COPLAS CUSQUEÑAS
En una ocasión anterior —al término de unas misiones en diciembre de 2019— me dedicaron una composición poética que también conservo publicada en este blog. Aquella vez fue un anciano de una comunidad lejana, con quien compartí intensamente durante mi servicio pastoral, quien tuvo ese gesto entrañable.
Pero esta vez es distinto. Quien me escribe es una joven teóloga
cusqueña con la que forjé una valiosa amistad durante nuestros estudios de
diplomatura en Teología en la PUCP. A lo largo de ese tiempo compartimos
lecturas, reflexiones y búsquedas que enriquecieron nuestro camino. En un acto
generoso y sorpresivo, ella me dedicó los siguientes versos.
Querido,
enternece el leerte,
tu
letra enciende esperanza,
con
fiel y devota semblanza,
brota
el anhelo de verte.
Profeta
de hondos caminos,
tu
voz da luz al herido
y
al pobre y el afligido
le
ofreces tiernos destinos.
Frente
a injusticias palpita
tu
palabra decidida,
que
en acciones bien tejida
despierta,
sacude, agita.
Te
escribo quizá cansada,
mas
algo en mí te acompaña:
si
el alma flaquea y daña,
la
fe devuelve la andada.
Que
su saber sea fuente,
que
tu Teología encienda
una
comunidad que entienda
que
Dios sueña, y también siente.
Recibir estas coplas ha sido un regalo inesperado. Más allá del halago, me conmueve la sensibilidad con la que están escritas, pues revelan no solo estima personal, sino una visión compartida de la fe como fuerza viva, encarnada y comunitaria. Gracias a quien escribió estas líneas, por recordarme que la amistad también puede expresarse con belleza poética… y con compromiso teológico.
Ahora, le respondo de la siguiente manera:
Sorpresivo fue el leer
aquellos versos cusqueños
por eso ahora me empeño
en intentar responder.
Me alegro que hayas optado
por escribir de improvisto
sin embargo, como he visto,
tienes talento dorado.
Permítame, bella Flor,
expresar lo que he sentido
cuando tus versos he leído
y olido el perfume de honor.
Primero capté la esencia
de tus líneas allí plasmadas
que no escritas, sino bordadas,
como espiritual presencia.
Luego me sentí halagado
cuando me dijiste profeta
porque es la tarea concreta
del que se siente llamado.
Y a pobres y abandonados
pretendo, como has escrito,
ayudarles un poquito
en sus sueños no alcanzados.
Sobre todo, en comprender
que Jesús es quien libera
del pecado y lo que fuera
necesario desprender.
Porque solo Cristo basta
y una fe bien encarnada
en la lucha esperanzada
en que la vida se desgasta.
Por eso, Flor de María,
espero poder convencerte
de lo grande que fue leerte
para mí mayor valía.
Nunca echaré al olvido
tus versos y oraciones
aún menos en ocasiones
en que me sienta afligido.
Pues leerte será el remedio
que a mi alma traiga paz
duradera, no fugaz,
cuando en mi vida haya tedio.
Termina este último verso
y gracias, de nuevo te digo,
cuenta con un amigo
que a Dios de ti le converso.
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