Exégesis
de Mateo 16, 13-17
La
confesión de Pedro
El
autor del evangelio según san Mateo
Según la tradición
mencionada desde Papías de Hierápolis, cerca del 140, se atribuye la autoría
del primer Evangelio, seguramente escrito en hebreo (según Papías) a Mateo el
recaudador, quien formó parte de los Doce Apóstoles de Jesús de Nazaret.
Estudios avanzados, al analizar el texto transmitido arrojan como resultado que
se trata de un original escrito en griego, y no una traducción. Mateo es
presentado como un judeocristiano de lengua griega, con una posible formación
rabínica, que pone en su contexto los dichos de Jesús, proclamándolo al mismo
tiempo Mesías de todas las naciones. Mateo, en su obra escrita da referencias
de sí mismo, y lo hace en el capítulo 13, versículo 52, aseverando que era él
“un letrado que entiende del reinado de Dios”[1]
Fecha
de composición del evangelio según san Mateo
En cuanto a la fecha de
su composición, hay que aclarar que Mateo es conocedor de la fecha de la famosa
destrucción de Jerusalén, por Tito, hacia el año 70 después de Cristo, y en su experiencia
experimentó en carne propia la separación de la nueva comunidad de fe cristiana
de la sinagoga judía, ocurrido entre el 85 y 90 d.C; es por esto que la fecha
más próxima, y aceptada por la mayoría de los estudiosos de las Sagradas
Escrituras es la década de los 80. El lugar de redacción fue Antioquía, según
la mayoría de las opiniones.[2]
La
confesión de Pedro: Mateo 16, 13-17
Ahora, teniendo
claro el autor, fecha y lugar de composición del evangelio de Marcos, se da el
siguiente paso, que es analizar detalladamente el texto en cuestión. El texto
bíblico que a continuación se presenta, es tomado de la traducción de las
Sagradas Escrituras de la Biblioteca de Autores Cristianos (Nácar-Colunga)[3],
la misma traducción y notas será utilizada para la versión de Mateo y Lucas más
adelante:
13
Viniendo Jesús a la región de Cesárea de Filipo, preguntó a sus discípulos:
¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? 14 Ellos contestaron: Unos,
que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías u otro de los
profetas. 15 Y Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy? 16 Tomando la
palabra Simón Pedro, dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. 17 Y Jesús,
respondiendo, dijo: Bienaventurado tú, Simón Bar Jona, porque no es la carne ni
la sangre quien esto te ha revelado, sino mi Padre, que está en los cielos.
Confesión
de Pedro: Marcos 8,27-30
27
Iba Jesús con sus discípulos a las aldeas de Cesárea de Filipo, y en el camino
les preguntó: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? 28 Ellos le respondieron
diciendo: Unos, que Juan Bautista; otros, que Elías, y otros, que uno de los
profetas. 29 Él les preguntó: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo
Pedro, le dijo: Tú eres el Mesías. 30 Y les encargó que a nadie dijeran esto de
Él.
La
confesión de Pedro: Lucas 9,18-21
18
Aconteció que, orando Él a solas, estaban con Él los discípulos, a los cuales
preguntó: ¿Quién dicen las muchedumbres que soy yo? 19 Respondiendo ellos, le
dijeron: Juan Bautista; otros, Elías; otros, que uno de los antiguos profetas
ha resucitado. 20 Díjoles Él: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo
Pedro, dijo: El Ungido de Dios 21 Él les prohibió decir esto a nadie…
Análisis sinóptico de las tres
versiones evangélicas
El
contexto geográfico en el que Mateo y Marcos ubican la escena es la ciudad de
Cesárea o Cesarea, la cual se halla ubicada al pie del monte Hermón y cercana a
una de las fuentes del río Jordán. Antiguamente esta localidad era conocida con
el nombre de Paneas, hoy en día se le llama Banias, restaurada por el tetrarca
Filipo, hermano de Herodes. Esta ciudad fue llamada Cesárea de Filipo
principalmente en honor del César, luego por el nombre de su fundador,
distinguiéndose así de las otras tantas Cesáreas que para el momento existían.[4]
Ante la pregunta de Jesús a sus
discípulos, sobre su persona, ellos revelan que para la gente Jesús era un
profeta, ahora bien, este título de profeta, que Jesús sólo de manera indirecta
y velada reivindica, pero que la gente le otorga claramente, tenía valor
mesiánico. Pues el espíritu de profecía, extinguido desde Malaquías, debía
reaparecer, según esperaba el Judaísmo, como una señal de la era mesiánica, o
en la persona de Elías, o en forma de efusión general del Espíritu.[5]
Jesús marcha al extranjero para
instruir a sus discípulos, y no lo hace imponiéndose, sino que lanza una
pregunta a quienes siempre le habían acompañado, pregunta que para Jesús sería
la conclusión que éstos han sacado de la convivencia con él, y en este caso,
Pedro, el “prototipo de discípulo” habla en nombre de los Doce.[6]
Para el grupo Jesús era un Profeta, para Pedro Jesús es el Mesías, Hijo de Dios
vivo, confesión de fe que le valió una misión en la naciente Iglesia, ser la
roca sobre la cual Jesús edificaría su comunidad de fe.
Visión en conjunto según Giuseppe
Ricciotti
Se
acercaban Jesús y sus discípulos a Cesarea de Filipo. Lo hacían siguiendo la
calzada y estaban ya a vista de la ciudad. Justo al frente de ellos se
levantaba la solemne roca en que dominaba el templo de Augusto. Es en este
contexto donde Jesús pregunta a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? Ellos le contestaron
confusamente: ¡He oído decir que eres Juan el Bautista! Y otro: ¡Hay quien dice
que eres Elías! Y otro más: ¡Según algunos, eres Jeremías! No faltó quien
expusiera la opinión, más vaga, de que el Señor fuera algún antiguo profeta
resucitado.
Como se vio, las opiniones referidas
eran variadas, Jesús por su parte no les dio mayor importancia. Terminadas las
respuestas, Jesús fue a lo que realmente le importaba, por eso les preguntó: y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Los
discípulos experimentaron un sobresalto, pasados algunos segundos, el silencio
se tradujo en palabras por parte de Simón Pedro. Y no podían ser de otro que de
aquél, el más impetuoso entre los adictos: ¡Tú
eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo![7]
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Aquellos que están con Jesús le
reconocen como Mesías, el Salvador. Una comunidad cristiana se fundamenta con
el encuentro personal con Cristo, como los Doce, que estaban día y noche con
Jesús, y que por boca de Pedro confiesan la fe en Él.
Hoy más que nunca estamos llamados a
respondernos esta pregunta: ¿Quién es Jesús para mí? Y de allí obtendremos
nuestra confesión de fe en el Señor que nos ha llamado a estar con él. Jesús es
el Rey, el Hijo de Dios, es Dios mismo, pero es Hombre verdadero, por ende el
único mediador entre Dios y los hombres.
[1] MATEOS, Juan y SCHÖKEL, Luis
Alonso., Nuevo Testamento, Ediciones
Cristiandad. Madrid, España 1974, p. 38.
[2] SCHÖKEL, Luis Alonso., La Biblia de nuestro pueblo, Nuevo
Testamento, Ediciones Mensajero. Bilbao, España 2011, p. 40.
[3] NÁCAR, Eloíno y COLUNGA,
Alberto., Sagrada Biblia, Ediciones
Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid, España 1965.
[4] NÁCAR, Eloíno y COLUNGA,
Alberto., Sagrada Biblia, Ediciones
Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid, España 1965, p. 1002.
[5] UBIERTA LÓPEZ, José Ángel., Biblia de Jerusalén, Ediciones Desclée
De Brouwer. Bilbao, España 2009, p.p 1443-1444.
[6] MATEOS, Juan y SCHÖKEL, Luis
Alonso., Nuevo Testamento, Ediciones
Cristiandad. Madrid, España 1974, p.82.
[7]
RICCIOTTI, Giuseppe., Vida de Jesucristo, Ediciones Luis
Miracle. Barcelona, España 1951, p. 437.
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