“EX
INUMENTIS”
El
Catecismo de la Iglesia Católica en su numeral 1674 nos dice de las reliquias
de los santos que su veneración prolonga la vida litúrgica de la Iglesia, y más
adelante indica que esto ha de “preparar a los hombres para recibir el fruto de
los sacramentos y santificar las diversas circunstancias de la vida” (cf. 1677),
es decir, allí donde se venere una reliquia de un santo, se recuerda
especialmente su vida y entrega a Dios.
El
Vaticano II afirma: “De acuerdo con la tradición, la Iglesia rinde culto a los
santos y venera sus imágenes y reliquias auténticas.” (Constitución “Sacrosanctum
Concilium” n°111), así que no es cosa inventada a ultima hora, sino que es
tradición en la Iglesia venerar las reliquias de los santos.
Una
mujer en el evangelio se acercó a Jesús creyendo que por tocar su ropa quedaría
sana, y lo mejor fue que así sucedió, pero no fue por el hecho de tocar la túnica
del maestro, sino porque tenía fe. La fe es el sustento de la vida, sin fe no
se tiene esperanza ni caridad. El cristiano ha de acercarse a las reliquias de
los santos con fe, no con superstición. El objeto no cura ni salva, sino Dios
en su infinito poder.
El
pasado 13 de junio, en la festividad de san Antonio de Padua, asistí a la
reunión del clero ayacuchano para acompañar al arzobispo en sus gestiones y
avisos generales a los párrocos asistentes. Dentro de los sacerdotes estaba
también un padre del Opus Dei que viene asistiendo a estas reuniones para
encontrarse con un grupo cercano a la espiritualidad de la Obra. A él le dirigí
la petición que tengo desde hace varios años, de tener una reliquia ex
indumentis de la sotana de san Josemaría Escrivá para mi devoción personal.
Este sacerdote muy serenamente me indicó que la próxima vez que viniera a
Ayacucho me traería lo solicitado. Y felizmente cumplió.
El
martes 11 de julio de 2023, a las 11:45 a.m., mientras arreglaba los libros de
la secretaría del Arzobispado, recibí la visita del padre de la Obra que me
traía la estampa con la reliquia del santo español. Sacó un pequeño sobre
amarillo del bolsillo de su camisa y me entregó en las manos el compromiso que
había adquirido conmigo hacía casi un mes. Quise de inmediato fijarme en la estampa,
pero por decencia me contuve hasta finalizada la breve conversación con el
sacerdote que venía de Lima. Él se fue para el seminario a encontrarse con los
otros padres y yo me quedé contentísimo contemplando por fin la reliquia, un
pedacito de la sotana de san Josemaría, entre mis manos. De inmediato pensé en
mandarla a enmarcar o comprarle un portarretrato para protegerla y poder
venerarla como Dios manda.
En
la noche me dispuse a buscar en todos los locales del centro de la ciudad un
portarretratos que fuera idóneo para ubicar la reliquia, pero no lo hallé, por
lo que tuve que visitar la marquetería más popular, y efectivamente, allí dejé
el encargo con la intención de buscarlo al día siguiente, lo cual ocurrió como
era de esperarse, sin embargo, mi madre y yo nos dimos cuenta que la estampa no
estaba centrada en el cuadro, sino que estaba muy esquinada hacia los márgenes
izquierdos, notablemente a la vista de cualquier persona, por ende tuvimos que
dejarlo para su acomodo y buscarlo el día siguiente.
Luego
de una segunda corrección finalmente recogí la reliquia enmarcada y la llevé a
la misa a la catedral, al final de la misma la presenté al arzobispo quien la
besó y sugirió que la guardara con devoción. Gracias a Dios ya tengo mi
reliquia, un pedacito de la sotana de san Josemaría Escrivá de Balaguer y
Albás, fundador del Opus Dei.
P.A
García
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