación, sin embargo, no podemos descartar que intrínsecamente unido a este acto, se da el importante momento de nombrar a las personas.

Ahora bien, ya que hemos tratado el tema de los nombres desde la perspectiva católica, paso a desarrollar la idea principal que da título a este comentario: Pedro Andrés o Melquiades Eulalio. Les pongo en contexto, nací un 10 de diciembre, festividad litúrgica de dos reconocidos santos del martirologio romano, ellos son: San Melquiades y Santa Eulalia de Mérida; razón por la que, si mis progenitores se hubiesen apegado a la antigua costumbre cristiana de la que hemos tratado, no sería yo Pedro Andrés García Barillas, sino por el contrario me llamaría Melquiades Eulalio García Barillas, por ende, este Blog sería llamado: “el Blog de Melquiades García”.

Como hemos visto, el llevar el nombre de un santo lo convierte a éste en nuestro intercesor y modelo de vida, por lo que se hace necesario conocer la biografía de aquellos santos, es por eso que a continuación desarrollaré brevemente los puntos más resaltantes de la vida de San Melquiades y Santa Eulalia de Mérida, para saber a qué santos me encomiendo y a qué santos debo imitar, como ellos de seguro imitaron a Cristo.

San Melquiades (+ 314)[3]

         Melquiades es un nombre propio proveniente del hebreo que significa “Mi Rey es Yahvé”, éste santo fue el Papa 32 de la Iglesia Católica, cuyo pontificado duró aproximadamente cuatro años (311-314), en los que pudo acompañar la transición de las persecuciones contra cristianos a la paz constantiniana. A este santo se le otorgó el Palacio de Letrán, que había pertenecido a la emperatriz Fausta, para ser usado como su residencia oficial. Se cree que no murió mártir, pero es venerado como tal, pues en su cuerpo llevó las profundas y dolientes huellas de la persecución. Enterrado en las catacumbas de San Calixto, Melquiades había nacido en África. En su pontificado logró condenar el “donatismo”, herejía reinante de su época. Fue un hombre que supo lidiar con la persecución y el triunfo, el dolor y la alegría, la catacumba y el palacio. De san Melquiades podemos imitar las virtudes de la templanza y el equilibrio ante el poder.

Plegaria a San Melquiades

Glorioso Padre del pueblo cristiano, San Melquiades, dígnate pedir al Príncipe de la Paz que al venir a nosotros, destruya toda resistencia y pacifique cualquier insurrección; que reine como Señor en nuestros corazones, inteligencias y sentidos. Pide también la paz para la Santa Iglesia Romana, cuyo esposo fuiste y que ha conservado fielmente tu memoria hasta el día de hoy; dirígela siempre desde lo alto del cielo y atiende a sus deseos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

Oración

Dios todopoderoso y eterno, mira favorablemente a tu rebaño y guárdale siempre bajo tu amparo por la intercesión del Bienaventurado San Melquiades, Mártir y soberano Pontífice, a quien Tú colocaste como Pastor de toda la Iglesia. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

Santa Eulalia de Mérida (+ 304)[4]

Eulalia es un nombre de origen griego que significa “La elocuente”. Nació en la ciudad Augusta Emérita (Mérida, España), a finales del siglo III. Virgen martirizada a los doce años de edad, se caracterizó por una madurez espiritual y respeto por los ancianos. Diligentes padres temiendo por la vida de su pequeña hija, la alejaron de la ciudad, pero ella escapó para hacer frente a sus perseguidores. Se negó a ofrecer incienso a los dioses paganos, y en su martirio, mientras le desgarraban sus tiernos pechos y los garfios abrían sus virginales costados hasta los huesos, Eulalia decía a Dios sin dolor: “He aquí que escriben tu nombre en mi cuerpo”. Finalmente fue prendida en fuego y el alma le salió de su boca como una blanca paloma. Rápidamente fueron venerados sus restos mortales, construida una hermosa basílica en su honor y desde entonces su testimonio ha servido de ejemplo para el cristianismo. De santa Eulalia de Mérida podemos imitar las virtudes del coraje por defender la fe cristiana y la firmeza en las pruebas.

Plegaria a Santa Eulalia de Mérida

Gloriosísima niña, bienaventurada mártir, prodigiosa virgen santa Eulalia de Mérida, alcánzanos de nuestro Señor los dones y beneficios que tú misma recibiste en vida; otorga a los jóvenes la perseverancia en la pureza, la constancia en la fe y la valentía para salir victoriosos de las acechanzas del enemigo; sé propicia en nuestros dolores y sufrimientos, para que podamos decir contigo: “He aquí que escriben el nombre de mi Señor en mi cuerpo”. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

Oración

Dios todopoderoso y eterno, te suplicamos que a ejemplo de la bienaventurada Santa Eulalia de Mérida, virgen y mártir, y por su humilde intercesión, merezcamos la gracia para vencer en el esfuerzo de cada día, y poder así cantar tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

P.A

García



[1] F.S.C. (1958) Curso de Instrucción Religiosa. Exposición de la Doctrina Cristiana. Gracia, oración y sacramentos, Editorial Bruño, Madrid, p. 146

[2] Denz. (# 791) H. Denzinger. Enchiridion symbolorum, El Magisterio de la Iglesia.

[3] Melquiades Andrés Martín (1959) Año Cristiano IV. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, p.p. 578-582.

[4] Ángel Fábrega Grau (1959) Año Cristiano IV. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, p.p. 582-587.

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