LA
MÚSICA EN LA TEOLOGÍA DE JOSEPH RATZINGER[1]
El Cardenal Ratzinger, estudioso de la
Teología litúrgica, ha propuesto su visión acerca de la música desde la
perspectiva teológica-litúrgica, así pues, su reflexión litúrgica será aplicada
generalmente a las características de la música en el arte sagrado, es por eso
que Ratzinger concreta que el verbo “cantar” como sinónimo de música aparece en
el Antiguo Testamento unas trescientas nueve veces, mientras que en el Nuevo
Testamento sólo treinta y seis, en nada relevante el descenso notable, pues lo
seguro es que canto se sitúa en el centro de toda la historia de la salvación,
contenida en las Sagradas Escrituras. Desde el Éxodo (15,1) con el canto de
Moisés y los israelitas al Señor luego de la proeza del Mar Rojo, hasta el
Apocalipsis (15,2) con el Cántico del Cordero se ve enmarcada toda historia
salvífica con la música.
Para Ratzinger, el fundamento teológico
del canto litúrgico se nos revela al comprender que Cristo ha superado en gran
medida esa hazaña del Mar Rojo, por eso el cristiano puede cantar el “cántico
nuevo” de alabanza al Señor, para esto la Biblia misma nos enseña con los
Salmos, que expresan del pueblo de Israel sus lutos, lamentaciones, miedos y
también sus esperanzas, confianza y gratitud; este libro de los Salmos es
atribuido a David, el rey cantor, y para la fe Cristo es el nuevo David, que por
el Espíritu Santo canta, de este modo, con el salterio la Iglesia canta. Dice
el Cardenal Ratzinger que “la música de
iglesia surge como carisma, como don del Espíritu: esta es la «glosolalia», la
nueva «lengua» que procede del Espíritu. En esta se da sobre todo la «sobria
embriaguez» de la fe porque son superadas todas las posibilidades de la pura
racionalidad”
Ahora en el libro de Cantar de los
Cantares Ratzinger consigue un motivo nuevo para cantar, es el amor; citando a
san Agustín concluye que “cantar es propio del amor”, y esto se ve reflejado en
el libro sagrado, además Cristo es el novio (Mc 2,19) y la misma Eucaristía es
un anticipación del banquete nupcial del Reino, por eso expresa Ratzinger que “el canto de la Iglesia proviene en
definitiva del amor: esto es lo que, en el fondo, hay en el origen del cantar”.
En resumidas cuentas la música llega a ser el lenguaje universal del amor.
Reflexionando sobre el tema litúrgico
en general, el Cardenal alemán opina que “las
formas artísticas que niegan la presencia del Logos en la realidad y fijan la
atención del hombre en la apariencia sensible, no son compatibles con el
sentido de las imágenes de la Iglesia”, esto puede aplicársele también al
ámbito musical de la liturgia, donde “sin
fe no hay arte adecuado a la liturgia”, por ende la música para Ratzinger
debe apoyar el misterio vivido en la liturgia sagrada, no distraerlo.
P.A
García
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