domingo, 31 de octubre de 2021

La Iglesia Católica y el Movimiento Scout

ESCULTISMO

         El Movimiento Scout, corriente juvenil fundada en 1907 por el militar inglés Robert Baden-Powell (1857-1941), gozó desde sus épocas fundacionales con el apoyo de la Iglesia Católica. El esquema Scout (Escultismo) de Baden-Powell consistió en un proyecto educativo juvenil cuya finalidad primitiva era el regeneracionismo moral y material del Imperio Británico, razón por la cual tuvo la aprobación de diversas autoridades pedagógicas y eclesiásticas, entre otras el Cardenal Francis Bourne, arzobispo católico de Westminster. La prodigiosa fundación de los Scouts, en palabras del propio Baden-Powell, fue un acontecimiento inspirado: “primero tuve una idea, luego brotó un espíritu y después tuve que crear una organización”.

         Como hemos dicho, el Movimiento Scout, rama original del Escultismo, se centraba esencialmente en la formación y acompañamiento de la juventud. Su afamado método pedagógico se apoyaba en el ejercicio físico y en la vida comunitaria. Pocos años después de su fundación, el Movimiento Scout se convirtió en semillero de vocaciones para el sacerdocio y la vida religiosa de la Iglesia Católica. Muchos de los grupos de Scouts se reclutaban entre los alumnos de los gimnasios e instituciones católicas, en los que estas vocaciones tenían un medio favorable para su crecimiento; este fue el panorama reinante en países europeos como Francia y España en la primera mitad del siglo XX.

         La evidente fe cristiana (protestante) de Robert Baden-Powell quedó plasmada en unas de sus últimas palabras, pues se conoce que, ante su muerte inminente, dejó como testamento a los Scouts lo siguiente: “Siento la muerte cercana, pero me siento en paz; francamente he de decir que he sido feliz, porque no he buscado otra cosa que hacer felices a los demás. Procurad dejar el mundo mejor que lo encontrasteis; así viviréis felices y partiréis en paz”. He aquí el origen del lema scout más popular: “Construir un mundo mejor”.

         Conozcamos ahora un valiosísimo testimonio de la grata relación que desde siempre ha tenido la Iglesia Católica con la fundación de B. P. (abreviatura usual del nombre del fundador). En carta de la Secretaría de Estado de la Santa Sede, fechada en la ciudad del Vaticano el 17 de abril de 1948 (seis años después de la muerte de B. P.), se imprime, acerca del Escultismo, un panegírico digno de conocer.

         La misiva fue firmada por el Sustituto de la Secretaría de Estado, Mons. Juan Bautista Montini, el futuro papa Pablo VI, hoy santo, y en ella se dirige al arzobispo de México, Mons. Luis Martínez, con motivo de manifestarle las palabras y cercanía del Santo Padre Pío XII por la “II Conferencia Interamericana de Escultismo” que se realizaría en dicha ciudad capital de los Estados Unidos Mexicanos.

         La carta pontificia comienza aseverando la “particular simpatía y benevolencia que siente por el movimiento de los Scouts” el Sumo Pontífice Pío XII, seguido de una breve y acertada concepción que la Iglesia tiene sobre el movimiento, considerándole como un: “original sistema pedagógico, que, basado sólidamente en el Evangelio, desarrolla oportunamente la personalidad del joven, valorizando sus inclinaciones más nobles”. Para la Iglesia Católica, los fundamentos del Movimiento Scout son “fuertemente evangélicos”, es decir, inspirados en las Sagradas Escrituras, revelación del mandamiento supremo de Dios: el amor.

         Pío XII, centrado en el acontecimiento que se avecinaba, confiaba paternalmente en los resultados de dicha Conferencia, pues de corazón esperaba que la misma habría de “contribuir poderosamente a afirmar cada vez más en todas las Asociaciones Scouts de ese Continente el postulado fundamental del Escultismo, y una de sus más hermosas características: el conocimiento profundo y la práctica abierta y consciente de la propia fe”. Parece que, a pesar de ser una fundación laica, y más específicamente de origen cristiano protestante  -por la fe anglicana de Baden-Powell- el Santo Padre sabía que el trabajo de los Scouts apoyaba el conocimiento y práctica de la fe cristiana católica, de manera abierta y consciente.

         Se está afirmando, entonces, que en el Movimiento de B. P. existía para 1948 una “educación religiosa del Scout”, en la cual el individuo “tendrá un maestro y un guía que lo acompañe en la consecución de su madurez cristiana en el capellán scout, en el que el prestigio de la santidad sacerdotal consistirá siempre y en todas partes la mejor garantía para su preciosa e indispensable obra”. Se introduce aquí un tema que para el momento era habitual, pero que en la actualidad parece haber desaparecido: los “capellanes scouts”, es decir, sacerdotes católicos que, empapados con el espíritu del Escultismo, brindaban asistencia espiritual a los miembros del Movimiento, tarea “preciosa e indispensable”, siempre necesaria y digna de retomar.

         El deseo pontificio en la parte final de la misiva que tratamos es que el número de los miembros del Movimiento aumente considerablemente en toda la América, sabiendo que la juventud que se deja formar por los ideales Scouts, obligándose a “observar lealmente sus normas”, se estarían adiestrando en el servicio “cada vez mejor a Dios, a la Patria y a sus hermanos”. En estas palabras reconocemos compendiadas las frases más invariables de la promesa Scout: Dios, Patria y prójimo.

         El papa se despide indicando que su exhortación va dirigida específicamente y con mayor fervor “en primer lugar a los dirigentes y a los jefes para que con verdadero espíritu de apostolado, no obstante los sacrificios que les impone la responsabilidad de su misión cuiden de la formación de los Scouts según los elevados y esclarecidos ideales en los que se inspira el verdadero y genuino Escultismo”. La tarea de los dirigentes scouts está preñada de sacrificios, pues deben ser ellos mismos el principal testimonio y motor animador del espíritu scout en los grupos que dirigen, tarea que ha de realizarse con “espíritu de apostolado”, es decir, con una visión sobrenatural, sabiendo que el bien que se hace es inmenso, y que tiene su implicancia no solo en la parte humana de los jóvenes, sino también en la espiritual y moral. 

         Finalmente, por qué no pensar como justa alternativa de la nueva evangelización en “Grupos Scouts Parroquiales”, donde la Iglesia sea la sede y convocadora de los jóvenes que están deseosos de aprender cosas nuevas y antiguas. Bastaría sólo con catalogar a dichos grupos como grupos de “Scouts Católicos”, distinción que no sería contraproducente, pues en la historia del Movimiento ya se ha visto tal fenómeno, de manera enfática en la España del siglo XX.

 

P.A

García

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