DE AYACUCHO A HUANCAYO
El día 31 de julio de 2024 dejé de
trabajar como secretario del Sr. arzobispo de Ayacucho, tarea que desempeñé por
casi un año y medio en esa ciudad, y para cambiar de rumbo oficialmente, Mons. Salvador
Piñeiro tuvo la gentileza de firmar un decreto por el cual me admitía como
seminarista de esta Arquidiócesis, en consideración al proceso vivido durante
tres años y medio en tierras peruanas.
El mencionado DECRETO ARZOBISPAL se
registró con el número N°055-2024, y mencionó de manera muy sucinta seis puntos
resaltantes a consideración, los cuales comentaré a continuación para dejar
plasmada mi apreciación en cada uno de ellos que, en última instancia, pasan a
formar parte de la historia de mi vida:
En cursivas cada frase del decreto
arzobispal:
1. Que Pedro Andrés García Barillas llegó al Perú en
noviembre de 2020 manifestando la intención de continuar con sus estudios
teológicos en el Seminario; aconsejándosele un tiempo de discernimiento.
El 24 de noviembre de 2020 llegué a
Ayacucho, esa misma tarde fui a la parroquia Santa Ana para conocer y conversar
con el padre Yoni Palomino Bolívar; de este encuentro quedó pautada la cita con
el obispo para el día 30, la que se llevó a cabo en términos muy cordiales. Mas
adelante, en misiva recibida a mediados de diciembre de ese año 2020, el Sr.
arzobispo me hizo saber el parecer del Concejo Presbiteral. Mientras yo rezaba
el santo rosario de rodillas frente al Santísimo de la Catedral, antes de la
misa de 6:00 p. m., él me entregó el sobre con la carta, en cuyo destinatario
se leyó “Sr. Pedro García-Barillas”, la cual leí al finalizar el piadosísimo
rezo, llevándome una gran desilusión, pues en la conversación privada del 30 de
noviembre me había asegurado otra cosa. Lo cierto fue que, yo con 25 años
cumplidos y sin ningún título universitario, pensé por primera vez en buscar un
trabajo el cual felizmente no tardó en llegar.
A veces las cosas no son “soplar y
hacer botellas”, lo sabemos, hay que lucharlas, esperarlas y, sobre todo,
trabajar por ellas, pero, aunque nos cueste mucho o poco y al final se logre,
siempre es Dios el que se apiada y concede las gracias que se le piden, o,
mejor dicho, como se le adjudica a algún santo: “lo que Dios te quiere dar él
mismo te lo hará desear”.
Sí, el trabajo dignifica y santifica,
no hay duda de eso, la cuestión es conseguir trabajar en el lugar en el que uno
pueda ser más útil, y afortunadamente ese fue mi caso. Cuando pensé en buscar
trabajo lo primero que se me pasó por la mente fue dar clases, al menos de Religión,
que es lo que groso modo sé, y el Señor me escuchó con una claridad
impresionante.
2. Que ejerció la docencia de Primaria desde marzo de 2021
hasta febrero de 2023 en la I.E.P. "Discovery" de la parroquia
"Santa Rosa de Lima", bajo la guía del Pbro. Braulio Alarcón
Contreras; así como también diversos encargos pastorales.
Mi etapa como profesor ha sido de las
más provechosas que he tenido, pues tuve la valiosa oportunidad de enseñar al
que no sabe, pero antes pasé por tener que enseñarme a mí mismo las cosas que
ya había olvidado y otras tantas novedosas; una auténtica acción autodidacta
que, afortunadamente, -modestia aparte- me salió muy bien a juzgar por los
resultados laborales.
En la entrevista de trabajo con el
padre Braulio, en marzo de 2021, él pensó inicialmente en ocuparme como docente
del primer grado de primaria, es decir, con los niños más pequeños, sin
embargo, pasados los días me correspondió finalmente el sexto grado, llevando
así dos promociones, la del año 2021 y la siguiente del 2022. Qué hubiese sido
de esos pequeños niños con un profesor tan alto, corrían el peligro de haber
sido pisados por un gigante.
El primer año de trabajo tuve solo 8
alumnos y en el segundo la cifra se multiplicó por dos, pero conté con el
consuelo de la cámara de seguridad dentro del salón, para eso de “guardar la
disciplina” de los churres. A ellos les enseñé todas las asignaturas de
la educación básica para su grado, a excepción de Educación Física, de la que
sí gozaron de un especialista en el área. En 2021 de marzo a septiembre las
clases las llevamos por la plataforma Zoom, desde octubre obtuvimos una autorización
especial del director para tener clases presenciales, aun cuando no había permiso
por parte del Ministerio de Educación. Ya el 2022 si fue totalmente normal,
dejando a un lado la barrera de la virtualidad.
Todas las mañanas rezábamos en
castellano o quechua o latín o inglés, el Padrenuestro, Avemaría y Gloria,
principales oraciones del cristiano que no tardaron en memorizar al mejor
nivel. Hice todo mi esfuerzo por preparar unas clases interesantes y
participativas, con materiales audiovisuales y ejemplos concretos. Un norte
determinante fue inculcarles el hábito por la lectura, es así como los pequeños
alumnos leyeron varios libros, entre los que se encontraron: el Diario de Ana
Frank, el Principito, el Niño con el pijama de rayas, el Caballero de la
armadura oxidada, Los cuatro acuerdos y una selección de las Tradiciones
peruanas de Ricardo Palma, entre otros. Muchos mejoraron la fluidez al leer,
todos lo notamos al final del curso.
Pero no todo el aprendizaje se llevó
dentro del aula, pues también hubo algunas salidas, sobre todo a museos, para
la asignatura de Personal Social, para conocer la Historia con las evidencias
de los hechos.
El trato con los colegas docentes fue
impecable. Todos ellos tuvieron para conmigo las consideraciones necesarias del
que está llegando de lejos y desconoce la dinámica de un ambiente laboral tan
agitado como lo es un colegio de Primaria y Secundaria. Con todos entablé una
buena amistad y el respeto primó en todas las actividades docentes.
Respecto a los encargos pastorales
ejercidos en la parroquia Santa Rosa de Lima, algunos de ellos fueron la
preparación del Colegio de Monaguillos; el servicio en el altar los domingos;
la Celebración de la Palabra en diversas comunidades foráneas y en la misma
sede parroquial; acompañamiento en procesiones de fiestas de santos; charlas a
grupos de jóvenes, catequistas, catequizandos y demás grupos de apostolado de
la parroquia; charlas prebautismales para padres y padrinos vía internet,
llegando a reunirse en algunas ocasiones más de 100 personas; entre otras
actividades puntuales que no alcanzo a recordar.
La parroquia es una escuela para los
que deseamos ser párrocos. En Santa Rosa estuve con el padre Braulio y sus dos
vicarios, el padre Jesús Chuchón y el padre Edwin Laurente, ambos me animaban
constantemente a seguir perseverando en la vocación y me iluminaban sobre los
pasos venideros en el proceso de formar parte de la Arquidiócesis de Ayacucho.
El padre Braulio me brindó toda su confianza, al punto de ocuparme para
diversas actividades con un mínimo de anticipación de 5 minutos; él estaba
seguro de que lo que me encomendara yo lo haría de la mejor manera. Solo una
vez me corrigió con ímpetu, y fue cuando en las clases vacacionales saqué con
métodos inapropiados a un alumno indisciplinado que estaba poniendo en riesgo
la integridad de sus compañeros y mi paz interior, la que finalmente logró
quebrantar, para vergüenza mía.
3. Que trabajó como secretario de este Arzobispado de
Ayacucho desde el 28 de febrero de 2023 hasta el 31 de julio de 2024.
Me tocó vivir lo que nunca se me
había pasado por la cabeza, y fue que, por recomendación del padre Braulio y
vista la necesidad del arzobispo, él me llamó a ser su secretario, para entrar
paulatinamente en el ambiente de la arquidiócesis, de modo que pasé de ser un
profesor del Colegio Discovery a ser el secretario del arzobispo y del
Arzobispado de Ayacucho, un espacio privilegiado para servir y conocer de cerca
el gobierno de la Iglesia, atendiendo a sacerdotes, religiosas y laicos, cada
uno de ellos con su tema.
A la Curia Arzobispal de Ayacucho
llegaba todos los días a eso de 8:00 a. m., siendo el horario de atención de
9:00 a. m. hasta la 1:00 p. m. A los pocos días de haber asumido el cargo me
entregaron las llaves de ingreso. Al igual que en el Colegio, en la Curia las
relaciones con los demás trabajadores fueron óptimas. En la Sindicatura don
Alejandro y el señor Edwin estuvieron siempre atentos a lo que se necesitara en
la oficina; con el apoyo de ellos logramos hacer algunos pequeños cambios en la
secretaría, procurando el mejor servicio al arzobispo y a quienes acudieran por
allí. En la Cancillería el padre Orlando, vicario general, y el padre Percy,
canciller, junto a la secretaria Sra. Janet, fueron un consultorio gratuito en
los casos en los que no supe cómo proceder y no estaba el obispo para
conversarlo con él. En la recepción estuvo Carlos, a quien dejé como dignísimo
sucesor en el puesto, él siempre amable, respetuoso y atento, como también lo
fue el señor Fernando, encargado de la limpieza.
El ingeniero Jorge era frecuente
conversador, así como el padre Orlando, pues en los ratos libres acudían a la
oficina para conversar, sobre todo de temas arquidiocesanos, pues ellos con
varios años de servicio, de todas se las sabían todas. Los encargados del
Archivo Arzobispal también pasaban por la oficina, a sacar sus impresiones de
los materiales de trabajo; Cristian, el director del Archivo, antropólogo de
profesión siempre manifestaba y llevaba a cabo sus iniciativas afines a la
preservación de la historia y de los documentos contenidos en su Archivo,
secundado por la incondicional ayuda y técnica de Romel, con quien más tuve la
oportunidad de conversar. En ocasiones muy puntuales venía el señor Juan,
administrador del Centro Turístico Cultural “San Cristóbal de Huamanga”.
Abriéndose una nueva oficina, la
Vicaría Judicial Adjunta, colaboré de cerca con el padre Melquiades, quien
recibió de monseñor el encargo de atender con diligencia los casos de nulidad
matrimonial. Prácticamente todas las semanas llegaba alguien interesado en
saber el procedimiento para declarar nulo su matrimonio eclesiástico, aunque en
realidad venían buscando el divorcio, cosa que no es lo que sucede con la
nulidad.
El aspecto de trabajo cambió
rotundamente cuando con el apoyo de mi mamá me dediqué a ornamentar los pasillos
y la misma oficina con plantas. Eran varios los maceteros vacíos que había ya
en la Curia, los que ocupé con tupidas y verdes plantas, mas otros que fui
llevando poco a poco para “darle vida” al lugar. Así fue como tuve que dedicar
un tiempo cada semana para regar las plantitas, que recibían buen sol y
florecían agradecidas.
Como buen secretario estuve atento a
lo que el arzobispo necesitara. Transcribir o redactar cartas, protocolos,
oficios, decretos, informes, discursos, constancias, certificados de donación,
declaraciones juradas, reconocimientos, entre otros. También compendié sus
homilías de Semana Santa, fruto de este trabajo fue el libro autobiográfico que
presentó Mons. Salvador con motivo de sus Bodas de Oro Sacerdotales y al
cumplir sus 75 años de edad. Monseñor escribe de manera muy sencilla y diáfana,
no le gusta la palabrería, es decir, su ideal es decirlo todo con pocas
palabras, en un texto directo y afable, porque a veces menos es más…
Si la parroquia es una escuela para
los que queremos ser párrocos, la secretaría del arzobispo es una escuela para
los que quieren guiar por el camino correcto al pueblo de Dios que nos será
encomendado. Cada conversación con monseñor Salvador era un cúmulo de
aprendizajes, aquello era una verdadera cátedra. De muchas cosas tomé apuntes
personales, para tenerlos en cuenta más adelante, en el futuro ministerio.
Monseñor siempre sereno, alegre, conversador y sobre todo siempre padre y
pastor; su sola presencia irradia paz, su palabra es obligada referencia a la
representación divina que su posición encarna. Nunca recibí de él ningún improperio,
pues creo que tampoco le di motivos. Los refranes saltaban a menudo, y casi
siempre yo los traducía a la usanza venezolana, para deleite de ambos. De
historia conversábamos muy seguido, él conoce e indaga sobre la obra
bolivariana en el Perú, reconociendo a Bolívar y a Sucre como los hombres que
liberaron estas tierras suramericanas.
4. Que fue instituido Lector y Acólito de la Santa Iglesia el
18 de febrero de 2024.
En octubre de 2023 presenté a Mons.
Salvador la carta petitoria de los ministerios laicales, su respuesta rápida fue
positiva: “con mucho gusto, busquemos la fecha…”. En razón de la pastoral que
estaba ejerciendo en el penal, me fueron conferidos ambos ministerios, el de
Lector y el de Acólito, en la fecha arriba mencionada. Antes de la ceremonia participé
del retiro anual del clero en la Casa de Retiros San Juan Pablo II en Luricocha,
Huanta, por invitación exclusiva del arzobispo.
En la misa de colación de los
ministerios, monseñor tuvo unas palabras hacia mí muy significativas, las
mismas que no quedaron grabadas en la transmisión en vivo de la santa misa por
el Facebook de la Catedral, como para que solo quedaran grabadas en mi mente y
en mi corazón, por eso con el salmista puedo decir “¿cómo le pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?”.
Recibir un ministerio es algo
ciertamente importante, mas cuando se desea, cuando se pide y uno se prepara
para recibirlo. Recuerdo los dolores de cabeza que esto significaba en el
seminario donde estuve 6 años, era casi un Armagedón, el fin del mundo, porque
uno simplemente quería dar el paso que tocaba, vivir paulatinamente la vocación.
Los que conocen de la formación sacerdotal me entenderán con facilidad.
5. Que cursó estudios de diplomatura en Teología en la
Pontificia Universidad Católica del Perú desde agosto de 2023 hasta julio de
2024.
Un buen día de junio de 2023 me
interesé en una publicidad de la PUCP en la que anunciaba el próximo inicio de
una Diplomatura, con facilidades de pago o incluso con la opción de una beca o
media beca. El arzobispo estuvo de acuerdo desde el principio y gracias a su
carta de presentación obtuve la beca completa. Durante todo un año consagré los
sábados en la mañana, de 9:00 a. m. a 1:30 p. m. a conectarme vía Zoom con el
docente y los compañeros (que ahora son amigos) para participar de las
interesantísimas clases de esta Diplomatura en Teología, de un nivel académico
muy elevado y exquisito como también exigente. Todos los trabajos escritos de
ese año los publiqué en mi Blog y también están impresos en mi libro “Desde
Ayacucho. Santuario de la Peruanidad…”.
El ambiente de la PUCP en su
Departamento de Teología es muy afín a la Teología de la liberación, de ahí que
me interesara por saberlo todo sobre este tema que nació en el Perú, por eso se
me dio la oportunidad de conocer personalmente al mismísimo padre Gustavo
Gutiérrez, padre de la Teología de la liberación, a quien visité en compañía de
un amigo de la diplomatura, así como también adquirí su libro base en la
edición de sus bodas de oro, del cual hasta el momento solo he leído y resumido
para mi Blog la introducción “Mirar lejos”, una especie de síntesis de su
Teología. En opinión de monseñor Salvador, el padre Gustavo Gutiérrez es un
hombre de Iglesia, nunca ha estado fuera de las verdades reveladas, es decir,
no es un hereje ni mucho menos un reformador al estilo revolucionario; lo que
sí hay que hacer es reconocerlo como un gran teólogo, pensador, misionero y un
hombre que encarnó la opción preferencial por los pobres.
6. Que colaboró con la Pastoral Carcelaria Arquidiocesana
desde enero de 2023 hasta julio de 2024.
Mi paso por la cárcel, no como
recluso sino como agente pastoral, fue también muy provechoso como necesario.
Fui a la cárcel a visitar a Jesús, el Hijo de Dios, que estuvo preso y fuimos a
visitarlo. En cada rostro está el Señor, en cada vida Dios se manifiesta, todos
son valiosos, merecen respeto, un trato digno y dignificante, su mejor
presentación es seguir siendo hijos de Dios. En la cárcel fui consciente de lo
débiles que somos, lo fácil que es pecar, o transgredir las leyes, que no
siempre es lo mismo. La debilidad humana se ejemplifica en breves instantes,
pero tiene consecuencias largas, penas duras, años y años sin libertad. Si es
así aún con la esperanza puesta en Dios, cuán duro será cuando no se tiene fe.
Comprendí que no se trataba tanto de
ir a hablar, a decir o a “entretener” a los internos, como lo pensó alguno de
los directivos, sino que la sola presencia, la escucha atenta y el trato amable
fueron suficientes para restaurar la fe, para evangelizar; porque ya es
suficiente condena la que viven allí recluidos, por eso como agente pastoral me
enfoqué en hacer de los espacios permitidos y de las actividades planificadas, una
vivencia fraterna, distinta, amigable, que desearan seguir participando, para
que, como lo dice la Sagrada Escritura, veamos “qué alegría y qué paz convivir
los hermanos unidos.”, en contraste con la opresión y los malos tratos que a
menudo reciben de los encargados y de sus mismos compañeros de prisión.
Una experiencia triste fue el hecho
de sentirnos y vernos realmente traicionados por aquellos en quienes habíamos
puesto toda nuestra confianza para el correcto funcionamiento de las
actividades de la pastoral allí dentro, en la capilla del penal, pues equivocándose
en el obrar y transgrediendo las normas internas que el INPE estipula, se
hicieron daño a sí mismos y las consecuencias las vivimos todos, pues a partir
de aquel escándalo ya nada fue igual. Fue un recomenzar, un volver a poner la
confianza solo en Dios, que nunca falla. Aquel episodio nos movió al llanto
amargo.
La pastoral carcelaria me dejó un
buen puñado de auténticos amigos, con ideas en común, con confianza y
comunicación abierta y, sobre todo, con tiempo para compartir y deseos de
vernos progresar en la fe, me refiero tanto a los agentes pastorales, como a
los mismos internos. La calidad humana de algunos nos permite seguir creyendo
en la humanidad, porque no todo está perdido, sí hay gente buena en el mundo.
Todos los martes iba al penal para
dictar el taller bíblico. Me ayudaba con la laptop y el proyector para
dinamizar un poco las sesiones. Procuraba llevar un canto o un vídeo distinto
para cada encuentro, así como materiales impresos; hubo también pequeñas
evaluaciones, como para tantear un poco el progreso del curso. Desde un
principio les dejé claro a los internos asistentes que yo era un simple
facilitador del taller, pues no soy experto en Sagradas Escrituras, solo un
apasionado en pañales; lo cierto fue que aprendimos juntos, fue un camino
hermoso, y la gratitud se evidenció en la despedida y entrega de certificados. Algunos
martes me acompañó una joven psicóloga, Keiko, que ocupaba la mitad de la
tarde, permitiéndome así descansar un poco de tanto hablar dictando el taller,
pues la garganta se seca y duele la cabeza por el esfuerzo de mantener la
atención de los presentes.
Como todos los martes, también los
domingos iba al penal, prácticamente todo el día, pues había dos misas, una en
la mañana para los señores y otra en la tarde para las señoras. El ingreso era
a las 9:00 a. m., almorzábamos allí dentro y salíamos a eso de las 4:30 p. m.
Solía acompañar al padre David en la santa misa, él me pedía que leyera el
evangelio, y por las tardes me encargaba que predicara para las señoras. Cuando
no estaba el capellán, me encargaba de la Celebración de la Palabra dominical.
Desde que pisé por primera vez el
penal no ha habido un solo día en que no me acuerde de ellos, de sus penas y
necesidades, pero sobre todo del gran potencial humano y cristiano que cada uno
posee.
El trabajo en común con la piurana
madre Julia Huiman Ipanaqué, Hermana de la Caridad de Leavenworth, me dejó
buenos aprendizajes y una gran ayuda, pues nos invitó a vivir a mi mamá y a mí
en la Casa de Acogida “San Vicente de Paúl” que ella está fundando desde la
Pastoral Carcelaria Arquidiocesana de Ayacucho, en una casa que es propiedad del
mismo Arzobispado. Con gusto aceptamos su generosidad, además de colaborarle en
todo lo que sea necesario respecto a la administración y mantenimiento de dicha
casa. Allá se quedó mi mamá sola, pues yo ahora estoy en Huancayo, aunque en
las vacaciones volveré.
Finalmente, el decreto arzobispal que
he ido desglosando, culmina con una séptima consideración y la admisión: 7.
Habiendo recibido el informe del Seminario Mayor San Buenaventura de Mérida,
con el visto positivo del rector del Seminario Mayor San Pio X de Huancayo y
del rector del Seminario Conciliar San Cristóbal de Huamanga. Por las presentes
letras: ADMITIMOS a Pedro Andrés García Barillas como seminarista de nuestra
Arquidiócesis de Ayacucho para que curse estudios teológicos en el Seminario
Mayor San Pio X de Huancayo, con nuestra bendición y agradecidos por su entrega
a la Iglesia ayacuchana. Que Jesús el Buen Pastor y la Santísima Virgen María
le acompañen en este camino vocacional. Dado en la Curia Arzobispal a los doce
días del mes de julio de dos mil veinticuatro. Comuníquese, regístrese y
archívese. Y siguen sendas firmas de Mons. Salvador Piñeiro
García-Calderón, Arzobispo Metropolitano de Ayacucho y del Pbro. Percy
Quispe Misaico, Canciller.
Pues bien, parece ser el final feliz
de una historia, pero de ninguna manera es así, pues es en realidad es el feliz
comienzo de la última etapa de formación. Estas letras las escribo desde
Huancayo, en el Seminario San Pío X, a los 13 días del mes de agosto, en la
memoria de los santos Ponciano, papa, e Hipólito, presbítero, mártires;
seminario al que arribé el día martes 9 de agosto, Bicentenario de la Batalla
de Junín, luego de mi visita turística a la ciudad del Cusco.
P.A
García