La
voluntad general de los pueblos
y la
justicia de su causa que Dios defiende
se habían
proclamado por anticipado
en un supuesto
territorio emancipado
pero su efectividad
fue deficiente.
San Martín
a Lima había ocupado
la otrora
ciudad virreinal
en un año
de protectorado
el
objetivo no fue logrado
por eso
pensó en alguien más.
En la
ciudad de Guayaquil
se
reunieron los dos soldados
Bolívar y
San Martín
allí los
planes trazaron
y el
argentino por fin
dio un
paso al costado.
Dos eminencias
no cabían
en un mismo
país naciente
San
Martín dejó preparado
y al concluir
su protectorado
se marchó
en gesto valiente.
En
distinguida misiva
escrita
por Sánchez Carrión
donde
explicaba a Bolívar
la
desdicha de la nación
asegurando
que si venía
al Perú
con su pelotón
la
libertad se obtendría
por el
genio de Simón.
El Perú
estaba en un caos
dos
presidentes en la cima
Riva
Agüero mandaba en Trujillo
Torre
Tagle lo hacía en Lima
y el
virrey La Serna acorralado
en el
Cusco había asentado
su
poderío ya en ruina.
Pero
Bolívar tardaba en llegar
el
permiso de Colombia demoraba
sin el
cual no se podía hacer nada
para el
Perú liberar.
Pues como
hombre de ley
pidió
permiso al Congreso
del que
no se sentía preso
pero
quería obedecer.
Llegado el
primer día de septiembre
del año
mil ochocientos veintitrés
ese lunes
recordado
en el
puerto del Callao
Bolívar
puso sus pies.
Solo dos
meses antes
se habían
iniciado gestiones
para
invitar al “salvador”
un cierto
“libertador”
capaz de
obrar con razones.
El bergantín
“Chimborazo”
portando a
Bolívar vino
de
Guayaquil había zarpado
el seis
de agosto pasado
para
llegar al destino.
Torre
Tagle como anfitrión
de la
República sufrida
era el
Jefe del Estado
rápido
fue al Callao
a darle
la bienvenida.
Todos perdieron
el quicio
se
sintieron vislumbrados
por la
presencia de honor
del
glorioso héroe y señor
que del
norte había arribado.
Siendo las
tres de la tarde
entró a
Lima la caravana
en la que
ingresó Bolívar
animado
por los ¡vivas!
repicaron
las campanas.
Luego de prologados
festejos
fue el
día diez de septiembre
cuando el
Congreso del Perú
otorgó el
poder e ímpetu
al “Libertador”
exigente.
Embebido de
veneración
a Bolívar
le agradó la ciudad
y sus
primeras opiniones
fueron
llenas de bondad.
Buen clima,
buenos placeres
y no hay
nada que envidiar
a las
principales ciudades
que en Europa a graneles
y que él
pudo visitar.
Se sintió
querido por todos,
los
limeños le adoraron
y filas
de lindas doncellas
por su
frente desfilaron.
“La mesa es
exquisita”
concluyó el
venezolano
sintiendo
gran simpatía
por la
comida del peruano.
Pero el
horizonte no fue fácil
pronto se
agotó el idilio
Torre
Tagle se hizo realista
y Riva Agüero
se fue al exilio.
De modo que
Bolívar fue invitado
a con sus
fuerzas luchar
y lo que San
Martín había proclamado
Sucre lo
pudo sellar
en la
pampa de Ayacucho
donde
convino en ganar
para la
América toda
la anhelada
libertad
aquel
nueve de diciembre
que es
fácil de recordar.
P.A
García
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