VIDA FAMILIAR
El comedor familiar era una mesa rectangular con las
esquinas redondeadas. Mamá se esforzaba e insistía para que todos son
sentáramos a comer juntos, no permitía que nadie comiera en las habitaciones,
viendo la televisión, tentación frecuente en la casa. No recuerdo exactamente
las posiciones de los miembros de la familia, sin embargo, si tengo claro que
los menores nos sentábamos de un extremo y los mayores en el otro. El color que
me representa es el azul celeste, o azul claro, porque recuerdo haber vivido
una infancia feliz y llena de ilusiones; este color quiere significar la
serenidad y confianza en las que crecí. Mie hermanas, siempre a mi lado, son
representadas con el color rosado, porque fueron las dos figuras femeninas, en
todo su sentido, que me acompañaron, ellas siempre han sido tiernas y cariñosas
conmigo, y como soy el menor de la familia, ellas desde siempre se preocuparon
por cuidarme. Mi mamá está representada con el color rojo del amor; amor
incondicional, completo, puro e intenso; el lugar que ella ocupa en mi vida es
primordial. Con el color azul está representado mi papá, aunque en el dibujo
debería estar escrito “padrastro”, ya que mi papá no convive con nosotros desde
que yo tenía 2 años de edad; en su lugar está, entonces, la persona que durante
mi infancia fungió como “padrastro”, aunque nunca lo vi como tal, sino como un
amigo, la pareja de mi mamá. El azul representa la figura de virilidad que
recibí de ellos dos, de mi papá y de mi padrastro. Finalmente está mi abuela,
que en los Andes venezolanos acostumbramos llamar “nona”, derivado del italiano
“nonna” que significa “abuela”. Ella, según la imagen está justo frente a mí, y
no es casualidad, pues ella fue la persona más cercana en mi infancia, nunca
sustituyó el lugar de mi mamá, pero sí la reemplazó cuando mamá estaba ausente
principalmente por cuestiones de estudios o trabajo. El color verde representa
la esperanza, pues siempre en ella podía conseguir un refugio seguro, además
que me enseñó con obras, no con palabras, lo valores del respeto y la caridad
hacia los más necesitados. En mi familia no estaba permitido dejar la comida,
tampoco tardar mucho cuando se nos llamaba a comer. En mi familia nunca se
usaron las malas palabras, y aunque de vez en cuando a los mayores se les escapaba
alguna, los menores no repetíamos nada. Nunca se nos permitió inmiscuirnos en
conversaciones o cosas de mayores, siempre recibíamos visitas y nos enseñaron a
ser receptivos y amables con ellos, atendiéndoles de la mejor manera. En mi
familia no estaba permitido dejar las cosas fuera de su sitio, cada cosa, cada
objeto tenía un lugar específico y allí debía permanecer para que todos lo
pudiéramos encontrar cuando lo necesitásemos. El orden en las habitaciones era
cosa de todos los días, las camas bien vestidas, la ropa en su sitio, los
zapatos, los útiles escolares, todo, absolutamente todo tenía que estar
ordenado. Mies hermanas siempre eran las que apoyaban en la limpieza de la
casa, yo aportaba en la decoración navideña de la casa por la época decembrina.
La relación familiar desde la infancia se ha mantenido en
un clima de respeto y colaboración mutua. Evidentemente las cosas han cambiado
mucho, pues los pequeños crecimos y cada uno tomó su rumbo personal. Las
primeras en salir de la casa fueron mis hermanas, cuando fueron a la
universidad, luego lo hice yo cuando ingresé al seminario, sin embargo, cada
vez que estamos juntos, todo sigue siendo como antes.
Las mayores dificultades en mi familia han sido siempre
relacionadas con las relaciones sentimentales de mis hermanas, cuestión que no
es de incumbencia familiar, sino, por el contrario, son cosas muy personales
que cada quien puede y debe resolver, a pesar de esto, la familia siempre ha
estado presente en todas las circunstancias.
De mis papás he heredado cualidades y defectos, como es
natural que los hijos se parezcan a sus padres, sin embargo, personalmente creo
que soy diferente a ellos en muchos aspectos.
Mi familia siempre ha apoyado mi vocación. Nunca han
manifestado inconformidad ni rechazo. Están contentos con mis decisiones y
siempre han estado apoyándome, cada uno desde su propia realidad. De la que más
recibo apoyo en todos los sentidos es de mi mamá.
El tema de la sexualidad y su vivencia dentro del
matrimonio nunca ha sido una tarea fácil para mí dentro de mi familia, solo sé
que ellos conocen las cosas como deberían llevarse, aunque por cuestiones
personales y por circunstancias muy íntimas cada quien decida vivir a su manera
este aspecto.
P.A
García
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