Escuchad a la comunidad. Los oyentes
La importancia de los oyentes radica en hacer una
verdadera mirada a la comunidad, ya que es el pueblo otra manifestación del
mismo Dios, es decir, el pueblo es otro libro sagrado. Es por ello que se pide
al predicador que sea un contemplativo de la calle, haciéndose uno más de la
comunidad puede ser capaz de tener clara la situación específica de los oyentes
de sus homilías, se habla entonces de una adaptación en la predica.
El público religioso y la comunidad son dos
variantes en la predicación, por ende se tiene que en las parroquias grandes
debe crearse una comunidad de agentes, donde se estabilice una actividad
concreta, teniendo un conocimiento del lenguaje pagano, se emplea un mejor
lenguaje, que es el cristiano, donde el predicador es capaz de cuestionar la
vida de los oyentes, conociendo sus realidades habituales.
Hay también una influencia del lugar donde viven los
oyentes, se pueden encontrar a individuos ya marcados por tradiciones o
actitudes que serán decisivas a la hora de escuchar la predicación, la
apertura, la capacidad de captación a veces depende de estas. Por eso el
predicador debe preguntarse ¿dónde tienen el corazón los oyentes? Del
conocimiento de su vida dependerá el éxito del mensaje evangélico.
El sacerdote, también como cabeza de la comunidad,
ha de ser un pastor en dialogo con su comunidad, en todo ello debe manejar un
conocimiento amistoso, al igual que una simpatía y bondad en su trato con los
feligreses, ejercitando siempre la paciencia debe evitar por sobre todas las
cosas el chismorreo, sabiendo corregir a las personas cuando sea necesario.
En la predicación los oyentes también pueden
participar como colaboradores de la misma, por ello, a la hora de preparar y de
predicar se hace necesario saber ¿qué mueve a la gente?, ¿de qué se habla?,
¿qué se cuenta en la comunidad?, con ello se da una participación a los fieles
en la homilía, teniendo presente de igual manera lo que estos callan.
Hay unas cuestiones específicas con respecto a la
edad de los oyentes, por ello se pide en primer lugar una adaptación de las
homilías de acuerdo a las edades. En los niños, por ejemplo, no se trata de qué
se dice, sino de cómo se dice, teniendo presente un ambiente de formación,
traduciendo el mensaje a la manera más entendible. Es preciso familiarizar a
los niños con la persona de Jesús, con ello se les está introduciendo a la
comunidad.
Para los jóvenes hay que utilizar un lenguaje muy
optimista, mostrando siempre amor y aceptación, para ello es vital tratar de
actuar y ser con los jóvenes un joven más, así se les conquista desde un
sentido más cercano. En este lenguaje juvenil, y teniendo en cuenta tantos
ataques a la juventud es preciso no hacer una crítica negativa, sin hacer una
positiva.
En el caso de los adultos, es más conveniente
predicar con un deseo de profundización, pues esto es lo que ellos buscan. Hay
que tener bien claro que no todos los grupos de adultos son del mismo estilo,
por ejemplo, hay diversidad en los grupos, cursos, y conocimientos, sin
embargo, será común en ellos la predicación en la perspectiva de la iniciación
y profundización de la fe, alimentado la misma.
Ya para los ancianos es siempre una tentación
considerarlos como una plática fácil, sin embargo, para ellos hay que tener un
mayor nivel de compresión, lo que corresponde a devolverles la dignidad que
muchas veces se les es truncada por la sociedad.
P.A
García
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