domingo, 4 de marzo de 2018

Francisco Calvo Capítulo IX El lenguaje en la predicación

EL LENGUAJE EN LA PREDICACIÓN
El tema del lenguaje a la hora de predicar la palabra de Dios es de suma importancia, cabe hacernos la pregunta: ¿cómo maneja el predicador la sencilla herramienta del lenguaje? Aunque un predicador disponga de la mejor exegesis del texto  bíblico, que es también importante, aunque se adapte a los oyentes y aunque conozca la mejor teología, si no domina el instrumento del lenguaje, solo en casos excepcionales será capaz de llegar a los oyentes, que es el objetivo principal de la oratoria eclesiástica.

En este tema, del uso del lenguaje, es muy común escuchar que tal cual sacerdote es chévere en la predicación porque utiliza un lenguaje “´popular”, en esto se debe tener mucho cuidado y no sobrepasar los límites, pues, un lenguaje popular, no tiene por qué ser populachero,  un lenguaje popular no es un lenguaje bajo y ramplón, sino lenguaje que entiende el pueblo. Por otra parte, un lenguaje accesible  no significa un lenguaje trivial y vulgar.

El buen uso del lenguaje consiste, entonces, es saber explicar la teología a la gente que no sabe de teología, pero que sí es capaz de entender aquello que el predicado está diciendo y de lo cual está actuando como traductor, es por eso que hoy en día existen conceptos bíblicos que precisan una traducción, por ejemplo: salvación, redención, justificación, expiación, etc. Esta traducción no es solo, o al menos en primer lugar, una cuestión de la elección de los vocablos, ni del estilo de la predicación ni de los recursos retóricos, sino de una verdadera explicación al pueblo de aquello que en lo más profundo quiere significar para a vida de la fe.

Hay algunas normas de un curso de redacción que pueden ser útiles para  construir las frases con exactitud, concisión y claridad. Si un texto ha de ser captado por el oído, la dicción tiene que ser todavía más sencilla, más plástica y mejor organizada que la de un texto escrito, por eso es necesario saber valerse de la construcción de la frase, que sea entendida por todos y que por ende esté bien estructurada, haciendo uso de la voz activa más que de la pasiva, sin enjugar la predica con palabras vanas, por el contrario, procurando hablar con palabras concretas y evitando el uso de tantos adjetivos que a la larga vuelven el discurso muy reconstruido en palabras.

         En resumidas cuentas, debemos tener siempre presente lo que dice una ley fundamental de la comunicación, la cual reza que dos interlocutores sólo pueden comunicarse entre sí cuando tienen un código común. Y ese código común debe ser el lenguaje adaptado utilizado por el predicador, conociendo la realidad de su comunidad. De igual manera, el mensaje llegará a los oyentes haciendo el correcto uso del micrófono en los casos donde exista, y haciendo buen uso de la dicción, para realmente hablar y no intentar hacerlo. En este caso el micrófono es el oído de los oyentes.

P.A
García

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