lunes, 4 de agosto de 2025

Ha muerto Mons. Mario Moronta, obispo emérito de San Cristóbal

DEVOTO DEL CRISTO DEL ROSTRO SERENO DE LA GRITA

Con profunda tristeza recibí la noticia del fallecimiento de monseñor Mario del Valle Moronta Rodríguez, obispo emérito de San Cristóbal, ocurrido hoy 4 de agosto de 2025, a los 76 años de edad. Ayer, como de costumbre, lo había encomendado en mi rezo diario del santo rosario, donde incluyo a una lista de prelados venezolanos por quienes oro con devoción todos los días.

Tuve el privilegio de conocer personalmente a monseñor Moronta el miércoles 31 de julio de 2019. Días antes le había escrito por correo electrónico y por WhatsApp solicitándole una entrevista, y él, con su conocida generosidad pastoral, accedió gustosamente. Me respondió lo siguiente:

Mario Moronta [mvmr1949@gmail.com] Lunes, 29 de julio de 2019, 19:46. Saludos. Yo estoy en La Grita hasta el 7 de agosto. Si te queda fácil venir hasta el santuario nuevo, avísame qué día podría ser para cuadrar la entrevista.

+Mario Moronta

Ese mismo miércoles salimos muy temprano desde La Playa en el vehículo del señor Gerardo Jaimes (†), quien se ofreció generosamente a llevarnos a Carlos Vivas, a mi mamá y a mí. Solo debía encargarme de conseguir la gasolina, lo cual logré hablando con la persona encargada del registro y distribución de combustible en la Estación de Servicio El Dique. Gracias a su disposición, pude llenar completamente el tanque de uno de los camiones 350 del señor Gerardo, diciendo que el viaje sería hasta la ciudad de San Cristóbal.

En agradecimiento, mi mamá y yo preparamos una jarra grande de jugo de limón, bien dulce y con bastante hielo, que llevamos al personal de la estación como gesto de gratitud. En aquellos días de escasez, las colas para conseguir gasolina eran interminables y cualquier colaboración era un alivio.

Fuimos cuatro en el trayecto: Gerardo al volante, yo a su lado, y en el asiento trasero, Carlos Vivas y mi madre. Al llegar a La Grita, nos dirigimos directamente al nuevo santuario del Santo Cristo. Al entrar, informamos que teníamos una entrevista pautada con monseñor Moronta. Él nos esperaba y salió a recibirnos cordialmente.

Nos condujo hasta una pequeña sala de recibo, donde me recibió a solas para la entrevista. Escuchó con atención e interés las razones de mi solicitud. Fue sincero en sus respuestas: no ofreció falsas esperanzas respecto a lo que le pedía, pero el hecho de haber sido escuchado por él, en aquellos días de tanta turbulencia espiritual y humana, fue suficiente para traerme paz.

Días después, el 6 de agosto de 2019, tuve la dicha de escucharle predicar durante la solemnidad del Santo Cristo de La Grita, en ese mismo santuario, ante miles de devotos. Fue una homilía profundamente sentida y teológicamente bien fundamentada, como solía ser su estilo.

Después de aquel encuentro, no volví a verlo en persona, pero mantuvimos cierta comunicación por WhatsApp. Me enviaba con frecuencia los videos de sus reflexiones evangélicas, grabadas para la pastoral vocacional de su diócesis. A veces respondía brevemente a mis comentarios. En mi correo electrónico conservo su última entrega: su Mensaje de Cuaresma, enviado el sábado 20 de febrero de 2021 a las 17:29.

Lamentablemente, al abandonar Venezuela, perdí contacto con la mayoría de mis amistades en el país, incluido él. Aun así, supe de su renuncia como obispo residencial de San Cristóbal y del progresivo deterioro de su salud como obispo emérito.

Conservo varios de sus libros en mi biblioteca en Venezuela. Uno de ellos fue fundamental para la revisión y citación de una tesis sobre el sacerdocio ministerial católico, que ayudé a redactar a un compañero teólogo en el seminario de Mérida. Siempre admiré su agudeza intelectual, la profundidad de sus enseñanzas y la claridad de sus homilías, especialmente en las grandes solemnidades litúrgicas.

Recuerdo también su cercanía con el difunto presidente Hugo Chávez, quien llegó a decir públicamente que, en su opinión, monseñor Moronta era el único obispo venezolano que merecía la dignidad cardenalicia. Sin embargo, tras la muerte del mandatario, monseñor Moronta se convirtió en un firme crítico de las injusticias cometidas por su sucesor, como también lo hicieron los demás obispos del país.

Hoy, al recordar a monseñor Mario Moronta, doy gracias a Dios por su vida, por su ministerio y por su testimonio como pastor fiel, hombre de fe y servidor incansable del pueblo venezolano —en especial del Táchira— y de los devotos del Santo Cristo del Rostro Sereno de La Grita.

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