ÉTICA EN FORMACIÓN
Cardenal Karol Wojtyla, san Juan Pablo II, eminente filósofo personalista |
No es fácil hacer un proyecto ético personal, sobre todo porque siempre está el peligro de fallar en lo que uno se propone y lo que luego realiza, sin embargo, es necesario definir al menos una línea de pensamiento personal, que permita el esclarecimiento de ideas y que facilite la orientación personal de la vida, el cómo uno desea actuar, o cuáles serán las máximas que regirán nuestra existencia.
Con
el estudio de la filosofía, se tiene la oportunidad de conocer diferentes
corrientes de pensamientos que, de una u otra manera, van haciendo nido en cada
uno de nosotros, sea porque logren convencernos con sus propuestas, o sea
porque en ellas encontramos armonía con nuestra propia manera de pensar y de
concebir a Dios, al mundo y a los hombres; en mi caso, podría hablarles del
Personalismo, que es una respuesta al notable individualismo que sufre nuestra
sociedad. Como he podido analizar, hay algo que es indudable en la persona
humana, y es su capacidad de relacionarse con los demás, cosa que es evidente,
sin embargo, al afirmar que esto es una capacidad, correspondería ahora
presentar este “relacionarse” como un deber, y es que precisamente la misma
naturaleza de la persona humana obliga, como si fuese un deber, a relacionarse
unos con otros, con aquel que me hace sentir vivo, con aquellos que con solo
mirarlos las confirmo como tal y me distingo como individual, aunque soy parte
de un todo donde la Persona es lo primordial.
Hay
en nosotros, además de una capacidad y un deber de relacionarnos, una
necesidad, pues de lo contrario no sería posible dicha relación, pues con la
capacidad me hago potencialmente persona, con el deber me incluyo en el
pensamiento personalista, pero con la necesidad me hago parte de la acción de
encuentro de la misma naturaleza de la persona humana. Creo entonces que,
capacidad, deber y necesidad son los tres motores principales para la relación
de persona a persona, y en esto puedo precisar un posible proyecto ético
personal, pues a mi juicio, en el estilo de vida tan particular en el que me
encuentro, es evidente que sin un encuentro del yo con el tú, no se podría
llevar a cabo el bien que se pretende hacer.
Un
ética personal vendría a exigirme, una total disposición de salir de mí mismo
para optar por el encuentro con los demás, donde el respeto y la tolerancia
vayan de la mano, donde el equilibrio sea tal, que mi persona sea, se
manifieste, se desarrolle al igual que la persona que tengo en frente. Por mi
parte, reconocer al otro, es clave fundamental para las relaciones de unos con
otros, pues de esta manera, al reconocer al otro, le doy existencia y me hago
sentir yo mismo, pues, en el otro puedo encontrar tanto diferencias como
similitudes.
Ética
sería entonces, lo que en mi vida marcará la pauta para existir, pero para
existir de verdad, una existencia donde sea capaz de ser feliz sin coartar la
felicidad de los demás. Hay que precisar, antes de finalizar este proyecto, que
en concordancia a la fe que como persona tengo en Dios, debo encaminar mi
visión y misión en virtudes muy particulares, personalmente opto por las teologales
fe, esperanza y caridad, por las cardinales, prudencia, justicia, fortaleza y
templanza, y por los consejos evangélicos, pobreza, castidad y obediencia, que
en resumen, vienen a constituir la identidad presbiteral a la que estoy llamado
a adoptar por la misma naturaleza vocacional.
P.A
García
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