El Predicador
Es
deber primordial de los Obispos la predicación de la Palabra de Dios, y en su
ayuda están los Presbíteros y los Diáconos. Homilía se entiende por predicación
de la Palabra dentro de la Eucaristía. Aunque el predicador tiene su manera de
ser, personalidad y su propia experiencia de Dios, no debe predicarse a sí
mismo, sino que, debe siempre remitirse a la Palabra de Dios. El predicador es
servidor de la palabra, sabiendo que es una tarea difícil. Se pide que el
perfil del predicador sea el de un enviado, testigo, traductor, y comentador de
la Sagrada Escritura que es Palabra de Dios revelada. El ser predicador se
compone de dos elementos, uno objetivo y otro subjetivo. El elemento objetivo
es la misión, el elemento subjetivo es el modo y manera como se ejerce el
ministerio de la predicación. El
elemento objetivo se basa en la misión. El elemento subjetivo es la competencia
del predicador.
Existen unas dimensiones de la formación Homilética,
al respecto se tiene que en la dimensión
intelectual, el estudio proporciona al predicador los conocimientos
necesarios y le familiariza con el estado actual de la predicación. En la dimensión pastoral se analiza que la
actual predicación debe contrastarse continuamente con dos polos el encargo de
Jesús y la situación. Con la dimensión
humana podemos esclarecer que el predicador esta siempre en relación con
los oyentes, el aprendizaje del arte de predicar incluye también la adquisición
de una competencia personal comunicativa. Finalmente, es necesaria una
formación en la dimensión espiritual,
ya que, la predicación no sólo tiene un tema, no sólo es comunicativa (es por
tanto una relación), sino que hay que entenderla siempre como una acción de la
Iglesia.
Para una eficaz predicación, es necesario tener en
cuenta unas actitudes que favorecen la comunicación, por ello se nombran las
siguientes: Aceptación incondicional del otro (para crear un buen clima de
comunicación); Comprensión empática (meterse en el pellejo del otro);
Autenticidad (aparecer ante la comunidad tal como somos). De igual manera se
deben estudiar las edades del predicador: Para el joven predicador, el primer peligro es la falta de material y, en
consecuencia, la palabrería vacía, el joven debe tener la autenticidad de
mostrarse como joven. La madurez preserva de la exaltación juvenil y de la
resignación de la vejez. Las ventajas del predicador
maduro son la madurez creciente y la fuerza tranquila, recogida. Se está en
la cumbre de la vida, todavía en la plenitud de las fuerzas. El predicador mayor con la vejez le
comienza el peligro del cansancio. Se recuerdan sus mejores años y, en lugar de
predicar desde el presente, se predica en el fondo desde el pasado.
La predicación de los laicos la defiende el CDC: «En
virtud del bautismo y de la confirmación, los fieles laicos son testigos del
anuncio evangélico con sus palabras y con el ejemplo de su vida cristiana,
también pueden ser llamados a cooperar con el obispo y con los presbíteros en
el ejercicio del ministerio de la Palabra» (can 759). Para la homilía se tiene
que solo pueden realizarla los Obispos, Sacerdotes y Diáconos, los laicos
pueden predicar, pero fuera de la celebración de la Eucaristía, ya que el mismo
CDC pone esa salvedad, la predicación de la Palabra de Dios en la liturgia es
llamada homilía y se encarga a los ministros ordenados, la predicación de la
Palabra de Dios fuera de la liturgia puede encargársele a los laicos.
P.A
García
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