DEVOTO DEL CRISTO DEL ROSTRO
SERENO DE LA GRITA
Con profunda tristeza recibí
la noticia del fallecimiento de monseñor Mario del Valle Moronta Rodríguez,
obispo emérito de San Cristóbal, ocurrido hoy 4 de agosto de 2025, a los 76
años de edad. Ayer, como de costumbre, lo había encomendado en mi rezo diario
del santo rosario, donde incluyo a una lista de prelados venezolanos por
quienes oro con devoción todos los días.
Tuve el privilegio de
conocer personalmente a monseñor Moronta el miércoles 31 de julio de 2019. Días
antes le había escrito por correo electrónico y por WhatsApp solicitándole una
entrevista, y él, con su conocida generosidad pastoral, accedió gustosamente.
Me respondió lo siguiente:
Mario Moronta [mvmr1949@gmail.com]
Lunes, 29 de julio de 2019, 19:46. Saludos. Yo estoy en La Grita hasta el 7 de
agosto. Si te queda fácil venir hasta el santuario nuevo, avísame qué día
podría ser para cuadrar la entrevista.
+Mario Moronta
Ese mismo miércoles salimos
muy temprano desde La Playa en el vehículo del señor Gerardo Jaimes (†), quien
se ofreció generosamente a llevarnos a Carlos Vivas, a mi mamá y a mí. Solo
debía encargarme de conseguir la gasolina, lo cual logré hablando con la
persona encargada del registro y distribución de combustible en la Estación de
Servicio El Dique. Gracias a su disposición, pude llenar completamente el
tanque de uno de los camiones 350 del señor Gerardo, diciendo que el viaje
sería hasta la ciudad de San Cristóbal.
En agradecimiento, mi mamá y
yo preparamos una jarra grande de jugo de limón, bien dulce y con bastante
hielo, que llevamos al personal de la estación como gesto de gratitud. En
aquellos días de escasez, las colas para conseguir gasolina eran interminables
y cualquier colaboración era un alivio.
Fuimos cuatro en el
trayecto: Gerardo al volante, yo a su lado, y en el asiento trasero, Carlos
Vivas y mi madre. Al llegar a La Grita, nos dirigimos directamente al nuevo
santuario del Santo Cristo. Al entrar, informamos que teníamos una entrevista
pautada con monseñor Moronta. Él nos esperaba y salió a recibirnos
cordialmente.
Nos condujo hasta una
pequeña sala de recibo, donde me recibió a solas para la entrevista. Escuchó
con atención e interés las razones de mi solicitud. Fue sincero en sus
respuestas: no ofreció falsas esperanzas respecto a lo que le pedía, pero el
hecho de haber sido escuchado por él, en aquellos días de tanta turbulencia
espiritual y humana, fue suficiente para traerme paz.
Días después, el 6 de agosto
de 2019, tuve la dicha de escucharle predicar durante la solemnidad del Santo
Cristo de La Grita, en ese mismo santuario, ante miles de devotos. Fue una
homilía profundamente sentida y teológicamente bien fundamentada, como solía
ser su estilo.
Después de aquel encuentro,
no volví a verlo en persona, pero mantuvimos cierta comunicación por WhatsApp.
Me enviaba con frecuencia los videos de sus reflexiones evangélicas, grabadas
para la pastoral vocacional de su diócesis. A veces respondía brevemente a mis
comentarios. En mi correo electrónico conservo su última entrega: su Mensaje de
Cuaresma, enviado el sábado 20 de febrero de 2021 a las 17:29.
Lamentablemente, al
abandonar Venezuela, perdí contacto con la mayoría de mis amistades en el país,
incluido él. Aun así, supe de su renuncia como obispo residencial de San
Cristóbal y del progresivo deterioro de su salud como obispo emérito.
Conservo varios de sus
libros en mi biblioteca en Venezuela. Uno de ellos fue fundamental para la
revisión y citación de una tesis sobre el sacerdocio ministerial católico, que
ayudé a redactar a un compañero teólogo en el seminario de Mérida. Siempre admiré
su agudeza intelectual, la profundidad de sus enseñanzas y la claridad de sus
homilías, especialmente en las grandes solemnidades litúrgicas.
Recuerdo también su cercanía
con el difunto presidente Hugo Chávez, quien llegó a decir públicamente que, en
su opinión, monseñor Moronta era el único obispo venezolano que merecía la
dignidad cardenalicia. Sin embargo, tras la muerte del mandatario, monseñor
Moronta se convirtió en un firme crítico de las injusticias cometidas por su
sucesor, como también lo hicieron los demás obispos del país.
Hoy, al recordar a monseñor
Mario Moronta, doy gracias a Dios por su vida, por su ministerio y por su
testimonio como pastor fiel, hombre de fe y servidor incansable del pueblo
venezolano —en especial del Táchira— y de los devotos del Santo Cristo del Rostro
Sereno de La Grita.
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