Afrontar
adecuadamente la vida no es tarea fácil para nadie, ni aun conociendo todas las
herramientas para ser personas eficazmente integrales es posible salir
victoriosos de tal o cual situación, porque siempre habrá algo que mejorar, la inconformidad
personal, en este caso, debe comprenderse como el deseo de superarse cada día.
Hoy ser mejor que ayer. Creo que mis cualidades y fortalezas para afrontar la
vida son la perseverancia y la disciplina, acompañado de un profundo sentido de
alegría por todas las cosas que me suceden. Sin estas cualidades no estaría
donde estoy ahora mismo. Por supuesto que la mano de Dios se ha manifestado en
todo lo que he emprendido, podría decir que he hecho lo que Él me ha permitido.
Es de
suponer que también tengo dificultades o debilidades que en oportunidades me
limitan o me causan problema, entre ellas podría precisar el fuerte carácter (o
más bien la falta de carácter), en ocasiones poco discreto, poco amable o
comprensivo, todo esto por la misma exigencia personal que suele ser proyectada
hacia los demás. A veces espero de los demás los mismos resultados que yo
creería estar capacitado a brindar, y esto es un error de mi parte, pues cada
persona da de lo que tiene y no podemos esperar más de los demás que aquello
que ellos mismos estén capacitados a dar, como dice el adagio popular: “no se
le pueden pedir peras al olmo”.
Considero
que tengo una buena capacidad de perseverancia en los trabajos que me propongo,
así como también en los encargos que se me confían. Tengo muy presente el
sentido de la responsabilidad, aunque soy consciente de que en ocasiones pueda
fallar por cuestiones que escapan a mi voluntad. Ha habido ocasiones en mi vida
pasada en los que con razón o sin ella he decidido abandonar un compromiso, de
esto he aprendido a esforzarme por llegar hasta el final, sobre todo de
aquellos compromisos a corto plazo que exigen menos y también de los que exigen
más.
Mi
actitud habitual ante las dificultades es el silencio y la reflexión, seguido
de un necesario accionar, buscando hacer algo para solucionar la problemática
que estoy enfrentado. Ante las dificultades no suelo darme por vencido, siempre
busco la manera de resolver aquello que me aqueja, en este sentido soy
insistente en lo que a mí respecta, más no tanto en acudir a los demás. Si veo
que otra persona no parece estar dispuesta a ceder o a solucionar, no insisto,
pues esto me bloquea totalmente, un poco como el fracaso obvio de no poder
convencer a alguien. En ocasiones ante las dificultades actúo de inmediato,
estimulo-respuesta, en evidente desventaja a la hora de evaluar lo que es
correcto de lo que no.
Las
tareas que hago con mayor gusto y entusiasmo son todas las relacionadas con mi
vocación: la oración, la asistencia a los actos de piedad, etc., de igual
manera me agrada dedicar un buen tiempo a la lectura y la escritura, como
herramienta pedagógica autodidacta. Ante los trabajos o tareas que me
desagradan y que sé que tengo que hacer me involucro con igual empeño, buscando
completarlos para estar satisfecho con cumplir la voluntad de Dios. Me propongo
metas a corto plazo para auto superarme.
Sé que hay cosas que no siempre son placenteras o beneficiosas solo para
mí, pero soy consciente de que al realizarlas estoy cumpliendo con mi deber. He
aprendido a ceder, a negociar, a ver lo positivo de cada ocasión.
En el
ámbito familiar procuro estar disponible para todos, colaborar en casa, cuidar
los objetos materiales, la limpieza, estar pendiente del pago de las facturas,
etc. En lo social me esfuerzo por ser un buen ciudadano, aun cuando existan
pequeñas dificultades para encajar en los patrones estándares de la sociedad
peruana. En el ámbito laboral, ya he expresado que el ejercicio de la docencia
representa para mí un enriquecimiento sin igual, al estar expuesto a diversas
realidades afines al oficio. En lo intelectual puedo decir que no dejo de
aprender todos los días, es constante la lectura y la reflexión, estoy
empezando un curso de quechua, para conocer esta lengua autóctona. De todas
estas aristas de la vida ordinaria, la que más me produce conflicto es la de
interactuar con desconocidos, pues en oportunidades he recibido malos tratos,
burlas, mofas, insultos, etc., por el hecho de ser extranjero y con
características físicas evidentemente distintas al común. He sido víctima de la
xenofobia, entendida ésta como el rechazo infundado e irracional hacia lo
foráneo.
Jesús,
en su parábola de la casa construida sobre la roca (Mt 7, 21-27), me invita a
cimentar mi vida sobre Él, que es la roca verdadera, y esto sólo puedo lograrlo
teniendo un trato cercano con Él, escuchando su Palabra, meditándola en mi
corazón y poniéndola en práctica, esta es, en concreto, la enseñanza de esta
cita bíblica para mi vida personal. Sé que si estoy con Jesús no estoy solo,
sin embargo, el anhelo de entablar amistades no deja de causarme ilusión.
Amistades con las cuales poder conversar, compartir, tratar temas
interesantes... La soledad no siempre es la mejor compañía. Tal vez existan
partes de mi vida que estén fundadas sobre arena, podría mencionar la misma
incertidumbre de poder seguir la vocación, porque aunque yo esté totalmente
disponible, escapa de mis manos las decisiones que efectivamente me lleven a la
consecución del llamado divino. La intolerancia a la injusticia, en mi
experiencia de vida, me ha hecho comprender que mi alma está realmente fundada
sobre la roca de Cristo, pero esto me ha dejado ver ante la sociedad como si yo
estuviese sobre arena, es decir en la inestabilidad, pues a veces aquel que
protesta, que manifiesta su desacuerdo, es tomado por imprudente o persona
molesta para los planes de aquellos que se exigen poco o nada.
P.A
García
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