Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y
Rafael, rogad por nosotros
Recuerdo aquel domingo 29 de septiembre
de 2013. Ese fue el día glorioso de nuestro ingreso al Seminario. Llegué a la
Iglesia La Tercera, donde funciona el Curso Propedéutico, allí nos esperaban
los presbíteros William José Rosales Rujano y Ramón Olivo Gómez Huiza. No recuerdo
si mi mamá me acompañó, solamente recuerdo que fui el primero en llegar a la
casa, eran un poco más de las dos de la tarde. Conversamos largo rato en el
despacho parroquial y luego pasé a dejar mis maletas en la habitación asignada,
era la del final del pasillo, la más amplia de todas.
Los demás compañeros fueron llegando en
el transcurso de la tarde. No podía bajar a la sala, pues ese era el lugar de
las despedidas de los muchachos y sus familias, aquello era un llanto tras
otro. El padre William me pidió el favor de preparar la cena para todos, era
algo muy fácil, hacer el café y rallar el queso, las arepas de harina de trigo
ya las había preparado una vecina. Aquella noche ingresamos quince jóvenes en
total, éramos dieciséis seleccionados en el cursillo de admisión, pero uno se
echó para atrás y aquel 29 de septiembre no llegó.
Después de cenar, todos en silencio lúgubre
pues nadie se atrevió a pronunciar palabra alguna, nos dirigimos hacia la
iglesia, que es el Santuario de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, allí el
padre Olivo me pidió el favor de dirigir las Completas, la oración para antes
de dormir. Después de la oración recibimos algunas orientaciones y se nos
explicó el horario de la casa, comenzaba una hermosa aventura, el compartir en
una comunidad muy diversa y por ende dificultosa, pero con el paso del tiempo
fuimos limando asperezas como suele suceder en cualquier grupo de personas.
Los fines de semana nos dividíamos en
dos grupos, unos íbamos al Comedor Popular San Martín de Porres de las Hermanas
Dominicas de Santa Rosa de Lima, y el otro grupo iba al Hospicio San Juan de
Dios, de la misma congregación de religiosas. En el comedor popular debíamos
acompañar a las personas con la bendición de los alimentos y las diversas
actividades que se realizaban, como películas, actividades con dinámicas recreativas
y eucaristías. En una ocasión surgió una encarecida discusión entre uno de los
muchachos y yo, el tema era sobre la transubstanciación, todo empezó cuando una
señora se negó a comulgar bajo las dos especies, pues no podía consumir nada de
alcohol, yo le di la razón, ya que el vino consagrado es la Sangre del Señor,
pero sigue conservando los grados de alcohol que lo conforman, el otro
compañero decía que la señora no tenía fe y no creía en el milagro eucarístico.
El tema de la sotana surgió rápidamente,
y para ello el Señor nos presentó a la señora Aides del Carmen Hernández, una
feligrés de La Tercera, que sabía coser y ya se había aventurado a hacer unas
sotanas para los muchachos que estaban pasando al primer año de filosofía. Con otro
compañero y orientado por la señora Aides, fuimos a El Castillo y compramos la
tela negra, se llevaban cuatro metros de tela gabardina stresh. Nunca se me
podrá olvidar la primera vez que me puse la sotana, fue el 10 de diciembre de
2013, ése día nosotros los muchachos del Propedéutico acompañamos a Mons.
Porras en su tradicional Misa de Aguinaldo en el Rectorado de la ULA, pero en
esta ocasión era algo especial, se encontraba de paso las reliquias de Santa
Teresita del Niño Jesús, y era el día de mi cumpleaños número 18. Ese diciembre
el padre William estaba de tours por Tierra Santa, cuando llegó nos dio a todos
un detalle de su viaje.
La rutina del propedéutico era algo más
o menos así: levantada a las 6:30am, oración en el Santuario 7:00am, Santo
Rosario 7:15am, desayuno 7:30am, bajábamos desde La Tercera hasta el Seminario
a clases de 8:00am a 12:10m, luego del rezo de la Hora Sexta íbamos al almuerzo
en el comedor del Seminario Mayor, a la 1:00pm llegando se hacía el aseo,
posteriormente estudio y misa a las 5:00pm, la cena era a las 6:00pm y algunos
días de la semana participábamos del deporte por las noches. También tuvimos
durante este tiempo el Taller de Oración y Vida, con las hermanas Isilia y
Mabelis, y mientras lo hacíamos nos llegó la noticia del fallecimiento del
padre Ignacio Larrañaga, el fundador de los Talleres.
A la casa llegaron unos teclados
nuevos, al parecer el Sr. Arzobispo quería que aprendiéramos a tocar, por eso
se agregó al horario un tiempo de clases de piano con el Prof. Armando Nones,
en esas clases aprendí algunas canciones leyendo las partituras.
Las misiones de diciembre las realicé
en la Parroquia Santa Lucía de Mucuchíes, específicamente en la comunidad de El
Royal, en esa ocasión escribí todo lo sucedido en unas hojas blancas que
obviamente todavía conservo, prometo publicar aquellas notas en cuanto las haya
transcrito en su totalidad. Las misiones de semana santa las realicé en la
Parroquia Santa Rita de Casia de Pueblo Nuevo del Sur, en la comunidad de El
Platanal.
Aquel primer año de formación fue un
gran aprendizaje. En una ocasión tuvimos un retiro espiritual en el Monasterio
Trapense Nuestra Señora de Los Andes, allí comprendí un llamado especial que el
Señor me estaba haciendo, después hablaré sobre eso. También fuimos de paseo a
la Parroquia San Isidro Labrador de Nueva Bolivia, por lo que no participamos
del concurso La Voz del Seminario en su edición del 2014. Al llegar de ese
paseo supimos de a muerte del Pbro. Dr. Néstor Fernández Pacheco, gran
intelectual merideño.
Otra
experiencia que recuerdo con agrado fue la charla de apologética que recibimos
en el Coliseo de Tovar con el Pbro. Luis Toro, actividad a beneficio de la
Fundación Ave María.
La lista de los jóvenes que ingresamos
en 2013 es la siguiente:
Elis Fernando Gutiérrez Rojas, de la Parroquia San Antonio de Padua de Chiguará,
de la Arquidiócesis de Mérida.
Eudes Ovidio Puentes Matheus, de la Parroquia Santuario Inmaculada Concepción de
La Azulita, también de esta Arquidiócesis.
Albert Castillo, de la Parroquia Santa Lucía de Mucuchíes,
actualmente pertenece a la Diócesis de San Fernando de Apure y cursa estudios
de teología.
Gabriel González, perteneció a la Fundación Ave María, ahora está
con los padres dehonianos en Caracas cursando sus estudios.
Luis Campo, de la Diócesis de Machiques, abandonó el seminario
en diciembre de 2017, cursando el I de Teología.
Alexis Hoyos, de la Diócesis de El Vigía San Carlos del Zulia,
estudia la filosofía en el Seminario Diocesano Santo Tomás de Aquino en
Palmira, estado Táchira.
José Luis Arellano, de Canaguá, al salir del propedéutico recibió el
sacramento del matrimonio.
Ricardo Quevedo, de la Diócesis de El Vigía San Carlos del Zulia,
cursa estudios teológicos en el Seminario Nuestra Señora del Pilar en
Barinitas.
Fredy Ramírez, de Nueva Bolivia de la Diócesis de El Vigía San
Carlos del Zulia, abandonó el Seminario en II de filosofía, actualmente reside
en Lima, Perú.
Wilmer Calderón, de la Arquidiócesis de Mérida, Parroquia Nuestra
Señora del Rosario, abandonó el seminario en el I año de filosofía, vive en
Lima, Perú.
Carlos Nava, de La Blanca, Diócesis de El Vigía San Carlos del
Zulia, finalizada la etapa de filosofía decidió abandonar el seminario.
José Daniel Gutiérrez, de la Diócesis de El Vigía, se vio obligado a
dejar el seminario por cuestiones de salud.
Jesús Daniel Torres, de Nueva Bolivia, Diócesis de El Vigía San Carlos
del Zulia, no culminó el año introductorio, se retiró para finalizar sus
estudios universitarios.
Edixon Moreno, de la Diócesis de Machiques, cursa estudios
filosóficos en el Seminario de Mérida.
Muchos son los llamados pero pocos los escogidos
P.A
García