lunes, 3 de junio de 2019

Dos testimonios vocacionales narrados en el Seminario de Mérida


CONTANDO EL LLAMADO
Pbro. Antonio Rojas y R.P. Fray Pedro Castellanos, OCC

     En la tarde de este lunes 3 de junio, en el marco de la Semana del Seminario, fueron invitados al Seminario San Buenaventura de Mérida dos sacerdotes para compartir sus testimonios vocacionales, ellos fueron: el R. P. Fray Pedro Castellanos OCC, formador de su casa religiosa en la ciudad de Mérida y el Pbro. Antonio Rojas, Párroco de Nuestra Señora del Carmen de Buenos Aires de la Diócesis de El Vigía - San Carlos del Zulia. Ellos contaron su experiencia sobre la vocación, a continuación un resumen de sus comentarios.

El seminarista Yarfranson Montoya inició la ronda de preguntas. ¿Padre Pedro, en su tiempo de formación y ministerio cuál ha sido la mayor dificultad?

Desde el momento de los estudios encontré dificultades, pero desde el llamado de Dios uno se ve animado a seguir adelante, pues el mismo Jesús hizo muchas cosas con valentía, de igual manera nosotros sus discípulos.

Onias Rojas preguntó ¿Padre Antonio, desde su ministerio puede comentarnos una experiencia que le haya fortalecido?

El sacerdocio se vive a cada instante y en cada momento hay una lección y enseñanza. Como director de Caritas he sabido reconocer las dificultades y carencias de las personas. Siempre ha sido duro para mi encontrarme con realidades como las cárceles y hospitales y es lo que he venido haciendo como sacerdote, y es algo que me ha fortalecido grandemente en mi ministerio, en todos lados Dios me manifiesta su misericordia.

Carlos Araujo ¿Padre Pedro, cómo te llamó el Señor?

Lo básico para hablar de la vocación es precisamente responder esa pregunta. Desde niño siempre me llamó la atención la vida sacerdotal y de manera especial la vida religiosa. A mi padre no le agradó la idea de hacerme sacerdote, pues él me quería trabajador, con cayos en las manos. En una oportunidad un sacerdote misionero habló con mi familia, sin embargo, la negativa de mi padre continuó. Llegué a tenerles miedo a los sacerdotes. Mis estudios se vieron realizados dentro de muchas dificultades. Con el Padre Víctor Angulo me sentí nuevamente motivado a seguir estudiando, por ello me fui a vivir a la casa cural de Timotes. Al padre ser cambiado, empecé a buscar la vida religiosa, pero yo seguía sin tener el bachillerato. Un día fui invitado al cursillo, cuando el padre Ángel Palacios redentorista preguntó si alguien quería ser religioso, por lo que empecé el proceso vocacional con ellos durante tres años. Un primero de mayo me informan que no podía ingresar por falta del bachillerato. Después de buscar en varias congregaciones siempre me animaban a casarme. Lo último que hice fue hablar con un padre paulino que me dijo algo sorprendente: Pedro, ya no intente más y deje que sea Dios el que lo llame. Un día llega un gran amigo sacerdote, el padre Olivo León, quien me animó a irme con los padres carmelitas. A la semana cercana a Pentecostés me invitaron a una convivencia en la Casa de los Carmelitas de Mérida, y desde ese momento empezó mi vida nuevamente, dejando todo para empezar de nuevo. Me puse al día con mis estudios, de cuarto grado en adelante y luego con el bachillerato. Fue una etapa muy dura, pero con esfuerzo y en cumplimiento de la voluntad de Dios lo logré.

Luis Miguel García ¿Padre Antonio, que son para usted los consejos evangélicos y cómo los vive?

No son el reflejo de algo que es muy difícil de hacer, son un regalo de Dios. Todo depende de cómo amaneces cada mañana. Siempre he dicho que la parroquia será como sea el sacerdote. Y si el sacerdote vive los consejos evangélicos animará a su feligresía a seguir también a Jesús. Si no ponemos en práctica estos consejos el sacerdocio se nos cae. Todos los días Dios nos llama, y todos los días hay que responderle con nuestra entrega y servicio.

Abrahan Rangel. ¿Padre Antonio, cómo fue su proceso vocacional y su llamado?

Yo soy de Valencia, estado Carabobo. Tengo un tío sacerdote y desde la niñez siempre tuve esa inquietud de hacerme sacerdote. Estuve cercano a unos padres italianos, en esto intenté optar por la vida religiosa. Un día, mientras trabajaba me consigo en el terminal con un sacerdote extraviado. Él me pidió que le ubicara una dirección. Y luego me dijo que lo hospedara en mi casa, cosas muy extrañas. Se quedó con nosotros 17 días y luego me dijo que cuando me vio en el terminal pensó que yo podía ser sacerdote. Finalmente me invitó a una convivencia. Tuve que renunciar a mi relación sentimental con una joven, es parte del proceso de maduración vocacional. En todas estas fui asaltado y supuestamente apuñalado, al llegar al terminal no me pudieron localizar la herida de la cual había salido muchísima sangre. Ingresé con los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús. Allí me di cuenta que Dios tenía preparadas grandes cosas para mí. Decido entrar como diocesano y en la Diócesis de Maracay me envían a estudiar a San Cristóbal. Después de los estudios soy enviado de año de pastoral para El Vigía y allí fui ordenado sacerdote y hasta los momentos tengo 16 años de ministerio.

Abrahan Rangel ¿Padre Pedro, tuvo algún momento con ganas de abandonar todo?

En el noviciado llegó un momento en el que sentí que debía estar afuera. Ya con las maletas hechas para marcharme abrí la Biblia y me conseguí con la frase de Jesús: el que pone la mano en el arado y mira para atrás no es digno de mí. Fui al superior y me animó a seguir adelante. Luego de esto me propuse a estudiar la vida de los padres del desierto. Todo esto me ha ayudado en la vida sacerdotal. Nunca he pensado en dejar el sacerdocio ni la vida religiosa. He tenido muchos ofrecimientos desde la vida diocesana, pero nunca he pensado en dejar la vida religiosa, porque el que pone la mano en el arado y mira para atrás no es digo del Señor.

Padre Antonio ¿Ha tenido usted la tentación de dejarlo todo? 

En mi tiempo de estudiante recuerdo que por el trato inadecuado de mis superiores casi me marchaba del seminario. Una vez, estando en el primer año de teología, quise irme del Seminario, luego con la maleta hecha dejé el día siguiente para irme del seminario. Al día siguiente volví a deshacer la maleta para continuar. Más adelante, con la enfermedad de mi madre estuve a punto de dejar el ministerio sacerdotal por un tiempo. Mi madre falleció y no hubo tiempo para que yo renunciara al sacerdocio. Entendí así el mensaje de Dios. Todo me quedaba claro frente al Santísimo Sacramento. Todavía me falta mucho por conocer del Señor.

Al finalizar el conversatorio, el Pbro. Jormin Fermín cjm agradeció a estos dos sacerdotes por venir a compartir con el Seminario de Mérida. 
“Somos uno en la diversidad”

P.A
García

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