EVA CASTILLO
Eva Angelina Castillo nació en La Playa, en el sector Las Delicias, el 14 de octubre de 1945. Hija de Tomasa Rafaela Castillo. Tuvo tres hermanos, Luis Alberto Castillo, Emilda Castillo y María Margarita de Coromoto Salas Castillo. En su infancia se crio en la casa materna, que pertenecía a su tío Juan Bautista Castillo. Años después, su madre Tomasa contrajo nupcias con Claudio Salas y así se mudaron para la casa de este, ubicada a cien metros de la iglesia, en medio de un cañaveral de su propiedad.
En su nueva casa, siendo aún una niña, colaborada diligentemente con los quehaceres del hogar, incluso barría junto a Claudio Salas la Plaza, pues él era ecónomo del Cementerio y Plaza Bolívar de La Playa. Acompañaba a buscar leña a la “Quebrada Arriba” y en diciembre arenas de colores y lama para hacer el pesebre del Niño Dios. Junto a su madre iba caminando hasta el Páramo de Mariño a llevar comida para obreros.
Estudió
hasta el sexto grado de educación primaria en la Escuela “Graduada Estado
Falcón”, a la par de encontrarse en sus inicios de las labores docentes doña
Blanca Castillo de Paredes. En esta escuelita local aprendió a leer y escribir
con notable destreza, así como nunca le fallaron las matemáticas. Recordaba de
memoria los nombres de los huesos de la mano y siempre equiparaba su sexto
grado con el bachillerato de la actualidad.
En
la madrugada del 23 de enero de 1958, Eva Angelina con 13 años de edad, se
encontraba junto a su madre preparando el desayuno, cuando recibieron la visita
del tío Juan quien temblando de alegría les comunicó lo que las radios de toda
Venezuela estaban anunciando: el dictador Marcos Evangelista Pérez Jiménez
había renunciado a la presidencia de la República.
Con
el apoyo de su hermana Emilda, quien radicaba en El Vigía, cursó en esta
población talleres de costura y manualidades en el Colegio de Santa Teresita
del Niño Jesús, donde aprendió a cantar la Salve en latín y las artes que más
adelante le permitieron trabajar la costura, el bordado, la pintura sobre tela
y manualidades en general para sus ingresos personales.
Estando
en estas ocupaciones, con 21 años de edad, quedó embarazada del primer hijo
varón que tuvo de un hombre que no quiso hacerse responsable, al que bautizó
con el nombre de Alexander, y que tristemente perdió la vida ahogándose en la
acequia que pasaba por terrenos de Claudio Salas al año y medio de edad. Lo
había dejado al cuidado de la nona, mientras ella iba a casa de Salomé Rujano,
a mandar a hacer un vestido para su niña de cuatro meses de nacimiento, cuando
escuchó el alboroto de unos obreros que estaban en la acequia, de que un niño
se había ahogado.
Se
enamoró del joven Pedro Julián Barillas Pereira, con el cual decidió formar una
familia. Tuvieron tres hijos, Clara Tahis, Atanacia y Vladimir. Con él
compartió los mejores momentos de su juventud, acompañándolo en todas sus ideas
y proyectos, hasta que enviudó con tan solo 46 años de edad.
Mujer
emprendedora, laboró a lo largo de su vida en diversas circunstancias que le
facilitaron la crianza de sus hijos y la construcción de su casa, para lo cual
había recibido en herencia de su padrastro un lote de terreno detrás de la
iglesia. Se desempeñó como suplente de maestra en la comunidad de Bordo Seco en
Bailadores, cuando doña Lola de Castillo la ocupaba en sus ausencias. Fue
secretaria femenina del Partido Acción Democrática en La Playa. Trabajó como
instructora de “Acude” un programa social del INCE, en el que enseñó a leer y
escribir a personas mayores en su casa de habitación. La Alcaldía de Rivas
Dávila en el gobierno de Julio Rosales la tomó en cuenta para dictar talleres
de bordado y costura, en los cuales interactuaba con compartir y actos cívicos
involucrando a todos y procurando mantener buenas amistades.
Fue
la primera bedel en los inicios del Preescolar de La Playa, que luego se
denominó “Elio Castillo”, cuando este funcionaba en las instalaciones recién
inauguradas de la Escuela “Flor de Maldonado”. De ahí juntó esfuerzos con
diversas personas para proyectar y construir la nueva sede del Preescolar en
terrenos adyacentes a la Escuela, para lo cual organizaban los famosos templetes,
una fiesta popular con venta de comida y bebidas para recaudar los fondos
necesarios en las gestiones propias de una construcción.
Una
vez culminado el nuevo Preescolar se identificó totalmente con su trabajo como
aseadora y luego clasificó para portera. Allí se dedicó con pasión a amar a los
niños y ayudarles en el proceso de adaptación escolar. Fiel colaboradora de
docentes y representantes, servía desinteresadamente a todos sin medir
condiciones ni credos.
De
actitud positiva y alegre cultivó un sano humor que amenizaba encuentros y
amistades. No meditó el mal ajeno, por el contrario, fue una mujer de profunda
humanidad y buenos sentimientos, generosa y desprendida de sus cosas en
beneficio de los demás. Sus amigos y conocidos le llamaban cariñosamente
“Evita”, a lo que ella respondía “evita incendios forestales.” Cuando mujeres
de distintos sectores caminaban por Las Delicias, ella les preguntaba que
cuándo era el concurso de belleza, porque ella representaría a su sector y se
sentía ya ganadora.
Sus
hijos Atanacia (Tania) y Vladimir se fueron a vivir a Los Valles del Tuy en
Miranda, y todos los años iba a visitarlos, llevándoles víveres, lencería,
hortalizas, pan tovareño, detalles para compartir. Regresaba alegre a continuar
con su trabajo y a disfrutar de sus nietos Reyna, Thalia y Pedro, hijos de
Tahis, quien acompañó a su madre hasta la hora de su muerte.
Se
animó a modificar su casa rural, para lo cual recibió todo el apoyo de su hija
Tahis. Se sintió complacida con los resultados, pues se cambió el techo de
asbesto por teja, el piso pulido por cerámica, se hicieron servicios higiénicos
en cada cuarto, puertas entamboradas y modificación total de la cocina y patios
traseros, así como el mejoramiento de las casas de alquiler de sus hijos, precisando
para cada uno un espacio cómodo. Acostumbraba a repetir: “la casa principal es
para Tahis y las dos del patio trasero, una para Tania y la otra para Vladimir”.
De
arraigadas convicciones patrias, siempre estuvo en oposición al gobierno
socialista del presidente Hugo Chávez. Todas las noches veía el programa “Aló
Ciudadano” por Globovisión, donde se enteraba de la actualidad política y
social de Venezuela. Por ser opositora y abiertamente adeca, le fue faltado el
respeto por algunos playenses que luego la trataron con normalidad y a quienes
ella no tomó en cuenta su irreverencia.
De
espíritu solidario cuidó de muchos enfermos con total entrega, en primer lugar,
vio de su suegra doña Atanasia hasta el día en que falleció, luego cuidó de su esposo
Pedro Barillas y su padrastro Claudio Salas, también de su madre, Tomasa
Rafaela, cuando se fracturó el fémur y quedó imposibilitada de caminar.
Acompañó muy de cerca la enfermedad de su hermana Coromoto a quien vio morir el
31 de octubre de 2002.
Con
su hermano Luis Alberto “Gorila” guardó especial consideración, pues la larga
enfermedad de artrosis reumática le aquejó varios años en los que él encontró
refugio y alivio en su hermana Eva, quien le hacía de comer, le preparaba
remedios, le hacía baños tibios con plantas medicinales para menguar el dolor
de sus rodillas, le buscaba el periódico y pasaban largas tardes conversando y
recordando cuando eran niños.
Creyente
en Dios y la Virgen frecuentaba esporádicamente el templo parroquial,
fomentando en hijos y nietos la fe católica. Ajena a cualquier tipo de creencia
esotérica o supersticiosa, nunca puso su confianza en nada ni nadie. Fue buena
lectora y se destacó en la composición de cuentos en prosa y verso.
En
el arte culinario le gustaba preparar recetas con aporte personal, horneando
tortas de pan con queso o de cambur, para sorprender a los suyos y a quienes le
visitaban. Todas las tardes hacía meriendas donde nunca faltó el café.
El
14 de octubre de 2012 cumplió 67 años de edad en una sencilla reunión familiar
en la que participaron sus seres más cercanos. Días antes, mientras arreglaba
el estambre metálico del gallinero, se punzó el dedo pulgar derecho, por eso,
el 15 de octubre asistió a Tovar para un chequeo médico, pues le generaba
molestias. Por recomendaciones médicas hubo un cambio de medicamentos para su
tensión lo que quince días después le ocasionó su muerte repentina de un
infarto fulminante en el Hospital II San José de Tovar a las 12:30 p.m.
Fue
enterrada en el cementerio de La Playa en los trabajos de la familia Barillas
Rujano, quienes pusieron a disposición un espacio. De su casa fue llevaba al
Preescolar “Elio Castillo” donde se rezó un Santo Rosario y se le custodió por
parte del personal de la institución, luego fue llevado el féretro al templo de
La Playa para la misa exequial oficiada por el padre Jaime Duque.
P.A
García
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