Felices 57 años
No existe la buena prosa,
tampoco el mejor de los versos,
pero yo haré el esfuerzo
de cantar aquí mi glosa.
Pues la vida que se goza
completa una nueva vuelta,
y por cierto, anda suelta
con temple de juventud,
disfrutando a plenitud
la existencia bien resuelta.
Día dichoso en memorar
el lejano tres de agosto,
en que, sin renta ni costo,
la luz vino a observar
de la Eva que naciera
cual deseada criatura,
muy libre, sin atadura,
en la casa más humilde,
poniéndole nombre con tilde:
la que Clara fue y muy pura.
Tahís, mejor conocida,
de la unión de Pedro y Eva,
que Barillas Castillo lleva
apellidos en partida.
En esa La Playa querida
vino al mundo de los gochos,
por aquel sesenta y ocho,
en la casa de la nona,
la india Tomasa dona
su cafecito y bizcocho.
Pedro Julio, padre honrado,
orgulloso de su pequeña,
en el trabajo se empeña,
de su negra enamorado.
Y con tres hijos logrados,
sus armamentos gestiona;
hombre al que el trago entona,
con amistades nutridas,
pero el cáncer cortó su vida
y pronto la casa abandona.
Eva Angelina, singular,
fue el ejemplo concreto
de madre a tiempo completo,
forjadora del hogar,
que bien lo supo lograr
infundiendo el sentimiento
de bondad y lo correcto.
En generosa compañía,
la mano siempre daría,
siendo su apoyo perfecto.
La mujercita creció,
y dejando ya los mocos,
se enamoró de un tal Coco,
a quien su amor entregó.
Tres criaturas le parió
en desigual providencia,
siendo muy dura la ausencia
del hombre que fue de su vida,
la experiencia más querida,
su martirio sin violencia.
A sus hijos quiere igual,
aunque sea sospechoso
que solo el menor sea dichoso
de un trato particular.
Pero nadie ha de negar
que por los tres da la vida,
totalmente comprometida.
Y ahora, con sus dos nietos,
no es posible más secretos:
para ellos no hay medida.
Mujer fuerte y luchadora,
con valor salió adelante,
y a sus tres hijos, no obstante,
crió con brega de mil horas.
Se hizo buena educadora
con gran éxito en los niños
del páramo de Mariño,
sobresaliendo en todo,
trabajando del mejor modo,
con alegría, fe y cariño.
Hoy ya son cincuenta y siete,
pero parecen cuarenta.
No nos importa la cuenta:
la juventud la somete.
Y, como al tema compete,
toda resalta en belleza,
¡bendita naturaleza!
Que Dios le dé larga vida,
la bendición recibida
del trabajo sin pereza.
Yo, como estoy sin plata,
solo puedo, en mi ruina,
escribirle con la rima
la historia que se relata.
Y en expresión buena y grata,
le regalo lo aquí escrito.
Que la quiero hasta el infinito,
por ser madre incondicional,
porque en el bien y en el mal
ha brindado amor gratuito.
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