domingo, 10 de diciembre de 2017

¿Qué pensaba el judaísmo sobre el sufrimiento?

NOCIÓN SEMÍTICA DEL SUFRIMIENTO

         En el pensamiento judío, el sufrimiento es comprendido como la consecuencia de un pecado propio o generacional[1]. En tal sentido cabe señalar que para la época era considerado pecador solo aquel que padecía el sufrimiento, manifestado con la lepra, la ceguera, la inmovilidad corporal, o cualquier otra enfermedad; arrojando como consecuencia un rechazo social y religioso.
Se pudiera distinguir entre el sufrimiento voluntario y el involuntario. El primero señala una retribución de fenómenos, es decir, ante la falta de un hombre, éste debía pagar el mal ocasionado, razón por la cual, la ley del talión[2] lideró en la sociedad judía un sufrimiento que era  producto de la falta de compasión ante la debilidad humana. El segundo, como se ha explicado al iniciar, era el sufrimiento que venía a la persona sin ésta haberlo merecido.
Según el parecer de algunos autores, como Marción, el Dios del Antiguo Testamento era castigador, y aplicaba la venganza a quienes le fallaban, formándose de esta manera, para el pensamiento judío, la idea de que Dios castiga lo malo y premia lo bueno, cuestión que viene a dirimirse  en el Nuevo Testamento, donde Jesús presenta que Dios odia el pecado pero ama al pecador.
Como se ha mencionado anteriormente, el talión fue la regla de oro en el pueblo de Israel, el mismo expresaba que el hombre no tendría piedad ante la falla de su hermano, por el contrario debía cobrar vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, lo que significaba una justicia aparente, que en el fondo no dejaba de ser venganza, trayendo consigo una prolongación del sufrimiento; no bastaba con verse afectado uno por el otro, sino que debía cobrar por su cuenta, devolviéndole el mismo mal.
En el caso de Job, él maldice su nacimiento, esta maldición es una acusación implícita contra sus padres, echándoles en cara sus desgracias. Un israelita no piensa en el suicidio: Job piensa en el lugar vago donde están somnolientas las vagas sombras. Todas juntas: los grandes señores en sus grandes tumbas y los abortos que no llegaron a la vida. Job plantea el problema de la vida ante el sufrimiento y la muerte; pero lo plantea mal. Porque hay la acción, el servicio de la humanidad y de Dios[3], es decir, que el hombre cuando sufre puede dudar del propio sentido de la vida.
Para comprender cuál era la noción semítica del sufrimiento, es necesario reflexionar a partir del texto joánico que narra el encuentro de Jesús con un ciego de nacimiento, donde: “Vio, al pasar, a un hombre ciego de nacimiento, y le preguntaron sus discípulos: «Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?» Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios[4]
Lo primero a resaltar es que el personaje del cual se narra el hecho milagroso, era un desconocido para los discípulos, puesto que de saber quién era él y quienes sus padres, no hubiesen hecho tal pregunta, pues resultaría obvio que como consecuencia del pecado suyo o de sus padres estaría en tal situación. El evangelista aclara que era ciego de nacimiento, sin embargo, los discípulos de Jesús no lo sabían.
La pregunta de los discípulos da pie al fundamento de la noción semítica del sufrimiento, donde el que sufría era visto como un castigado por Dios. Aunque para Jesús nada tenía que ver el pecado con el sufrimiento; todo es dado para que se manifieste la gloria del Señor.
Sabemos que Dios en su creación, ha otorgado al hombre libertad, la cual permite a este discernir entre lo que es bueno y lo que es malo[5]. No obstante, sería un error pensar que Dios se complace en el sufrimiento de sus hijos; simplemente sufrimos porque somos humanos y las circunstancias de la vida así lo deciden. Es por ello que debamos aceptar en todo momento el sufrimiento, no como una carga, sino como una realidad intrínseca a nuestra humanidad; como dijera un Santo de nuestros tiempos: “Jesús sufre por cumplir la Voluntad del Padre…Y tú, que quieres también cumplir la Santísima Voluntad de Dios, siguiendo los pasos del Maestro, ¿podrás quejarte si encuentras por compañero de camino al sufrimiento?[6]
En toda esta disquisición sobre el sufrimiento y enfocándolo para el cristiano de hoy, no cabe el sentimiento de resignación, ya que en el sufrimiento de Cristo hemos visto la esperanza de la gloria de la Salvación. El hecho de aceptar el sufrimiento como compañero de camino, refiere la concientización sobre el mismo por parte del hombre, ante el cual no está exento, es decir, que nunca el hombre olvide su naturaleza frágil y sea capaz de asumir las consecuencias de la misma, sin perder la esperanza del cielo, donde nadie estará triste y nadie tendrá que llorar.

P.A
García



[1] Juan; 9, 2
[2] Deuteronomio; 19, 21
[3] Brillet. G. (1959). 365 meditaciones sobre la Biblia. (p. 349).
[4] Juan; 9, 1-3
[5] Génesis; 2, 9
[6] Escrivá de Balaguer. J. (1965). Camino. (# 213).

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