ESCULTISMO
El Movimiento
Scout, corriente juvenil fundada en 1907 por el militar inglés Robert
Baden-Powell (1857-1941), gozó desde sus épocas fundacionales con el apoyo de
la Iglesia Católica. El esquema Scout (Escultismo) de Baden-Powell consistió en
un proyecto educativo juvenil cuya finalidad primitiva era el regeneracionismo
moral y material del Imperio Británico, razón por la cual tuvo la aprobación de
diversas autoridades pedagógicas y eclesiásticas, entre otras el Cardenal
Francis Bourne, arzobispo católico de Westminster. La prodigiosa fundación de
los Scouts, en palabras del propio Baden-Powell, fue un acontecimiento
inspirado: “primero tuve una idea, luego
brotó un espíritu y después tuve que crear una organización”.
Como hemos
dicho, el Movimiento Scout, rama original del Escultismo, se centraba
esencialmente en la formación y acompañamiento de la juventud. Su afamado
método pedagógico se apoyaba en el ejercicio físico y en la vida comunitaria.
Pocos años después de su fundación, el Movimiento Scout se convirtió en
semillero de vocaciones para el sacerdocio y la vida religiosa de la Iglesia
Católica. Muchos de los grupos de Scouts se reclutaban entre los alumnos de los
gimnasios e instituciones católicas, en los que estas vocaciones tenían un
medio favorable para su crecimiento; este fue el panorama reinante en países
europeos como Francia y España en la primera mitad del siglo XX.
La evidente
fe cristiana (protestante) de Robert Baden-Powell quedó plasmada en unas de sus
últimas palabras, pues se conoce que, ante su muerte inminente, dejó como
testamento a los Scouts lo siguiente: “Siento
la muerte cercana, pero me siento en paz; francamente he de decir que he sido
feliz, porque no he buscado otra cosa que hacer felices a los demás. Procurad
dejar el mundo mejor que lo encontrasteis; así viviréis felices y partiréis en
paz”. He aquí el origen del lema scout más popular: “Construir un mundo
mejor”.
Conozcamos ahora
un valiosísimo testimonio de la grata relación que desde siempre ha tenido la
Iglesia Católica con la fundación de B. P. (abreviatura usual del nombre del
fundador). En carta de la Secretaría de Estado de la Santa Sede, fechada en la
ciudad del Vaticano el 17 de abril de 1948 (seis años después de la muerte de
B. P.), se imprime, acerca del Escultismo, un panegírico digno de conocer.
La misiva fue
firmada por el Sustituto de la Secretaría de Estado, Mons. Juan Bautista
Montini, el futuro papa Pablo VI, hoy santo, y en ella se dirige al arzobispo
de México, Mons. Luis Martínez, con motivo de manifestarle las palabras y
cercanía del Santo Padre Pío XII por la “II Conferencia Interamericana de
Escultismo” que se realizaría en dicha ciudad capital de los Estados Unidos
Mexicanos.
La carta
pontificia comienza aseverando la “particular
simpatía y benevolencia que siente por el movimiento de los Scouts” el Sumo
Pontífice Pío XII, seguido de una breve y acertada concepción que la Iglesia
tiene sobre el movimiento, considerándole como un: “original sistema pedagógico, que, basado sólidamente en el Evangelio,
desarrolla oportunamente la personalidad del joven, valorizando sus inclinaciones
más nobles”. Para la Iglesia Católica, los fundamentos del Movimiento Scout
son “fuertemente evangélicos”, es decir, inspirados en las Sagradas Escrituras,
revelación del mandamiento supremo de Dios: el amor.
Pío XII,
centrado en el acontecimiento que se avecinaba, confiaba paternalmente en los
resultados de dicha Conferencia, pues de corazón esperaba que la misma habría
de “contribuir poderosamente a afirmar
cada vez más en todas las Asociaciones Scouts de ese Continente el postulado
fundamental del Escultismo, y una de sus más hermosas características: el
conocimiento profundo y la práctica abierta y consciente de la propia fe”. Parece
que, a pesar de ser una fundación laica, y más específicamente de origen cristiano
protestante -por la fe anglicana de
Baden-Powell- el Santo Padre sabía que el trabajo de los Scouts apoyaba el
conocimiento y práctica de la fe cristiana católica, de manera abierta y
consciente.
Se está
afirmando, entonces, que en el Movimiento de B. P. existía para 1948 una “educación religiosa del Scout”, en la
cual el individuo “tendrá un maestro y un
guía que lo acompañe en la consecución de su madurez cristiana en el capellán
scout, en el que el prestigio de la santidad sacerdotal consistirá siempre y en
todas partes la mejor garantía para su preciosa e indispensable obra”. Se
introduce aquí un tema que para el momento era habitual, pero que en la
actualidad parece haber desaparecido: los “capellanes scouts”, es decir,
sacerdotes católicos que, empapados con el espíritu del Escultismo, brindaban
asistencia espiritual a los miembros del Movimiento, tarea “preciosa e
indispensable”, siempre necesaria y digna de retomar.
El deseo
pontificio en la parte final de la misiva que tratamos es que el número de los
miembros del Movimiento aumente considerablemente en toda la América, sabiendo
que la juventud que se deja formar por los ideales Scouts, obligándose a “observar lealmente sus normas”, se
estarían adiestrando en el servicio “cada
vez mejor a Dios, a la Patria y a sus hermanos”. En estas palabras
reconocemos compendiadas las frases más invariables de la promesa Scout: Dios,
Patria y prójimo.
El papa se despide
indicando que su exhortación va dirigida específicamente y con mayor fervor “en primer lugar a los dirigentes y a los
jefes para que con verdadero espíritu de apostolado, no obstante los
sacrificios que les impone la responsabilidad de su misión cuiden de la
formación de los Scouts según los elevados y esclarecidos ideales en los que se
inspira el verdadero y genuino Escultismo”. La tarea de los dirigentes
scouts está preñada de sacrificios, pues deben ser ellos mismos el principal
testimonio y motor animador del espíritu scout en los grupos que dirigen, tarea
que ha de realizarse con “espíritu de apostolado”, es decir, con una visión
sobrenatural, sabiendo que el bien que se hace es inmenso, y que tiene su
implicancia no solo en la parte humana de los jóvenes, sino también en la
espiritual y moral.
Finalmente, por qué no pensar como justa alternativa de la
nueva evangelización en “Grupos Scouts Parroquiales”, donde la Iglesia sea la
sede y convocadora de los jóvenes que están deseosos de aprender cosas nuevas y
antiguas. Bastaría sólo con catalogar a dichos grupos como grupos de “Scouts
Católicos”, distinción que no sería contraproducente, pues en la historia del
Movimiento ya se ha visto tal fenómeno, de manera enfática en la España del
siglo XX.
P.A
García
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