Reflexiones de la Carta Encíclica Redemptoris Mater de san
Juan Pablo II sobre la Bienaventurada Virgen María publicada en marzo de 1987.
¿De qué modo está unida
María al Misterio de Cristo?
En el misterio de Cristo, María está presente ya “antes de
la creación del mundo” como aquella que el Padre “ha elegido” como Madre de su
Hijo en la encarnación, y junto con el Padre la ha elegido el Hijo, confiándola
eternamente al Espíritu de santidad. María está unida a Cristo de un modo
totalmente especial y excepcional, e igualmente es amada en este “Amado”
eternamente, en este Hijo consubstancial al Padre, en el que se concentra toda “la
gloria de la gracia”.
María es introducida definitivamente en el misterio de
Cristo a través de este acontecimiento: la anunciación del ángel. (RM, 8)
¿Por qué podemos
llamar a María Madre de Dios y Madre nuestra?
Isabel pregunta a María: “¿de dónde a mí que la madre de mi
Señor venga a verme?”(Lc 1,43). Isabel da testimonio de María: reconoce y
proclama que ante ella está la Madre del Señor, la Madre del Mesías. (RM, 12)
San Ireneo dice: “el nudo de la desobediencia de Eva fue
desatado por la obediencia de María; lo que ató la virgen Eva por incredulidad,
la Virgen María lo desató por la fe”. A la luz de esta comparación con Eva los
Padres –como recuerda todavía el Concilio- llaman a María “Madre de los vivientes”.
(RM, 19)
Podemos decir que, si la maternidad de María respecto de los
hombres ya había sido delineada precedentemente, ahora es precisada y
establecida claramente; ella emerge de la definitiva maduración del misterio
pascual del Redentor. La Madre de Cristo, encontrándose en el campo directo de
este misterio que abarca al hombre, a cada uno a todos, -es entregada al hombre-
a cada uno y a todos como madre.
Este hombre junto a la cruz es Juan, “el discípulo que él
amaba”. Pero no está él solo, sino que siguiendo la tradición, el Concilio no
duda en llamar a María “Madre de Cristo, madre de los hombres”, pues está “unida
a la estirpe de Adán con todos los hombres…; más aún, es verdaderamente madre
de los miembros de Cristo por haber cooperado con su amor a que nacieran en la
Iglesia de los fieles”. (RM, 23)
P.A
García
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