BOLÍVAR
EN AYACUCHO
Hoy es 24
de julio y se cumplen 240 años del natalicio del Libertador Simón Bolívar,
quien nació en Caracas, siendo esta ciudad la capital de la Capitanía General de
Venezuela en 1783.
Bolívar estuvo
en la ciudad de Huamanga, la actual Ayacucho, después de la batalla de Junín en
agosto de 1824, y antes de la batalla de Ayacucho, en diciembre del mismo año,
de la cual no participó. A su paso por Huamanga observó y quedó maravillado por
las hermosas montañas serranas de esta ciudad de las 33 iglesias y despachó con determinación en
favor de los habitantes de la época que solicitaban la devolución de las
propiedades que le habían sido confiscadas por los realistas.
De la
estancia de Bolívar en esta ciudad se recuerda en el imaginario popular una anécdota
en un par de versiones, contradictorias una de otra, y es que en primer lugar se
sitúa un baile de distinguidas personalidades al que asistió también Bolívar, quien,
al bailar con la joven más hermosa de la ciudad, se atrevió a darle un beso que
fue respondido con una deshonrosa bofetada. La otra versión indica que el beso nunca fue
dado, pues la doncella advertida por las pretensiones de don Simón, lo esquivó agachando la cabeza, y acto seguido al erguirse hirió con
su peineta la nariz del Libertador perforándole hasta hacerlo derramar sangre. En
ambas fábulas se enaltece el coraje y dignidad de la mujer huamanguina y la supuesta
caballerosidad de Bolívar al comportarse en supuestas situaciones con
calma y consecuente generosidad.
Lo cierto
es que Bolívar estuvo por aquí al mando de su Ejército Unido Libertador y en compañía
de su secretario José Faustino Sánchez Carrión, de quien se conservan cartas firmadas
de su puño y letra expedidas en el Cuartel General de Huamanga, una casona que
todavía está en pie y que sirvió de despacho militar del Libertador en septiembre
1824.
Al cumplirse
el 150 aniversario de la Batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1974, se inauguró
la estatua ecuestre de Bolívar en la Plaza que lleva su nombre, ubicada en la
Asociación Licenciados, en la avenida Independencia. En esta estatua podemos contemplar
a Simón Bolívar montado en su caballo galopante en dirección hacia el centro de
la ciudad de Ayacucho, de la que él mismo decretó su cambio de nombre en febrero
de 1825, para perpetuar la gesta liderada por Sucre, el gran Mariscal de
Ayacucho. El pedestal de la ecuestre muestra en señorial bronce una placa con
la inscripción dedicatoria: “A Simón Bolívar vencedor de Junín y Ayacucho. Libertador
de Colombia, Ecuador, Bolivia, Panamá y Venezuela. Fundador de Bolivia.
1824-Ayacucho-9 de diciembre de 1974.” De ahí la afirmación de que Bolívar
es padre de cinco naciones e hijo de una de ellas.
Aprovecho
la oportunidad para recomendar un trabajo documental de TVPerú sobre la
presencia de Bolívar en esta república, y es que el famoso programa “Sucedió en
el Perú” conducido por Norma Martínez publicó hace poco su reportaje sobre este
tema, desde la perspectiva más objetiva y fiel a la cronología histórica,
dejando a un lado toda mezquindad y recelo sobre la figura del Libertador del
Perú. En menos de 50 minutos se presenta al espectador los hechos más
resaltantes de la gestión bolivariana, dejando claro que el Libertador vino a estas
tierras invitado por el Congreso, el mismo que le otorgó el título de dictador
el 10 de febrero de 1824.
Es cierto
que la figura de Bolívar no deja de despertar admiración en unos como rechazo
en otros, lo justo sería pensar que fue un gran hombre con luces y sombras, más
luces que sombras, diría yo, pero que, en definitiva, fue grande por lo que
logró y más aún por lo que pensó y dejó por escrito. Ya vemos que el actuar muchas veces es insuficiente, quedando el verdadero tesoro en lo utópico del pensamiento humano.
Ser bolivariano,
en la actualidad, no tiene por qué significar un odio a lo hispano, pues esto
es un grave error. Ser bolivariano es sentirse parte de una patria grande
llamada América en la que todos deberíamos tratarnos como hermanos, arroparnos
bajo el manto protector de la fe católica y reconocer que tenemos por padre a
Bolívar y por madre a España y su cultura.
No olvidemos
el esfuerzo y la sangre derramada de quienes nos precedieron y nos enseñaron a valorar
cada centímetro del suelo que pisamos. Borremos las fronteras de la
indiferencia y los hirientes nacionalismos y vivamos apostando por la unión de nuestros países,
respetando diferencias y fortaleciendo lazos de amistad y cooperación mutua,
que es el verdadero ideal bolivariano.
¡Viva
Bolívar!
P.A
García
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