REQUIESCAT IN PACE
Breves
datos biográficos: Marbella del Socorro Rodríguez Lacrúz nació el jueves 26
de agosto de 1965 en La Playa, estado Mérida, Venezuela, hija de don Maximiano
Rodríguez y doña Eduvina Lacrúz (el 26 de
agosto es la festividad litúrgica de San Melquisedec de Salem, rey y sacerdote,
y Marbella sirvió a la Iglesia de manera especial en sus sacerdotes). Su
numerosa familia, compuesta por 15 hermanos (por parte de padre), le regaló en
vida la alegría de contar con 40 sobrinos, 41 sobrinos nietos y 2 sobrinos
bisnietos.
Sus padrinos de bautizo fueron Miriam Vivas de Zambrano y
Miguel Zambrano. Sus hermanos: Freddy Hernán, Ligia del Carmen, Máximo Roviro,
Emiro Alonso, José Rodolfo (+), Carlos Alberto, José Armando (+), Faviola
Eduvina, Lorena del Valle, Deccy Noelia, Franklin Joel, Maylena, José Abdocio y
Víctor.
Falleció el viernes 4 de junio de 2021 a las 2:17 p. m. en
La Playa, en casa de su hermana Ligia del Carmen, con 55 años de edad y después
de haber sufrido el fatigoso deterioro de su salud a través de la artritis reumatoide, enfermedad que la
acompañó en sus últimos años de vida.
Hoy, al cumplirse un mes de tu partida
al Cielo, te dedico, querida Marbella, estas palabras que no alcanzarán para
describir lo que mi corazón quisiera hablar.
Marbella, tus últimas palabras para mí, recibidas mediante
nota de voz por el chat de WhatsApp, fueron las siguientes: “Gracias a Dios ya están arreglando su
casita allá. Que estén bien. Le cuento, Pedrito, tengo una crisis muy muy
fuerte en la columna. No puedo mover, a veces, -bueno, hoy no- las manos, me
quedo rígida rígida, entonces me tienen que mover y todo. Por eso le pido mucha
oración papito, y Dios me lo bendiga”. Nota de voz del 31 de mayo de 2021,
8:16 p. m. 28 segundos de duración. Desde ese momento empecé a encomendarte en
mis oraciones -con mayor intensidad- pues ya tenía por costumbre pedirle a Dios
que aliviara tus males y te diera larga vida.
Tu sobrina Thamayra Castillo me informó
de tu partida a la casa del Padre Celestial: “Hola Pedrito, es Thama, tía se nos fue, ya se fue con Dios, ya está
descansando y ya no tiene dolor”. Recibí la noticia a la 1:44 p. m. (hora
del Perú), 27 minutos después de tu partida, y con gran pesar la comuniqué a mi
madre y mis hermanas, que estaban conmigo, pues terminábamos de compartir el
almuerzo; las lágrimas no tardaron ni un segundo en saltar a borbollones.
Marbella, querida amiga. Te conocí cuando inicié la
catequesis en la Parroquia San Vicente Ferrer de La Playa, eras la coordinadora
de este valioso apostolado, colaborando con el padre Alfredo Uzcátegui, siempre
velando por la disciplina y orden en las clases, sobre todo aquellas que se
recibían en los espacios interiores del templo parroquial.
Pasaron los años y decidí ingresar al seminario, fuiste una
de las primeras en alegrarte -honestamente- y de inmediato estuviste decidida a
apoyarme en todo lo que estuviera a tu alcance, como ya lo habías hecho con
todos los seminaristas que por La Playa habían pasado en trabajos pastorales,
tus buenos amigos, hoy muchos de ellos sacerdotes.
En ti encontramos siempre apoyo, refugio, amistad sincera y
consejo oportuno. Supiste sobrellevar una larga enfermedad, y sin hacer caso a
las limitantes propias, fuiste una mujer abiertamente trabajadora, atenta,
responsable y sobre todo amante del servicio desinteresado a nuestra Iglesia
Católica.
Me conforta saber que un día antes de tu encuentro con el
Creador, pudimos conversar por llamada telefónica. Tu voz era débil, pero tus
palabras como siempre fueron alentadoras y animadoras: “sigue adelante, Pedrito...”
Oré por ti a Dios, encomendé tu salud espiritual y corporal
al Sagrado Corazón de Jesús, a quien
repetidas veces tú misma dijiste: “en Vos
confío”.
Como particular hijo de La Playa, sé que todo el pueblo es
consciente de tu vida y testimonio, Marbella. Te recordaremos como aquella
mujer que consagró gran parte de su vida al servicio administrativo y formativo
de nuestra Parroquia San Vicente Ferrer. Siempre serás un ejemplo vivo de
servicio. Tú nos enseñaste a organizar las cosas para que se dieran de la mejor
manera. Tú nos enseñaste a estar pendiente de los detalles para agradar a Dios.
Tú nos enseñaste que no hay obstáculos en este mundo para quien tiene el ánimo
y las ganas de trabajar, de ayudar, de servir a Dios y a los hombres.
Desde el cielo, cuando estés gozando de la alegría de los
santos, sabrás que todo el esfuerzo no fue en vano. Tu fe, tu esperanza y tu
caridad cristiana te son premiadas con la gloria del cielo.
Conservo en mis objetos de piedad aquel Santo Rosario que
hiciste con tus propias manos, especialmente para mí, pero mejor aún,
conservaré siempre en mi memoria los agradables momentos que compartimos
juntos, en la Casa Cural, en mi casa o en la tuya, cuando conversábamos largas
horas, aprendiendo el uno del otro, porque no había día que no te preguntara
alguna cuestión referente a la gestión parroquial, campo en el que tenías mucha
más experiencia que yo.
En mi estancia en el Seminario no pasaba una semana sin
comunicarnos por llamada telefónica. Fueron innumerables las oportunidades en
las que me auxiliaste, siempre atenta y disponible. Tu habilidad con la
economía me garantizó el pago de rigor en el Seminario, mientras el curato del
Padre Jaime Duque. Fue más lo que recibí de ti que lo que te pude brindar, pero
mi mejor homenaje será perseverar en la vocación que he recibido, y algún día
regresar a mi pueblo para celebrar, junto a los míos, el Santo Sacrificio de la
Misa, ofrecido por todas aquellas personas buenas que Dios nos ha puesto en el
camino.
Querida amiga, Marbella Rodríguez, descansa en la paz del
Señor a quien tanto amaste y serviste, con quien tanto hablaste en la intimidad
de tu oración. Lamento mucho que por cuestiones de la pandemia no se haya
podido celebrar tu misa Exequial, como lo merecías, como todo cristiano lo
merece. Lamento también que en el breve rito que se te dedicó en el templo de
La Playa no haya habido tiempo suficiente para estas sencillas palabras. Por
suerte gozo de este espacio del que puedo hacer uso con libertad, sin censura,
sin protocolos absurdos. Te recordaré siempre y te llevaré en mi corazón, y
desde el cielo, donde seguramente estás, con Dios, con tus padres, con todos
los santos, sé que nos ayudarás cuando más lo necesitemos, porque el que está
con Dios, en Dios, puede lo que Dios, de ahí la intercesión de los santos según
nuestra fe católica.
Con especialísimo cariño, a un mes de tu partida: tu hijo
adoptivo desde el exilio: Pedro Andrés García Barillas.
P.A
García
Que hermosas palabras pedrito para quien entrego su vida al servicio de dios y de su creacion descanza en paz con la alegria de haber cumplido con tu mision marbella
ResponderEliminarAsí es, señora Carmen, los que la conocimos podemos dar testimonio de que en eso se resume su vida, en el servicio a Dios y su creación. Saludos a todos en La Playa...
EliminarMuy bonitas palabras. Dios ilumine tu creatividad Pedro
ResponderEliminarGracias...
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