lunes, 5 de octubre de 2020

Fundamentos de las diferentes escuelas presocráticas y postulados filosóficos de los sofistas y de Sócrates

Es propio de toda introducción definir con sencillez el tema del que se hará la disquisición, por eso, es preciso indicar que la palabra “Filosofía” viene a significar, por sus vocablos griegos, amor a la sabiduría[1], sentimiento que mueve al hombre que ama la sabiduría “filósofo” a inmiscuirse ante el curso natural del mundo para reflexionar, sobre Dios, el mundo y el hombre mismo, siendo consciente de que el contexto en que pudo nacer la filosofía griega, de la que versará el siguiente ensayo, fue en realidad preparado por la poesía[2].

Pero, ¿por qué detenerse hoy en día en la Filosofía? Es de común acuerdo entre los estudiosos de esta ciencia, que “una de las bases de la cultura general es conocer los orígenes de la Filosofía occidental, que se hallan en la Antigua Grecia”[3], por lo que será tema central del presente trabajo discutir sobre los principales fundamentos filosóficos de las escuelas presocráticas, sofistas y del mismo Sócrates.

El desarrollo de la idea general de esta investigación se hará de manera cronológica, pues “ninguna filosofía se puede entender realmente del todo si no se la ve en su contexto histórico y a la luz de sus relaciones con los demás sistemas”[4], lo que exige de aquí en adelante una exposición resumida como sustanciosa de los objetivos planteados. No es menester de este ensayo, por ende, abarcar la totalidad de los pensadores a continuación expuestos.

Escuela Jónica

La mayoría de los filósofos de la antigüedad pueden ubicarse como miembros de una escuela en particular, entendiendo ´escuela´ como corriente filosófica en sí. Por su posición geográfica propicia para el comercio e intercambio de ideas, “las primeras manifestaciones de la Filosofía griega brotan en las colonias jónicas del Asia Menor”[5], de allí el nombre de la Escuela que apañó en su seno a los primeros filósofos que conoció la humanidad, tales como: Tales, Anaximandro, Anaxímenes y Heráclito, los tres primeros oriundos de la ciudad de Mileto y el último de Éfeso.

En la búsqueda de un origen natural, estos filósofos se destacaron por su acatada labor, sin embargo, la idea de un principio ordenador que rija el descomedimiento y la combinación de las cosas estaba ya en el mito-poesía. “La poesía y el drama ponían de manifiesto la estructura ordenada del discurso, la música ordenaba los sonidos, la escultura combina ordenadamente formas y líneas”[6].

Tales de Mileto

El primero de todos es Tales. De este personaje se conoce que fue, además de filósofo, político, astrónomo, físico y matemático, ubicándose su nacimiento hacia el 623 antes de Cristo (a.C.) y su deceso para el 546 (a.C.)[7], siendo llamado por Aristóteles como el ´Padre de la Filosofía´ se considera que no tuvo instrucción de maestro alguno, por lo que en él se ubica el inicio empírico de la reflexión sobre el origen de las cosas[8].

El origen de todas las cosas o ´arjé´ del que Tales emprende su búsqueda, es un origen esencial, no temporal[9], de aquí que Aristóteles manifieste la pretensión de Tales, al afirmar que:

Tales dice que el principio es el agua, por la cual afirmaba también que la tierra se sostiene sobre el agua; quizá sus razones fueran el ver que el alimento de todas las cosas es húmedo y que lo cálido se engendra y vive en la humedad; pues aquello de que todo se engendra es el principio de todo. Por eso siguió tales conjeturas y también porque las semillas de todas las cosas son de naturaleza húmeda y el agua es para lo húmedo el principio de su naturaleza[10].

         La lectura que se tenga de este planteamiento ha sido tan diversa como el número de filósofos que se hayan topado con ella, de igual manera, considerando los autores y el estudio mismo de Tales, se tiene que su valor reside en que fue él:

Quien planteó la cuestión acerca de cuál sea la naturaleza última, fundamental, del mundo, y no en la respuesta que él diese de hecho a tal pregunta, ni en las razones con que apoyara su respuesta, fueran las que fuesen[11].

Anaximandro de Mileto

Cronológicamente contemporáneo con Tales de Mileto, Anaximandro (610 a.C. - 545 a.C.) es quien escribe por primera vez filosofía griega, estrenando el uso de la palabra principio ´arjé´ para hacer referencia a la sustancia única[12], y siendo discípulo de Tales, no estuvo de acuerdo con que el agua fuese el principio de todas las cosas, ciertamente, planteó notables diferencias[13].

Según el filósofo Diógenes Laercio, Anaximandro afirmó que: 

´El infinito es el principio´. Este principio, ´arjé´, es el fundamento de la generación de las cosas, aquello que las abarca y domina, pero un fundamento constituido por algo inmortal e imperecedero, por lo indeterminado, lo indiferenciado[14].

Anaximandro, conocedor de la geografía, astronomía, matemática y política, justificó su pensamiento sobre el ´arjé´ de las cosas, con un nuevo término, el ´apeiron´, que viene a ser lo –indeterminado, indefinido, ilimitado- otorgándole cualidades de una materia con las siguientes peculiares características: “primordial, homogénea, indeterminada, cualificada, eterna, imperecedera, inmutable, incorruptible, inagotablemente fecunda, generadora de todos los seres y a la cual todos retornan”[15].

Anaximandro da el gran paso de la sencilla designación de una sustancia como origen de la naturaleza, a una idea de ésta, mucho más profunda, que se orienta hacia las características de lo que será la filosofía presocrática[16], este pensamiento supone la superación de la designación de un elemento único como primordial, llegando a concebir un infinito indeterminado, origen de todas las cosas, en este sentido, intenta por lo menos responder de algún modo a la cuestión de cómo evolucionó el mundo a partir de aquel elemento primero[17].

Anaxímenes de Mileto

El último de la Escuela de Mileto es éste Anaxímenes -para diferenciarlo de Anaxímenes de Lámpsaco- que vivió entre el 585 y 528 a.C., y cuyas teorías vienen a ser las menos importantes, pues hay pocas referencias confiables en lo sucesivo de su influencia sobre otros, sin embargo, de su vida se conoce que fue discípulo de Anaximandro, y que logró perfeccionar el reloj de sol de su mentor[18]. Será común en todos los filósofos la invención o mejoramiento de algún objeto de utilidad práctica.

Anaxímenes, análogo a Tales, tomó como principio una materia determinada, que es el aire ´éther´, atribuyéndole a ésta los caracteres del principio de Anaximandro, viendo en el aire la fuerza que anima el mundo[19]. Para Anaxímenes:

El mundo es como un gigantesco animal que respira: y su aliento es su vida y su alma. Del aire nacen todas las cosas que hay, que fueron y que serán, incluso los dioses y las cosas divinas. El aire es principio de movimiento y de toda mutación. Anaxímenes llega a decirnos incluso de qué modo el aire determina la transformación de las cosas: se trata del doble proceso de la rarefacción y de la condensación[20].

         No se puede confundir el aire de Anaxímenes con el aire natural o atmosférico, por el contrario, éste encuentra su mejor explicación al comprender que es un “Protoelemento eterno, ´divino´, viviente, ilimitado, inextinguible, sutil, ligerísimo, penetrante, movilísimo,  casi incorpóreo”[21], que viene a ser el principio de todo movimiento y de la vida misma, el principio de todas las cosas, que tanto se empeñaron en descifrar.

         En Anaximandro se consigue un primitivo equivalente filosófico con el pensamiento teológico con respecto a la vida humana, pues, como lo refiere Génesis (2, 7) “Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente”, de esta manera  para Anaximandro “el aire es el elemento vivo y dinámico; es, como el alma humana, un aliento o un hálito, que se opone a la pasividad de la materia y que, al mismo tiempo, la informa”[22], dichas similitudes no dejan de ser anacrónicas.

Escuela Pitagórica

Pitágoras de Samos

Natural de la isla de Samos, se trasladó hasta Crotona, donde funda una asociación de carácter filosófico-religioso[23], se cree que vivió entre los siglos VI y V a.C. y hubo de fallecer al sur de Italia, en Metaponte[24]. Platón ni hace mención de él en su filosofía, sin embargo, lo que se tiene de su doctrina, puede deberse al interés que le prestó Aristóteles, pues escribió un libro Sobre los pitagóricos, que se extravió[25]. Necesariamente de ahora en adelante, hablar de Pitágoras es hablar de los pitagóricos.

La doctrina de la trasmigración de las almas a través de los cuerpos de hombres y animales, que se atribuye a Pitágoras, no puede ser considerada como reflexión filosófica, pues esto se inserta frecuentemente en el folklore[26], razón por la cual el pitagorismo es más un conglomerado de creencias religiosas, aunque siga teniendo una fuerte influencia en las creencias orientales, donde impera el tema de la reencarnación, muy en contraposición de las bases del cristianismo.

Esta escuela es relacionada directamente con la música, la armonía del mundo, de las cosas. Según el gran Aristóteles, los pitagóricos creían “que los elementos de los números eran la esencia de todas las cosas, y que los cielos eran armonía y número”[27], por eso, sintetizando a la Escuela de Pitágoras, se tiene que:

Los NÚMEROS y la AMONÍA son los principios constitutivos de las cosas. TODO ES NÚMERO y ARMONÍA. De esta manera, la ARMONÍA es la causa y el fundamento del COSMOS (esto es: del ORDEN del Universo)[28].

La gloria que perpetuó a los pitagóricos, en resumen, fue su filosofía numérica, matemática y musical, ya que a ellos “les cautivó la importancia del número en el cosmos: todas las cosas son numerables, y muchas las podemos expresar numéricamente”[29], es así como en su filosofar, “la relación entre dos cosas relacionadas se puede expresar por una proporción numérica; el orden existente en una cantidad de sujetos ordenados se puede expresar mediante números; y así sucesivamente”[30]. Sin embargo, lo que más les impresionó fue el descubrir que los intervalos musicales que hay entre las notas de la lira podían expresarse numéricamente, génesis primitiva de la actual escritura musical.

Aunque con matices diferentes, las ideas de la escuela pitagórica, conoce su similitud con lo que más adelante vivirán las órdenes religiosas del cristianismo, pues, así como en estas, para los pitagóricos “era necesario abstenerse de ciertos alimentos (carne, habas) y observar el celibato. Además, en los grados más altos de los pitagóricos vivían en completa comunidad de bienes”[31]. No para pocos pensadores, las doctrinas cristianas beben directamente de la fuente filosófica griega.

Heráclito de Éfeso

Natural de Éfeso, era conocido con el apelativo de el Oscuro, fue el autor de El Universo, obra que algunos consideran el primer texto verdaderamente filosófico[32]. Éste pensador vivió entre los siglos VI y V a.C., siendo recordado como un autodidacta, consciente de su propia grandeza y de vida solitaria[33]. Con este personaje se da por terminada la filosofía jónica, “que por primera vez aborda el problema mismo de la investigación y del hombre que la emprende”[34].

El apodo de el Oscuro se le adjudica a Heráclito porque en su único libro Sobre la naturaleza se dedicó a escribir muchos de sus fragmentos como si fueran adivinanzas, por lo que podían leerse con variedad de significados[35], dando paso abierto al misterio. Su vida estuvo marcada por un gran desapego al poder, pues siendo de familia real, decidió renunciar a sus derechos a favor de su hermano, para poder dedicarse a tiempo completo al ejercicio filosófico[36], ejemplo que adoptará más de uno en los siglos venideros.

Uno de los presupuestos filosóficos de Heráclito era la lucha de los contrarios, lo que viene a explicare así:

Para Heráclito, todo lo que existe, incluidos los hombres, los animales, las plantas y las estrellas, es el resultado de una lucha de contrarios, donde todo cambia sin cesar. De esta manera el día se convierte en noche, el calor en frío, lo joven en viejo, lo pequeño en grande, y lo vivo en muerto[37].

Esta concepción tuvo su origen cuando Heráclito descubrió que el mundo cambia todo el tiempo, al notar que nadie se baña dos veces en el mismo río, pues el agua corre sin parar, y por eso cada vez el agua es diferente, cambiando el nivel del agua, y las mismas orillas del río, que se erosionan y se transforman[38].

Heráclito pensaba que era la guerra como un generador de todas las cosas, pues a unos declaraba dioses y a otros hombres, a unos esclavos y a otros libres, y en su opinión, los hombres no comprendían cómo lo diferente está en relación con el hombre mismo, es decir, como una armonía de tensiones opuestas, y ponía el ejemplo del arco y la lira, afirmando que lo contrario es lo que conviene, pues para él la armonía oculta es mejor que la manifiesta[39].

El centro ideológico de Heráclito era el fuego, pues pensaba que “la sustancia que sea principio del mundo debe explicar el incesante devenir de éste con su propia y extrema movilidad”[40], sin embargo, en su filosofía este fuego pierde todo carácter corpóreo, pues es un principio activo, inteligente y creador[41], de ahí que manifestara claramente que el mundo, tal y como es, como él lo experimentó, “no ha sido creado por ninguno de los dioses ni de los hombres, sino que fue siempre, es y será fuego eternamente vivo que se enciende según un orden regular y se apaga según un orden regular”[42].

Hasta donde se ha visto, Heráclito parece ver el mundo desde el movimiento de las cosas y su dispersión y unión, sin embargo, éste filósofo, que fue el pensador más inminente de los presocráticos, tiene mucho más que aportar, pues:

Formula vigorosamente el problema de la unidad permanente del ser frente a la pluralidad e inestabilidad de las cosas particulares transitorias y aspira a resolverlo estableciendo la existencia de una ley universal fija que rige todos los acontecimientos particulares, y que es el fundamento de la armonía universal del cosmos por encima de todas las antítesis y contradicciones[43].

En resumen, el punto central de la doctrina de Heráclito es el llamado a una vida de acuerdo con la verdad, pensamiento ético que se concibe desde una ley divina, como prototipo de todas las leyes humanas, donde el logos es el poseedor de la verdad, y por ende, el resto de verdades forman parte de la razón universal, donde se es consciente que la autoridad no proviene de sí mismo, como conocedor de las cosas, sino de la razón misma, siendo esta la trascendencia del logos[44].

Escuela Eleática

En la ciudad de Elea, al sur de Italia, surgió una escuela filosófica, cuya fundación se le adjudica a Jenófanes, sin embargo, no hay veracidad histórica de que esto haya sido así, por lo que se debe tener a Jenófanes como promotor de la misma[45]. De Jenófanes y Parménides se hablará al tratar esta Escuela, que vio luz en el siglo V a.C., y cuyos miembros gustaron en explicar la realidad con paradojas[46], similitud que se consigue con las enseñanzas del Maestro de Nazaret, que acostumbraba también a hablar en parábolas.

Jenófanes de Colofón

Nació en Colofón, ciudad de Asia Menor, viviendo sus 92 años entre las mitades de los siglos VI y V a.C., de joven se dedicó a recitar sus poemas en festines, banquetes y ceremonias, por lo que lo tenían por ´sabio vagabundo´, su influencia en las gentes se debió a su presencia en actividades sociales, lo contrario a Heráclito que optó por la soledad, empecinándose por juzgar pedagógicamente las costumbres y creencias de su época, de manera enfática los triunfos de atletas y héroes olímpicos, a los que consideraba que se le rendía una idolatría popular[47].

El pensamiento de Jenófanes parece estar en contraposición con el de Heráclito, pues éste creía en un conocimiento universal de las cosas, en cambio él descubre el contraste entre verdad y apariencia, y entre certeza y opinión, pues parece que no hay certeza, siendo todo opiniones, llegando a afirmar que “Lo cierto no lo supo ningún hombre, ni habrá nadie que lo sepa”[48].

Jenófanes trae a la palestra un tema de vigorosa importancia para el acontecer posterior de la filosofía y la teología, al deducir que “los vivientes nacen del fango, o sea, de la tierra mezclada con el agua”[49], encontrando evidente similitud con el texto del Génesis (2,7) donde se menciona que “Yahveh Dios formó al hombre con polvo del suelo”.

Es de sumo interés lo que llegó a pensar Jenófanes con respecto al antropomorfismo religioso, pues aseveró que “los hombres, dice, creen que los dioses han tenido nacimiento y poseen voz y cuerpo semejante al nuestro”[50], cuestión que más adelante rechazaría de igual manera el monoteísmo judaico, hasta cierto punto.

En este sentido, parece que Jenófanes intuyó el monoteísmo, pues pensó que:

(Hay) un único Dios; de todo lo que puede uno representarse, lo más grande; en nada parecido, en figura ni idea, a todo lo mortal… él ve, él piensa… él oye… siempre en el mismo lugar, sin moverse ni para un lado ni para el otro; no le cuadra moverse aquí, ahora y, en otro momento, allí[51].

Es evidente, a este respecto, que este ser único, es como una adivinación de la naturaleza misma, siendo así que con Jenófanes y Heráclito, se llega al estadio en que la física de los jónicos da a luz a una teología contraria en su totalidad a la de los mitos existentes de la época[52]. Notable avance en el discurrir filosófico-teológico, que, como se ha mencionado, había tenido un origen en los poemas, precisamente donde se encontraban los más fantásticos relatos de héroes y dioses griegos.

Parménides de Elea

Natural de Elea, hacia el 515 a.C., fue considerado el  presocrático más importante, pues abrió el camino a la tradición de reflexiones sobre el fenómeno del ser, lo que también se llamará metafísica[53], se cree que, con 65 años, Parménides fue en compañía de Zenón a Atenas, donde hubo de encontrarse con el joven Sócrates[54], de allí que la influencia de unos filósofos a otros sea tan evidente.

En el filosofar de Parménides, “establece su dilema entre ser y no-ser, pretendiendo que hay que elegir forzosamente entre uno de los términos de la alternativa”[55], y he aquí su gran conclusión:

Parménides elimina primero la posibilidad del no-ser, pues es contradictorio afirmar que el no-ser sea, pues no es, y si fuera algo ya no sería no-ser. Luego descarta la posibilidad de la coexistencia del ser y el no-ser, pues el no-ser no es y no puede ser al mismo tiempo el ser. Queda únicamente el ser[56].

En este sentido, al ser que es objeto del pensamiento, Parménides le va a  atribuir los mismos caracteres que su antecesor Jenófanes había dado al dios-todo, reduciéndolos a una sola modalidad fundamental: la necesidad[57]. Es por eso que concluye en que “el ser es y no puede no ser”[58], siendo esta la tesis principal de Parménides, en la que apunta lo “que es para él el sentido fundamental del ser en general y que constituye el principio directivo de la investigación racional”[59].

Nuevamente se ha de relacionar la concepción de Parménides, de la necesidad del ser, para compararla con la afirmación bíblica sobre Dios, cuando al pretender manifestarse a Moisés, en Éxodo (3.14), se autodefine como ´Yo soy el que soy´, este Dios de Moisés, es ´el que Es´, el Ser.

El problema del ser en Parménides podría resumirse de la siguiente manera: por la vía de la razón, y no de los sentidos, primero el no-ser no existe, luego no es posible que el ser exista y no exista a la vez, y finalmente el ser existe y es imposible que no exista, considerando los demás seres como ilusiones u opiniones de los sentidos[60].

Pero parece que hubo una falla en su filosofía, y esta fue en aplicar ingenuamente el principio de identidad del ser, con lo cual negaba rotundamente toda pluralidad, diversidad y movimiento[61], por lo que:

De esa suerte traza el camino a los racionalismos idealistas, que se cumple en tres etapas: prescindir, por abstracción, de las modalidades de los seres para considerar sólo la propiedad comunísima del Ser; atribuirle a este ser abstracto una existencia y realidad ontológicas; prescindir de los sentidos para replegarse en la sola inteligencia del ser (subjetivismo)[62].

A pesar de dejar bien clara la falla de Parménides, su novedad juega más hacia el triunfo de su pensamiento, pues con su método racional y crítico, se tiene el punto de partida de toda la dialéctica filosófica griega, pues de lo real, al momento de ser pensado, debe decirse que es, no pudiéndose decir que no es, al no poderse conocer y expresar aquello que no es[63].

Escuela Atomista

El fundador de esta escuela fue Leucipo de Mileto, según Aristóteles y Teofrasto, y con ella se plantea una nueva solución al problema de la unidad del ser y de la pluralidad de las cosas[64]. Sin embargo, la filosofía en conjunto de esta escuela, es “el desarrollo lógico de la filosofía de Empédocles”[65]. En esencia lo que se plantea de aquí en adelante es “una multiplicación o pulverización del ´ser único´ de Parménides, por medio de la cual se conservan algunas de sus ventajas sin participar de todos sus inconvenientes”[66].

Empédocles de Agrigento

Era de Agrigento, en Sicilia, de familia noble, opinó políticamente en contra de la oligarquía, por lo que sufrió el destierro, muriendo probablemente en Peloponeso[67]. El horizonte de sus pensamientos está en el deseo de investigar la naturaleza de un modo científico, para poder dominarla, siendo su principal propósito dar con las fuerzas que someten el gobierno del mundo natural, para así convertirlas al servicio de la humanidad[68]. Es más:

“Se debe a Empédocles la formulación más precisa de la llamada ´doctrina de los cuatro elementos´ (tierra, agua, fuego, aire; o, mejor, ´lo sólido´, ´lo líquido´, ´lo seco´, ´lo gaseoso´), de tan persistente influencia en la Antigüedad y Edad Media y hasta principios de la época moderna”[69].

Al ser un continuador de la filosofía jónica, Empédocles viene a desarrollar la explicación del universo, en la cual todo fenómeno natural es considerado como la mezcla de los cuatro elementos antes mencionados, a los que les da los nombres divinos de: Nestis, Zeus, Hera, Edoneo, y los define como eternos e indestructibles[70], siendo de este modo como “todas las cosas nacen y perecen por unión y separación de los mismos, de tal suerte que la cualidad de cada objeto reside en la proporción en que cada uno de los elementos entra en la mezcla”[71].

Empédocles puede verse como un sintetizador de filósofos anteriores, sobre todo cuando explica al Ser que es eterno e indestructible, pues es integrado por cuatro elementos distintos, de los que a su vez se componen las cosas, correspondiendo cada elemento a un antecesor suyo, como se verá: el agua a Tales, el aire a Anaxímenes, el fuego a Heráclito y la tierra a Jenófanes[72].

Hay una razón bastante curiosa por la cual estos elementos forman el universo existente, y es precisamente por su mezcla y disgregación, producida la primera por la Amistad, y la segunda por el Odio[73], es en este sentido que Empédocles cree que:

Hay, pues, dos procesos mundiales inversos entre sí y eternamente alternos: el que va de la mezcla a la disgregación, y el que va de la disgregación a la mezcla; orden invariable, porque el Odio y la Amistad se han comprometido mediante juramento a cederse alternativamente la preponderancia[74].

Es así como se explica que la preponderancia de un elemento o de otro de lugar a los diversos estados del mundo, cuando la Amistad prevalece todo se concentra en un punto, pero cuando el Odio reina todo se disgrega, cuestión que tuvo gran influencia en la posteridad, como evidente combinación de las teorías de Heráclito y Parménides, sin embargo, con el concepto de elemento abre horizonte atomista de Demócrito y Leucipo[75].

Anaxágoras de Clazomene

Vivió entre el 499 y el 428 a.C., y había nacido en Clazomene, fue destacadamente un hombre de ciencia, desprendido también de lo material, consideraba que su patria era el cielo, pues se desvivía por observar la luna y las estrellas, siendo el primero en adentrar el filosofar en la Atenas gobernada por Pericles[76]. Estimado durante su vida más lo fue tras su muerte en Lámpsaco, donde le acuñaron monedas con su figura y levantaron dos altares en honor suyo[77].

Anaxágoras es recordado por su Nous, siendo este el origen del movimiento, pues lo cree un ser pensante, racional y todopoderoso, que es capaz de gobernar el mundo gracias al conocimiento que posee, nous viene a significar ´mente´[78]. De igual forma de todo su cometido queda el aporte de su método de investigación, en el que concibe “la relación entre la experiencia y el intelecto, algo que tendrá profundas influencias en toda la posterior investigación filosófica”[79].

Anaxágoras conoce y reclama también aquel principio fundamental de Parménides, pues ´de la nada, nada sale, porque todo sale del ser´, por eso pensó que ´todo está en todo´, pues ´en cada cosa están contenidas todas las cosas´[80]. Es así como llega a aseverar que:

´En el manjar que comemos están contenidas todas las cosas´. Del pan salen los huesos, la carne, los cabellos, las uñas. Del agua nacen y se nutren las plantas, el tronco, las hojas y los frutos. Pero nada se cambia ni se transforma. Sólo hay unión y separación de los elementos[81].

En este cometido, Anaxágoras pensaba que las sensaciones eran consecuencias del dolor, pues éste se producía por el contacto de lo desemejante, y aquellas se producía por los contrarios, es decir, lo que es más caliente a más fío que el hombre es precisamente lo que lo calienta o lo enfría, pensando, de igual manera, que todos los seres vivos, hasta las plantas, poseían un poco de la inteligencia universal del Nous, participando así del principio del movimiento[82].

Demócrito de Abdera

Es el mayor naturalista de su tiempo, nacido en Abdera, hacia el 450 a.C., contemporáneo con Platón, parte de su herencia la gastó en viajes, es recordado como el típico sabio distraído, algunas de las obras que se le adjudican tal vez no manifiesten su doctrina, sino la de la escuela atomista, que por su parte, como se ha visto, está de acuerdo totalmente en que solo el ser es[83].

Como ya antes se ha hablado de la teoría atomista, ahora sería preciso hablar de la cuestión religiosa en esta escuela, por lo que se tiene que, no hay lugar para un Dios personal y trascendente, sin embargo:

Los atomistas admiten la existencia de dioses, que moran en los espacios comprendidos entre los distintos mundos, y que viven felices, sin preocuparse lo más mínimo de los hombres. Los dioses están también compuestos de átomos, más perfectos que los que constituyen los seres terrestres, y son merecedores de la veneración y del culto de los hombres[84].

Cuestión importante de Demócrito es su ética, en cuyo centro se haya la felicidad, que consiste en un ´buen ánimo´, pero hay que saber comprender esta felicidad de Demócrito, la cual se explica así:

La finalidad de la conducta humana ha de ser lograr la dicha, y que ésta la determinan los placeres y el dolor; pero ´la felicidad no reside en la posesión de ganados o de oro: el alma es el lugar en que mora el 'daimon', Lo mejor para el hombre es pasar la vida con el mayor gozo y con la menor tribulación posible´[85].

Para Demócrito, como se ha visto, la felicidad se puede conseguir mediante el “equilibrio entre el alma y cuerpo. Su ética es de cuño utilitarista. Es, en efecto, útil lo que otorga placer y, más generalmente lo que permite evitar el dolor”[86], de aquí que tiene que evitarse los excesos, pues dañan el equilibrio y se produce el dolor, preclara concepción del valor de la vida humana, tomada años más tarde por el cristianismo, aunque éste le dé sentido al sufrimiento, con la muerte y resurrección de Jesucristo.

La influencia de Demócrito y los atomistas hasta nuestros días ha sobrevivido en las teorías de la moderna física nuclear, además de haber afectado el pensamiento moral del mundo griego, cuando se le identifica como el auténtico sabio, capaz de estar siempre sereno, dueño de sí, imperturbable, cuestiones que tomaría también Epicuro, aunque sin comprender a fondo[87].

Los sofistas

Superando todas estas escuelas filosóficas, viene a punto cronológico de la historia la aparición de los sofistas, cuyo aporte a la sociedad, la política y la cultura tienen sus secuelas hasta nuestros días. Estos personajes eran conocidos por realizar una:

Tarea culturizante por medio de la educación de los jóvenes y dando lecciones públicas en las ciudades; mas, como eran profesores que iban de  población en población y hombres de gran experiencia y que representaban, a pesar de todo, una reacción un tanto escéptica y superficial, vino a ser corriente la idea de que, reuniendo a los jóvenes, se los arrebataban a las familias y desprestigiaban ante ellos los criterios tradicionales hasta dar al traste con el código de las costumbres y con las creencias religiosas[88].

Ciertamente da un giro el filosofar, ya no se detiene solamente en saber por saber, ahora se interesa en influenciar a los demás, hacerles ver que es necesaria la reflexión filosófica, en este sentido, se comprende que:

Con el término ´sofista´ en el griego más antiguo se señalaba al hombre que ejercía la actividad de sofos, es decir, alguien que sabe, que posee conocimientos singulares y capacidad en general y que, al mismo tiempo, poseyendo tal saber, fuese capaz de comunicarlo y transmitirlo[89].

Protágoras de Abdera

El primero en llamarse sofista fue Protágoras de Abdera, pues enseñó durante más de cuarenta años por todas las ciudades del mundo griego, también en Atenas, donde fue acusado de ateo, por lo que tuvo que abandonar esta ciudad y en su viaje hacia Sicilia se ahogó, con 70 años de edad aproximadamente; había nacido hacia el 444 a.C.[90].

Éste primer sofista pasó a la historia al ser identificado como el autor de la famosa frase “El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son y de las que no son en cuanto que no son”[91], pero parece que con ´el hombre´, Protágoras quiere significar toda la humanidad. Además, este ´ser medida de todas las cosas´ consistía en que:

No significa que haya tampoco un criterio de verdad para cada hombre; en cada hombre varía, en efecto, la medida según sus propias circunstancias, según el tiempo y el espacio en que se halla colocado. De ahí que el bien y el verdadero comportamiento del sabio consista, según Protágoras, en adecuarse siempre a la circunstancia presente, en juzgarlo todo según la medida proporcionada por la ocasión y el momento[92].

En cuanto al tema de la religiosidad, Protágoras profesaba un agnosticismo bastante marcado, pensaba que referente a la variedad de dioses “no puedo saber si existen o no, ni tampoco qué forma puedan tener. Hay muchos impedimentos para saberlo, la oscuridad en la materia y la brevedad de la vida humana”[93], tal vez así significaba la inmensidad de Dios, tal como hoy se conoce.

Gorgias de Leontini

Natural de Leontini, Gorgias vivió entre los años 483 a 375 a.C., se conoce que viajó a Atenas, y fue contrario al pensamiento de Protágoras[94]. Retórico murió muy anciano, después de escribir valiosas obras filosóficas, sus postulados fundamentales fueron: “1 Nada existe; 2 Si algo existe, no es cognoscible por el hombre; 3 Aunque sea cognoscible, es incomunicable a los demás”[95].

El primer postulado de Gorgias se comprende de la siguiente manera:

Nada existe, puesto que, si algo existiera, tendría o que ser eterno o que haber empezado alguna vez a existir. Más el que haya empezado a ser no se concibe, pues ni del ser ni del no-ser puede nada venir a ser. Tampoco puede ser eterno, ya que, si lo fuese, habría de ser infinito. Más el infinito es imposible, por la siguiente razón: no puede estar en algo, ni puede estar en sí mismo; por lo tanto, no puede estar en ningún sitio. Y lo que no está en ningún sitio no existe[96].

En el segundo postulado se explica que:

Si existiese alguna cosa, sería incomprensible, no la podríamos conocer. Porque si el conocimiento es del ser, entonces lo conocido, lo pensado, ha de ser, y el no-ser no podría pensarse en absoluto. En cuyo caso no podría darse el error, lo cual es absurdo[97].

Y, finalmente, el tercer postulado, para Gorgias, cura toda duda:

Aun cuando pudiésemos conocer el ser, no podríamos comunicar a otros este conocimiento. Todo signo es distinto de la cosa significada; ¿cómo podríamos, por ejemplo, comunicar a otros el conocimiento de los colores, si lo que oye el oído son sonidos y no colores? Y ¿cómo podría darse a la vez en dos personas la misma representación del ser, si esas personas son diferentes la una de la otra?[98]

En resumen, Gorgias, como sofista, abarcó terrenos de toda índole en su filosofar, llegó a pensar que lo mejor que tiene los hombres es la educación, considerando que lo que se sembraba en el corazón del hombre florecería para toda la vida[99], prodigioso pensamiento, aún vigente, y del cual se debería hacer mención a la hora de educar las nuevas generaciones.

Sócrates

Menuda pero fascinante introducción al gran Sócrates:

En el siglo V a.C., un hombre pasea por el ágora de la ciudad griega de Atenas. Algunas personas lo saludan y pasan de largo, pero otras se detienen y entablan conversación. Dotado de una fina ironía y admirado y odiado al mismo tiempo, revela a su interlocutor grandes verdades mediante el diálogo[100].

Hijo de Sofronisco, nació Sócrates en Atenas, en una familia acomodada, de la cual heredó una pequeña fortuna, la cual perdió cuando llegó la guerra. En su educación infantil obtuvo conocimientos de astronomía, matemática y música, cuestiones que le hicieron la vida más agradable, pues de por sí, con su apariencia física tan desmejorada, no parecía simpatizar a muchos, solamente logró conquistar a Jantipa, mujer que le dio tres hijos[101].

Lo que de Sócrates se puede saber lo presenta su discípulo Platón y Jenofonte. Es de común acuerdo que nació hacia el 469 a.C., y vio el final de sus días en el 399 a.C., cuando fue condenado a muerte[102]. Su método de la mayéutica lo hereda de su madre, quien era comadrona, de ahí que él se crea el comadrón de las ideas de las personas[103].

La muerte de Sócrates es de las más recordadas en la historia de la Filosofía, pues hubo de envenenarse, orgulloso de mantenerse hasta las más drásticas consecuencias en la virtud y la verdad. Sócrates fue acusado de corromper a la juventud con la predicación de nuevos dioses, finalmente fue acusado de traidor y la condena lo llevó a beber la cicuta[104]. Sin escribir nada de su puño y letra, es de los filósofos el más comparado con Jesús de Nazaret.

Método Socrático y Dialéctica del Juicio

Cuando Sócrates planteaba las preguntas, lo hacía siempre con un motivo, primero para saber la opinión de otros, pues estaba seguro que es posible aprender de los demás, luego para corregirles, en caso de que estuvieran equivocados, pero en vez de contradecirlos, les formulaba otras preguntas, dándoles ejemplos para que entendieran dónde estaba el error, de este modo, Sócrates quería enseñar a los hombres a ser mejores ciudadanos, pues consideraba que nadie es capaz de obrar el mal cuando conoce la verdad[105].

Esta era la famosa mayéutica de Sócrates, que pasó a la posteridad como el arte de saber preguntar y responder a sus interlocutores, ayudándoles a sacar las ideas innatas que tenía en su interior, obligándoles a reflexionar, precisando sus propias opiniones, una vez que había reconocido el mismo Sócrates, que no sabía nada[106], y en todas estas:

El hombre era el tema central de todas las conversaciones de Sócrates. Y su principal preocupación era que los atenienses encontraran el camino hacia la virtud. Pero para el maestro nadie debía creer que su opinión era más valiosa que la de los demás. Por ello, cuando le preguntaban su opinión, siempre contestaba con la misma célebre frase: ´Sólo sé que no se nada´[107].

         Es a través de esta mayéutica que Sócrates logrará sus grandes cometidos, sin pretender presentarse como sabio, lograba que los demás conocieran el sabio que llevan dentro, sin embargo:

Es un procedimiento que a veces consigue su objetivo — el de precisar lo que es aquello de que se trata. Pero es también un procedimiento que muestra con frecuencia lo difícil que es llevar a producir definiciones. Por lo tanto, más bien que de definición se trata muchas veces en Sócrates de empleo de la dialéctica[108].

Esta mayéutica socrática es también considerada como dialéctica, que encuentra su definición más concreta en precisar que era, entendida en su contexto histórico, el “arte de descubrir la verdad gracias a la discusión, poniendo de relieve y eliminando las contradicciones del adversario”[109], por lo que “todo el método de Sócrates consiste en hacer que los hombres se conozcan a sí mismos”[110].

Ética Socrática

La ética de Sócrates estará cimentada sobre el conocimiento del bien y de la virtud, virtud que puede transmitirse[111], es así como:

Según Sócrates, el saber y la virtud se identifican, en el sentido de que el sabio, el que conoce lo recto, actuará también con rectitud. En otras palabras: nadie obra mal a sabiendas y adrede; nadie escoge el mal en cuanto mal[112].

El principio ético socrático está compendiado en que “el hombre no puede tender más que a saber lo que debe hacer o lo que debe ser; y tal saber es la virtud misma”[113], por lo que la ignorancia es el principio de todo vicio y la base de toda culpa, aparente conclusión alentadora, además, “el bien, que es lo útil para el individuo y para la ciudad, obra de tal suerte sobre el entendimiento del que lo conoce, que, una vez conocido, influye sobre su voluntad, la cual no puede menos de quererlo y practicarlo”[114].

Desprendido materialmente, como muchos de los pensadores hasta ahora resumidos, Sócrates compartía la opinión de que la felicidad se podía conseguir con poco, por ello pensaba que “el verdadero placer y la felicidad duradera los consigue el hombre moral más que el inmoral, y que la felicidad no consiste en poseer abundantes bienes materiales”[115], y es en este sentido donde la figura de Sócrates presenta aparente similitud con la de Cristo, cuando éste recomendó la pobreza de espíritu (Mateo 5,3).

Finalmente, la ética en Sócrates no busca simplemente un bien individual, va mucho más allá, pues éste filósofo es consciente de la necesidad de que los hombres cooperen unos con otros, para lograr el bien común, pues:

Para ser virtuoso cada quien debe ser sí mismo, es decir, por un lado debe realizar su propia profesión sabiendo que en esto radica el bien y la contribución del individuo a la sociedad. Ésta, en efecto, se vale del aporte de todos sus miembros, de tal suerte que la comunidad será buena y justa si sus individuos cumplen bien con su rol[116].

        Imperante reflexión socrática ésta que debería estar enclavada en las conciencias de los venezolanos, sobre todo en estos momentos, en los que parece que la crisis es eterna y viene en ayuda suya una pandemia de catástrofe global. Si como pensaba Sócrates pensaran los venezolanos, todos, gobernantes y súbditos, los rumbos serían otros, pero no es así, impera el individualismo, por eso la sociedad se desangra a sí misma. Ése es el mal que azota.

         La fama de Sócrates en Atenas creció en medio de los jóvenes, quienes le buscaban agradados por sus conversaciones, deseosos de aprender, capaces de admirarse de la sencillez del arte del diálogo expuesto por este fascinante hombre, quien les recibía con amabilidad, y no les exigía nada a cambio de instruirlos en los caminos de su atrayente filosofía, considerando él que un filósofo debía ayudar sin intereses a los demás, por lo que dejó sin discípulos a más de uno de los filósofos existentes[117].

P.A

García

 

Bibliografía

 

Abbagnano, Nicolas. Historia de la Filosofía. 4ta Edición. Barcelona: Hora, S.A., 1994.

Bréhier, Émile. Historia de la Filosofía. 2da Edición. Buenos Aires: Sudamericana, 1944.

Carrero, Horacio. Resumen. Historia de la Filosofía Antigua y Medieval. Mérida: Seminario San Buenaventura, 2014.

Copleston, Frederick. Historia de la Filosofía. Barcelona: Ariel Filosofía, 2000.

Fernández, José. Filosofía Occidental Antigua. Mérida: Las Cumbres, C.A., 2012.

Ferrater, José. Diccionario de Filosofía. Buenos Aires: Sudamericana, 2004.

Fraile, Guillermo. Historia de la Filosofía. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1976.

M. Rosental y P. Ludin. Diccionario Filosófico Abreviado. Caracas: Movilibros, s.f.

Méndez, Rafael. Clásicos del pensamiento universal resumidos. Bogotá: Intermedio, 2000.

Pulido, Carmen. Introducción a la Filosofía. Caracas: UPEL, 2005.

Ricardo Rendón. ¿Sabes quién? Barcelona: Oceano, 2007.

 



[1] (Abbagnano 1994)

[2] (Carrero 2014)

[3] (Fernández 2012, 11)

[4] (Copleston 2000, 6)

[5] (Fraile 1976, 116)

[6] (Carrero 2014)

[7] (Abbagnano 1994)

[8] (Fernández 2012)

[9] (Fernández 2012)

[10] (Abbagnano 1994, 14)

[11] (Copleston 2000, 23-24)

[12] (Abbagnano 1994)

[13] (Copleston 2000)

[14] (Fernández 2012, 104)

[15] (Fraile 1976, 145)

[16] (Fernández 2012)

[17] (Copleston 2000)

[18] (Fernández 2012)

[19] (Abbagnano 1994)

[20] (Abbagnano 1994, 17)

[21] (Fraile 1976, 148)

[22] (Ferrater 2004, 104)

[23] (Fraile 1976)

[24] (Fernández 2012)

[25] (Fraile 1976)

[26] (Bréhier 1944)

[27] (Ferrater 2004, 420)

[28] (Fernández 2012, 37)

[29] (Copleston 2000, 32)

[30] (Copleston 2000, 32)

[31] (Abbagnano 1994, 22)

[32] (Bréhier 1944)

[33] (Fernández 2012)

[34] (Abbagnano 1994, 17)

[35] (Ricardo Rendón 2007)

[36] (Méndez 2000)

[37] (Ricardo Rendón 2007, 292)

[38] (Ricardo Rendón 2007)

[39] (Méndez 2000)

[40] (Abbagnano 1994, 17)

[41] (Abbagnano 1994)

[42] (Abbagnano 1994, 17)

[43] (Fraile 1976, 170)

[44] (Pulido 2005)

[45] (Copleston 2000)

[46] (Ricardo Rendón 2007)

[47] (Méndez 2000)

[48] (Fraile 1976, 178)

[49] (Fraile 1976, 179)

[50] (Abbagnano 1994, 28)

[51] (Fernández 2012, 46)

[52] (Bréhier 1944)

[53] (Méndez 2000)

[54] (Abbagnano 1994)

[55] (Fraile 1976, 182)

[56] (Pulido 2005, 40)

[57] (Abbagnano 1994)

[58] (Abbagnano 1994, 30)

[59] (Abbagnano 1994, 30)

[60] (Fraile 1976)

[61] (Fernández 2012)

[62] (Fernández 2012, 52)

[63] (Bréhier 1944)

[64] (Fraile 1976)

[65] (Copleston 2000, 67)

[66] (Ferrater 2004, 152)

[67] (Fraile 1976)

[68] (Pulido 2005)

[69] (Ferrater 2004, 507)

[70] (Ferrater 2004)

[71] (Ferrater 2004, 502)

[72] (Fernández 2012)

[73] (Bréhier 1944)

[74] (Bréhier 1944, 145)

[75] (Pulido 2005)

[76] (Abbagnano 1994)

[77] (Fraile 1976)

[78] (Pulido 2005)

[79] (Pulido 2005, 45)

[80] (Fraile 1976)

[81] (Fraile 1976, 210-211)

[82] (Bréhier 1944)

[83] (Abbagnano 1994)

[84] (Fraile 1976, 220)

[85] (Copleston 2000, 137)

[86] (Pulido 2005, 47)

[87] (Fernández 2012)

[88] (Copleston 2000, 79)

[89] (Pulido 2005, 51)

[90] (Abbagnano 1994)

[91] (Copleston 2000, 81)

[92] (Fernández 2012, 497)

[93] (Fraile 1976, 230-231)

[94] (Copleston 2000)

[95] (Abbagnano 1994, 52)

[96] (Copleston 2000, 86)

[97] (Copleston 2000, 86)

[98] (Copleston 2000, 86)

[99] (Fraile 1976)

[100] (Ricardo Rendón 2007, 294)

[101] (Fernández 2012)

[102] (Pulido 2005)

[103] (Ferrater 2004)

[104] (Fraile 1976)

[105] (Ricardo Rendón 2007)

[106] (Fernández 2012)

[107] (Ricardo Rendón 2007, 295)

[108] (Ricardo Rendón 2007, 292)

[109] (M. Rosental y P. Ludin s.f., 126)

[110] (Bréhier 1944, 137)

[111] (Fraile 1976)

[112] (Copleston 2000, 99)

[113] (Abbagnano 1994, 60)

[114] (Fraile 1976, 262)

[115] (Copleston 2000, 100)

[116] (Pulido 2005, 50-60)

[117] (Ricardo Rendón 2007)

No hay comentarios:

Publicar un comentario