VISIÓN ANTROPOLÓGICA DEL SUFRIMIENTO
¿Por qué sufre el hombre?
Si por antropología entendemos lo que la doctrina
cristiana enseña a propósito del hombre, e intentamos dar con lo que es más
característico, convendremos en que, para el cristianismo, el hombre es, antes
que nada, un ser en proceso de formación; «un ser que se hace»[1],
un «ser en camino, un ser de paso»[2]
hacia una perfección que todavía no posee. De allí que el sufrimiento se
encuentre implícito en dicho proceso como elemento necesario. Así como los
metales necesitan un proceso para alcanzar una utilidad, así el hombre, a
través del sufrimiento, logra en sí la perfección a la que está llamado.
Es así como el
sufrimiento parece pertenecer a la trascendencia del hombre; es uno de esos
puntos en los que el hombre está en cierto sentido «destinado» a superarse a sí
mismo, y de manera misteriosa es llamado a hacerlo[3].
¿Cuál es la causa del sufrimiento?
Cuestionarse sobre el sufrimiento es menester de la razón humana, puesto que es
una realidad presente en toda su existencia. En primer lugar, se acostumbra a
decir que la causa del sufrimiento humano es el pecado original, esto desde la
perspectiva cristiana, sin embargo, para referirse al sufrimiento desde el
punto de vista ateo, se considera que el mismo es incomprensible, puesto que,
los niños sufren y, aparentemente, son inocentes del pecado. Hay que entender
que el sufrimiento puede ser físico, mental o emocional. Muchas son las razones
por las que el hombre puede sufrir, por ejemplo, el daño que se ocasiona como
el resultado de la guerra, la avaricia comercial, las crisis sociales, las
enfermedades, los accidentes, los desastres naturales, los actos y las
expresiones faltos de caridad por parte de otras personas, el darse cuenta de
una calamidad inmediata y la misma ignorancia del hombre.
¿Permite Dios el sufrimiento? Pretender
atribuir a Dios el sufrimiento, no está bien visto, y menos desde el cristianismo,
ya que Jesús, el Hijo de Dios, nos ha mostrado un evangelio lleno de
misericordia. La causa del pecado, encuentra su cognición en el mal uso de la
libertad. En el caso del justo Job, se contesta la verdad del principio que
identifica el sufrimiento con el castigo del pecado y lo hace en base a su
propia experiencia. En efecto, él es consciente de no haber merecido tal
castigo, y expone el bien que ha hecho a lo largo de su vida. Al final es Dios
mismo quien reprocha a los amigos de Job por sus acusaciones y reconoce que Job
no es culpable. El suyo es el sufrimiento de un inocente; debe ser aceptado
como un misterio que el hombre no podrá comprender a profundidad con su
limitada inteligencia[4].
¿Puede ser positivo el sufrimiento? Desde
la fe cristiana el sufrimiento permite la purificación del alma y con ella la
perfección del individuo. El hombre de fe logra entender, en medio del
sufrimiento, que Dios sufre con él. Por su parte, el hombre sin fe, simplemente
cree que el sufrimiento es un callejón sin salida, ante el cual la decisión más
inmediata es acabar con su vida para erradicar el dolor. De esta manera, se
logra entender que para el hombre de fe es más fácil sobrellevar la experiencia
del sufrimiento, ya que, como lo dice la Escritura, “Dios interviene en todas
las cosas para bien de todos los que le aman”[5].
En este sentido, la experiencia del sufrimiento es positiva en cuanto que, de
él, Dios se vale para hacer un bien, esto se evidencia en casos de conversiones
cuya raíz ha sido el padecimiento de una enfermedad. Se han visto familias
enteras volver a Dios a partir de la enfermedad de uno de sus miembros.
¿Se
puede glorificar a Dios en el sufrimiento? El Catecismo de
la Iglesia Católica es claro a la hora de manifestar que, también a través del
sufrimiento se puede dar gloria a Dios, al respecto expresa que “a veces Dios
puede parecer ausente e incapaz de impedir el mal. Ahora bien, Dios Padre ha
revelado su omnipotencia de la manera más misteriosa en el anonadamiento voluntario y en la Resurrección
de su Hijo, por los cuales ha vencido el mal”[6].
En conclusión, el hombre junto a Cristo, es capaz de entender el sufrimiento, y
con la ayuda de una fe firme, es capaz de vivir su peregrinar dando gloria a
Dios con su existir.
El sufrimiento cristiano
es acompañado por el ofrecimiento, siendo conscientes de que, el mismo se
remite a la cruz de Cristo, de ahí el motivo por el cual debe ofrecerse todo
sufrimiento para bien nuestro y del mundo. El sufrir con paciencia no puede
entenderse nunca como una mera resignación, no, este sentimiento no es
cristiano, es todo lo contrario, a representa una esperanza con miras a la
alegría de la resurrección.
Como lo refiere el Concilio Vaticano II: Peregrinos
todavía sobre la tierra siguiendo sus huellas en el sufrimiento y en la
persecución, nos unimos a sus dolores como el cuerpo a la Cabeza, padeciendo
con El, para ser con el glorificados (cf. Rom., 8,17)[7].
P.A
García
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