martes, 26 de septiembre de 2023

La teología del humor

“DIOS ES ALEGRÍA”

La autora francesa Laurence Devillairs, en su artículo Le christianisme n´est pas un puritanisme, Études 420 (2014) páginas 53-62, introduce el tema del humor en la fe aseverando que su presencia en la espiritualidad “sigue siendo la mejor protección contra cierto puritanismo”, el mismo que se inclina a pensar que la vivencia cristiana es una mera ascesis y renuncia a los placeres, y en este sentido es bastante común entre los creyentes pensar que el seguimiento de Cristo solo es posible plenamente en el sufrimiento, en el Vía Crucis, mas no en los momentos de dicha y alegría, como si el Señor no los hubiese tenido, y así lo presume también Laurence, cuando afirma que “son muchos los que en el pasado defendieron la famosa tesis de que Cristo no habría reído nunca.”

Devillairs fundamenta su postura citando la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, en la que se trazan con sentido diáfano las líneas por las que se guiará su discurso, sobre todo al dejar claro que, aquellos que no toleran ninguna broma o ningún juego sano o moderado, son los viciosos, y, ayudándose de Aristóteles, los llama “penosos y malos alumnos”, pues, ciertamente, una postura rígida e inamovible es contraria al dinamismo que debe caracterizar a los cristianos, ya que en realidad somos templos del Espíritu Santo, el impulsor de nuestras vidas. Ya desde las primeras páginas del Génesis se nos dice que “el Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas” (Gn 1, 2), y es ese movimiento el origen del dinamismo de los hijos de Dios, porque en cada momento y circunstancia “en él vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17, 28).

El artículo estudiado centra su idea en la alegría o gozo como don del Espíritu Santo, y efectivamente lo es, en cuanto a que este gozo “nace de la Caridad, y consiste en la complacencia que se consigue al ver que Dios y sus obras son tan buenos y perfectos[1]”, pues esta es la invitación de san Pablo, cuando insiste a los cristianos de Filipos: “Alégrense siempre en el Señor; de nuevo se los digo: alégrense” (Flp 4, 4), y esta invitación la engloba y transmite el actual magisterio del Santo Padre Francisco, pues al publicar su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium nos invitó a todos a llenarnos de la alegría que nace del encuentro con Jesús para caminar con la Iglesia en una nueva etapa evangelizadora, marcada no por la tristeza, el pecado o el vacío interior, sino por la alegría, (Cf. N° 1), la misma que nos hace libres, dóciles, capaces de reír, de bromear. No sería contradictorio pensar que el Papa nos está invitando a tener “buen humor”, pues él mismo lo tiene.

“Hay que ser feliz para creer y no solamente creer para encontrar la felicidad”, nos dice Laurence, dando paso a la perspectiva cristiana de la vida planteada por san Pablo en la enumeración que hace de los frutos del Espíritu Santo, en los que volvemos a encontrar la alegría, seguida por la paciencia y la amabilidad, hasta el dominio propio (Ga 5, 22-23) siendo este último un factor determinante a la hora de llevar la vida con un poco de humor, con esa capacidad de saber comprender a los demás, sin tomarnos todo al pie de la letra, pues, ciertamente, “el cristianismo no es un puritanismo”, y la actitud del puritanismo apunta precisamente a eso, a una “ascesis culpabilizadora y de aire grave” donde se pretende conjugar “la fe y el rechazo de cualquier forma de placer”, y nada más alejado de la voluntad de Dios que esto.

Entonces, ¿cómo sería viable vivir una vida sin humor, sin alegría, sin permitirnos sonreír? Devillairs plantea que “debería ser posible practicar las cosas serias de la fe con la inteligencia del humor”, y en esto son maestros los santos, quienes fueron amigos de Jesús y comprendieron la sonrisa de Dios y a su vez la transmitieron a los de su época. Es común en nuestros días escuchar en la predicación de los pastores que “un santo triste es un triste santo”, por lo que ahora nos resulta familiar observar un rostro sonriente en la estampa de un santo; ya no podemos imaginar la santidad sin buen humor.

En este sentido, el humor, según el constructo social, puede ser entendido como la facultad que “provoca un divertimento agradablemente analítico, la capacidad inmediata de experimentar ese divertimento”[2], notemos cómo en el adjetivo “analítico” se deja por fuera toda posible superficialidad o ligereza del humor y la alegría, pues, ciertamente quien vive feliz tiene razones para estarlo, y la razón va unida a la inteligencia, don y capacidad que Dios nos ha otorgado para que comprendamos la verdad de las cosas.

Ya en el libro del Eclesiastés se nos orienta sobre el buen humor, cuando leemos: “Alégrate, mozo, en tu juventud, ten buen humor en tus años mozos…”, y más adelante “aparta el mal humor de tu pecho y aleja el sufrimiento de tu carne…” (Cf. Ec 11, 9-10), esta exhortación de la sabiduría divina es casi un imperativo categórico en la manera de desenvolvernos para dar gloria a nuestro Dios, pues ciertamente, aquella alegría que nosotros transmitamos dará testimonio de la gracia que se nos ha sido dada. Tiene sentido etimológico, entonces, decir de una persona que es “agraciada” cuando tiene buen humor, y, por el contrario, la desgraciada sería la que vive en amargura y la rigidez de ánimo.

Amparados en las parábolas y ejemplos propuestos por Cristo en los evangelios podemos pensar que él mismo gozaba de un buen sentido del humor, orientado este hacia la sana ironía al proponer situaciones en las que la realidad de las cosas se presentaba soslayada de índole chistosa. Pensemos, por ejemplo, en el episodio de la lámpara que nadie enciende para ponerla debajo del celemín (Cf. Mt 5, 15), reforzando lo lógico del asunto; o cuando llama a los fariseos “lobos disfrazados de oveja” (Cf. Mt 7, 15), pudiendo ridiculizarlos ante quienes les veneraban con creces. Jesús tenía un buen sentido del humor.

Una famosa canción cristiana de Luis Enrique Ascoy, titulada “Sonríanos, Padre, Sonría”, invita a los clérigos a sonreír como lo hacía Jesús, y habla precisamente, según la utopía del autor, de las risas que Jesús pudo soltar cuando se acordaba cómo Pedro caminando en el agua se hundía (Cf. Mt 14, 31). Ya vemos que la imaginación no tiene límites, pero de que Jesús rio, rio, y junto a Laurence nos confiamos en negar que Cristo no lo hubiera hecho, pues no es posible asociar la fe a la tristeza, ni tenemos razones en creer que el dolor nos pueda parecer más sincero que la risa o el gozo.

Concluye su idea Laurence Devillairs con una cita de la primera epístola de san Pedro, (1Pe 1, 6-9), en la cual se determina que la alegría de los cristianos radica en haber alcanzado la salvación, que es, en definitiva, el objetivo final de la fe, y esa alegría “es tan grande y gloriosa que no se puede expresar con palabras.” Es de este modo como, el puritanismo, que tiene una visión equivocada de la vida del cristiano, ha de erradicarse en la medida en que seamos conscientes de la salvación obrada en nosotros en la persona de Jesucristo, una salvación gratuita, que nos sobrepasa, razón suficiente para estar alegres.

No es posible terminar este ensayo reflexivo sin agregar lo que es evidente, que los seres humanos sufrimos, que la consecuencia del pecado es la maldad en este mundo creado bueno por Dios, y ante estas circunstancias adversas, hemos de mantener el buen humor, el buen ánimo, la alegría, como lo hicieron Pablo y Silas cuando fueron azotados y encerrados en una prisión de Filipos, pues, en vez de lamentarse optaron por cantar (Hch 16, 25).

La alegría y el buen humor han de ser actitudes permanentes en la persona que cree en Cristo y en toda la Iglesia. No puede ser solo una emoción, sino una cualidad de vida fundamentada en la continua y efectiva relación de los hijos de Dios con su Padre del Cielo[3]. El buen humor de los cristianos ha de fundarse también en aquella sentencia del Señor que, aunque no la recojan los evangelistas, Lucas sí la apunta en sus Hechos: “hay más alegría en dar que en recibir” (Hch 20, 35), y efectivamente es así, debemos dar alegría, contagiar la vida de buen humor, pues también a eso se refería Jesús cuando dijo a sus discípulos que ellos eran la sal de la tierra y la luz del mundo (Cf. Mt 5, 13-14).

Por otra parte, el Documento de Puebla, en su numeral 448, expone que la devoción cristiana no se aparta en lo absoluto de la sabiduría de los hijos de Dios, y es esta misma sabiduría la que encuentra las razones para habitar en “la alegría y el humor” aun en medio de las dificultades de la vida. Nuestros pueblos hispanoamericanos han sufrido guerras, invasiones, dictaduras, éxodos masivos por las crudas realidades sociales, pero en todo esto hemos sabido mantenernos en la fe y al final hemos dicho con san Pablo, que nada pudo ni podrá apartarnos del amor y de la alegría que nos otorga Cristo (Cf. Rom 8, 39).

Jesús mismo en las bodas de Caná, por intercesión de María, convirtió el agua en vino (Jn 2, 1-12), entendiendo al vino como símbolo de la alegría[4], comprendemos que es la voluntad del Señor que vivamos siempre alegres, y que cuando existan razones para no estarlo tanto, acudamos a él que es la fuente de la alegría, y en este propósito encontramos ayuda en la Santísima Virgen María que, tal y como la invocamos en las letanías lauretanas, es ella la Causa nostrae laetitiae, la “Causa de nuestra alegría” y ruega siempre por nosotros ante Dios.

En conclusión, este texto de Laurence Devillairs nos ofrece su buen aporte para imaginar una antropología teológica significativa para la actualidad que vivimos, donde hay muchos hombres y mujeres desanimados, cabizbajos, sin esperanza alguna, pues han olvidado la vocación cristiana que han recibido, que, como hemos visto, es una vocación a la santidad, un llamado a la alegría, es decir, a vivir con sentido del humor, sonriendo siempre y perdonando siempre con sinceridad.

“Quiero que estés siempre contento,

porque la alegría es parte integrante de tu Camino.

Pide esa misma alegría sobrenatural para todos.”

San Josemaría Escrivá (Camino, n° 665)

 

P.A

García



[1]Exposición de la doctrina cristiana, tercera parte. Gracia, oración y sacramentos (1958) Editorial Bruño, Madrid, España, p. 180

[2] La Enciclopedia (2004) Volumen 10. Salvat Editores, Madrid, España, p. 7846

[3] Diccionario ilustrado de la Biblia (1974) Editorial Caribe, Barcelona, España, p. 258

[4] Juan agrega que Jesús se sirvió del agua que los judíos usaban para las purificaciones. En aquella época la religión multiplicaba los ritos de purificación para recordar que todos somos pecadores. Al cambiar Jesús el agua en vino, advierte que la religión verdadera no se confunde con el temor al pecado; el vino mejor es el Espíritu que Jesús trae para transfigurar la vida diaria, sus rutinas y sus quehaceres. (Comentario a este pasaje de la Biblia Latinoamericana).

lunes, 18 de septiembre de 2023

8° Aniversario del Blog

“PEDRO GARCIA´S BLOG”

Festejo estos ocho años de la creación de mi blog con más de 57.200 visitas, con la imagen que encabeza este escrito y cuatro comentarios míos a la clase de antropología teológica que estoy llevando en la PUCP.

En primer lugar, la imagen es una foto que recibí hoy muy temprano de una buena amiga que, desde las playas peruanas en la ciudad de Ilo, al sur del Perú, dibujó con piedras lo que sería el nombre de mi blog en “inglés”, por eso aparece “PEDRO GARCIA´S BLOG” y no propiamente “BLOG DE PEDRO GARCÍA”, en las arenas bañadas por las gélidas aguas del Pacífico. Agradecido con esta amiga por su gesto.

En segundo lugar, los cuatro comentarios que hoy mismo publiqué en la plataforma Paideia de la Pontificia Universidad Católica del Perú, donde curso la Diplomatura en Estudios Teológicos. Soy consciente de que estos comentarios son muy “pastoralistas” y “espirituales” y no tan “académicos”, como es de esperarse, sin embargo, aquí los dejo. El primero es de índole introductoria o presentación al docente y compañeros de curso.

Presentación

Mi nombre es Pedro Andrés García Barillas, de 27 años de edad. He cursado estudios en el seminario menor y seminario mayor (2011-2019) Filosofía y Teología. Hice pausa en los estudios (2019) para vivir una experiencia pastoral y luego de un año terminé viniendo al Perú, a la ciudad de Ayacucho, donde vivo actualmente desde noviembre de 2020, y donde he desempeñado la docencia, colaborando a la par con diversas pastorales de la Arquidiócesis (formación de acólitos, pastoral penitenciaria, formación de catequistas, acompañamiento a comunidades lejanas de la ciudad, etc.). Desde marzo de este año estoy en la Secretaría del Arzobispado de Ayacucho, trabajando de cerca con Mons. Salvador Piñeiro, quien me animó a participar de estos estudios de teología en la Diplomatura de la PUCP.

Antropología teológica: creación

Me agradó conocer la perspectiva planteada en los dos relatos de la creación del hombre en el libro del Génesis, pues, escuché y leí, algo que no había visto antes, eso de que "Dios creó a la mujer para que le ayudara al hombre a administrar la creación", y no solo como una "compañía para no estar solo". Me agrada bastante esta manera de relatar los orígenes del hombre (del ser humano: hombre y mujer) pues nos sitúa en el auténtico plan de Dios donde no existe ningún tipo de supremacía del varón con respecto a la mujer.

A Clemente de Alejandría, en su libro "El Pedagogo" le leí una vez que, "el hombre es bueno por naturaleza", porque Dios lo ha creado bueno, solo que el mismo hombre ha fracturado su bondad con la desobediencia al mandato divino, sin embargo, en aquel que habría de venir, y que efectivamente vino, Jesucristo nuestro Señor, la naturaleza corrompida del primer Adán se ve restaurada por las gracia otorgada a través del Hijo, el Verbo Encarnado, y esto es una gran esperanza para nosotros, pues queda abierta la posibilidad de volver a asemejarnos a Dios.

Vulnerabilidad -concupiscencia

No sé si me equivoco, pero a mi parecer podría equipararse el concepto de "vulnerabilidad" visto en estas clases, con el concepto de "concupiscencia" propuesto en el numeral 2515 del Catecismo de la Iglesia Católica, donde se deja claro que la “concupiscencia puede designar toda forma vehemente de deseo humano", pues, como lo enseña la teología cristiana, esta vulnerabilidad-concupiscencia vendría a ser "un movimiento del apetito sensible que contraría la obra de la razón humana".

San Pablo en su carta a los Gálatas 5, 16.17.24 nos deja claro que existe, evidentemente, una lucha entre los deseos de la carne y los del espíritu, porque, aunque estemos inclinados al mal, aunque seamos "vulnerables", no es menos cierto que somos templo del Espíritu de Dios que nos inspira la bondad y el amor en el que se nos ha mandado a vivir, y el cual podemos cumplir porque "Dios nos amó primero...".

Finalmente, esta "vulnerabilidad-concupiscencia", guiados por el mismo numeral del CEC, sabemos que tiene su origen en la "desobediencia del primer pecado (Génesis 3, 11)", y que "desordena las facultades morales del hombre y, sin ser una falta en sí misma, le inclina a cometer pecados (Concilio de Trento: DS 1515)."

El pecado es decir no a Dios

Satanás, el padre de la mentira y del pecado, comenzó su diálogo con la inocente Eva engañándola categóricamente, es decir, mintió en lo que Dios realmente había dicho a la primera pareja de humanos según el Génesis. Es a partir de este "primer engaño", "primera tentación", "primera seducción" que desobedecimos a Dios, le dijimos el primer "no", cuando Dios es un gran "SÍ". Es de esta manera como el "no" a Dios de Adán y Eva, pudo ser redimido "en la plenitud de los tiempos" por el gran "sí" de María en la anunciación y de Jesús en el Calvario.

Me consuela bastante saber que decirle sí a Dios tiene sus consecuencias positivas en mi vida, pues "su gracia me basta" y "todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo". La gracia santificante que nos otorgan los sacramentos es una constante invitación a rechazar el pecado y abrirnos al sí de Dios.

El mismo Jesús fue consciente de nuestra debilidad humana, de ahí que en la enseñanza a los apóstoles les precisara que debemos pedir a Dios que "no nos deje caer en la tentación", y mejor aún, que nos "libre del Maligno", del padre de la mentira y del pecado.

P.D. Estos ocho años de periódico ejercicio pseudoliterario me han dejado ya dos libros, los referentes a la historia de mi pueblo, pero, eso no es todo. Tengo planificado para finales del mes de noviembre de este 2023, publicar un breve compendio de artículos escritos en el Perú, con ocasión de mi tercer año de haber llegado a este país.

P.A

García

Visita a la I.E.P. Maravillas


martes, 5 de septiembre de 2023

Lectio Divina en el Centro Penitenciario de Ayacucho

“DEUS IBI EST”


         La Teología, como discurso del hombre sobre Dios, ha de ser vivida y entendida en todos los lugares donde haya personas dispuestas a recibir el mensaje salvador de Jesucristo, y también animados por el Apóstol, insistiendo a tiempo y a destiempo, con santa audacia. Sabemos que hacer teología implica un movimiento, una búsqueda, un deseo para entender, discernir, comprender, percibir el don de la fe. El teólogo y el cristiano en general busca a Dios y lo encuentra en su Palabra, y en las realidades temporales, en los signos de los tiempos y no hace falta grandes consideraciones científicas, pues Dios se revela a los humildes y sencillos.

         Los estudios realizados en esta Diplomatura en Teología me invitan a dirigir mi reflexión teológica desde el aquí y el ahora de mi propia existencia, tomando en cuenta las diversas realidades en las que debo encontrar a Dios, y en otras tantas en las que debo transmitirlo, consciente de mi vocación y respondiendo a la misma. Es así como, llegado el final de la asignatura opto por centrar mi ensayo crítico desde el signo de los tiempos que Dios me ha permitido entender y vivir.

         Particularmente he tenido la valiosa oportunidad de colaborar con la Pastoral Penitenciaria de la Arquidiócesis de Ayacucho, en principio, cuando no había capellán asignado, con la asistencia dominical para la Celebración de la Palabra, y ahora, también una vez a la semana, para la Lectio Divina con los internos varones en la capilla del penal. Desde el momento en que llegué a trabajar pastoralmente en este lugar diferentes interrogantes pasaron por mi mente, la más importante de ellas fue: ¿Llevaré a Dios a la cárcel? O por el contrario lo encontraré allí, tras las rejas, y entonces, ¿dónde está Dios? Luego de varios encuentros y asistencias al penal llegué a la conclusión, con la ayuda de los temas vistos en la asignatura de Introducción y Método Teológico, que efectivamente la cárcel es un “lugar teológico” donde Dios se encuentra “encerrado” y especialmente acogido en las almas de aquellos que le buscan con sincero corazón.

         A la luz del evangelio es fácil conocer y saber que la Iglesia, madre y maestra, nos ha enseñado correctamente que, en las obras de misericordia corporales, visitar a los presos significa asistir al mismo Dios, inspirados en Mateo 25, 36, donde Jesús deja claro a sus seguidores que quien visite a un privado de libertad le está visitando a él mismo, de ahí que una pastoral como la penitenciaria debería estar abarrotada de colaboradores, pero la realidad es distinta. El común de las personas se acuerda de los presos solo cuando vive de cerca la detención de un vecino, un conocido o un familiar.

         Ahora bien, ¿qué hacer en la cárcel? Con las mejores herramientas se debe aprovechar la oportunidad de compartir con estos hermanos olvidados por muchos, pero no por Dios. Pero, ¿debo llevarlos a Dios o ellos me lo mostrarán? La experiencia vivida con la lectura orante de la Palabra de Dios, en comunidad, ha sido una respuesta que la Providencia ha determinado como un espacio para el aprendizaje mutuo, porque ciertamente los pobres y los humildes son a quienes va dirigido el evangelio, la buena noticia de Jesús, el Señor. He buscado a Dios en la cárcel y felizmente allí lo he encontrado.

         La experiencia de compartir la lectura bíblica en un lugar tan particular debe ser entendida, como realmente se ha vivido, no como una experiencia propiamente determinante y autosuficiente, sino que, por el contario ha sido el comienzo de un peregrinar hacia Dios, un caminar en la fe en busca de las respuestas a las interrogantes que cada interno en lo personal se ha planteado en su vida interior. Muchos de ellos se sienten aludidos personalmente por algunos pasajes evangélicos en los que el Señor trata temas cotidianos, del común diario, porque así es la Palabra de Dios, como una espada de doble filo que penetra hasta lo más profundo del alma. En cuántos de ellos he visto un crecimiento espiritual, o al menos un deseo cada vez más genuino de Dios, de lo eterno, lo bueno, lo que agrada, lo perfecto.

         Hay una curiosa vivencia, de entre tantas que he experimentado en estas Lectio Divina con el pequeño grupo de diez o doce internos, me traslada al texto leído del teólogo Jorge Costadoat, pues en su “Hermenéutica bíblica de la Teología latinoamericana de la liberación” él apunta cómo un posible ícono de esta Teología pudiera ser la “gente pobre con la Biblia en sus manos”, y mejor aún, una pequeña comunidad sentada en círculo, leyendo la palabra de Dios a partir de sus vidas y leyendo sus vidas a la luz de la palabra de Dios, y esto es precisamente lo que se vive en una Lectio Divina desde la cárcel.

         Los presos son pobres, y no solo porque carezcan de lo material y monetario, sino porque sus vidas ya no son iguales a las de sus familiares que les esperan desde sus hogares, pues no tienen de cerca el cariño de sus esposas e hijos, o el de sus padres y hermanos; no gozan del libre albedrio en cuestiones tan básicas como el a dónde ir o con quién pasar el rato. El régimen disciplinario de este lugar, aunque con razones lógicas se deba seguir sin excepciones, los empobrece humanamente, los robotiza y, peor aún, en casos fortuitos los podría llegar a “deshumanizar”, y ahí está la verdadera pobreza a mi modo de ver.

         Luego de un tiempo de estar acompañando esta Pastoral Penitenciaria pude compartir un breve testimonio con una persona conocida. Yo le detallaba cómo Dios está en los presos, porque ellos también sufren y arrepentidos de sus actos se ven privados de libertad y reducidas sus capacidades humanas para desarrollarse como quisieran, y esta persona me dejó muy desconcertado, pues puso en duda que realmente Dios estuviera en la cárcel, y prosiguió comentándome que en ese mismo lugar estaba el vil asesino de su hermano, a quien le deseaba lo peor y con todas sus fuerzas pedía al mismo Dios que no viera más nunca la libertad. Yo quedé totalmente impactado, petrificado, todas mis consideraciones por los presos eran tiradas al suelo por esta mujer que se tiene por cristiana, pero que, dolida por el pecado ajeno, no era capaz de comprender que incluso ella misma tenía las mismas posibilidades de cometer los más horrendos crímenes y por eso no estaba en condiciones de juzgar ni siquiera al propio asesino de su hermano.

         En todas estas disquisiciones recordé la predicación de un santo sacerdote en la que explicaba que los cristianos no deberíamos escandalizarnos tanto por los errores de los demás, pues nosotros mismos estamos en las mismas capacidades de cometer actos similares o peores, entonces reflexioné y me di cuenta que, realmente Dios está, sin mortaja, en donde un hombre trabaja y un corazón le responde, como hermosamente lo canta el himno de Sexta de la Liturgia de las Horas. Los internos buscan a Dios, se esfuerzan por ver la vida con optimismo, trabajan según sus cualidades para emplear su tiempo en algo productivo. Un interno de ningún modo ha de tenerse por “maldito”, todo lo contario, son amados y bendecidos por Dios, porque han experimentado el mayor alejamiento de las cosas que a Dios agradan, y Dios no quiere nunca la muerte del pecador, sino que cambie de conducta y viva.

         Cada vez que piso la entrada del penal me pregunto con seria inspiración: ¿qué haría Jesús en mi lugar?, y ahora más que nunca lo tengo claro. Su acción está enmarcada siempre desde la misericordia y el perdón, y aunque para los hombres la justicia consiste en pagar los delitos, para Dios la justicia consiste en perdonar los pecados y, eso sí, continuar con el firme propósito de no volver a pecar, como sucedió con aquella mujer adultera -que pudo ser también un hombre adúltero- a la cual Jesús no condenó y dejó ir no sin antes proponerle un camino de conversión. Dios es un Dios de oportunidades y esto es lo que la mente humana muchas veces no logra comprender.

         No hay lugar a dudas, en la Lectio Divina desde la cárcel se experimenta en carne propia cómo además del “libro de la Biblia” existe también el “libro de la vida”, la vida de cada interno, y que en ambos libros habla Dios con evidente claridad; esto lo pude comprobar hace unos días atrás, cuando leíamos el pasaje del martirio de san Juan Bautista, pues uno de los presentes manifestó en voz alta que él estaba convencido de que la hija de Herodías no había tenido culpa en la muerte de Juan, pues obedeció la voluntad de su madre, y es que este hombre en particular estaba pagando una condena por haberse dejado llevar por las malas influencias, pues aquellos que decían ser sus amigos le indujeron a delinquir y ahora él -en su modo de pensar- estaba pagando las consecuencias de la influencia que otros tuvieron en su vida. En realidad, no se sentía totalmente responsable de sus actos.

         En las distintas intervenciones de los internos he visto cómo es necesario por una parte hacer primero un comentario exegético, es decir, una breve explicación del texto, para luego sí poder interpretarlo, lo que significa comprender el mensaje. Cada uno desde su realidad personal saca de su corazón lo que cree firmemente que Dios le está diciendo. Hubo una oportunidad en la que le correspondía a un interno el turno de hablar y, entre sollozos disimulados nos manifestó que no estaba en condiciones anímicas para compartir lo que sentía. Todos supimos de inmediato que el caso propuesto por el evangelio de ese día le era especialmente significante. Hay que reconocer también que no todos estamos en la capacidad de comunicar eficazmente lo que sentimos, pero no es menester preocuparnos por esto, ya que creemos también que Dios habla en el silencio.

         Aunque los temas principales de las Lectio Divina están enmarcados en los mismos textos leídos tomados de cada martes, la mayoría de las veces se concluye el compartir de aproximadamente dos horas profundizando en el tema de la fe cristiana como encuentro con lo Trascendente. El interno que lee la Palabra de Dios con fe y se esfuerza por entenderla y vivirla llega a la misma conclusión de la primera carta de Juan 4, 16: “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él”, pues evalúa su vida antes y después de estar privado de libertad y reconoce que, de algún modo misterioso o confuso, Dios mismo ha permitido su condena para salvarle la vida. Y aunque se diga fácil, solo el tiempo y la oración intervienen para que se dé esta conclusión con serenidad.

Cuántos de los hombres y mujeres recluidos en este centro penitenciario viven en carne propia aquella frase que el Santo Padre Benedicto XVI plasmó en su encíclica Deus Caritas Est, pues ciertamente “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. Ellos saben y expresan que, por más de que hayan sido bautizados y en cierto modo hayan tenido una vida sacramental frecuente, comenzaron a ser verdaderamente cristianos cuando, al transgredir las leyes, y una vez superado el trauma de verse encerrados, comprendieron que el cristianismo les da la esperanza de saber que todo estará mejor, y con san Pablo viven aquello de que todo lo consideran basura con tal de ganar a Cristo y poseerlo en sus vidas. Para el interno es Cristo quien verdaderamente los ama, los comprende y los perdona.

Los agentes pastorales de la Pastoral Penitenciaria de la Arquidiócesis de Ayacucho, aunque dirigidos por un capellán sacerdote jesuita y coordinados por una religiosa, son también ex internos que, recordando su paso por la cárcel, quieren llevar la esperanza de sus propios testimonios a los hermanos que han conocido y por los cuales oran incesantemente a Dios, pues conocen sus penas y miserias y saben lo que es estar en un lugar tan particular. Ellos son el vivo testimonio de que Cristo logra cambiar la vida, transformar la existencia para le bien y el amor.

Los técnicos del INPE, por su parte, son también conscientes de que mucho les ayuda en su trabajo el hecho de que los internos tengan su acercamiento a la Palabra de Dios, al catecismo y a los sacramentos. Ellos mismos son los principales interesados en buscar las alternativas y facilidades para que los agentes pastorales lleven a cabo su trabajo evangelizador. Aunque no todos, muchos de ellos se alegran al vernos llegar y al despedirnos desean que volvamos pronto, porque es realmente así, Dios a través de sus ministros se hace presente y la Iglesia en este sentido cumple con su misión de procurar que todos los hombres lleguen al conocimiento de la verdad y se salven.

El celo la casa de Dios les devora el alma a los coordinadores internos de la capilla, pues también hemos notado, una vez superadas las restricciones de la pandemia, cómo desean mejorar los espacios para dar culto a Dios, ha retocado las paredes con pintura, limpian y organizan frecuentemente los espacios de la capilla, veneran católicamente las imágenes presentes y, lo mejor de todo, saben que ellos mismos son el templo del Espíritu Santo y se siente miembros del cuerpo místico de Cristo que es la Iglesia.

Volviendo al tema de la lectura bíblica en esta situación temporal, es curioso ver cómo en oportunidades las opiniones que se tengan de un mismo texto son las mas diversas o incluso contradictorias, y en este sentido es cierto eso de que “cada cabeza es un mundo”, y entre tantas y diversas opiniones se hace necesario que uno de entre los presentes tenga la voz de la conciliación y el encuentro, la voz del entendimiento, a cuyo efecto todos se acogen con sincera humildad, porque reconocen sus limitaciones y ponderan la opinión de aquel que por gracia de Dios no comparte idéntica eventualidad. Aquí percibo mucho las conclusiones de la Instrucción Donum Veritatis, donde se afirma que el teólogo canónicamente regularizado puede ser pontífice (puente) entre la fe de los creyentes y la tradición eclesial, para fijar, para determinar y en este sentido unir a la comunidad y no abandonarlos en las dispersiones de las opiniones personales.

Es hermoso ver cómo en estas pequeñas comunidades de base, los que asisten a la Lectio Divina, buscan cada vez con más énfasis formar una familia de hermanos entre los que frecuentan el acto de piedad católico. En ellos se experimenta, con notable perspectiva evangélica, la corrección fraterna y caritativa, el compartir generoso, y por su puesto aquello de sufrir con paciencia las deficiencias del prójimo, no sin antes agotar la alternativa de dar buen consejo al que lo necesita o corregir al que yerra, siendo conscientes de que la palabra de Dios está en sus bocas y en sus corazones, y que solo les queda cumplirla.

Pero, no idealicemos tanto esta comunidad cristiana, pues también existen sus pequeñas y grandes dificultades, ya que no falta aquel que busca escudarse en la Biblia o en las cosas de Dios para obtener beneficios o privilegios de la caridad cristiana obrada también por la pastoral. O, también es bueno mencionar que los mismos internos manifiestan cómo en oportunidades sus compañeros les critican fuertemente por su asistencia a la capilla, convirtiéndose a veces en una cruenta persecución y humillación pública, pues hay quienes embebidos en su maldad no dan crédito al cambio de vida que puede obrar Dios en las almas que le acepten y cumplan su mandamiento del amor. Alguno, desanimado por los comentarios que se hacen de él, me ha manifestado la tentación de dejar de participar en el culto dominical, pero afortunadamente Dios ha podido más en esta lucha espiritual.

Una gran paz y serenidad se experimenta cada vez que, con la oración del Padrenuestro y el saludo de la paz, se concluyen las Lectio Divina en la capilla del penal. Se siente, se percibe, se palpa cómo es la misma Palabra de Dios y la oración de los creyentes la que transforma la vida, la que da un nuevo sentido a la existencia, la que otorga la fortaleza y da las ganas de seguir adelante con optimismo, sin perder la ilusión, según sea el caso, de volver a tener una vida normal, insertados en la sociedad, en medio de sus familias, pero hay algo muy grande, y es que los internos nunca se han dejado de sentir miembros de la Iglesia e hijos de Dios, y esto en gran parte gracias a la presencia eclesial de los agentes de pastoral penitenciaria, y un ejemplo muy concreto, la Madre Covadonga, recientemente fallecida ya entrada en edad, misionera dominica española que llegó al Perú a entregar su vida por la liberación espiritual de los presos, una apóstol de Jesucristo en cuyas bases se mantiene la actual pastoral penitenciaria.

Ahora bien, y con esto concluyo mi ensayo crítico, esta hermenéutica bíblica latinoamericana tiene una implicancia concreta en la vida de los internos, pues la Teología de la liberación, como afirma Costadoat, procura interpretar la Biblia a partir de una opción liberacionista y con gran coincidencia, los internos viven las cuatro constituciones conciliares del Vaticano II, pues, ciertamente en el compartir de la Lectio Divina son conscientes de que pertenecen al Pueblo de Dios (Lumen gentium) que participa activamente de la vida sacramental (Sacrosanctum concilium) en la asidua lectura e interpretación de la Palabra de Dios (Dei Verbum) que les lleva al discernimiento de la obra del Señor en sus propias vidas y en la historia (Gaudium et spes).

“[…] porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel y vinisteis a verme…”

Mateo 25, 35-36

P.A

García

viernes, 1 de septiembre de 2023

A 200 años de la llegada de Bolívar al Perú

 “EL LIBERTADOR”


 

La voluntad general de los pueblos

y la justicia de su causa que Dios defiende

se habían proclamado por anticipado

en un supuesto territorio emancipado

pero su efectividad fue deficiente.

 

San Martín a Lima había ocupado

la otrora ciudad virreinal

en un año de protectorado

el objetivo no fue logrado

por eso pensó en alguien más.

 

En la ciudad de Guayaquil

se reunieron los dos soldados

Bolívar y San Martín

allí los planes trazaron

y el argentino por fin

dio un paso al costado.

 

Dos eminencias no cabían

en un mismo país naciente

San Martín dejó preparado

y al concluir su protectorado

se marchó en gesto valiente.

 

En distinguida misiva

escrita por Sánchez Carrión

donde explicaba a Bolívar

la desdicha de la nación

asegurando que si venía

al Perú con su pelotón

la libertad se obtendría

por el genio de Simón.

 

El Perú estaba en un caos

dos presidentes en la cima

Riva Agüero mandaba en Trujillo

Torre Tagle lo hacía en Lima

y el virrey La Serna acorralado

en el Cusco había asentado

su poderío ya en ruina.

 

Pero Bolívar tardaba en llegar

el permiso de Colombia demoraba

sin el cual no se podía hacer nada

para el Perú liberar.

Pues como hombre de ley

pidió permiso al Congreso

del que no se sentía preso

pero quería obedecer.

 

Llegado el primer día de septiembre

del año mil ochocientos veintitrés

ese lunes recordado

en el puerto del Callao

Bolívar puso sus pies.

 

Solo dos meses antes

se habían iniciado gestiones

para invitar al “salvador”

un cierto “libertador”

capaz de obrar con razones.

 

El bergantín “Chimborazo”

portando a Bolívar vino

de Guayaquil había zarpado

el seis de agosto pasado

para llegar al destino.

 

Torre Tagle como anfitrión

de la República sufrida

era el Jefe del Estado

rápido fue al Callao

a darle la bienvenida.

 

Todos perdieron el quicio

se sintieron vislumbrados

por la presencia de honor

del glorioso héroe y señor

que del norte había arribado.

 

Siendo las tres de la tarde

entró a Lima la caravana

en la que ingresó Bolívar

animado por los ¡vivas!

repicaron las campanas.

 

Luego de prologados festejos

fue el día diez de septiembre

cuando el Congreso del Perú

otorgó el poder e ímpetu

al “Libertador” exigente.

 

Embebido de veneración

a Bolívar le agradó la ciudad

y sus primeras opiniones

fueron llenas de bondad.

 

Buen clima, buenos placeres

y no hay nada que envidiar

a las principales ciudades

que en Europa a graneles

y que él pudo visitar.

 

Se sintió querido por todos,

los limeños le adoraron

y filas de lindas doncellas

por su frente desfilaron.

 

“La mesa es exquisita”

concluyó el venezolano

sintiendo gran simpatía

por la comida del peruano.

 

Pero el horizonte no fue fácil

pronto se agotó el idilio

Torre Tagle se hizo realista

y Riva Agüero se fue al exilio.

 

De modo que Bolívar fue invitado

a con sus fuerzas luchar

y lo que San Martín había proclamado

Sucre lo pudo sellar

en la pampa de Ayacucho

donde convino en ganar

para la América toda

la anhelada libertad

aquel nueve de diciembre

que es fácil de recordar.

 

P.A

García