MIHI NOMEN EST
La costumbre cristiana de dar nombre a
los hijos tomando referencia el calendario de los santos es antiquísima. Magnánimos
personajes de la historia han engrandecido con sus vidas heroicas a cuyos
nombres les han sido impuestos, y con esto a sus santos, si es que llevan
nombre cristiano; de ahí la idea de festejar con pompas los onomásticos, pero
de manera especial cuando estos coinciden con la fecha de nacimiento del
bautizado, pues se cree con firmeza que aquel santo del que llevamos su nombre
es nuestro especial protector e intercesor.
Esta costumbre ha ido menguando en los
últimos años dentro del cristianismo, a pesar de que sea tradicionalmente
recomendado por la Santa Iglesia, tal como se indica en un ritual de 1958:“Se dice al sacerdote el nombre que se da al
niño… Este nombre ha de ser cristiano, y a poder ser, el de un santo, para que
sea su intercesor en el cielo y modelo para la conducta de su vida. Está
permitido dar varios nombres[1]”,
aquí vemos cómo realmente hay una recomendación eclesiástica para que los
padres pongan nombres cristianos a sus hijos, cuestión, como hemos dicho, que
se ha ido perdiendo por la creciente descristianización de la sociedad.
El nombrar a los niños con el sacramento del bautismo es una
herencia que el cristianismo ha tomado del judaísmo, pues recordemos que en
esta religión, en el caso de los varones, a los siete días de nacimiento era
llevado a cabo el rito de la circuncisión, aprovechándose de una vez para
precisarle el nombre. Recordemos brevemente el caso de Juan Bautista, al que
querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, en oposición a Isabel su madre
que quería llamarlo Juan (Lc 1, 63).
El cristianismo primitivo comprendió a temprana edad que era
necesario bautizar a los niños recién nacidos, por diferentes motivos de peso
espiritual, esto llevaba consigo, como en la circuncisión, la pronta y oportuna
elección del nombre del nuevo cristiano. El Magisterio de la Iglesia pudo
concretar, algunos siglos más tarde, una definición tridentina relativa al
bautismo de los niños: “si alguno niega
que sea necesario bautizar a los niños recién nacidos, aun aquellos que nacen
de padres cristianos: sea anatema[2]”,
como hemos dicho, los principales motivos eran de fuerza espiritual, pues
la gracia bautismal es necesaria para la salvación, sin embargo, no podemos
descartar que intrínsecamente unido a este acto, se da el importante momento de
nombrar a las personas.
Ahora bien, ya que hemos tratado el tema de los nombres
desde la perspectiva católica, paso a desarrollar la idea principal que da
título a este comentario: Pedro Andrés o
Melquiades Eulalio. Les pongo en contexto, nací un 10 de diciembre,
festividad litúrgica de dos reconocidos santos del martirologio romano, ellos son:
San Melquiades y Santa Eulalia de Mérida;
razón por la que, si mis progenitores se hubiesen apegado a la antigua costumbre
cristiana de la que hemos tratado, no sería yo Pedro Andrés García Barillas,
sino por el contrario me llamaría Melquiades Eulalio García Barillas, por ende,
este Blog sería llamado: “el Blog de Melquiades García”.
Como hemos visto, el llevar el nombre de un santo lo
convierte a éste en nuestro intercesor y modelo de vida, por lo que se hace
necesario conocer la biografía de aquellos santos, es por eso que a
continuación desarrollaré brevemente los puntos más resaltantes de la vida de
San Melquiades y Santa Eulalia de Mérida, para saber a qué santos me encomiendo
y a qué santos debo imitar, como ellos de seguro imitaron a Cristo.
San Melquiades (+ 314)[3]
Melquiades es
un nombre propio proveniente del hebreo que significa “Mi Rey es Yahvé”, éste santo fue el Papa 32 de la Iglesia
Católica, cuyo pontificado duró aproximadamente cuatro años (311-314), en los
que pudo acompañar la transición de las persecuciones contra cristianos a la
paz constantiniana. A este santo se le otorgó el Palacio de Letrán, que había
pertenecido a la emperatriz Fausta, para ser usado como su residencia oficial.
Se cree que no murió mártir, pero es venerado como tal, pues en su cuerpo llevó
las profundas y dolientes huellas de la persecución. Enterrado en las
catacumbas de San Calixto, Melquiades había nacido en África. En su pontificado
logró condenar el “donatismo”, herejía reinante de su época. Fue un hombre que
supo lidiar con la persecución y el triunfo, el dolor y la alegría, la
catacumba y el palacio. De san Melquiades podemos imitar las virtudes de la
templanza y el equilibrio ante el poder.
Plegaria a San
Melquiades
Glorioso Padre del pueblo cristiano, San Melquiades, dígnate
pedir al Príncipe de la Paz que al venir a nosotros, destruya toda resistencia
y pacifique cualquier insurrección; que reine como Señor en nuestros corazones,
inteligencias y sentidos. Pide también la paz para la Santa Iglesia Romana, cuyo
esposo fuiste y que ha conservado fielmente tu memoria hasta el día de hoy;
dirígela siempre desde lo alto del cielo y atiende a sus deseos. Por Cristo
nuestro Señor. Amén.
Oración
Dios todopoderoso y eterno, mira favorablemente a tu rebaño y
guárdale siempre bajo tu amparo por la intercesión del Bienaventurado San
Melquiades, Mártir y soberano Pontífice, a quien Tú colocaste como Pastor de toda
la Iglesia. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Santa Eulalia de Mérida (+
304)[4]
Eulalia es un nombre de origen griego que significa “La elocuente”. Nació en la ciudad
Augusta Emérita (Mérida, España), a finales del siglo III. Virgen martirizada a
los doce años de edad, se caracterizó por una madurez espiritual y respeto por
los ancianos. Diligentes padres temiendo por la vida de su pequeña hija, la
alejaron de la ciudad, pero ella escapó para hacer frente a sus perseguidores.
Se negó a ofrecer incienso a los dioses paganos, y en su martirio, mientras le
desgarraban sus tiernos pechos y los garfios abrían sus virginales costados
hasta los huesos, Eulalia decía a Dios sin dolor: “He aquí que escriben tu
nombre en mi cuerpo”. Finalmente fue prendida en fuego y el alma le salió de su
boca como una blanca paloma. Rápidamente fueron venerados sus restos mortales,
construida una hermosa basílica en su honor y desde entonces su testimonio ha
servido de ejemplo para el cristianismo. De santa Eulalia de Mérida podemos
imitar las virtudes del coraje por defender la fe cristiana y la firmeza en las
pruebas.
Plegaria a Santa Eulalia
de Mérida
Gloriosísima niña, bienaventurada mártir, prodigiosa virgen
santa Eulalia de Mérida, alcánzanos de nuestro Señor los dones y beneficios que
tú misma recibiste en vida; otorga a los jóvenes la perseverancia en la pureza,
la constancia en la fe y la valentía para salir victoriosos de las acechanzas
del enemigo; sé propicia en nuestros dolores y sufrimientos, para que podamos
decir contigo: “He aquí que escriben el nombre de mi Señor en mi cuerpo”. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.
Oración
Dios todopoderoso y eterno, te suplicamos que a ejemplo de
la bienaventurada Santa Eulalia de Mérida, virgen y mártir, y por su humilde
intercesión, merezcamos la gracia para vencer en el esfuerzo de cada día, y
poder así cantar tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
P.A
García
[1] F.S.C. (1958) Curso de Instrucción
Religiosa. Exposición de la Doctrina Cristiana. Gracia, oración y sacramentos,
Editorial Bruño, Madrid, p. 146
[2] Denz. (# 791) H. Denzinger. Enchiridion
symbolorum, El Magisterio de la Iglesia.
[3] Melquiades Andrés Martín (1959) Año Cristiano
IV. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, p.p. 578-582.
[4] Ángel Fábrega Grau (1959) Año Cristiano IV. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, p.p. 582-587.
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