lunes, 31 de julio de 2023

Retomando la investigación

“COMITÉ PRO CENTENARIO”

         Aprovechando el feriado decretado para el jueves 27 de julio, me dispuse a ir en horas de la mañana al Archivo Regional de Ayacucho, ya que tengo allí una investigación abierta desde hace un año, para saber de nuevas oportunidades.

         Al llegar al edificio me presenté al personal de recepción y le facilité mi carnet de identificación emitido por Migraciones Perú. Apuntó rápidamente los datos necesarios en el libro de registros y me invitó a pasar al segundo piso, donde atienden al público.

         En la sección donde se solicitan documentos presenté mi carta fechada el pasado 5 de agosto de 2022, para solicitar libros, la misma que había sido recibida y servía como pase a los trámites que yo solicitara ante el Archivo Regional. El personal que me atedió me dijo que no podía acceder a nada, pues según él la documentación que le estaba presentando ya había vencido, pues un año de vigencia es lo acostumbrado por la institución. Le expliqué que efectivamente se vencería en tal caso el próximo 5 de agosto, y ese día estábamos a 27 de julio, por lo que tenía al menos unos días más de validez. Se negó rotundamente alegando que es de enero a diciembre que se cuenta dicha vigencia, es decir, que el documento que yo había presentado en agosto 2022 había vencido en diciembre del mismo año, cosa que no era lógica, pero, en fin, la negativa permanecía.

         Yo no estaba dispuesto a perder el viaje hasta el Archivo Regional, pues me había levantado temprano para eso, a pesar de ser día feriado para mí, por lo que le dije que quería conversar con la persona que hace un año me había recibido muy amablemente, cuestión que no pudo negarme. Me senté a esperar unos minutos hasta que fui atendido. Esta persona me dijo que la documentación vencida no era impedimento para disfrutar de los beneficios a los investigadores, por lo que me invitó a seguir durante la mañana en mis quehaceres académicos en dicha sala, lo que agradecí de inmediato.

         Pedí lo que quería revisar y me fue prestado, como siempre que sucedía en oportunidades anteriores, solo que esta vez me exigieron mascarilla y me facilitaron un par de guantes quirúrgicos para manipular los documentos, lo que me pareció lógico para poder trabajar más seguro.

         Volví a tener en mis manos el libro de actas del “Comité Pro Centenario de la Batalla de Ayacucho” que había leído en su totalidad y que ahora me interesaba más que nunca, al estar cada día más cerca la fiesta bicentenaria de dicha batalla.

         Para efectos de la actualización de los documentos solicitantes para seguir investigando, redacté y firmé la siguiente carta que presenté ante la institución:

 

Ayacucho, 31 de julio de 2023

 

SR. DR. IGNACIO GARAMENDI BERROCAL

Director de la Dirección Regional de Archivo de Ayacucho

 

Estimado doctor Ignacio, reciba mis cordiales saludos, deseándole éxitos en su labor.

La presente misiva tiene como principal finalidad renovar la autorización para continuar con mi investigación iniciada el pasado 5 de agosto de 2022, en la que he accedido al material del Archivo en la búsqueda de información referente a las estatuas ecuestres de Bolívar y Sucre que se encuentran en esta ciudad de Ayacucho.

Como en aquella oportunidad manifiesto ahora que la investigación se realiza con fines divulgativos mediante las redes sociales de Blogger y canal de YouTube personales; a la vez que renuevo mi deseo de dejar copias en esta institución de las conclusiones de dicha investigación una vez se dé por terminada.

Deseo también manifestar mi intención de transcribir digitalmente en su totalidad el libro de actas del “Comité Pro Centenario de la Batalla de Ayacucho”, que reposa en esta institución en el legajo N.º 29, años 1918-1951, el cual solo presenta contenidos desde el folio 1 al 157, estando totalmente vacíos los siguientes folios hasta el 378, que es el final; para lo cual me sería oportuno hacer uso de mi computadora portátil en la sala de investigadores.

No representando a ninguna institución, me presento como investigador aficionado con amplia experiencia en el contacto con documentos antiguos.

Sin más a que hacer referencia, me despido de usted.

Pedro Andrés García Barillas

CPP N.º 0014370990

pedgar080@gmail.com

Celular 931254339

 

Ref.: secretario del Arzobispado de Ayacucho 2023

 

P.A

García

lunes, 24 de julio de 2023

240 natalicio del Libertador

BOLÍVAR EN AYACUCHO


Hoy es 24 de julio y se cumplen 240 años del natalicio del Libertador Simón Bolívar, quien nació en Caracas, siendo esta ciudad la capital de la Capitanía General de Venezuela en 1783.

Bolívar estuvo en la ciudad de Huamanga, la actual Ayacucho, después de la batalla de Junín en agosto de 1824, y antes de la batalla de Ayacucho, en diciembre del mismo año, de la cual no participó. A su paso por Huamanga observó y quedó maravillado por las hermosas montañas serranas de esta ciudad de las 33 iglesias y despachó con determinación en favor de los habitantes de la época que solicitaban la devolución de las propiedades que le habían sido confiscadas por los realistas.

De la estancia de Bolívar en esta ciudad se recuerda en el imaginario popular una anécdota en un par de versiones, contradictorias una de otra, y es que en primer lugar se sitúa un baile de distinguidas personalidades al que asistió también Bolívar, quien, al bailar con la joven más hermosa de la ciudad, se atrevió a darle un beso que fue respondido con una deshonrosa bofetada. La otra versión indica que el beso nunca fue dado, pues la doncella advertida por las pretensiones de don Simón, lo esquivó agachando la cabeza, y acto seguido al erguirse hirió con su peineta la nariz del Libertador perforándole hasta hacerlo derramar sangre. En ambas fábulas se enaltece el coraje y dignidad de la mujer huamanguina y la supuesta caballerosidad de Bolívar al comportarse en supuestas situaciones con calma y consecuente generosidad.

Lo cierto es que Bolívar estuvo por aquí al mando de su Ejército Unido Libertador y en compañía de su secretario José Faustino Sánchez Carrión, de quien se conservan cartas firmadas de su puño y letra expedidas en el Cuartel General de Huamanga, una casona que todavía está en pie y que sirvió de despacho militar del Libertador en septiembre 1824.

Al cumplirse el 150 aniversario de la Batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1974, se inauguró la estatua ecuestre de Bolívar en la Plaza que lleva su nombre, ubicada en la Asociación Licenciados, en la avenida Independencia. En esta estatua podemos contemplar a Simón Bolívar montado en su caballo galopante en dirección hacia el centro de la ciudad de Ayacucho, de la que él mismo decretó su cambio de nombre en febrero de 1825, para perpetuar la gesta liderada por Sucre, el gran Mariscal de Ayacucho. El pedestal de la ecuestre muestra en señorial bronce una placa con la inscripción dedicatoria: “A Simón Bolívar vencedor de Junín y Ayacucho. Libertador de Colombia, Ecuador, Bolivia, Panamá y Venezuela. Fundador de Bolivia. 1824-Ayacucho-9 de diciembre de 1974.” De ahí la afirmación de que Bolívar es padre de cinco naciones e hijo de una de ellas.

Aprovecho la oportunidad para recomendar un trabajo documental de TVPerú sobre la presencia de Bolívar en esta república, y es que el famoso programa “Sucedió en el Perú” conducido por Norma Martínez publicó hace poco su reportaje sobre este tema, desde la perspectiva más objetiva y fiel a la cronología histórica, dejando a un lado toda mezquindad y recelo sobre la figura del Libertador del Perú. En menos de 50 minutos se presenta al espectador los hechos más resaltantes de la gestión bolivariana, dejando claro que el Libertador vino a estas tierras invitado por el Congreso, el mismo que le otorgó el título de dictador el 10 de febrero de 1824.

Es cierto que la figura de Bolívar no deja de despertar admiración en unos como rechazo en otros, lo justo sería pensar que fue un gran hombre con luces y sombras, más luces que sombras, diría yo, pero que, en definitiva, fue grande por lo que logró y más aún por lo que pensó y dejó por escrito. Ya vemos que el actuar muchas veces es insuficiente, quedando el verdadero tesoro en lo utópico del pensamiento humano.

Ser bolivariano, en la actualidad, no tiene por qué significar un odio a lo hispano, pues esto es un grave error. Ser bolivariano es sentirse parte de una patria grande llamada América en la que todos deberíamos tratarnos como hermanos, arroparnos bajo el manto protector de la fe católica y reconocer que tenemos por padre a Bolívar y por madre a España y su cultura.

No olvidemos el esfuerzo y la sangre derramada de quienes nos precedieron y nos enseñaron a valorar cada centímetro del suelo que pisamos. Borremos las fronteras de la indiferencia y los hirientes nacionalismos y vivamos apostando por la unión de nuestros países, respetando diferencias y fortaleciendo lazos de amistad y cooperación mutua, que es el verdadero ideal bolivariano.

¡Viva Bolívar!

P.A

García

miércoles, 19 de julio de 2023

Los cuatro niños que el cerro sepultó

OTRA LEYENDA PARA LA PLAYA


En la precariedad de la primera década del siglo XVII, cuando apenas se confiaba por voz popular en que más allá del horizonte había grandes pueblos y ciudades de blancos, un grupo de niños conformado por tres españoles y un indio gandul, salieron luego de almorzar a pasear contentos por los campos cercanos a su casa, junto a los predios donde tranquilo pastaba el ganado de más de quinientas cabezas. No se irían muy lejos, pues eran de edades menores, ya que tan solo contaban entre diez y doce años de edad.

La cocinera de la casona, después de dar de comer a todos por igual, despidió la comitiva de cuatro ingenuos infantes, que se despedían por solo un par de horas, pues iban dispuestos a conocer lo que a regañadientes el indio les mostrase, para divertirse un rato y regresar antes de que el sol se ocultase. No tenían permitido jugar hasta el anochecer, pues los peligros nocturnos y lo imprevisible del tiempo les hacía resguardarse temprano.

Por el camino el indio en su desazón les fue contando a los otros tres lo que para él era la más fabulosa historia que le había narrado su abuela, sobre una princesa de su tribu que, cincuenta años atrás, antes de casarse con su prometido, lo había visto morir tras ser herido en una desigual batalla que se libró en los tupidos bosques de lo que sería el pueblo de la Veracruz, cuando llegaron los hombres blancos y barbados vestidos de metal sobre enormes bestias. El indio les narró con detalles cómo la princesa, que se llamaba Carú, llevó desesperada en brazos el cuerpo sin vida de su prometido el valeroso Toquisay hacia lo alto de una montaña, para implorar a las divinidades que le devolviera la vida, pero al no conseguir respuesta, estalló en llanto tan sonoro y tan profundo que, de las lágrimas de la princesa, se formó un torrente de agua que caía sobre una piedra desnuda, y que hasta sus días fluía en recuerdo de aquel penoso hecho.

Uno de los tres niños españoles, el mayor de todos, dudoso de lo que el indio les contaba, preguntó interesado por el lugar exacto del acontecimiento, a lo que el ingenioso indígena respondió precisando que, en el próximo viaje al Valle del Espíritu Santo, cuando los llevasen a ellos a recibir la confirmación y a él para ser bautizado, les mostraría el lugar donde se lograba observar la cascada de la princesa Carú que murió por amor, a espaldas de donde se había fundado el pueblo de los indios Bailadores, no muy lejos del lugar donde se hallaban.

Los niños quedaron esperanzados, pues para viajar a La Grita faltaba poco tiempo, ya que, según las fechas mencionadas por sus padres en la conversación del almuerzo, ese mismo día estaba por llegar un sacerdote agustino que venía de regreso de Mérida en dirección a Nueva Pamplona y que les daría las indicaciones para que todos en la familia pudieran estar preparados para recibir los sacramentos que les hacía falta. Pero lo que no sabían los niños era que aquel sacerdote ya había pasado por su casa y dejando el recado a sus padres, y, al no conseguirlos a ellos, dejó dicho que subieran el próximo domingo a una casa del casi extinto pueblo de los Bailadores, para allí recibir la catequesis junto a los demás catecúmenos de la zona. Aquellos tres nunca lograrían ser confirmados y el indiecillo moriría sin la inmersión en las aguas que le otorgarían el título de cristiano.

Tenían rato jugando, imaginando que las vacas y toros eran fieles servidores de un imaginario reino conformado por tres reyes españoles y un solo esclavo indígena, pero sus destinos estaban por cambiar drásticamente. Las bestias bramaron y cayeron de rodillas, cuando a las tres de la tarde empezó a agitarse la tierra de manera tan estrepitosa que no podían mantenerse en pie, firmes, pues sus piernas se quebraban por la inestabilidad del suelo. Los cuatro niños desorientados empezaron a llorar y a pegar alaridos de auxilio e intentaron correr en dirección a la casona, pero no pudieron lograr su cometido, pues observaron impotentes cómo una montaña entera se venía como una pluma sobre ellos, sin siquiera darles oportunidad de alejarse del peligro; los cuatro vieron oscurecerse sus vidas a plena luz del día. Inútilmente se acurrucaron todos juntos y se cubrieron la cabeza, y en posición fetal, mientras oraban al ángel de la guarda, fueron enterrados vivos por la gran masa de tierra que cayó sobre ellos, sepultándolos para la eternidad en el sitio donde en días sucesivos se formaría una inmensa laguna, pues el cerro desplomado había cortado la circulación natural del río que bajaba de los páramos altos del Valle de los Bailadores, casi en contrapuesto al punto donde empieza el Valle del Espíritu Santo de La Grita, donde también se sintió el terremoto y hubo igualmente víctimas fatales.

         Pasada la calamidad y aún temblorosos por el acontecimiento, los angustiosos padres de aquellas víctimas inocentes iniciaron la desesperada búsqueda, primero corrieron al río de las zarzas, pero no los hallaron allí, todo esfuerzo fue en vano. Uno de los adultos que estuvo presente en el almuerzo recordó que los niños habían convencido al indio que los llevase a conocer nuevas tierras, emulando en parte las faenas de sus padre y abuelos, quienes habían llegado de España, para descubrir y evangelizar para Dios las tierras que a su paso encontraran fértiles y habitadas por naturales.

         Los pocos que sobrevivieron a aquel desastre natural empezaron a preguntarse por qué motivo habría sucedido tal mortandad y desorden en la naturaleza, y es que, se supo luego, el sacerdote visitante había profetizado el mal que azotaría al Valle, pues en su paso por allí, había sido blasfemado el sagrado nombre de Dios, con la pretensión que tuvo alguno de jactarse de sus riquezas sin dar crédito al verdadero sustento de su vida, el Señor Dios, Creador de todo cuanto existe. Para aquel sacerdote no era posible que semejante soberbia y orgullo, solo comparada con la del mismísimo Satanás, quedara impune ante la justicia celestial.

         Esta es la desafortunada historia de cuatro indefensos niños que fueron tragados por la tierra, en el día de san Blas, el 3 de febrero de 1610, medio siglo después de que el capitán Juan Rodríguez Suárez descubriera, conquistara y fundara la ciudad de Santiago de los Caballeros de Mérida (1558), cuando en el Valle de los Bailadores, -por donde primero tuvo que pasar dicho capitán antes de observar maravillado la Sierra Nevada- habitaban laboriosos españoles e indígenas de las tribus que primero presentaron resistencia para luego constituirse en súbditos de la Corona; estas familias asentadas en el hermoso valle de seguro habían sabido o participado de la fundación en 1601 del pueblo de la Cruz de los Bailadores, y ya para 1610, fecha en que se sitúa este relato, estarían debidamente asentadas, sus tierras distribuidas, sus casas bien levantadas y en avanzada el proceso de integración con los lugareños.

         Dos meses después del terremoto, los pocos que quedaron vivos en el valle donde se desplomó el cerro, vieron que el agua les llegaba al cuello, pues no salía agua de la mucha que le entraba por el río y quebradas que le alimentaban. Conscientes de que no podían vivir con sus casas derrumbadas y amenazadas por el nivel del agua que no paraba de subir, decidieron correr con sus pertenencias a un lugar más elevado, y prefirieron una sencilla meseta a mano derecha, en la cual se ubicaron poniéndose a salvo del agua, era el día 5 de abril, y en honor al santo del día, pidieron a san Vicente Ferrer, patrono de convento dominico fundado en Mérida (1568), la intercesión para prosperar allí y verse librados de todo fenómeno natural. Los años fueron pasando y en algún momento, las familias consolidadas fueron creciendo, los pobladores por fe y devoción al santo predicador, recibieron una hermosa tablita con la imagen del valenciano pintada al óleo, para la cual edificaron un sencillo templo en terrenos de la reconocida familia Escalante, seguros descendientes del encomendero Francisco de Escalante testigo de 1610, quienes llegado el año de 1829, decidieron sus hijos herederos entregar en posesión del obispo de Mérida, para así completar el agradecimiento de lo que en favor de ellos había obrado la fe en san Vicente Ferrer.

         Es así como hoy La Playa y específicamente el sector El Volcán se levanta sobre los cuerpos de estas cuatro pueriles víctimas, que un día salieron de casa a divertirse y consiguieron la muerte de manera inesperada, para el recuerdo de sus familiares y tal como lo escribió dos años después del suceso el fraile franciscano español Pedro Simón, quien conoció la zona y escuchó los relatos de lo ocurrido en el año 1612, cuando todavía vibraba el recuerdo de los que lloraban la desaparición de sus niños.

         Cuatro inocentes víctimas prestan su inmensa sepultura a todo un pueblo pujante y laborioso que desconoce su historia convertida en leyenda.

P.A

García

Carta a Cristhian Fabián

SANTACRUCENSE 


Ayacucho, 19 de julio de 2023

 

SR. CRISTHIAN FABIÁN MÁRQUEZ PEREIRA

Seminarista de la Diócesis de San Fernando de Apure

 

Estimado hermano en la vocación:

Me complazco en saludarlo muy cordialmente en el día de su cumpleaños. Pido al Señor le bendiga y fortalezca su llamado al sacerdocio ministerial católico, para que cada día pueda ser más amigo de Jesús y configurarse según su corazón de Buen Pastor, donde todos quepan y todos reciban consuelo y misericordia.

Sé que su desempeño en todo ha sido óptimo, buscando agradar solo a Dios que ve en lo secreto y en los detalles pequeños la grandeza de una vida consciente del llamado a la santidad.

Le animo a seguir siendo un joven ejemplar en la manera de pensar, de actuar y de vivir la fe católica, de la que, estoy totalmente seguro, es usted un relicario privilegiado, pues así lo ha demostrado siempre, con espíritu sacrificado y firme ante las dificultades propias de una vida que desea ardientemente consagrarse al servicio de Dios en su Iglesia.

Desde estas tierras de los Andes peruanos le recuerdo siempre en mis pobres oraciones, pues fueron buenos los momentos compartidos en nuestra vivencia en el Seminario Arquidiocesano “San Buenaventura” de Mérida, la casa que nos acogió para iniciarnos en la formación sacerdotal. Recuerdo con especial alegría la experiencia misionera que tuvimos en el Vicariato Apostólico del Caroní, cuando juntos conocimos y evangelizamos la Gran Sabana, aunque en comunidades distintas, la experiencia fue similar, pues compartimos también el dolor de ver fallecer a un hermano seminarista. Cómo no recordar las interminables charlas nocturnas en el seminario sobre los temas más actuales y de profundidad filosófica y teológica, a la par de gustosos cafés con pan, la mayoría de las veces. Por todo esto, alabado sea nuestro Dios.

Hermano querido, sigo encomendándolo para que juntos un día podamos celebrar la Eucaristía y alegrarnos del llamado que hemos recibido, el de ser sacerdotes santos, según el corazón de Cristo.

Suyo en Cristo.

P.A

García

sábado, 15 de julio de 2023

Reliquia ex indumentis de san Josemaría Escrivá

“EX INUMENTIS”


         El Catecismo de la Iglesia Católica en su numeral 1674 nos dice de las reliquias de los santos que su veneración prolonga la vida litúrgica de la Iglesia, y más adelante indica que esto ha de “preparar a los hombres para recibir el fruto de los sacramentos y santificar las diversas circunstancias de la vida” (cf. 1677), es decir, allí donde se venere una reliquia de un santo, se recuerda especialmente su vida y entrega a Dios.

         El Vaticano II afirma: “De acuerdo con la tradición, la Iglesia rinde culto a los santos y venera sus imágenes y reliquias auténticas.” (Constitución “Sacrosanctum Concilium” n°111), así que no es cosa inventada a ultima hora, sino que es tradición en la Iglesia venerar las reliquias de los santos.

         Una mujer en el evangelio se acercó a Jesús creyendo que por tocar su ropa quedaría sana, y lo mejor fue que así sucedió, pero no fue por el hecho de tocar la túnica del maestro, sino porque tenía fe. La fe es el sustento de la vida, sin fe no se tiene esperanza ni caridad. El cristiano ha de acercarse a las reliquias de los santos con fe, no con superstición. El objeto no cura ni salva, sino Dios en su infinito poder.

         El pasado 13 de junio, en la festividad de san Antonio de Padua, asistí a la reunión del clero ayacuchano para acompañar al arzobispo en sus gestiones y avisos generales a los párrocos asistentes. Dentro de los sacerdotes estaba también un padre del Opus Dei que viene asistiendo a estas reuniones para encontrarse con un grupo cercano a la espiritualidad de la Obra. A él le dirigí la petición que tengo desde hace varios años, de tener una reliquia ex indumentis de la sotana de san Josemaría Escrivá para mi devoción personal. Este sacerdote muy serenamente me indicó que la próxima vez que viniera a Ayacucho me traería lo solicitado. Y felizmente cumplió.

         El martes 11 de julio de 2023, a las 11:45 a.m., mientras arreglaba los libros de la secretaría del Arzobispado, recibí la visita del padre de la Obra que me traía la estampa con la reliquia del santo español. Sacó un pequeño sobre amarillo del bolsillo de su camisa y me entregó en las manos el compromiso que había adquirido conmigo hacía casi un mes. Quise de inmediato fijarme en la estampa, pero por decencia me contuve hasta finalizada la breve conversación con el sacerdote que venía de Lima. Él se fue para el seminario a encontrarse con los otros padres y yo me quedé contentísimo contemplando por fin la reliquia, un pedacito de la sotana de san Josemaría, entre mis manos. De inmediato pensé en mandarla a enmarcar o comprarle un portarretrato para protegerla y poder venerarla como Dios manda.

         En la noche me dispuse a buscar en todos los locales del centro de la ciudad un portarretratos que fuera idóneo para ubicar la reliquia, pero no lo hallé, por lo que tuve que visitar la marquetería más popular, y efectivamente, allí dejé el encargo con la intención de buscarlo al día siguiente, lo cual ocurrió como era de esperarse, sin embargo, mi madre y yo nos dimos cuenta que la estampa no estaba centrada en el cuadro, sino que estaba muy esquinada hacia los márgenes izquierdos, notablemente a la vista de cualquier persona, por ende tuvimos que dejarlo para su acomodo y buscarlo el día siguiente.

         Luego de una segunda corrección finalmente recogí la reliquia enmarcada y la llevé a la misa a la catedral, al final de la misma la presenté al arzobispo quien la besó y sugirió que la guardara con devoción. Gracias a Dios ya tengo mi reliquia, un pedacito de la sotana de san Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás, fundador del Opus Dei.

P.A

García

domingo, 9 de julio de 2023

El Cantar del Mio Cid: resumen.

“EL CAMPEADOR”


         Con altísimas pretensiones de resumir la historia, me animo a escribir unas breves palabras al respecto, pues, tuve la oportunidad de escuchar, no leer, la totalidad del Cantar del Mio Cid, en un audiolibro de acceso libre en la más famosa plataforma de videos. Fueron casi tres horas consecutivas de una voz masculina natural en perfecta lectura que me fue narrando cada uno de los tres cantares de los que se compone el texto atribuido por algunos a Per Abad en 1207. Mientras empastaba con mis propias manos un cúmulo importante de hojas que deseo conservar en mi biblioteca, fui escuchando sin distracción alguna la lectura íntegra de esta gesta posiblemente anónima, cuyo protagonista es don Rodrigo Díaz, oriundo de Vivar, una población castellana del norte de España, cuya fortuna apeó en desgracia al enemistarse con el rey Alfonso VI por envidias y mentiras que en su contra idearon los adversarios jurados.

Lo más maravilloso de este relato es que está escrito en prosa, con aproximadamente 3735 versos, siendo la primera obra poética de tal magnitud escrita en castellano. El libro en físico yo lo tengo comprado desde el 1 de octubre de 2021, el cual adquirí en una feria en el centro de la ciudad de Ayacucho, sin embargo solo me había limitado a revisarlo por encima, sin leerlo como se debe, y ya vemos que no fue necesario, pues esta edición es una adaptación juvenil que en nada es fiel al texto original, siéndome provechosas solamente las anotaciones críticas e históricas que aparecen generosas al pie de las páginas.

Según el texto en físico que poseo son en total tres cantares o libros, subdivididos cada uno en nueve capítulos. El Cantar Primero se titula “El Cid en el destierro”, y se cuenta cómo Rodrigo Díaz de Vivar es desterrado por el rey Alfonso, teniendo que ir con los suyos hasta las proximidades de Burgos, para luego ser aconsejado por Martín Antolínez para que consiga dinero de unos judíos dejándoles dos cofres llenos de arena. La esposa del Cid Campeador, doña Jimena, y sus dos hijas, doña Elvira y doña Sol, son resguardadas en el monasterio de San Pero de Cardeña. Antes de salir del reino de Castilla, el arcángel Gabriel se aparece en sueños al Cid para animarle a seguir cabalgando, asegurándole la protección de Dios. Por aquellas épocas la invasión musulmana de la península ibérica obligó al paso de Rodrigo Díaz de Vivar a librar batalla contra los moros, derrotándoles con audacia y aprovechando las proezas y riquezas bien habidas para enviarle presentes al rey don Alfonso, los cuales son recibidos por este, pero sin llegar a levantarle el destierro. Finaliza este Cantar Primero con la clemencia que tuvo el Cid para con el conde de Barcelona, quien después de haber sido derrotado por el Campeador, es liberado luego de una prisión en la que se le obligó a comer y beber como única condición para optar clemencia de don Rodrigo Díaz de Vivar.

El Cantar Segundo, narra “Las bodas de las hijas del Cid”, pero sin antes dejar de precisar las victorias contra los reinos moros de Valencia y Sevilla, de cuyas caballerías vuelve a valerse don Rodrigo para agasajar al rey Alfonso, consiguiendo de Su Majestad le permitiese traer para Valencia a su esposa e hijas que aguardaban en el monasterio de Cardeña. Es en Valencia donde el Cid Campeador nombra obispo a don Jerónimo, un sacerdote que había oído hablar de la guerra santa contra los moros y, admirando al Cid, se había presentado ante él para solicitarle le permitiese participar en batalla. Sigue en Cantar con las victorias consecutivas que tiene Ruy Díaz en las batallas contra los reyes y emires de Marruecos, para alegría de él y angustia de su mujer. El rey decide levantar el destierro al Cid y consiguen reunirse ambos a las orillas del rio Tajo, seguidamente el rey pide al Cid que sus hijas fueran dadas por esposas a los infantes de Carrión, don Diego y don Fernando González, del reino de León, del cual también era soberano don Alfonso. A don Rodrigo no le agradó tal petición, pero aceptó las nupcias para no desairar al rey. las bodas se celebraron en Valencia con mucha pompa y dotes.

El Cantar Tercero, último tramo de esta interesante historia, “La afrenta de Corpes”, explica con detalle un curioso espectáculo en el que, escapándose un león de una jaula, hizo quedar en ridículo a los yernos del Cid, pues actuaron con cobardía ante el peligro que significaba la fiera liberada, y para mayor deshonra de los infantes de Carrión, fue el mismo don Rodrigo quien imperioso devolvió al felino a su lugar. A partir de este episodio los infantes de Carrión maquinan en sus mentes la venganza contra el Cid y sus caballeros. Del conde de Barcelona el Cid había tomado la espada Colada en el último capítulo del Primer Cantar, y en este último ganó del rey Búcar de Marruecos la espada Tizona, ambas armas de gran valía serían parte de a dote del Cid a sus yernos don Diego y don Fernando, los infantes de Carrión. En el robledal de Corpes ultrajaron a sus esposas, quitándoles la ropa y azotándolas hasta el cansancio, dejándolas por muertas prosiguieron su camino hacia Carrión. Doña Elvira y doña Sol son socorridas por un primero suyo y llevada de vuelta a Valencia. Ruy Díaz herido en su honor reclama a don Alfonso, quien convoca las cortes en Toledo para reparar el daño de los infantes, a quienes les corresponde devolver el dinero de las dotes, las espadas y librar batalla con caballeros del Cid, para ser derrotados en su honor. Finaliza el Cantar Tercero con las nuevas nupcias de doña Elvira y doña Sol con los infantes de Navarra y de Aragón, para feliz reparación de estas. El Cid Campeador, don Rodrigo Díaz de Vivar fallece en Pascua de resurrección.

El aspecto religioso está muy presente en toda la obra, como es de esperarse dadas las fechas de su redacción. En este sentido me gustaría solo apuntar un breve texto del Cantar Primero, capítulo IV, en cuyo contexto se puede ubicar a doña Jimena, postrada ante un altar, elevando una oración a Dios en la que suplicaba la protección de su marido con estas hermosas palabras:

¡Tú, Señor glorioso,

padre que en el cielo estás,

que hiciste el cielo y la tierra,

y al tercero día el mar,

que hiciste luna y estrellas,

y el sol para calentar,

que en Santa María Madre

fuiste carne a tomar,

y que naciste en Belén

conforme a tu voluntad;

tú, que por nuestra tierra

anduviste treinta y dos años,

enseñándonos milagros

que nunca se han de olvidar,

que del agua hiciste vino

y de los guijarros pan,

que a Lázaro resucitaste

porque sí fue tu voluntad,

que dejaste te prendieran

y te llevaran al Gólgota

y que en la cruz te dejaste clavar;

tú, que del sepulcro supiste resucitar,

y a los infiernos bajaste,

las almas de los justos a rescatar;

a ti, rey de los reyes,

Padre de la humanidad,

a ti adoro y en ti creo

con toda mi voluntad,

y a San Pedro ahora le pido

que me ayude a rogar

por Mio Cid el Campeador,

para que entre tú y él

le guardéis de todo mal,

y que, si hoy nos separamos,

vivos nos vuelva a juntar!

 

Como podrán apreciar, este texto del Cantar del Mio Cid es propiamente un símbolo de la fe o Credo escrito en versos, muy admirable y bastante exacto en la manera de presentar las principales verdades de la fe católica.

Hasta aquí mi comentario sobre este maravilloso texto legendario cuya historia puede ser seguida por las crónicas de la época. La historia del Cid es la de todos aquellos hombres y mujeres que hemos sido desterrados por las envidias e inventos de aquellos que poco aprecio nos guardan. Dios quiera y tengamos honra final, cual Campeadores del mundo.

 

P.A

García

sábado, 1 de julio de 2023

Diplomatura en Teología PUCP

TEOLÓGICAMENTE

Ayacucho, 19 de junio de 2023

 

LIC. ROLANDO IBERICO RUIZ

Coordinador de la Diplomatura de Estudio en Teología

Pontificia Universidad Católica del Perú

 

CARTA DE MOTIVACIÓN

 

La formación teológica del laicado católico centra su importancia en cuanto a que es una sincera búsqueda de las razones de la esperanza que compartimos en la fe (cf. 1 Pedro 3, 15). Qué mayor motivación para profundizar en las ciencias de Dios que el acercamiento a Jesús a través del estudio bíblico y sistemático de la Teología como ciencia sagrada que busca ser vivida y asimilada con el mismo ejercicio académico.

Consciente de mi llamado a prepararme diligentemente para predicar el Reino de los Cielos y en respuesta al mismo, considero una valiosa oportunidad el cursar estudios en esta Diplomatura del Departamento Académico de Teología y la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Pontificia Universidad Católica del Perú, pues confió en que me brindará las herramientas doctrinales necesarias para seguir configurándome como discípulo misionero de nuestro Señor.

La Iglesia de nuestros días necesita de jóvenes valientes y comprometidos con el Evangelio de Jesucristo, y en este sentido los estudios teológicos propuestos en el pensum de esta Diplomatura son una eficaz contribución para que se profundice en mí el compromiso cristiano de servir a esta patria y a la Iglesia con una vida y testimonio fundados sobre la roca sólida de la doctrina católica, pues en ambos ciclos de estudios se estructura eficientemente lo más básico que ha de comprenderse a la hora de adentrarnos a la Teología con la firme intención de servir a los demás en lo referente a la transmisión de la fe como misterio revelado.

Manifiesto mi total adhesión al plan de estudios de esta Diplomatura y confió mi formación durante el año 2023-2024 a este distinguido equipo docente de la PUCP para el cual pido a Dios que les bendiga y les dé la perseverancia y alegría cristianas hasta el final.

Pedro García

         Por su parte el arzobispo de Ayacucho apoyó esta idea con las siguientes palabras:

Ayacucho, 19 de junio de 2023

 

CARTA N.° 024-2023

LIC.ROLANDO IBERICO RUIZ

Coordinador de la Diplomatura de Estudio en Teología Pontificia Universidad Católica del Perú

 

Apreciado profesor:

Enterado de la Diplomatura de Estudio en Teología reciba mi reconocimiento y gratitud por este servicio con las facilidades del sistema virtual que expresa la dedicación de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Aprovecho estas líneas para felicitarlo por la publicación "La república católica dividida: ultramontanos y liberales-regalistas (Lima, 1855-1860)" que pronto estudiaré.

Comparte de cerca en la administración de la Curia Arzobispal de Ayacucho don Pedro Andrés García Barillas con CPP N.º 001470990, que deseo siga profundizando en los estudios teológicos. Como migrante venezolano se identifica con nuestro ambiente andino y es una promesa para la evangelización.

Agradezco sea contado entre los beneficiarios de una BECA.

Renovando mis sentimientos de estima al Sr. Rector y miembros de la Asamblea Universitaria que tuve la satisfacción de conocer.

Cordialmente:

+Mons. Salvador Piñeiro García Calderón

Arzobispo Metropolitano de Ayacucho

 

P.A

García