MARÍA: BELLA COMO LA LUNA
La piedad mariana en el cristianismo ha
sido inspirada por las Sagradas Escrituras -en primer lugar- y por la Tradición
y el Magisterio conjuntamente. De la Virgen María se dicen las más hermosas
palabras, tal y como Ella misma profetizó, “me
llamarán bienaventurada todas las generaciones” (Lc 1, 48). Ella es la
Madre de Dios y de los hombres y su hermosura no se compara con nada de cuanto
ha sido hecho por el Creador del universo.
El Apocalipsis del apóstol san Juan
(12, 1), narra una hermosa profecía que ha sido aplicada por los exegetas mayoritariamente
a la figura de María Santísima, al respecto la mencionada cita expresa: “Una gran señal apareció en el cielo: una
Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce
estrellas sobre su cabeza”. Aquellos que han visto la tilma del indio san
Juan Diego, donde quedó grabada la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe,
pueden notar que dicha aparición está inspirada en la cita apocalíptica, sin
embargo, con todas estas características tan llenas de significados, lo que
ahora me interesa comentar es la frase “con
la luna bajo sus pies”, solamente.
La Luna es un astro luminoso que, como el Sol para el día,
ha sido creado por Dios para iluminar las noches. El Génesis (1, 17-19) explica
la intención del Creador con respecto al Sol y la Luna. La ciencia nos enseña
que la Luna es el único satélite natural de la Tierra, encontrándose en
relación síncrona con nuestro planeta, mostrando siempre la misma cara, cuya
superficie refleja la luz que ha recibido del Sol. Innumerables
representaciones marianas se han inspirado en la cita del Apocalipsis,
propiciando como escabel de María a la Luna. ¿Qué podrá significar esto?
La Virgen María pisa la Luna, según
Luis Alonso Schökel, porque Ella supera las fases del tiempo, tal y como lo
manifiesta el Salmo (88, 38): “por
siempre se mantendrá como la luna, testigo fiel en el cielo”. Nos sigue
comentando Schökel que María es perpetuamente joven y hermosa como la Amada del
Cantar de los Cantares (6, 10): “¿Quién
es ésta que surge cual la aurora, bella como la luna, refulgente como el sol,
imponente como batallones?”. Esta cita del Cantar se utiliza bellamente en
la Tessera de la Legión de María, como antífona previa a la recitación del
Magníficat o Cántico de la Santísima Virgen, pero con esta específica redacción:
¿Quién es Esta que va subiendo cual aurora
naciente, bella como la luna, brillante como el sol, terrible como un ejército
formado en batalla?
San Bernardo comenta la cita del Apocalipsis referente a la
Virgen de la siguiente manera: “Todo
defecto está debajo de ella y supera todo lo que hay en nosotros la fragilidad
y corrupción, con una sublimidad excelentísima en que excede y sobrepasa las demás
criaturas, de modo que con razón se dice que la luna está debajo de sus pies”. Otro
autor espiritual comenta que María es:
“Hermosa no de cualquier modo, sino como la luna. Pues así como la luna brilla
y alumbra con luz no suya, sino recibida del sol, del mismo modo tú, ¡oh
beatísima!, no tienes de ti el que seas tan brillante, sino de la gracia
divina, gracia plena”.
Ciertamente, María Santísima tiene la Luna bajo sus pies,
porque Ella misma es como la Luna, brilla en nuestras oscuridades, pero no
brilla con luz propia, sino con la luz que ha recibido de Dios, y con razón la
llamamos –junto al Arcángel Gabriel- la llena de gracia. María se viste de Sol,
porque el Sol que nace de lo alto la ha visitado y por ella –a través de ella-
ése Sol ha venido al mundo. María pisa la luna, porque, incluso la única
esperanza de nuestras noches es inferior a Ella.
El famoso exorcista español padre
Fortea también compara la figura de María con la Luna, en su libro Suma
Demoniaca, haciendo una analogía entre los astros del sistema solar y la
jerarquía cultual, en la que: “Dios sería
el Sol, la Virgen la Luna y los ángeles las estrellas. La diferencia entre la
luz del Sol y la de las estrellas sería imagen entre la diferencia entre el ser
de Dios y el de los espíritus angélicos. Los ángeles serían un pálido y débil
puntito de luz frente a la luz cegadora e irresistible de Dios. La diferencia
entre la luz de las estrellas y la de la Luna sería la diferencia entre los
ángeles y Ella (la Virgen María)”. En otro texto, el padre Fortea se
refiere a María como la: “Torre de
Marfil, como Luna que refleja la luz de Dios, como Ciudad Amurallada, como Vaso
Aúreo”.
Antes hemos sabido que la Luna muestra
una cara a la Tierra, quedando oculta para nosotros la otra cara; no es así con
María, Ella es la Nueva Luna que se nos muestra tal y como ha sido creada por
Dios, y mejor aún, nos revela el misterio del Verbo encarnado, es decir, que en
Ella no hay misterios. María es como una Luna nueva, plena, llena, brillante,
que puede ser vista por todos en un mismo instante, siempre presente, aunque a
veces oculta tras las gruesas nubes de nuestra humanidad, pero siempre ahí.
También la Luna ha sido relacionada con
el misterio y el terror fantasmagórico de una noche de brujas, de esto se ha
encargado el cine y un poco la comedia, y en este sentido, podríamos decir que
María es como una luna llena en una noche oscura, bajo cuya claridad aúllan los
lobos salvajes reconociendo su grandeza, y así, frente a esa esfera luminosa e
imponente, se dejan pasar sobrevolando deformes sombras que, valiéndose de
figuras humanas sobre escobas, pueden hacernos representar la blancura y pureza
de la Madre de Dios que deja al descubierto la oscuridad del pecado.
V. Oh María, sin pecado concebida,
R. Ruega por nosotros que recurrimos a Ti.
P.A
García
No hay comentarios:
Publicar un comentario