jueves, 8 de octubre de 2020

El misterio cristiano y los dogmas de la Iglesia


 
Introducción

        En el presente ensayo se pretende exponer de manera general y sintetizada el tema de los dogmas de la Iglesia Católica y su relación directa con la fe, para lo cual se tomará en cuenta la biografía consultada, teniendo como guía de esta exposición monográfica en primer lugar al teólogo José María Rovira Belloso, en su texto divulgado e intitulado ´Introducción a la Teología´, en segundo lugar el Código de Derecho Canónico y en tercer lugar el Catecismo de la Iglesia Católica.

Desarrollo:

José María Rovira Belloso

        El primer cuestionamiento debe ir dirigido al centro del matiz general del ensayo, por lo que es natural formular la pregunta: ¿qué es un dogma de fe?, al respecto, es de carácter obligatorio referenciar, a continuación, lo expuesto por Concilio Vaticano I, que en su Constitución Dei Fillius asevera:

Se ha de creer con fe divina y católica todo aquello que está contenido en la Palabra de Dios, escrita o transmitida por Tradición, y que la Iglesia propone para creer como divinamente revelada, ya sea por un juicio solemne, ya sea a través de su Magisterio ordinario y universal[1].

        En síntesis, un dogma es un enunciado de verdades reveladas que se ha de mantener siempre en el sentido expuesto por la Iglesia[2], y se deja claro que, aunque no esté necesariamente referenciado en la Sagrada Escritura, aun siendo inspirada en ella, puede venir el dogma transmitido por la Sagrada Tradición o por el Sagrado Magisterio, que en unión con la Sagrada Escritura, conforman las tres bases de la Teología.

         Ahora bien, ¿existe un por qué de los dogmas? Ciertamente que sí, y es que “algunas veces la aparición de nuevos errores obliga a la Iglesia a definir y declarar más lo que siempre ha sido verdad, pero que las circunstancias del momento reclaman aclaración”[3].

         Aunque de manera inicial se pueda pensar que el dogma es un enunciado irrevocable, puesto que se basa en la revelación divina y su exposición por parte de la Iglesia[4], es necesario aclarar que el dogma en sí es irreformable y a su vez perfectible, dos palabras que perfectamente se relacionan, como se verá[5].

         En primer lugar, “el hecho de que la formulación dogmática pertenezca a la revelación de Dios y que, como tal, sea propuesta por la Iglesia, es el fundamento de su irreformabilidad”[6], y en segundo lugar, según pensaban Congar y Rahner “el dogma es irrevocable (no se puede echar atrás su verdad) pero en cambio es perfectible (se puede prolongar hacia adelante su sentido)”[7], dando amplitud a la manera de presentarlo en la medida que el contexto histórico de los tiempos va cambiando y se va haciendo necesario volver a la Verdad primera.

         Ciertamente la fe no es dogmatista, sin embargo muchos de sus fundamentos están orientados desde el recuerdo de la Verdad primera, en referencia directa a la misma Revelación, por lo que, en palabras de Kasper, la fe desde el dogma sería una “anamnesis o recuerdo de la revelación [...] cuando la Iglesia ha tomado conciencia definitiva de su propia fe en un punto que reconoce deberá ser mantenido y propuesto siempre”[8].

         Aun cuando dentro de la vida de la fe, los dogmas tienen su importancia, ellos no “pretenden sustituir ni suplantar la sustancia de la fe, cuyo fondo es el acontecer de la Verdad primera que se comunica a los humanos como Palabra y Amor”[9], pues como decía Santo Tomás de Aquino, “El acto del creyente no termina en el enunciado sino en la realidad”[10].

Código de Derecho Canónico

Por su parte, el Código de Derecho Canónico, explicando la importancia de los estudios de la Teología en los seminarios, y valga también lo mismo para las demás instituciones, hace referencia a los dogmas manifestando que: “Ha de haber clases de teología dogmática, fundada siempre en la palabra de Dios escrita, juntamente con la sagrada Tradición, con las que los alumnos conozcan de modo más profundo los misterios de salvación”[11].

Catecismo de la Iglesia Católica

         Finalmente, es el Catecismo de la Iglesia Católica el que tiene la suficiente autoridad para aclarar el tema de los dogmas de fe, por su parte, en el numeral 88, manifiesta que:

El Magisterio de la Iglesia ejerce plenamente la autoridad que tiene de Cristo cuando define dogmas, es decir, cuando propone, de una forma que obliga al pueblo cristiano a una adhesión irrevocable de fe, verdades contenidas en la Revelación divina o también cuando propone de manera definitiva verdades que tienen con ellas un vínculo necesario[12].

        Las palabras ´obligación´ y ´adhesión irrevocables´ manifiestas en este numeral, deben ser entendidas en la relación que tiene el dogma en el acto de fe del cristiano, por eso, el mismo documento, en su numeral 89, deja claro que:

Existe un vínculo orgánico entre nuestra vida espiritual y los dogmas. Los dogmas son luces en el camino de nuestra fe, lo iluminan y lo hacen seguro. De modo inverso, si nuestra vida es recta, nuestra inteligencia y nuestro corazón estarán abiertos para acoger la luz de los dogmas de la fe[13].

        El Catecismo deja clara la posición del creyente ante el dogma, que no es, en definitiva, de rechazo o inseguridad, sino de total apoyo, pues esto constituye la misma dinámica de la fe.

Conclusión

        Creer implica un acto de fe en aquello que no se puede ver, según la aseveración de Hebreos (11,1) por lo que la relación del dogma y de la fe encuentran su justificación, es así como no hay peligro de abocarse abiertamente al dogma, ya que la verdadera ciencia no ha contradicho nunca, ni contradirá jamás a los dogmas de fe, porque Dios, la misma Verdad, es el Autor de la Ciencia y de la Fe; y no puede contradecirse”[14], en este sentido, cabe resaltar que “un católico tiene que aceptar todos los dogmas de fe revelados por Dios. No puede rechazar ni uno. O se es católico del todo, o se deja de ser católico”[15].

         No se puede amar lo que no se conoce, por eso, para adherirse a la fe y a los dogmas es necesario conocer aquello que se dice creer, pero para no ir tan elevado, póngase el ejemplo del Símbolo de la Fe, o Credo, que muchos la tienen por oración monótona de domingos, pero, lejos de ser eso, realmente es el mejor compendio que la Iglesia ha propuesto para manifestar aquello en lo que se debe creer. En la medida en que se conozca el Credo, se profesará la fe.

P.A

García

Bibliografía

Catecismo de la Iglesia Católica, 2008. Catecismo de la Iglesia Católica. 12 ed. Caracas: Trípode.

Codigo de Derecho Canónico, 1983. Código de Derecho Canónico. Vaticano: Editrice Vaticana.

Loring, J., 2004. Para Salvarte. 56 ed. México: Enciclopedia del Católico.

Rovira, J., 1996. Introducción a la Teología. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.

 

 

 



[1] (Rovira, 1996)

[2] (Rovira, 1996)

[3] (Loring, 2004, p. 328)

[4] (Rovira, 1996)

[5] (Rovira, 1996)

[6] (Rovira, 1996, p. 269)

[7] (Rovira, 1996, p. 269)

[8] (Rovira, 1996, p. 270)

[9] (Rovira, 1996, p. 270)

[10] (Rovira, 1996, p. 270)

[11] (Codigo de Derecho Canónico, 1983, p. 252)

[12] (Catecismo de la Iglesia Católica, 2008, p. 32)

[13] (Catecismo de la Iglesia Católica, 2008, p. 32)

[14] (Loring, 2004, p. 86)

[15] (Loring, 2004, p. 332)

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