EL CAMINO DEL ENCUENTRO
En este mundo hay muchas personas que dicen ser
católicos, cuando ni saber el significado de esta palabra. Otras personas no
han tenido la oportunidad de tener un verdadero encuentro con Jesucristo, Hijo
de Dios. Esto se debe a que nos estamos centrando más en el dinero, los
placeres, en el pasarla bien, en el disfrutar la vida y nos llenamos la cabeza
del ruido de un mundo separado de Dios, y no nos estamos acordando de Dios,
nuestro Creador y Redentor.
La fe se ha ido perdiendo poco a poco, los valores
cristianos son para muchos de nosotros como cosas anticuadas y que ya han
pasado de moda, ya no nos gusta vivir bajo el mandamiento de Jesucristo: “amaos
los unos a los otros como yo os he amado”. Podemos pensar que en nuestras
dificultades y derrotas no está Dios, o que es un castigo de él, y preguntamos
con un corazón lleno de rabia y dolor: ¿Dios mío, por qué a mí? Pero a pesar de
nuestros pecados y desobediencias hacia Dios, él nos ama y siempre está a
nuestro lado, siempre quiere que volvamos a estar con él, siempre nos llama y
nos pide que le abramos las puertas de nuestro corazón, es la hora de
preguntarme: ¿me he encontrado con Dios?
Ante tal cuestionamiento podríamos estar varios
días pensando una sincera respuesta, pero Dios no sólo nos pide que le
respondamos, él nos pide que vayamos a su encuentro. Para tener ese encuentro
de amor, que llena el alma de paz, la verdadera paz que sólo viene de Dios, es
necesario tomar conciencia de que estamos sin su presencia en nuestra vida, de
que necesitamos de su amor. Una vez que sabemos el verdadero estado de alma,
debemos emprender una búsqueda incansable, que se acabe solo en el encuentro,
porque el que busca encuentra, el que pide se le dará.
Ahora viene lo más difícil de experimentar, que es
el encuentro con Cristo, debemos pensar que me quiero encontrar con mi mejor
amigo, que un día me salvó la vida y que tenía varios años sin verle y sin
saber nada de él. Cuando yo me encuentro con Cristo, siento que estoy siendo
realmente feliz, que la vida tiene sentido, que las cosas no son como yo
pensaba, no son como imaginaba, no son como yo creía. Cuando tengo la
experiencia de poner a Cristo en mi vida, tengo que dar el siguiente paso, que
es la conversión. No podemos pensar en seguir a Jesucristo sin convertirnos
antes.
La buena conversión se da cuando renuncio al
pasado, cuando dejo a un lado aquello que me aleja de Dios; estoy convertido
realmente cuando reconozco mis faltas ante Dios y las confieso a él, el único
que me puede perdonar, y es ese perdón de Dios el que me cambia la vida por
completo, el perdón que me toca el corazón y lo llena de fe, esperanza y
caridad. Muy bien, ahora sé que estoy convertido pero ¿qué hace un profesional
cuando se gradúa? ¿Acaso guarda el título y no hace más nada? Pues no, lo
primero que hace es buscar trabajo. Nosotros como personas convertidas por Dios
no debemos quedarnos de brazos cruzados, debemos salir al mundo y dar un buen
testimonio del encuentro con Cristo, y qué mejor testimonio que el sentirse
discípulo de Jesucristo. Sabemos que Cristo es exigente, pues tiene razón en
pedirnos un poco a nosotros, ya que él no se deja ganar en generosidad, Dios lo
da todo y nos exige todo.
Nuestro Señor Jesucristo vino al mundo a cumplir
una misión, y dejó a sus apóstoles la tarea de evangelizar a todos los hombres.
¿Qué regalo más hermoso se le puede dar a Dios que convertirnos en uno de sus
apóstoles? Esto no significa que voy a dejar mis estudios, mi trabajo, mi
familia por irme a predicar de casa en casa la Palabra de Dios, porque lo
primero que debemos hacer es profundizar y analizar la palabra de Dios en
nuestro corazón, tampoco se trata de buscar un grupo donde den “cursos sobre
las Sagradas Escrituras”, basta con saber que nos dice Dios cada día por medio
de las lecturas que se hacen diariamente en la Misa y muy especialmente en
Domingo.
Para dar fina a este breve comentario, le dejo con
lo que dijo el Papa Benedicto XVI: “Para ser cristiano no basta una decisión
ética ni una idea, sino el encuentro con un acontecimiento, con una persona,
Jesucristo, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación
decisiva” (Deus Caritas est, 25 de enero de 2005).
Esta reflexión
la realicé como tarea de la cátedra “Lectura y tono” en la Apostólica de los
Legionarios de Cristo en 2012.
P.A
García
No hay comentarios:
Publicar un comentario