domingo, 4 de julio de 2021

Palabras para Marbella Rodríguez

REQUIESCAT IN PACE

         Breves datos biográficos: Marbella del Socorro Rodríguez Lacrúz nació el jueves 26 de agosto de 1965 en La Playa, estado Mérida, Venezuela, hija de don Maximiano Rodríguez y doña Eduvina Lacrúz (el 26 de agosto es la festividad litúrgica de San Melquisedec de Salem, rey y sacerdote, y Marbella sirvió a la Iglesia de manera especial en sus sacerdotes). Su numerosa familia, compuesta por 15 hermanos (por parte de padre), le regaló en vida la alegría de contar con 40 sobrinos, 41 sobrinos nietos y 2 sobrinos bisnietos.

Sus padrinos de bautizo fueron Miriam Vivas de Zambrano y Miguel Zambrano. Sus hermanos: Freddy Hernán, Ligia del Carmen, Máximo Roviro, Emiro Alonso, José Rodolfo (+), Carlos Alberto, José Armando (+), Faviola Eduvina, Lorena del Valle, Deccy Noelia, Franklin Joel, Maylena, José Abdocio y Víctor.

Falleció el viernes 4 de junio de 2021 a las 2:17 p. m. en La Playa, en casa de su hermana Ligia del Carmen, con 55 años de edad y después de haber sufrido el fatigoso deterioro de su salud a través de la artritis reumatoide, enfermedad que la acompañó en sus últimos años de vida.

         Hoy, al cumplirse un mes de tu partida al Cielo, te dedico, querida Marbella, estas palabras que no alcanzarán para describir lo que mi corazón quisiera hablar.

Marbella, tus últimas palabras para mí, recibidas mediante nota de voz por el chat de WhatsApp, fueron las siguientes: “Gracias a Dios ya están arreglando su casita allá. Que estén bien. Le cuento, Pedrito, tengo una crisis muy muy fuerte en la columna. No puedo mover, a veces, -bueno, hoy no- las manos, me quedo rígida rígida, entonces me tienen que mover y todo. Por eso le pido mucha oración papito, y Dios me lo bendiga”. Nota de voz del 31 de mayo de 2021, 8:16 p. m. 28 segundos de duración. Desde ese momento empecé a encomendarte en mis oraciones -con mayor intensidad- pues ya tenía por costumbre pedirle a Dios que aliviara tus males y te diera larga vida.

         Tu sobrina Thamayra Castillo me informó de tu partida a la casa del Padre Celestial: “Hola Pedrito, es Thama, tía se nos fue, ya se fue con Dios, ya está descansando y ya no tiene dolor”. Recibí la noticia a la 1:44 p. m. (hora del Perú), 27 minutos después de tu partida, y con gran pesar la comuniqué a mi madre y mis hermanas, que estaban conmigo, pues terminábamos de compartir el almuerzo; las lágrimas no tardaron ni un segundo en saltar a borbollones.

Marbella, querida amiga. Te conocí cuando inicié la catequesis en la Parroquia San Vicente Ferrer de La Playa, eras la coordinadora de este valioso apostolado, colaborando con el padre Alfredo Uzcátegui, siempre velando por la disciplina y orden en las clases, sobre todo aquellas que se recibían en los espacios interiores del templo parroquial.

Pasaron los años y decidí ingresar al seminario, fuiste una de las primeras en alegrarte -honestamente- y de inmediato estuviste decidida a apoyarme en todo lo que estuviera a tu alcance, como ya lo habías hecho con todos los seminaristas que por La Playa habían pasado en trabajos pastorales, tus buenos amigos, hoy muchos de ellos sacerdotes.

En ti encontramos siempre apoyo, refugio, amistad sincera y consejo oportuno. Supiste sobrellevar una larga enfermedad, y sin hacer caso a las limitantes propias, fuiste una mujer abiertamente trabajadora, atenta, responsable y sobre todo amante del servicio desinteresado a nuestra Iglesia Católica.

Me conforta saber que un día antes de tu encuentro con el Creador, pudimos conversar por llamada telefónica. Tu voz era débil, pero tus palabras como siempre fueron alentadoras y animadoras: “sigue adelante, Pedrito...”

Oré por ti a Dios, encomendé tu salud espiritual y corporal al Sagrado Corazón de Jesús,  a quien repetidas veces tú misma dijiste: “en Vos confío”.

Como particular hijo de La Playa, sé que todo el pueblo es consciente de tu vida y testimonio, Marbella. Te recordaremos como aquella mujer que consagró gran parte de su vida al servicio administrativo y formativo de nuestra Parroquia San Vicente Ferrer. Siempre serás un ejemplo vivo de servicio. Tú nos enseñaste a organizar las cosas para que se dieran de la mejor manera. Tú nos enseñaste a estar pendiente de los detalles para agradar a Dios. Tú nos enseñaste que no hay obstáculos en este mundo para quien tiene el ánimo y las ganas de trabajar, de ayudar, de servir a Dios y a los hombres.

Desde el cielo, cuando estés gozando de la alegría de los santos, sabrás que todo el esfuerzo no fue en vano. Tu fe, tu esperanza y tu caridad cristiana te son premiadas con la gloria del cielo.

Conservo en mis objetos de piedad aquel Santo Rosario que hiciste con tus propias manos, especialmente para mí, pero mejor aún, conservaré siempre en mi memoria los agradables momentos que compartimos juntos, en la Casa Cural, en mi casa o en la tuya, cuando conversábamos largas horas, aprendiendo el uno del otro, porque no había día que no te preguntara alguna cuestión referente a la gestión parroquial, campo en el que tenías mucha más experiencia que yo.

En mi estancia en el Seminario no pasaba una semana sin comunicarnos por llamada telefónica. Fueron innumerables las oportunidades en las que me auxiliaste, siempre atenta y disponible. Tu habilidad con la economía me garantizó el pago de rigor en el Seminario, mientras el curato del Padre Jaime Duque. Fue más lo que recibí de ti que lo que te pude brindar, pero mi mejor homenaje será perseverar en la vocación que he recibido, y algún día regresar a mi pueblo para celebrar, junto a los míos, el Santo Sacrificio de la Misa, ofrecido por todas aquellas personas buenas que Dios nos ha puesto en el camino.

Querida amiga, Marbella Rodríguez, descansa en la paz del Señor a quien tanto amaste y serviste, con quien tanto hablaste en la intimidad de tu oración. Lamento mucho que por cuestiones de la pandemia no se haya podido celebrar tu misa Exequial, como lo merecías, como todo cristiano lo merece. Lamento también que en el breve rito que se te dedicó en el templo de La Playa no haya habido tiempo suficiente para estas sencillas palabras. Por suerte gozo de este espacio del que puedo hacer uso con libertad, sin censura, sin protocolos absurdos. Te recordaré siempre y te llevaré en mi corazón, y desde el cielo, donde seguramente estás, con Dios, con tus padres, con todos los santos, sé que nos ayudarás cuando más lo necesitemos, porque el que está con Dios, en Dios, puede lo que Dios, de ahí la intercesión de los santos según nuestra fe católica.

Con especialísimo cariño, a un mes de tu partida: tu hijo adoptivo desde el exilio: Pedro Andrés García Barillas.

P.A

García


4 comentarios:

  1. Que hermosas palabras pedrito para quien entrego su vida al servicio de dios y de su creacion descanza en paz con la alegria de haber cumplido con tu mision marbella

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    1. Así es, señora Carmen, los que la conocimos podemos dar testimonio de que en eso se resume su vida, en el servicio a Dios y su creación. Saludos a todos en La Playa...

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  2. Muy bonitas palabras. Dios ilumine tu creatividad Pedro

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