miércoles, 6 de agosto de 2025

Me dedicaron unos versos y respondo.

COPLAS CUSQUEÑAS

         En una ocasión anterior —al término de unas misiones en diciembre de 2019— me dedicaron una composición poética que también conservo publicada en este blog. Aquella vez fue un anciano de una comunidad lejana, con quien compartí intensamente durante mi servicio pastoral, quien tuvo ese gesto entrañable.

Pero esta vez es distinto. Quien me escribe es una joven teóloga cusqueña con la que forjé una valiosa amistad durante nuestros estudios de diplomatura en Teología en la PUCP. A lo largo de ese tiempo compartimos lecturas, reflexiones y búsquedas que enriquecieron nuestro camino. En un acto generoso y sorpresivo, ella me dedicó los siguientes versos. 

Querido, enternece el leerte,

tu letra enciende esperanza,

con fiel y devota semblanza,

brota el anhelo de verte.

 

Profeta de hondos caminos,

tu voz da luz al herido

y al pobre y el afligido

le ofreces tiernos destinos.

 

Frente a injusticias palpita

tu palabra decidida,

que en acciones bien tejida

despierta, sacude, agita.

 

Te escribo quizá cansada,

mas algo en mí te acompaña:

si el alma flaquea y daña,

la fe devuelve la andada.

 

Que su saber sea fuente,

que tu Teología encienda

una comunidad que entienda

que Dios sueña, y también siente.

 

         Recibir estas coplas ha sido un regalo inesperado. Más allá del halago, me conmueve la sensibilidad con la que están escritas, pues revelan no solo estima personal, sino una visión compartida de la fe como fuerza viva, encarnada y comunitaria. Gracias a quien escribió estas líneas, por recordarme que la amistad también puede expresarse con belleza poética… y con compromiso teológico.

         Ahora, le respondo de la siguiente manera:

Sorpresivo fue el leer

aquellos versos cusqueños

por eso ahora me empeño

en intentar responder.

 

Me alegro que hayas optado

por escribir de improvisto

sin embargo, como he visto,

tienes talento dorado.

 

Permítame, bella Flor,

expresar lo que he sentido

cuando tus versos he leído

y olido el perfume de honor.

 

Primero capté la esencia

de tus líneas allí plasmadas

que no escritas, sino bordadas,

como espiritual presencia.

 

Luego me sentí halagado

cuando me dijiste profeta

porque es la tarea concreta

del que se siente llamado.

 

Y a pobres y abandonados

pretendo, como has escrito,

ayudarles un poquito

en sus sueños no alcanzados.

 

Sobre todo, en comprender

que Jesús es quien libera

del pecado y lo que fuera

necesario desprender.

 

Porque solo Cristo basta

y una fe bien encarnada

en la lucha esperanzada

en que la vida se desgasta.

 

Por eso, Flor de María,

espero poder convencerte

de lo grande que fue leerte

para mí mayor valía.

 

Nunca echaré al olvido

tus versos y oraciones

aún menos en ocasiones

en que me sienta afligido.

 

Pues leerte será el remedio

que a mi alma traiga paz

duradera, no fugaz,

cuando en mi vida haya tedio.

 

Termina este último verso

y gracias, de nuevo te digo,

cuenta con un amigo

que a Dios de ti le converso.

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