La Parroquia San Jacinto de El Morro, se ubica en el Municipio
Libertador del Estado Bolivariano de Mérida, encumbrada en lo alto de las
montañas de los andes merideños, es una comunidad parroquial que se remonta al
año 1619, lo que la convierte en seguida en una de las Parroquias más antiguas
de la Arquidiócesis de Mérida, su actual Párroco es el Pbro. Jesús Enrique
García.
Este
pueblo veterano en la religión católica posee interesantes historias, desde
leyendas hasta vivencias reales de lugareños o extraños. Pero hay algo que me
anima a escribir estas líneas, y es precisamente los grandes tesoros del pasado
litúrgico e histórico de la Iglesia Católica que hay, por gracias d Dio, en
esta Parroquia, de igual manera se encuentra una colección de los antiquísimos
folletos del “Boletín Diocesano” fundado por el Ilustre Doctor Antonio Ramón
Silva García, Primer Arzobispo de Mérida, quien en 1915, en una Visita Pastoral
realizada a la Parroquia San Jacinto de El Morro, obsequió una considerable
cantidad de los famosos boletines al Cura Párroco de la época, entre otros
libros, y algunos de orientación pastoral que aún se conservan en la Parroquia.
De
los Misales Romanos MISSALE ROMANUM que
hay, que son 5 en total, el más antiguo data de MDCCCLXXIII (1873), los otros
se fechan en MDCCCLXXVIII (1878); MCMX (1910), que tiene una nota: Propiedad de la Iglesia de Nuestra Señora de
Belen abril de 1912; el otro es de (1912); y el último en orden cronológico es de MCMLIII (1953). Estos
misales son una joya artística, su presencia imponente nos remontan al
verdadero culto eucarístico.
De
los 10 tomos de “boletines diocesanos” que están empastados, hay uno, el
correspondiente a 1898 en adelante, que
tiene una nota aún legible, la cual señala: Pbro.
Juan de Dios Dávila de la Iglesia Parroquial de El Morro. Archivo Parroquial de
San Jacinto de El Morro visitado enero 6 del 1915 +El Obispo.
Hay
un libro de “Instrucción Pastoral del Episcopado Venezolano” que data de 1933,
y tiene una nota que reza: Para la
Iglesia ó Archivo Parroquial de El Morro adquirida por el Pbro. Man. Barillas
stbre 1946.
Luego
se pueden ver dos libros de “Documentos para la historia de la Diócesis de
Mérida” uno de 1905 y otro de 1910, en este último hay una nota que expresa: visitado el 21 de enero del 1912 +El Obispo.
Estos libros son de un valor importante, pues lo que en ellos se puede leer
fue recogido y publicado por el Ilmo. Señor Doctor Antonio Ramón Silva García,
es decir, el mismo que los donó a esta Parroquia, firmados a puño y letra.
También
hay más de 100 folletos de estos Boletines Diocesanos que luego se llamaron
Boletines Eclesiásticos, y cada uno de ellos lleva el nombre del Arzobispo en
la fecha de publicación.
Una
última cosa que quisiera escribir en este artículo, es algo que me llamó la
atención de sobremanera. Leyendo el libro Documentos para la historia de la
Diócesis de Mérida, que corresponde al Pontificado del Ilmo. Señor Hernández
Milanés, conseguí un discurso de este Obispo a los Seminaristas, de inmediato
me interesó y por eso, sobre todo por su contenido, deseo compartirlo con
ustedes, copiándolo exactamente como aparece en el libro de 1910:
Discurso
del Illmo. Señor Hernández Milanés á los Seminaristas.
Quando acepté el Obispado y supe
que había sido compuesto de las extremidades de los vecinos, Santafé y Carácas:
cuando vi las distancias inmensas de aquí á las dos Universidades, y no tuve
noticia, que en esta Ciudad hubiese algún establecimiento de estudios, para
ocurrir á la ignorancia de la Religión, cuyo adelantamiento debe ser el
principal objeto de un Prelado celoso y fiel… confieso que me ocupó una
tristeza demasiada que me hubiera obligado á renunciar la Mitra, si Dios, que
dispone todas las cosas, no me hubiera fortificado y esperanzado.
Con efecto, apenas había llegado á
la Corte, quando supe que el primer Prelado de esta Iglesia, á pesar de sus
pocos años de Prelacía y cortas rentas, había fundado este Seminario, esta
Santa Casa, digna de todo mi aprecio y amor: supe que había dispuesto este
Plantel de jóvenes cristianos, descendientes de las familias mas distinguidas
del Pays, y por esto honrados, y dispuestos á no degenerar de las virtudes, y
nobles procederes de sus Mayores.
Quando me confundieron las primeras
impresiones, y consideraciones de la negra ignorancia, tanto me animaron las
noticias satisfactorias y halagüeñas de este mi Seminario; y más quando al
tiempo que mas me acercaba á vosotros, entendí, que no obstante vuestra
horfandad, habíais adelantado sobre todo lo que se podía esperar en tales, y
tan críticas circunstancias.
Ya supe en Caracas de estos
adelantamientos; ya vuestra aplicación no solamente es allí savida por la fama,
es también conocida por los D.D. y M.M. de aquella Universidad, que han
examinado, y graduado á algunos hijos de esta santa casa; ya se dice casi
generalmente, que el Seminario de Mérida está tan arreglado, sus hijos tan
adelantados, sus estudios tan bien fundados, como lo están los seminaristas de
Caracas, no obstante que aquel cuenta mas de un siglo de fundación, y este
acaba de nacer, y no ha recibido la última mano, no ha experimentado, ni los
socorros, ni los cariños, ni siquiera la presencia de su Padre legitimo, hasta
este dichoso día que le teneis presente.
Consolaos, pues, hijos mios.
Conviértanse ya vtras. lágrimas en alegrías, estad seguros de mi amor paternal,
y de que vosotros sereis el principal objeto de mi ternura, sereis el consuelo
de esta Iglesia, la Esposa de Jesu-Cristo,……. si ocupados de un honor cristiano,
os proponéis cumplir vtras. obligaciones. Y pues estas no pueden cumplirse, sin
saberse, y no podeis saber y entender, sino aquellas, que os han propuesto los
únicos Superiores, que haveis tenido hasta hoy; aquellas que la prudencia les
ha dictado: como sea no solo conveniente, sino necesario escribirlas,
estamparlas, para que las escribáis, y traigáis como atadas á vtro. dedo, según
la expresión de la Escritura, he dispuesto unas Constituciones y Reglas, quanto me ha parecido acomodadas a
vosotros, y circunstancias del Pays, las que se os entregarán muy breve,
governandoos en el entretanto como aquí y según lo que me pareciere mudar,
añadir ó quitar.
Y para dar la última mano á unas Reglas que
han de gobernar á unos alumnos que han de hacer el honor de la Iglesia y el
Estado, para acertar en una materia tan importante, he querido revisarlo antes,
oir á vuestros Superiores y Maestros, oíros á vosotros mismos, porque tal vez
esta visita, que no debe tener otro objeto que vuestro bien me puede servir
para el deseado acierto.
Pedidlo al Señor vosotros en los
exerciceos espirituales que teneis, pedidlo postraos delante de Aquel que es el
principio de todas las cosas, el que dá la ciencia, el que dá la salud para que
concediéndome de balde estos dos bienes, pueda yo concluir obra tan grande, de
modo que le sea grata y á vosotros muy provechosa.
Con esta esperanza en el Señor,
haceos dignos de su amor, observando su Ley Santa de el amor a Dios, amando al
Próximo, amándoos unos á otros, porque en el amor de Dios y de el Próximo
consiste toda la observancia de la Ley, asegurándolo el mismo Jesu-Cristo.
Respetareis, amareis y obedecereis á vuestros Superiores: primeramente al
Prelado, después al Rector, á quien debéis mirar como á Gefe y Cabeza de esta
Comunidad, y que representa a nuestra Persona, al Vice-Rector, que hace las
veces de él, á vuestros Catedráticos. También manifestareis este respeto, este
amor, fuera del Seminario á los Señores Prebendados, á los Superiores seculares,
á todos los hombres; y todos los hombres os amarán y aun respetarán ese
vestido, esa beca, esa insignia de distinción, de honor. Si os acordáis de esa
distinción y honor que os darán precisamente vuestros conciudadanos, ¿cómo
dexareis ese vestido esa beca, esa distinción por cualquiera friolera, por
cualquier disgusto, por cualquiera falta? Cómo dexareis un vestido que guardan
y conservan todos los colegiales para llevarlo hasta el sepulcro aunque hayan
llegado al estado Pontifical?
En prueba de esta verdad, os
manifiesto la que vestí en el mayor de San Bartolomé de Salamanca; ha sido mi
compañero desde el otro lado del mar; irá al sepulcro conmigo, y en el
entretanto me recordará que al colegio donde la recibi debo todo honor, acaso
debo el Obispado; y asi esa beca será de mi estimada siempre como la misma
Mitra. Aquel Real Colegio se gloría de haver dado un santo á la Iglesia, de
haver tenido muchos varones excelentes en ciencia, en virtud y santidad, muchos
Cardenales, muchos entre Arzobispos y Obispos, 2 Patriarcas, muchos Abades
benditos, muchos Auditores de la Rota; y por lo secular, muchos Governadores,
Virreyes, Concejeros, Presidentes, Oidores, Capitanes Generales, Embaxadores;
en fin, muchos empleados en el servicio de la Iglesia y de el Estado, por el
espacio de 400 años.
¿Y quien no podrá esperar que en
los 400 siguientes ha de dar al Estado y á la Iglesia este nuestro Seminario,
si no tantos, por lo menos muchos hijos que le hagan y á su Patria el mayor
honor, y sean el consuelo de la Iglesia?
Yo así lo espero y así lo pido a
Dios, como el que dé á mis hijos ilustrados pensamientos, grandes
satisfacciones y sobre todo, grandes virtudes, en cuyo exercicio crezca, grande
ciencia para que la empleen en servicio de Dios, de la Iglesia y de la Patria,
mientras les dure esta vida para conseguir la eterna.
SANTIAGO
Obispo de Mérida de Maracaybo.
(p.p.
14-18)
P.A
García
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