CONCIPIES IN UTERO ET PARIES FILIUM
(Lucas 1, 31)
El 25 de marzo la Iglesia
Católica festeja la Solemnidad de la “Anunciación” de María por parte del
Arcángel Gabriel (Lc 1,28), cuando con palabras divinas este le anunció que
sería la Madre del Mesías, tal como aconteció nueve meses después. Con la
escena evangélica de la “Anunciación”, que también puede ser llamada la
“Encarnación” del Hijo de Dios, la Iglesia y el orbe entero conmemoran el “Día
del niño por nacer”, recordando que en este día se le dijo a María que sería
madre de un niño, aceptando ella la voluntad celestial. El sí de María
representa la Vida para la humanidad, es una imagen del sí de tantas madres que
han aceptado el proyecto de Dios de traer un hijo al mundo, a pesar de las
dificultades y riesgos que esto conlleva.
El espíritu del Cristianismo es
por naturaleza amante de la vida y propagador de ella. La moral cristiana
denuncia públicamente pecados como el aborto, donde se quita la vida a
inocentes, de ahí que la Iglesia exprese con claridad la reprobación de la mentalidad eugenésica, la cual
intenta aceptar el aborto selectivo, pretendiendo medir el valor de
una vida humana siguiendo
sólo parámetros de ‘normalidad’ y de bienestar físico (Evangelium vitae, 63); no es posible que nos adjudiquemos el
derecho a decidir por la vida de los niños por nacer.
La concepción humana es un hecho natural en la que
se ven involucrados los conceptos biológicos y la voluntad de Dios, por eso,
técnicas como la fecundación ‘in vitro’ y todas sus conocidas posibilidades,
son contrarias a la dignidad del embrión de la persona humana, pues se le puede
manipular de tal manera que lesionen el derecho a nacer dentro del matrimonio (Donum vitae, 6); la intención de
procrear debe orientarse siempre desde la natural unión conyugal, esto en
relación a la importancia de respetar el natural desarrollo del feto. La dignidad
de la vida da lugar a un principio inviolable: toda vida
humana debe ser respetada, lo que exige que se proteja y defienda también la
concebida y aún no nacida.
Para comprender la radicalidad de la negación
del aborto es necesario conocer lo que etimológicamente significa esta palabra,
en este sentido, ab-ortus expresa
crudamente “privar de nacimiento”; y su sinónimo latino aborior: matar. Por lo tanto, abortar significa matar a un ser de la
especie humana. Por rigor intelectual se ha de rechazar otra terminología falsa,
como “interrupción voluntaria
del embarazo”, pues en el aborto no hay posibilidad de reanudar la vida como lo implica
la palabra “interrupción”.
Defender la vida a capa y espada no es solo una
pretensión religiosa, por el contrario, la condena del aborto es ya una demanda
científica, dado que los
avances de la medicina muestran que, desde
la concepción, el
cigoto tiene su propio código genético,
de forma que
constituye un individuo distinto
de su madre. Desde el inicio de la ética y de la ciencia médica, el aborto ha
sido condenado.
Ejemplo de esto es el primer Código ético de la medicina, el llamado Juramento Hipocrático, del siglo V a.C. que expresaba:
“Jamás daré a nadie medicamento mortal, por mucho que me lo soliciten; ni
administraré abortivo a mujer
alguna”.
La Iglesia en su defensa de la vida, en su respeto
al niño por nacer, ha determinado la excomunión “latae sententiae” si se produce el aborto (Código de Derecho Canónico,
1398), esto significa que las personas implicadas en el acto, no pueden recibir
los sacramentos de la Iglesia, en razón de su pecado, animándoseles al
arrepentimiento para volver a estar en comunión con la comunidad.
Este 25 de marzo, cuando se conmemora el “día
del niño por nacer”, los cristianos y todas las personas de buena voluntad
deben renovar su compromiso por defender la vida, sabiendo que siempre habrá
posibilidades para sacar adelante una nueva criatura que se gesta en el seno de
una mujer. El génesis de esta fecha es la promoción de la vida humana y su
defensa desde la concepción en el vientre de la madre. Se busca principalmente
concientizar sobre la oportuna necesidad de defender la vida en todas y cada una
de sus etapas. Sí a la vida.
P.A
García
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