viernes, 13 de julio de 2018

Admisión a las Sagradas Órdenes del Diaconado y Presbiterado, una reflexión muy particular


LA ADMISIÓN Y EL USO DE LA SOTANA
       A propósito de mi Admisión a las Sagradas Órdenes del Diaconado y Presbiterado, quiero compartirles una breve reflexión sobre este importante rito, además, aprovechando esta solemne oportunidad, quiero dejar claro lo que a mi parecer es el pensamiento eclesial sobre el uso de la sotana (traje talar) por los seminaristas.
      
       La Admisión:

La Admisión a las Sagradas Órdenes del Diaconado y Presbiterado es un rito por el cual la Iglesia reconoce públicamente como candidatos a aquellos que inician su proceso de formación y preparación al sacerdocio ministerial, y a su vez ellos se comprometen a cuidar y desarrollar su vocación con esmero y toda seriedad del caso[1]. Además de esto, la importancia de este rito lo explica el Código de Derecho Canónico, cuando apunta que ningún aspirante al diaconado o al presbiterado debe recibir la ordenación de diácono o de presbítero sin haber sido admitido antes como candidato, por la autoridad indicada en los cc. 1016 y 1019, con el rito litúrgico establecido, previa solicitud escrita y firmada de su puño y letra, que ha de ser aceptada también por escrito por la misma autoridad[2].

        La Admisión a las Sagradas Órdenes del Diaconado y Presbiterado exige de cada candidato una libertad y madurez que le sean propicias para un futuro ministerio sacerdotal, junto a ellas, las virtudes humanas deben ser el espejo del alma del candidato, es aquí donde se exige de manera radical una disponibilidad, sociabilidad, generosidad, y servicio gratuito que le configuren de manera natural a Cristo Buen Pastor. Para nadie es un secreto que para estar en un seminario, es decir, para optar por el Orden Sacerdotal es necesario una cualidad intelectual, que junto con una madurez humana y afectiva le permitan al candidato aprehender los conceptos y temas teológicos de los que dependerá una recta ejecución del ministerio.

       El día de hoy, 13 de julio de 2018, recibí la Admisión a las Sagradas Órdenes en la capilla del Seminario Arquidiocesano San Buenaventura de Mérida, junto a mis compañeros de curso Elis Fernando Gutiérrez Rojas y Yiner Yuset Rivas Castellano. La Eucaristía estuvo presidida por el Señor Cardenal Baltazar Porras, acompañó también Mons. Luis Enrique Rojas, Obispo Auxiliar de Mérida, junto a un nutrido número de sacerdotes de la Arquidiócesis.

       En esta oportunidad me acompañaron mis buenos amigos Aquiles Espinoza y la Sra. Alicia Rincón. Según el rito acostumbrado, al ponerme la sotana fui ayudado por mi papá Reinaldo García, y con el roquete estuvo mi mamá Tahís Barillas y el Señor Cardenal Baltazar Porras.

       La sotana:


Se llama así a la vestidura talar (hasta los talones) de color negro, significa purificación: “Ir muriendo al mundo”. La sotana no es sólo un signo externo; es un verdadero compromiso que exige la decisión voluntaria de comprometerse con el Señor, que es el que llama, y con la comunidad, que exige sinceridad y transparencia de vida.



       El roquete:

Palabra que proviene del latín medieval recchetum, a su vez diminutivo de roccus, significa “hábito”. El roquete es como un alba que llega hasta las rodillas. El roquete simboliza la pureza, alegría y servicio litúrgico. Simboliza la muestra de la opción por la vocación al sacerdocio ministerial, y del despojo de todo aquello que pudiera impedir continuar satisfactoriamente con el proceso formativo.
      
Sr. Cardenal Baltazar Porras
Arzobispo de Mérida
Administrador Apostólico de Caracas

       La cuestión del uso de la sotana:
      
Ahora bien, guiándome por el texto citado de Jacques D’Arcy S. puedo presentar el tema del uso de la sotana en los seminaristas o candidatos al orden sacerdotal.

D’Arcy comenta que en la Diócesis de Roma, existe una normativa para los jóvenes seminaristas que hayan recibido la Admisión a las Sagradas Órdenes, donde se indica que: el uso del hábito eclesiástico o religioso (sotana) será de vigor también en el período de la formación en los Seminarios y en los Colegios a partir del rito de admisión de los candidatos al sacerdocio[3].

Como se ha visto, parece que el rito de la Admisión da cierto carácter permisible al uso de la sotana por parte de los seminaristas o candidatos, pero, más que esta clara opinión, que pareciera rebuscada entre tantos documentos magisteriales, ¿qué puede apoyar a que los seminaristas usen traje talar?, dejémonos ilustrar por San Juan Pablo II, quien manifestó en septiembre de 1982 que: más de una vez en los encuentros con los sacerdotes he expresado mi pensamiento al respecto, subrayando el valor y el significado de tal signo distintivo, no sólo porque contribuye al decoro del sacerdote en su comportamiento externo o en el ejercicio de su ministerio, sino sobre todo porque evidencia en medio de la comunidad cristiana el testimonio público que cada sacerdote debe dar de la propia identidad y de su pertenencia a Dios. Aquí son claros los motivos manifestados por el Santo Padre para el uso de la sotana, donde concluye que es un signo distintivo, no excluyente de la sociedad, sino más bien que incluye en una sociedad necesitada de signos, y que es también testimonio público de la propia identidad, ya que, es más fácil reconocer en la calle a un sacerdote vestido con su traje clerical, que sin éste.

En resumidas cuentas, a los seminaristas el uso de la sotana les recuerda su pertenencia a Dios.

A los sacerdotes, el Código de Derecho Canónico (#284) les invita a  vestir un traje eclesiástico digno, según las normas dadas por la Conferencia Episcopal y las costumbres legítimas del lugar.

Continúa San Juan Pablo II explicando que: invitados por Cristo para anunciar el Evangelio, tenemos un mensaje para transmitir, que se expresa sea con palabras, sea también con signos externos, sobre todo en el mundo de hoy que se muestra tan sensible al lenguaje de las imágenes.


¡Seminaristas, amemos la sotana!

El testimonio del Beato Rolando Rivi, “el mártir de la sotana”, debe llamarnos la atención. Pocos seminaristas conocen la interesante historia del Beato Rolando Rivi, un seminarista italiano martirizado por negarse a quitarse su sotana. Rolando nació en 1931, ingresó al seminario en 1942, con once años de edad, para él, el 1 de octubre fue su día más feliz, pues había recibido su sotana. Para 1944, cuando Italia fue invadida por los nazis, Rolando se vio obligado a dejar el seminario. Ante la insistencia de sus padres de que no portara la sotana, el santo respondió: “pero, ¿por qué? ¿Qué mal hago llevándola? No tengo ninguna razón para dejar de usarla. Estudio para ser sacerdote y debo vestir en señal de que pertenezco a Jesús”. El 10 de abril de 1945 fue asesinado con dos tiros luego de haber sido martirizado, su sotana la anudaron como pelota y jugaron con ella al fútbol. Su cuerpo fue hallado tres días después.

El Papa Francisco aprobó su beatificación para el 5 de octubre de 2013, convirtiéndolo en un ejemplo de virtud para todos los seminaristas.

 


P.A
García



[1] Jacques D’Arcy S., pss. (1999) Manual de Preparación al Rito de Admisión, Ministerios y Órdenes Sagradas. CELAM, Bogotá, Colombia. (p. 41).
[2] Código de Derecho Canónico. (1983). # 1034.
[3] Esto corresponde, según D’Arcy, a Las normas acerca del hábito eclesiástico para Roma, prescritas por el Cardenal Vicario General de la Diócesis de Roma.

1 comentario:

  1. Dios y la Virgen María, bendigan tu vocación, tu familia, tu vida.

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