FLORES TROPICALES
Gerónimo Maldonado hijo, el eximio escritor playense, como lo
describe el Lic. Néstor Abad Sánchez, nos aproxima con su verbo a la realidad
cotidiana de una familia de La Playa, por allá en los remotos años de 1895,
fecha en que hace pública la primera de sus obras llamada Flores tropicales.
El joven estudiante de medicina dedica el pequeño libro a
sus amados padres, en prueba de gratitud,
veneración y respeto, pues presentaba la colección de sus primeros ensayos literarios, como
preludio de su destacada labor en el
campo de las ciencias y las letras nacionales.
A partir de ahora, queridos playenses, no nos será difícil imaginar
nuestro terruño a finales del siglo XIX, pues en la pluma de Gerónimo Maldonado
conoceremos, a continuación, la típica faena familiar, tal vez descrita por la
experiencia vivida en su mismo árbol genealógico.
Al mejor estilo narrativo, el ensayo lleva por título En el campo, y es dedicado por su autor
a Gonzalo Picón Febres. Entre otras tantas frases, Gerónimo escribe (sobre La Playa) así:
Son las seis de la
mañana. El vaquero aproximase a la casa con la partida de su cuidado. La leche,
precioso líquido, regalo de los dioses, mana luego de las hinchadas ubres, por
la acción de la ordeñadora, y cae a chorros en el fondo de la totuma. A esta
hora todo el mundo está en pie: la casa es un desespero: el amo manda, regaña
la señora, los niños lloran, grita el mayordomo, charlan los peones, las
sirvientas silban, ladra el perro, maúlla el gato, y por entre todo eso
percíbese el ruido de los trastos de quien sirve el desayuno[1].
En el
campo describe, entonces, lo que
pudo haber sido su niñez en nuestro pueblo, rodeado, como es de suponer, de
vacas, obreros, familiares y un hermoso pueblo laborioso como siempre lo ha
sido La Playa. Pero, no todo termina aquí. Algunas líneas más adelante, el ensayo
deja la evidencia de que el lugar en el que se narran los hechos es, y
solamente puede ser, La Playa, pues menciona el tabaco y la caña,
tradicionales productos playenses desde épocas inmemoriales:
El caporal cuelga la
tradicional hamaca de los gajos de un guayabo. Fúmase un tabaco y arrullado por
el grato cuchicheo de las pequeñas avecillas… a la vez que mitigando la sed que
le fastidia con el sabroso almíbar que gozoso chupa de los hermosos trajos de
una caña, o paladeando la amarillenta pulpa de un maduro[2].
Y, finalmente, nuestro eximio Gerónimo
concluye su relato demostrando la alegría del playense, porque no todo es sudor
y lágrimas, pues se sufre, pero también se goza:
Todo descansa. Y los
trabajadores reunidos en corrillo entonan sus galerones al compás de un cinco
que algún diestro allí rasguea, y así pasan divertidos buena parte de la noche[3].
La Playa, pueblo
bolivariano de trabajo y descanso…
P.A
García
[1] Gerónimo Maldonado, h. (1895), Flores tropicales, Casa Editorial de T.
V. Sánchez & Ca, San Cristóbal, p.p. 86-87.
[2] Ibidem,
p. 89.
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