miércoles, 8 de junio de 2016

La misericordia triunfa sobre el juicio.

CARTA A NUESTROS 
HERMANOS RECLUSOS

         Queridos hermanos reclusos, por medio de este breve texto quiero darles a conocer el mensaje del Evangelio, específicamente en su realidad de privados de libertad. Sabemos que entre ustedes hay, lamentablemente, todo tipo de personas, que por la sociedad son considerados “anti-sociales”: homicidas, extorsionadores, drogadictos, agresores familiares, ladrones, etc… es necesario que comprendan de una vez que Cristo también derramó su preciosa sangre por cada uno de ustedes. El Señor, es conocedor de nuestra intimidad, siempre nos mira con ojos de misericordia, sabiendo que algunos están arrepentidos y otros no, tomando en cuenta también a los que realmente son inocentes de lo que se les acusa.

         Es necesario que comprendamos que la justicia de los hombres, es la consecuencia de nuestros actos, es decir, todo lo que en la vida realizamos, consciente o inconscientemente, tiene sus consecuencias buenas o malas. Sabiendo que ustedes están privados de libertad a causa de sus actos, les anuncio que en Cristo encontramos el sentido del sufrimiento humano, ya que él también sufrió por nuestra salvación, a causa de nuestros pecados.

         Para ustedes, dentro de su sufrimiento por haber hecho el mal, existe una esperanza salvadora, que es el arrepentimiento sincero. Dios acoge a sus hijos rebeldes y los perdona, como el la parábola del hijo pródigo; incluso aquellos que no desean volver a él, los espera incansablemente. Comprendan que la libertad verdadera es aquella que nos impulsa a hacer el bien, por su parte la esclavitud es la que nos mantiene sumergidos en el pecado, en el error.

         Los exhorto ahora a vivir una vida de recogimiento y de entrega al servicio de Dios, desde su realidad, sabiendo que en medio de sus días deben cultivar el amor y la alegría manifestándola con su buen comportamiento y sus buenas acciones para con los otros.

         Les recuerdo, con palabras llenas de caridad que Dios no los ha castigado a ustedes por sus malas acciones, les repito, lo que ahora sufren es consecuencia de sus actos, sin embargo, nuestra Iglesia Católica ora incesantemente por la conversión de los pecadores y el arrepentimiento sincero, y los acoge en sus entrañas de misericordia.

         Me despido de ustedes, deseándoles bendiciones de parte de Dios, y entregándole por Madre a la Santísima Virgen María, la Madre de Dios y Madre nuestra, auxilio de los cristianos y poderoso consuelo de los afligidos.

         “Por mi vida, dice el Señor, no me complazco en la muerte de pecador, sino en que cambie su conducta y viva”

P.A
García

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