“TAYTANCHIK JAVIER”
Joaquín Obón Gil y Pilar Molinos Martín conformaron una
cristiana familia de siete hijos en la que nació Javier Santiago Obón Molinos,
el viernes 15 de octubre de 1943, festividad litúrgica de santa Teresa de
Jesús, en el pequeño poblado de Forcall, Provincia de Castellón de la Comunidad
Valenciana, en el Reino de España. Javier cultivó su alma misionera desde que era
un joven estudiante en el Seminario Diocesano de Tortosa. Luego de cumplir con
sus estudios canónicos, fue ordenado sacerdote el 15 de junio de 1967, a los 23
años de edad, celebrando su primera misa el 29 de junio, en la solemnidad de
los santos Pedro y Pablo e incardinándose en el presbiterio de la Diócesis de
Tortosa, donde sirvió satisfactoriamente durante 26 años como párroco y
profesor de instituto. Tuvo un hermano mayor, también sacerdote, llamado
Joaquín, de quien siguió sus pasos en la vocación.
En su diócesis natal fue delegado diocesano de Misiones y
de Comunión entre las Iglesias, además de desempeñarse como superior del
Seminario Diocesano (1967-1970) y como prefecto en el Colegio Diocesano de la
Inmaculada (1970-1972). Continuó su servicio pastoral en las parroquias de
Nuestra Señora del Rosario, de Tortosa, como vicario (1972-1977) y rector en
Fredes y Pobla de Benifassà (1977-1980). Como Vicario en Ulldecona (1977-1993),
se encargó de las parroquias de Godall y Sant Joan del Pas (1980-1988). Cuando
cumplió 25 años de ministerio sacerdotal y con 49 años de edad, finalmente pidió
a su obispo Lluís Martínez i Sistach, salir de misión, su sueño anhelado.
Llegó al Perú el miércoles de ceniza, 24 de febrero de 1993,
durante el episcopado en Ayacucho de Mons. Juan Luis Cipriani Thorne, siendo su
primera misión la Capilla del Señor de Arequipa, luego Parroquia Santa Rosa de
Lima, cuya construcción finalizó en 1996 con el apoyo del Gobierno español y su
decidida proyección pastoral y visión futurista. El padre Javier levantó una
parroquia de la nada con la ayuda del Señor, donde hoy se siguen recogiendo
frutos de vida eclesial. Él sembró para Dios y ahora nosotros recogemos sus
frutos en beneficio de la Iglesia.
En la Arquidiócesis de Ayacucho fungió como párroco de la
Parroquia Santa Rosa de Lima, atendiendo las comunidades rurales de Tambillo y
Acocro con sacrificio y constancia. Fue también profesor, director espiritual y
finalmente rector del Seminario Conciliar San Cristóbal de Huamanga, capellán
del Monasterio de Santa Clara de la Concepción, Vicario Pastoral y Vicario
General, penitenciario arquidiocesano, promotor de los CETPRO “Rikcharisun” y
“27 de octubre”, promotor del Comedor de Niños “Santa Rosa” y “27 de octubre” y
canónigo del Cabildo Metropolitano de la Arquidiócesis.
Sus años en Ayacucho los trabajó incansablemente por el
fortalecimiento de la catequesis, la preparación correcta para la recepción de los
sacramentos, y en diversos trabajos pastorales y sociales en la ciudad y en las
periferias, con niños, adolescentes, jóvenes, adultos, ancianos, enfermos, y de
un modo muy especial con los más pobres, marginados y necesitados, procurando
siempre dar respuestas concretas ante las carencias de medios materiales; su
fuerte de acción fue la educación, la alimentación y la salud.
Se preocupó siempre por apoyar y cultivar las vocaciones
sacerdotales, la sana alimentación de los niños y la formación para el trabajo
de jóvenes y adultos. Devoto de san Josemaría Escrivá de Balaguer, entregaba su
estampa a los feligreses, proponiéndoles a este sacerdote español como modelo
de santidad en la vida ordinaria, orientándoles en sus planes de vida, con
horarios donde los actos de piedad tenían un papel central, pues el tiempo con
el Señor no es tiempo perdido. Sus grandes devociones fueron la Eucaristía y la
Santísima Virgen María. Frente al Señor Sacramentado solía decir: “Creo, Jesús mío, que estás aquí presente en
la custodia, con tu Cuerpo, con tu Sangre, con tu Alma, con tu Divinidad.
Espero y confío en ti, eres mi Dios y Señor”.
En palabras dirigidas a una gran multitud reunida frente a
la Catedral de Ayacucho, un viernes santo, se le escuchó decir: “Cristo vive y Cristo ha de estar presente
en nuestro corazón. Este es el gran drama de tantos bautizados y cristianos que
viven en la ambigüedad, viven en la mundanidad, no quieren ser distintos, pero
el cristiano ha de ser distinto, pero no distante, porque quiere vivir por el
bien de todos los hermanos y de los hombres, pero dando un estilo de vida que
realmente les estimule, con gozo y alegría para el bien”. Estas palabras
las hizo vida, las transmitió con su propia persona, las contagió a todos y
murió firme por este mismo ideal.
Figura paternal para muchos, les enseñó a cultivar una
profunda devoción a nuestro Señor y a su Madre santísima. En todo momento fue
un auténtico padre, preocupándose por todos, demostrándoles su amor, paciencia
y –cuando era necesario- su oportuna y acertada corrección. Hombre alegre,
caritativo y de carácter recio, pero con un corazón grande y siempre
misericordioso. Supo disculpar y pedir disculpas, perdonó y buscaba ser
perdonado cuando erraba. Transmitió a los que le conocieron, el valor de las
cosas pequeñas, pues en cada circunstancia buscó agradar a Dios. Apóstol de
alma valiente y decidida, no tuvo miedo en denunciar las injusticias y crímenes
vividos durante los últimos años de la oscura época del terrorismo, que azotó
sin piedad de manera enfática esta ciudad y departamento de Ayacucho.
Al padre Javier le gustaba compartir con todos, pero de
manera especial con sus estrechos colaboradores de la parroquia, para lo cual
ideaba y propiciaba paseos comunitarios, en los que él mismo se encargaba de
servir los alimentos, cerciorándose de que todos comieran y lo hicieran bien,
hasta quedar satisfechos, sin olvidar el helado del postre. Para él, era una
gran alegría ver a todos felices, compartiendo como hermanos. El padre
inspiraba confianza, respeto y veneración; quienes se acercaban a él sabían que
era un hombre de Dios, por sus gestos, consejos y acciones concretas, un alma
pura.
Para las religiosas del Monasterio de Santa Clara de la
Concepción, donde estuvo como capellán, el padre Javier fue un sacerdote
ejemplar, recto, honrado, siempre formal, valiente, fuerte, caritativo y de
intensa vida de oración. De pocas bromas, serio y a la vez bondadoso y alegre.
Siempre que viajó a España, en busca de recursos para su misión, traía recuerdos
a todas las religiosas de la comunidad, pues no acostumbraba a llegar con las
manos vacías. Después de su muerte salieron a relucir las innumerables obras de
caridad que realizó desde el silencio, sin que todos supieran. Iba a las
comunidades alejadas a celebrar la Misa. Con sus seminaristas era complaciente,
cediendo en sus peticiones y pequeños caprichos, aconsejándoles siempre la
fidelidad a la vocación y formándolos con carisma para servir al pueblo de Dios.
En sus últimos días de vida se le vio decaer de salud, sin
embargo, él nunca se quejaba de nada, prefería poner por delante el sacerdocio,
su obligación amada, que a su misma persona. Ante las posibilidades de un
tratamiento para mejorar la salud se le ofreció salir del país, pero no quiso,
se le escuchó decir que quería morir en Ayacucho. En su convalecencia recibía
las visitas con mucho cariño, interesándose por ellas. Aceptaba con humildad
los presentes y detalles que sus visitantes le llevaban como muestra de afecto
por su vida consagrada al servicio de todos. El padre Javier celebraba la
Eucaristía con mucho fervor, cuidando las normas litúrgicas, pausadamente y sin
prisas, aun cuando se sentía mal. Rezaba diariamente el Breviario y el Santo
Rosario, aprovechando los momentos libres para la oración, pues estaba siempre
conectado con Dios.
Estas religiosas clarisas están seguras de que, ver
iniciada la causa de beatificación del padre Javier, sería una gran bendición
para la Iglesia católica ayacuchana y universal, pues se trata de dar a conocer
la vida de un santo sacerdote, que sirvió y sirve de estímulo y ejemplo a
seguir en el camino del cristiano. El padre Javier reprodujo a Cristo con su
vida, por eso es un modelo a imitar, y ahora, en el quinto aniversario de su
muerte, la Arquidiócesis de Ayacucho podría emprender el hermoso camino de
trabajar por ver al padre Javier en los altares.
El padre Javier Obón con 73 años de edad sufrió un cáncer
de páncreas, y en olor de santidad, partió sereno hacia la Casa del Padre
Celestial el sábado 19 de noviembre de 2016, a las 11:50pm, en vísperas de la
Solemnidad de Cristo Rey y la clausura del Año de la Misericordia, solo dos
meses después de haber sido diagnosticada su dura enfermedad. Había ofrecido
sus sufrimientos por la Arquidiócesis que lo acogió.
Las exequias fueron realizadas el lunes 21 de noviembre de
2016 en la Santa Iglesia Catedral de Ayacucho, presididas por Mons. Salvador
Piñeiro y con la presencia de un nutrido número de sacerdotes, religiosas y
feligreses, quienes reunidos en profunda oración, manifestaron sus sollozos por
la despedida física de este apóstol. Su cuerpo fue llevado en hombros por
sacerdotes y seminaristas alrededor de la Plaza de Armas, para luego ser sepultado
en el Cementerio de Uchuypampa. El padre Javier vivió 49 años de fructífero y
santo ministerio sacerdotal, 26 años en España y 23 en el Perú.
En el quinto aniversario de su partida hacia la morada
eterna, la Parroquia Santa Rosa de Lima eleva al Señor una oración de acción de
gracias por la vida y obra del padre Javier Obón, e invoca con humildad su mediación
por las intenciones de todos aquellos que le conocieron y ahora le recuerdan
con cariño. “Dios no es un Dios de
muertos, sino de vivos, pues para él todos viven” (Mt 22, 32). El padre
Javier vive con Dios y entre nosotros, su memoria nos acompaña y fortalece y
estamos seguros de que desde el cielo intercede ante el Señor por sus hijos
espirituales. La serena mirada que desprenden sus ojos en la imagen del cuadro
ubicado en el despacho parroquial, es una constante indicación de que debemos
hacer las cosas bien, por amor a Dios y por nuestra salvación.
¡Gracias, querido padre Javier!
P.A
García
Consultas realizadas para la elaboración de esta biografía:
Necrológica publicada
por la Diócesis de Tortosa, España, el 17 de noviembre de 2016, recibido a
través del correo electrónico secretaria.bisbe@bisbattortosa.org
Material audiovisual de
producción española presente en la web “Misioneros por el Mundo” y “Españoles
en el Mundo”.
Material audiovisual
conseguido en YouTube, publicado por los canales de los sacerdotes Yoni
Palomino y César Augusto Samanez Berna.
Material audiovisual
conseguido en YouTube, publicado por los canales de Basilia Villagaray
Crisostomo, Voces Comunicaciones y Ángel Martín Laurente Campos.
Conversaciones con
parroquianos de la Parroquia Santa Rosa de Lima, quienes conocieron
personalmente al padre Javier.
Entrevista a una
religiosa del Monasterio de Santa Clara de la Concepción quien conoció al padre
Javier en su época de capellán en dicha casa religiosa.
https://www.facebook.com/diariolavozdeayacucho/posts/4700356923318637
ResponderEliminar�� QUERER ES PODER... JAVIER OBÓN MOLINOS. �� A CINCO AÑOS DE SU VIAJE A LA CASA DEL PADRE. ��✅ Por: Pbro. Percy Quispe Misaico
Amén.
EliminarAmén.
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