viernes, 9 de octubre de 2020

Orígenes del Monacato cristiano en Oriente y Occidente


     Naturalmente ante una llamada hay una respuesta. Jesús llamó a doce hombres para que estuvieran con él (Mc. 3,14), formando una comunidad apostólica, ciertamente modelo de toda orden o congregación religiosa del catolicismo actual. En el siguiente ensayo se presentarán los orígenes del monacato en Oriente y Occidente, en consecución a la misma llamada de Jesús.

         El Catecismo de la Iglesia Católica, en su numeral 925 explica lo que significa la vida religiosa, para la de la Iglesia, al respecto asevera lo siguiente:

Nacida en Oriente en los primeros siglos del cristianismo y vivida en los institutos canónicamente erigidos por la Iglesia, la vida religiosa se distingue de las otras formas de vida consagrada por el aspecto cultual, la profesión pública de los consejos evangélicos, la vida fraterna llevada en común, y por el testimonio dado de la unión de Cristo y de la Iglesia[1].

Vida religiosa

         Esencialmente la vida religiosa es un signo de presencia y compromiso carismático, donde sus miembros se sitúan fuera de la estructural clerical, para mantenerse alejados de las instituciones, con el fin de desarrollar un tipo de vida evangélica por libre, según la tendencia espiritual de cada grupo. Es a partir de la reforma gregoriana del siglo XI, culminando con el Concilio de Trento en el siglo XVI, cuando todas las órdenes religiosas quedaron bajo la autoridad directa de la Iglesia católica de Roma, en la persona del Sumo Pontífice[2].

         La vida religiosa, desde sus orígenes ha venido considerándose como la libre unión de hombres o de mujeres, especialmente:

Dedicados al cultivo de los ´consejos evangélicos´, de un modo más privado o más público (en comunidad, con votos de obediencia, pobreza y castidad, conforme a los votos tradicionales). Pues bien, en principio, lo que llamamos ´vida religiosa´ no es algo especial, exclusivo de algunos hombres y mujeres más dotados que otros, sino un elemento general de todas las formas de vida cristiana[3].

        Nótese desde ahora, que la generalidad de la vida religiosa atañe a todos los cristianos, sin embargo, lo que conviene en este ensayo es demostrar el origen, significado y objetivo de esta ´vida religiosa´ de las comunidades u órdenes existentes.

         Los objetivos de la vida religiosa, o del monaquismo, ´vivir solos´, son el desapego del mundo para vivir más unido a Dios en la oración y contemplación, dentro del camino de la ascesis. Esto responde a lo que se vio en los primeros años del cristianismo, cuando algunas personas quisieron alcanzar la perfección cristiana, viviendo con radicalidad los consejos evangélicos, de manera especial la virginidad[4].

         El fundamento de la vida religiosa encuentra su razón en la vivencia de los votos, la famosa tríada de pobreza, castidad y obediencia, pues se renuncia así a los tres grandes valores humanos que estos votos implican, siguiendo el ejemplo de Jesús, con vistas a la perfección del Padre[5].

El ascetismo y el monacato: universalidad

         Ascesis es una palabra que deriva del griego ´ejercitarse´, pudiéndose definir como el sendero hacia la perfección cristiana, o lo que es también el conjunto de medios empleados para alcanzarla[6].

Lleva al hombre desde la observancia de la ley a la libertad, a través de la invitación que hizo el mismo Cristo a la renuncia, a la abnegación en la lucha por el Reino. También puede entenderse por ascética aquella parte de la teología que trata de la perfección cristiana[7].

        La génesis del movimiento ascético – monacal tiene sus apariciones con Orígenes de Alejandría, ya que contribuyó, con su doctrina neoplatónica, “a la preparación de un ambiente propicio al nacimiento del monaquismo, movimiento de excepcional importancia, sobre todo, en la iglesia alejandrina”[8].

         Sin embargo, la tradición considera que el monacato cristiano:

Surgió en Egipto en la segunda mitad del siglo III y que su fundador fue Antonio un joven campesino de familia media y educación cristiana que, muertos sus padres, se acercó un día a la iglesia y oyó unas palabras del Evangelio que sintió iban dirigidas a él: ´Si quieres ser perfecto, ve, vende todas tus posesiones y dáselas a los pobres; y ven y sígueme, y tendrás un tesoro en los cielos´[9] (Mt 19,21).

        La palabra ascesis:

Parece haber sido sugerida por las metáforas deportivas que san Pablo, lo mismo que los estoicos, no ha dudado en aplicar a la vida espiritual (cf. en especial 1 Cor 9, 24-25, que se ha comparado frecuentemente con Mt 11, 12). La palabra ascética, tomada sustantivamente, designará, por consiguiente, la ciencia teológica de este combate espiritual[10].

        Al surgir la interrogante sobre la universalidad del monacato, se debe comprender, que, ciertamente es:

Un fenómeno universal que encuentra su expresión en todas las religiones con un determinado nivel de desarrollo. En muchas religiones anteriores al cristianismo han existido y existen aún formas «marginales» de vivir que pueden ser calificadas de «monacato»[11].

         Es común en el fenómeno del monacato universal la existencia de al menos tres coincidencias fundamentales, estas son “La separación del mundo, algunas prácticas ascéticas, y una aspiración mística”[12].

Antecedentes bíblicos del monacato cristiano

        En síntesis, para el siglo I san Pablo:

Alude a la presencia de un grupo de vírgenes en la comunidad de Corinto, de lo contrario no tendrían explicación las alabanzas que tributa a la vida en virginidad (1 Cor 7,25-35). El propio San Pablo alude a las viudas que se han consagrado a Dios (1 Tim 5,3). Las cuatro hijas del diácono Felipe abrazaron la vida en virginidad (Hch 21,9). Clemente Romano (t 95) atestigua la presencia de un grupo de ascetas, continentes y vírgenes, en la comunidad de Corinto, a finales del siglo I[13].

        Sin embargo, todas estas consideraciones parten de un único ejemplo, el de Cristo, que numerosas veces animó a sus discípulos a dejarlo todo para seguirlo, como lo refieren Marcos 8,34; Mateo 16,24; Lucas 9,23[14].

 

El ascetismo pre monástico

        Aunque no de una manera tan organizada en estructura y reglas, la experiencia de la vida religiosa vino a vivirse en el primitivo cristianismo, las noticias que se tienen al respecto son abundantes:

La historia de la Iglesia se abre con una conversión del corazón y de las costumbres que se manifiesta en el estilo admirable de vida de comunidad primitiva de Jerusalén: comunicación de bienes, perseverancia en la oración y fracción del pan, comunión con los hermanos para formar ´un solo corazón y una sola alma´, y escucha de la palabra y obediencia a los apóstoles (Hch 2,42; 4,32)[15].

        El ascetismo pre monástico del que se ha hablado, fue durante los tres primeros siglos un fermento de virtud y ejemplo en medio de las comunidades cristianas, también llamadas iglesias, sin embargo, se corrió el serio peligro de hacer una profunda incisión de los cristianos en general, que vendrían a dividirse en dos modos posibles de existencia cristiana con dos grados diferentes de vocación, a la misma llamada universal de la santidad[16].

El monacato en oriente

San Antonio, iniciador del anacoretismo

        El anacoreta es aquel que se retira al desierto o a algún lugar solitario, para buscar, a través de la ascesis y la contemplación, la unión profunda con Dios, una vez convertido el anacoretismo en un fenómeno religioso, por el elevado número de los que acataron dichas maneras de vivir, se identificó a Egipto como el lugar central que dio origen a este progreso espiritual[17].

         San Antonio es el prototipo de los solitarios, su biografía fue escrita por san Atanasio. Siendo todavía un joven egipcio, Antonio (255-356), abandonó hacia el año 273 su aldea, para encontrarse con un solitario anónimo, bajo cuya dirección se puso[18].

San Antonio se refugió en esta montaña en busca de la soledad más completa, aunque muy pronto se vio rodeado de discípulos, y al fin abandonó este lugar para refugiarse en la Tebaida, que desde entonces se convirtió en el centro espiritual de todos los monjes solitarios[19].

San Pacomio, fundador de la vida cenobítica

        El cenobita es el monje que vive en unión con Dios en un lugar de vida en comunidad, de ahí sus raíces griegas, ´koinos´, común, y ´bios´, vida, es decir, vida en común. El cenobitismo es la forma del monaquismo más difundida, que comenzó en Egipto hacia el año 320 d.C., propiciada por san Pacomio[20].

         San Pacomio vivió entre los años 290 y 346 d.C., había nacido en la región de Esneh, en Egipto. Con 20 años de edad, después de haber sido privado de su libertad, fue cuidado por unos cristianos, lo que le anima a encomendarse a Dios. Al salir libre, se hizo bautizar, para vivir algunos años en la soledad, antes de llegar a su vida el anacoreta Palamón, con quien pasó siete años[21].

El ideal comunitario de San Pacomio se llevaba a la práctica en la puesta en común de los bienes materiales, como signo particularmente eficaz de la completa abnegación del propio yo. El anacoreta y el semianacoreta podían disponer del fruto de su trabajo, pero el monje pacomiano no tiene nada absolutamente como propio. La comunidad pacomiana implicaba también necesariamente la sumisión y el servicio mutuos, en cuanto instrumentos de purificación del corazón[22].

La fraternidad evangélica de san Basilio

        San Basilio nació en el año 329 d.C. en el seno de una familia profundamente cristiana, de testimonios y valiosos mártires. Había recibido una buena formación bíblica, para bautizarse a los 29 años. Peregrinó por un año conociendo las diferentes corrientes monacales, finalmente se retiró en un espacio de su propiedad, donde formó comunidad, fue ordenado sacerdote y luego obispo, murió en el año 379[23].

         La comunidad evangélica de san Basilio se basó en su reflexión sobre “las relaciones fraternas como distintivo de la espiritualidad cristiana en general; el amor a Dios exige el amor al prójimo; y por el amor al prójimo se llega al amor de Dios”[24]. San Basilio salió de su apartamiento voluntario para atender las realidades de la comunidad eclesial, “de este modo, en contraposición al monacato del desierto, tanto anacorético como cenobítico, el monacato basiliano se abría a la gran Comunidad eclesial y al servicio de la misma sociedad”[25].

La comunidad basiliana, en contraposición al monasterio pacomiano, está compuesta por un grupo reducido de hermanos que alternan la oración, el estudio y el diálogo. Los hermanos viven juntos, oran, trabajan y comen juntos; trabajan manualmente para proveer a su propio sustento; pero también trabajan intelectualmente: leen la Sagrada Escritura, leen a Orígenes, practican el diálogo como medio de estudio y de aprendizaje y de comunicación entre sí[26].

El monacato en occidente

Évagrio Póntico

        Évagrio Póntico es un ´maestro de la oración´, y para él parece imposible ser monje sin retirarse del mundo y sumergirse en la hesiquía, por eso manifestaba que “No es posible tener éxito en la vida monástica y frecuentar al mismo tiempo la ciudad en donde el alma se llena de una muchedumbre de pensamientos variados que le vienen de fuera”[27].

En Évagrio Póntico, la hesiquía es un ´estilo de vida´, es una ´ciencia´ o arte, es la ´gracia´ de Dios, por lo que recomienda a los monjes “Haz todo lo que puedas, todo lo que te sea posible para vivir en la hesiquía”[28].

Al matiz liberal del monacato, Evagrio Póntico le añade un rasgo intelectual. Evidentemente él no se interesa por el puro saber de la cultura, pero enseña una especie de gnosis -con un matiz origenista - que no puede negar su rasgo subjetivista y asacramental. El saber se convierte en teoría de la experiencia de Dios y de la mística; la visión de Cristo suplanta el sacramento cristiano; el derecho es interpretado pneumáticamente como dikaiosyné del gnóstico[29].

        Juan Casiano   

Natural de Escitia, nació en el 360 d.C. teniendo como norte en su vida el mundo monacal. En el año 416 fundó dos monasterios en Marsella, uno masculino y otro femenino. Casiano fue primero monje en Palestina y luego en Egipto. En Constantinopla fue nombrado diácono, más tarde vivió en Antioquía, donde se le ordenó presbítero. Fue uno de los grandes propagadores de los ideales del desierto entre los occidentales, para quienes compuso dos obras de contenido ascético, las Instituciones cenobíticas y las Colaciones[30].

En traslado del tesoro del monacato oriental a Occidente fue producto de Juan Casiano, y fue doctrina suya y de sus seguidores considerar que:

El hombre puede alcanzar por sus propias fuerzas el comienzo de la fe; y con esto ya merece la gracia necesaria para realizar buenas obras; una vez alcanzada la justificación, ya no se necesita la gracia para perseverar en el bien[31].

La comunión fraterna de san Agustín

        Aurelio Agustín nació en Tagaste, en el año 354 d.C., al encontrarse en Milán con san Ambrosio y el neoplatonismo, se enmarca definitivamente en las filas del cristianismo, fue obispo de Hipona, murió en el 430 d.C.[32].

Para él, el servicio de Dios se realiza esencialmente en la concordia fraterna; es decir, la comunión no aparece ya como un elemento más, incluso importante, entre los demás elementos ascéticos, sino que en cierto modo lo es todo. El cristiano dirige a Dios su culto a través del prójimo; lo cual, sin embargo, no excluye la relación con Dios en la oración, en la que San Agustín ha descubierto un profundo filón subjetivo de la piedad, sino que hace de las relaciones fraternas el centro del culto tributado a Dios[33].

        Esta comunidad fraterna agustiniana, formada al norte de África, en Hipona, pudo convertirse en un semillero de obispos para muchas comunidades, quienes a su vez “implantaban en sus casas episcopales un monasterio semejante al de la casa-madre de Hipona”[34]. Fue así como el monacato agustiniano se expande, y a pesar de esto,  alcanzado el norte del Mediterráneo es cierto que el monacato agustiniano desapareció por completo[35].

El monacato occidental

        Según e orden cronológico expuesto, el monacato primitivo autóctono del norte del Mediterráneo, “existente en otras regiones de la Península italiana, fue olvidado debido al impacto causado por la presencia del monacato fundado por San Benito en la primera mitad del siglo VI”[36].

San Benito (entre el 480 y el 547 d.C.), que quiso superar el riesgo de los monjes solitarios, giróvagos y errantes de su tiempo que entendían el Evangelio como un proceso de búsqueda individual, conforme a las inspiraciones de cada uno. Por lo que establece el monasterio, es decir, una casa estable, donde los hermanos puedan vivir en común y alabar a Dios como familia dirigida y animada por un padre espiritual, un Abad que se presenta como guía y modelo[37].

La afirmación diversificada de estas formas cenobíticas en Occidente encontrará una síntesis original en la Regla de san Benito (t por el 547), que, asimilando el pensamiento pacomiano y la experiencia basiliana, se impondrá sobre las otras formas de vida religiosa asociada por la determinación clara de sus funciones, su sólida organización interna y su inserción en la Iglesia local[38].

        San Benito aporta una solución al problema del trabajo, a su ambigüedad negativa-positiva, pues con su ´Ora et labora´, reza y trabaja logra suavizar la vertiente áspera del trabajo duro y anónimo, pues considera que se necesita la fuerza del Dios que, después de hacer el cosmos, encargó al hombre la tarea de mejorarlo con su ayuda[39].

Conclusión

         La vida religiosa inició en el cristianismo como una respuesta necesaria al ferviente deseo de a las almas conscientes del llamado de Dios. En la actualidad sigue siendo común que hombres y mujeres decidan apartarse del mundo para dedicarse de manera exclusiva a Dios, sin embargo, la religión, y en este sentido la vida religiosa en su comprensión más general, no puede ser cosa de unos pocos, sino de todos, los bautizados, en primer lugar.

         La actual teología del Papa Francisco resalta el valor del laicado, y es que así ha venido siendo desde el Concilio Vaticano II, la eclesialidad es más Pueblo de Dios, comunidad de creyentes, que élites separadas por estilos de vidas abismalmente diferentes entre sí.

         La Iglesia del siglo XXI, sin caer en los peligros de la secularización o del clericalismo, busca hacer presente el Evangelio de Cristo en medio del mundo. Para esto están las manos generosas de cuantas congregaciones y órdenes religiosas existen, a la par de las manos de todo el mundo laico, que es, y siempre será la mayoría en la Iglesia.

         Comprender los orígenes del monacato ayuda a los nuevos creyentes a tener una fe más pura y más evangélica en Cristo, Salvador de los hombres, que sigue llamando y espera respuesta inmediata.

P.A

García

Bibliografía

Álvarez, J., 2001. Historia de la Iglesia. Edad Antigua. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.

Andrés, R. d., 2004. Diccionario Existencial Cristiano. Navarra: Verbo Divino.

Bouyer, L., 1973. Diccionario de Teología. Barcelona: Herder.

Manuel Sotomayor y José Fernández, 2003. Historia del Cristianismo. I El mundo antiguo. Madrid: Trotta.

Pacomio, L., 1995. Diccionario Teológico Enciclopédico. Navarra: Verbo Divino.

Petrosillo, P., 1996. El cristianismo de la A a la Z. Léxico de la fe cristiana. Madrid: San Pablo.

Rahner, K., 1978. Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teológica. Barcelona: Herder.

Xabier Pikaza y Abelmumin Aya, 2009. Diccionario de las tres religiones. Judaísmo, Cristianismo, Islam.. Navarra: Verbo Divino.

 

 



[1] (Congregación para la Doctrina de la Fe, 2008, p. 232)

[2] (Xabier Pikaza y Abelmumin Aya, 2009)

[3] (Xabier Pikaza y Abelmumin Aya, 2009, p. 720)

[4] (Petrosillo, 1996)

[5] (Petrosillo, 1996)

[6] (Pacomio, 1995)

[7] (Pacomio, 1995, p. 64)

[8] (Manuel Sotomayor y José Fernández, 2003, p. 217)

[9] (Manuel Sotomayor y José Fernández, 2003, p. 639)

[10] (Bouyer, 1973, p. 99)

[11] (Álvarez, 2001, p. 324)

[12] (Álvarez, 2001, p. 325)

[13] (Álvarez, 2001, p. 321)

[14] (Álvarez, 2001)

[15] (Álvarez, 2001, pp. 320-321)

[16] (Álvarez, 2001)

[17] (Petrosillo, 1996)

[18] (Álvarez, 2001)

[19] (Álvarez, 2001, p. 329)

[20] (Petrosillo, 1996)

[21] (Álvarez, 2001)

[22] (Álvarez, 2001, p. 336)

[23] (Álvarez, 2001)

[24] (Álvarez, 2001, p. 339)

[25] (Álvarez, 2001, p. 339)

[26] (Álvarez, 2001, p. 339)

[27] (Pacomio, 1995, p. 334)

[28] (Pacomio, 1995, p. 334)

[29] (Rahner, 1978, p. 968)

[30] (Manuel Sotomayor y José Fernández, 2003, p. 673)

[31] (Álvarez, 2001, p. 225)

[32] (Rahner, 1978)

[33] (Álvarez, 2001, pp. 346-347)

[34] (Álvarez, 2001, p. 347)

[35] (Álvarez, 2001)

[36] (Álvarez, 2001, p. 343)

[37] (Xabier Pikaza y Abelmumin Aya, 2009)

[38] (Pacomio, 1995, p. 515)

[39] (Andrés, 2004)

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