Las reflexiones filosóficas previas a Platón y Aristóteles son conocidas como la filosofía presocrática, de la cual ya se ha tratado anteriormente, por eso, lo que en este trabajo se hace necesario es presentar los fundamentos básicos del platonismo y del aristotelismo, haciendo de ellos una visión muy general, por no ser materia de este ensayo, caer en detalles que, aunque importantes, harían interminable el cometido inicial.
Platón
El más popular de los discípulos de Sócrates es Platón, nacido en
Atenas, de familia noble, en el 427 a.C., y fallecido a los ochenta años de
edad en el 347 a.C. Fundó la Academia en honor de Academo, en el 387, para
dedicarse a la escritura y la enseñanza de su filosofía, contando con la
presencia de su gran discípulo Aristóteles[1].
Principio del conocimiento
En Platón, el principio
del conocimiento es bastante cercano a la famosa suposición de Crátilo ´es muy
sencillo: quien conoce el hombre conoce también las cosas´[2],
por lo que se argumenta en este principio del conocimiento que:
a) «Quienquiera que
concedió los nombres es indudable que los formó de acuerdo con su noción de las
cosas, pero él pudo haberse equivocado; b) El conocimiento de las cosas no
puede depender exclusivamente del conocimiento de los nombres, puesto que tiene
que haber existido un primer creador de los nombres, y ¿cómo pudo él obtener su
conocimiento? Las cosas, pues, deben ser conocibles, de algún modo, de una
forma directa ´por sí mismas y mutuamente´, y la corrección de los nombres,
como él le dijo a Hermógenes debe ser comprobada por su capacidad para
distinguir las esencias o la naturaleza inherente, de las cosas[3].
Con esta sencilla concepción, Platón da fuerza al
antiguo adagio griego ´conócete a ti mismo´, para dar razón del conocimiento
universal, sin tantos rodeos, reconociendo la posibilidad de conocer de forma
directa las cosas.
Reminiscencia
La reminiscencia de Platón viene a darse como consecuencia de su
principio del conocimiento, en el que se pone de manifiesto el recuerdo de
haber conocido las cosas de manera inmediata, de aquí que Platón llamara
reminiscencia al:
Recuerdo que tiene el
hombre en este mundo de la vida anterior en que contemplaba de un modo
inmediato y directo las ideas. La reminiscencia explica, según Platón, la
aprehensión actual de las ideas a través de las sombras de los sentidos y
constituye la única fuente de conocimiento verdadero. La reminiscencia no es,
empero, sólo el fundamento del saber verdadero, sino una de las pruebas
principales de la inmortalidad del alma. Pues ´si este principio es exacto
—escribe Platón en el Fedón— es indispensable que hayamos aprendido en otro
tiempo las cosas de que nos acordamos en éste, lo cual sería imposible si
nuestra alma no hubiera existido antes de asumir forma humana´[4].
Además, lo que plantea Platón con su reminiscencia es la misma
inmortalidad del alma, pues lo que ésta puede conocer, no es más que recuerdos
de lo que antes ya había conocido, dándose a entrever una existencia previa, y
por ende, la inmortalidad misma.
Grados de conocimiento
Como todo objetivo
sistemático de la filosofía, Platón se detiene también a proponer unos grados
del conocimiento, capaz de sintetizarse de la siguiente manera:
1, Conocimiento
sensitivo, que tiene por objeto los seres materiales y sensibles (sentidos). 2,
Conocimiento racional discursivo, que versa sobre el concepto de número y de
cantidad (imaginación, razón discursiva). 3, Conocimiento racional intuitivo,
que versa sobre los seres carentes de toda materia y de toda cantidad
(entendimiento)[5].
Son, en consecuencia para
Platón, los tres grados del conocimiento: los sentidos, la imaginación
discursiva y el entendimiento, encargándose cada uno de estos, como ya se ha
visto, de diferentes facetas del saber al que el hombre podía acceder.
Las ideas
Lo que a continuación
presenta Platón es una aspiración hacia una ´realidad absoluta´, “la cual se
concreta en su teoría de las Ideas con la que trata de dar respuesta a los tres
grandes problemas: del ser, del saber y del obrar. Este sería quizá el orden
más lógico de exposición del platonismo”[6].
En este sentido:
La teoría de las
Ideas no sólo ofrece a Platón una solución del problema del ser y de la
ciencia, sino también la orientación para el sentido práctico de la vida
humana. Sus creencias escatológicas en la preexistencia, la inmortalidad y la
transmigración de las almas le sugieren otros medios extra racionales para
trascender la relatividad de los seres del mundo sensible y llegar a la
posesión del Absoluto[7].
Nótese cómo la filosofía se va despegando poco a
poco de la tierra, para ir más en busca de lo que será llamado ´lo
trascendente´, en este sentido, “a este ser verdadero, distinto de las cosas,
es a lo que Platón llama idea”[8].
Para Platón, la palabra idea viene a significar
figura o aspecto, es decir: “aquello que se ve, en suma. También se traduce, en
ciertos contextos, por forma”[9]. Pero estas ideas han de comprenderse
desde el ser de las cosas, en las que:
Ese ser subordinado y
deficiente, se funda en el de las ideas de que participan. Platón inicia la
escisión de la realidad en dos mundos: el de las cosas sensibles, que queda
descalificado, y el de las ideas, que es el verdadero y pleno ser[10].
Se tiene entonces que,
existe una necesidad de la idea:
1 Para que yo pueda
conocer las cosas como lo que son. 2 Para que las cosas, que son y no son —es
decir, no son de verdad—, puedan ser. 3 Para explicarme cómo es posible que las
cosas lleguen a ser y dejen de ser —en general, se muevan o cambien-, sin que
esto contradiga a los predicados tradicionales del ente. 4 Para hacer
compatible la unidad del ente con la multiplicidad de las cosas[11].
Platón inscribe su
filosofía dentro del ámbito del idealismo, la doctrina que afirma que es la
idea el punto de partida para el conocimiento, afirmando al mismo tiempo que
deber ser la propia conciencia y no los fenómenos ilusorios del mundo, el
objetivo de la reflexión filosófica, por lo que este idealismo atribuye un
papel protagónico a la mente, afirmando que no existe nada más allá de las
ideas de la mente, por lo que lo verdaderamente real es el pensamiento[12].
Inmortalidad del alma
Con la teoría de la reminiscencia se explicaba someramente la razón por
la cual Platón creía en la inmortalidad del alma. Sin embargo, es menester
profundizar más, para saber que:
La inmortalidad, del
alma, necesaria para justificar la tarea de la filosofía, es demostrable
justamente sobre la base de la doctrina de las ideas. El alma, en efecto, es,
al igual que las ideas, invisible, y por tanto, presumiblemente, también
indestructible. Además, la reminiscencia es otra prueba de su inmortalidad en
cuanto demuestra su preexistencia. En fin, si se quiere comprender la
naturaleza del alma, es preciso buscar de qué idea participa; y esta idea es la
vida. Pero participando necesariamente de la vida, el alma no puede morir; y al
acercarse la muerte, no resulta víctima de ella, antes bien, se aleja sin
sufrir daños y conservando la inteligencia[13].
En el contexto histórico y
cultural en que se desenvuelve Platón, tal idea es revolucionaria, pues
plantear la inmortalidad del alma podría estar más de la mano con la
reencarnación, y a esto ciertamente apunta, sin embargo, su teoría ´de la
inmortalidad del alma´ puede ser compatible, hasta cierto punto, con el
cristianismo, aun cuando en éste sea inadmisible la idea de la reencarnación.
Mundo suprasensible y mundo
sensible
Platón parece dejar claro
que no se conforma solamente con lo que puede ver, aunque esto sea lo único
real de lo que se tenga certeza filosófica, sin embargo, postula lo siguiente:
Los hombres, mientras
viven encerrados en su cuerpo, solamente pueden ver las cosas del mundo
sensible, que no son más 'que imágenes o sombras de las verdaderas realidades,
hasta que la Filosofía y la Dialéctica les libertan de sus cadenas y les
permiten contemplar el mundo ideal, cuyo Sol es la Idea de Bien[14].
Dejándose a entrever la
famosa aseveración platónica en la que se concluye que el cuerpo es la cárcel
del alma. De aquí que sea capaz de llevar adelante su dualismo para distinguir
don regiones de lo real, a saber:
El mundo sensible (de
las cosas) y el mundo inteligible (de las ideas), que simboliza en dos
segmentos de una recta. Cada una de estas dos regiones se divide en dos partes,
que señalan dos grados de realidad dentro de cada mundo; hay una
correspondencia entre las primeras y las segundas porciones de los dos
segmentos. Por último, a cada una de las cuatro formas de realidad corresponde
una vía de conocimiento; las dos que pertenecen al mundo sensible constituyen
la opinión o dóxa; las del mundo inteligible son manifestaciones del noüs[15].
Influencia del Platonismo en la
Filosofía Occidental
Lo primero en precisar es que el concepto de iluminación le viene a san
Agustín de la filosofía platónica, es decir, del neoplatonismo, y por supuesto de las Escrituras, pero en lo
referente al platonismo, ya en el libro VII de ´República´ considera Platón la
idea del bien como última y suprema en el orden de lo cognoscible, por otro
lado, en las Escrituras y sobre todo en el Evangelio según Juan, encuentra san
Agustín que el Verbo es la luz que ilumina a todo hombre que viene a este
mundo, y por quien han sido hechas todas las cosas según su modelo[16].
Por lo que se concluye que el pensamiento agustiniano es un neoplatonismo
cristiano.
Platón tuvo mucho que ver en la teoría
creacionista, por la cual se viene a considerar que:
Los seres humanos ya
no son compuestos ocasionales de materias y formas que se unen y separan
indefinidamente en el juego de la naturaleza, sino criaturas llamadas a existir
según un plan de Dios sobre ellas. El mundo no es eterno, y la esencia de las
cosas no es sino el ejemplar o idea que Dios imprime en ellas, comunicándoles
su propia forma y ordenándolas a su perfección[17].
Aristóteles
Vivió entre los años 383-322 a.C., había nacido en Estagira, ciudad de
Macedonia, y en sus inicios dentro de la filosofía fue discípulo de Platón por
veinte años, además, una vez muerto su mentor, fue profesor de Alejandro Magno,
para luego, en el 335, fundar el Liceo en Atenas[18].
Las enseñanzas de
Aristóteles son uno de los grandes tesoros del mundo y la cultura occidental,
pues es considerado por los matemáticos como el padre de la lógica, y por los
científicos como el padre de las ciencias naturales, pues fue el primer
filósofo que se detuvo en la observación de la naturaleza, además, sus
reflexiones éticas y metafísicas continúan embelesando a los estudiantes de
filosofía de todo el mundo[19].
Grados de conocimiento
En la Metafísica,
Aristóteles plantea la cuestión del saber por excelencia, es decir, la
Filosofía primera, en este sentido deja claro que “todos los hombres tienden
por naturaleza a saber”[20],
en este sentido existen unas sensaciones que suponen un saber, que se da en
hombres y animales, que es la ´memoria´, que por la permanencia del recuerdo
permite aprender[21].
Luego, el hombre tiene
modos superiores de saber, el primero de ellos es la ´experiencia´, que es una
familiaridad con las cosas, de manera inmediata y concreta; después lo supera
el ´arte´ o la ´técnica´, que es un saber hacer, dando una idea de las cosas;
por fin se llega a la ´sabiduría´ o ´sofía´, siendo éste un saber supremo que
dice lo que las cosas son y por qué son[22].
Finalmente, Aristóteles
plantea la ´episteme´, que es el saber demostrativo, la verdadera ciencia, en
cuya intuición de los principios, se obtiene el ´nous´, que con la ´episteme´
compone la verdadera filosofía[23].
Clasificación del conocimiento
Para Aristóteles, es necesaria la división de las ciencias, esto es, del
conocimiento, y fundamenta dicha clasificación “en su concepto pluralista y
analógico del ser”[24].
El libro VI de la Metafísica responde a toda esta división de las ciencias en:
Teoréticas, prácticas
y poéticas. Hay tres clases de las primeras: Física, que tiene por objeto las
sustancias móviles e inseparables de la materia; Matemáticas, que versan sobre
objetos inmóviles, pero inseparables de la materia, y Teología, que se ocupa de
la sustancia separada, eterna e inmóvil, y que es la ciencia suprema, porque
«la ciencia más alta debe tener por objeto el ser más excelente»[25].
Además, esta clasificación aristotélica de las
ciencias es completada con la división en ciencias prácticas, entre las que
menciona:
La Política, que
tiene por objeto el gobierno de la ciudad (polis); la Económica, a la cual
corresponde el gobierno de la casa (oikós), y la Monástica, o Etica, a la que
le compete la dirección de la vida individual. A éstas hay que añadir las
ciencias poéticas o productivas, que tienen un valor científico mucho menor y
que propiamente entran en la categoría de artes. La enumeración es variable en
los distintos lugares, mencionando la Medicina, la Gimnástica, la Estatuaria,
la Música, la Dialéctica, la Retórica, la Poética, etc[26].
El Ser
Aristóteles concibe al ser real de manera plural y
con múltiples modalidades, por lo que no es uno, como manifestaba Parménides.
En este sentido:
El ser se concibe y
se predica de todos los seres, pero no unívocamente, pues todos los seres son
distintos, ni tampoco equívocamente, pues todos los seres tienen algo de común,
sino análogamente, en cuanto que, dentro de su diversidad, todos ellos Pueden
referirse a lo que tienen de común, que es el ´ser´[27].
En concreto, Aristóteles
plantea que el ser puede explicarse de cuatro formas, estas son: “1, el ser por
esencia o por accidente; 2, según las categorías; 3, el ser verdadero y el ser
falso, y 4, según la potencia y el acto”[28].
Sustancia
La sustancia es el sentido más fundamental del ser,
dependiendo los demás modos de este, ya que todos son sustancias o afecciones
de la sustancia, en este sentido, el color es color de una sustancia, y si se
dice tres se hace referencia a tres sustancias, encerrando la privación la
misma referencia[29].
Para que haya una
ciencia tiene que haber una unidad, una cierta naturaleza, según la cual se
dicen las demás cosas. Esta unidad es la de la sustancia, que es el sentido
principal en que se dice el ser, el fundamento de la analogía. En todas las
formas del ser está presente la sustancia, y, por tanto, esta no es algo
distinto del ente en cuanto tal y de Dios, sino que el ente como ente encuentra
su unidad en la sustancia. Se trata, pues, de una única filosofía primera o
metafísica en su triple raíz[30].
Categoría
La filosofía de Aristóteles sobre las categorías constituye una
aplicación de su concepto analógico del ser, por lo que “las categorías son ´el caso típico de la analogía de atribución´
significa acusar ante el juez y, en sentido lógico, predicar. Así, categoría
significa un predicado que se atribuye a un sujeto”[31].
El número de estas categorías varía dependiendo de las listas que ofrece
el mismo Aristóteles, por ejemplo, en los Tópicos y en las Categorías menciona
diez; en los Analíticos posteriores y en la Metafísica V, son ocho; en la
Metafísica VII y XI, menciona siete; en su Ética a Nicómaco, seis, lo que
significa que sin importar el número exacto y concreto de diez categorías, lo
que es de importancia para Aristóteles es el principio fundamental de la
división del ser[32].
En conclusión, “para Aristóteles la lista de las categorías [es], a
saber: cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo, situación, posesión
(condición), acción y pasión”[33].
Movimiento, acto y potencia
Aristóteles opina abiertamente sobre el problema del movimiento, y así
le aplica los conceptos de acto y potencia, por lo que todo movimiento
implicará potencialidad, esto es el
tránsito de un ser de la potencia al acto, negándose el movimiento cuando un
ser está en potencia o cuando ya está en acto, sino especificando solamente que
hay movimiento cuando se halla en el estado intermedio entre ambas cosas[34].
En este sentido:
Aristóteles tiene del
movimiento un concepto finalista y teológico. Todos los seres se mueven
naturalmente hacia su fin, que es su propia perfección. Y así los movimientos
se diversifican y especifican por razón del acto o término a que tienden[35].
Finalmente, para terminar
de comprender el acto-potencia de Aristóteles, es necesario mencionar la forma.
En este apartado,
La forma no es sino
la estructura determinada por el qué la esencia. Por tanto, la materia es la
posibilidad de convertirse en una cosa concreta gracias a la forma. Solo en
potencia se da la esencia en la materia; solo por obra de la forma se convierte
aquella en realidad, o sea, en acto. El devenir del mundo es el proceso en que
la esencia, de la mera posibilidad (potencia) se transforma en algo real (acto)
gracias a la forma. Lo general solo es real en el reino de lo individual; lo
individual solo existe porque en él se realiza lo general[36].
Primer motor
Aristóteles considera que el movimiento de los cielos proviene del impulso
mecánico que el Primer Motor comunica al primer móvil, es decir, este Primer
Motor, a su vez, “es movido por la atracción que sobre él ejerce el Acto puro,
que está fuera del Universo, y que mueve a manera de causa final al ser
conocido y amado por el Primer Motor”[37].
Entonces, según Aristóteles, el primer motor, que pone en movimiento el
resto de la realidad, no puede ser movido por nada, “pues entonces habría
todavía alguna realidad superior a él que lo moviera, hay que suponer que es
inmóvil. Hay, pues, según Aristóteles, un motor inmóvil, un primer motor, que
es Causa del movimiento del universo”[38].
Elementos fundamentales del
aristotelismo
Como se puede evidenciar, es Aristóteles, y no Platón, “el pensador más
venerado e influyente de la Antigüedad”[39],
y cuya “influencia ha sido constante en el pensamiento de Occidente, inclusive
en filósofos que la tradición posterior ha considerado adversarios en principio
del aristotelismo”[40].
Al considerar el término 'aristotelismo' en el sentido amplio de la palabra,
hay que reconocer que su huella está manifiesta por doquier, sin embargo, es
preciso tomar el término en una alcance más específico si se quiere tener una
idea de lo que es el aristotelismo en Occidente. Esto puede advertirse en el
valor de los comentarios griegos a Aristóteles que, simbolizan una producción y
propagación del aristotelismo[41].
El catolicismo, en este sentido, puede llevarse el título más alto en la
actualización del aristotelismo en el mundo contemporáneo, pues, como bien es
conocido, “San Alberto el Grande y Santo Tomás, en quienes culmina este
movimiento, realizaran, como dice, ´la aristotelización fundamental y metódica
de la filosofía y la teología´”[42].
Santo Tomás, precisamente porque “logró que el aristotelismo se convirtiera en
un instrumento eficaz y dócil para potenciar el rendimiento de las
explicaciones dogmáticas del cristianismo”[43].
Período Helenístico
Se le llama ´helenismo´ al período en que se expande la cultura griega
por el Mediterráneo, situándose históricamente desde la muerte de Alejandro
Magno en el 323 a.C. hasta el aparecimiento del gran Imperio romano, hacia el
año 27 a.C., aunque este el imperio sigue culturalmente las corrientes
helenísticas, por lo que se extiende el período casi hasta las invasiones
bárbaras e islámicas que acabaron con la comunidad mediterránea[44].
Helenismo
El famoso ´giro subjetivista´ se da en estas escuelas helenísticas,
donde el interés se enmarca en ´qué me pasa a mí´; lo más importante para estos
filósofos ya no es la realidad, sino qué piensa el hombre sobre sí. Es de este
modo como para el helenismo, la búsqueda propia de la felicidad se trocó en el
problema primordial, por lo que la física y la lógica, entre otras, sin dejar
de cultivarse, se hicieron subordinadas a la necesidad de conseguir la
felicidad. Los matemáticos se empezaron a encargar de la investigación pura,
por lo que estos fueron los primeros en apartarse de la filosofía y instituirse
como científicos[45].
Las escuelas de cínicos, estoicos y escépticos eran socráticas, pues
tenían a Sócrates como su patrón e inventor. La cuestión de las llamadas
escuelas socráticas, cínicos y escépticos, es que adoptan el enfoque de
Sócrates, en cuanto a su cuestionamiento individual, e incluso individualista,
de la estructura social y de su base cultural, y la empresa de buscar un camino
personal ajustado en la franqueza y la afirmación de las propias limitaciones[46].
En el helenismo, las doctrinas filosóficas procuran la salvación
individual, carácter soteriológico, es decir, de la vida buena, del
perfeccionamiento personal, de la búsqueda de la felicidad en las creencias y
en las prácticas que las acompañan. La filosofía ya no es la tentativa de
comprender objetivamente el mundo, de saber por saber. Más que propias
filosofías, el cinismo, el estoicismo, el neoplatonismo y el epicureísmo
parecen religiones, cuyos fundadores eran tratados con devoción[47].
Escepticismo
El desinterés y la desconfianza por la verdad se denominan escepticismo,
y aquí sucede que el hombre no se fía; dando origen a las generaciones
recelosas y suspicaces, que dudan de que la verdad sea alcanzada por el hombre.
Estas escuelas escépticas surgen paralelas a la muerte de Aristóteles, y una de
sus raíces es la pluralidad de opiniones, pues al tenerse conciencia de que se
han creído varias cosas acerca de cada asunto, se anula la confianza en que
ninguna de las respuestas sea verdadera o que una nueva más lo sea[48].
Pirrón de Elis es el primero y más famoso de los escépticos griegos,
junto con Timón, Arquesilao y Carneades, que vivieron antes de Cristo, luego de
Cristo, con Enesidemo y Sexto Empírico aparece una nueva corriente escéptica.
El escepticismo pudo invadir la Academia, que desde la muerte de su fundador
había ido alterando el carácter metafísico, cerrándose en el año 529, por orden
del emperador Justiniano. Fue común durante siglos considerar que el nombre
académico era naturalmente escéptico[49].
Estoicismo
Con Zenón de Citio nace el estoicismo, siendo éste discípulo del cínico
Crates. Zenón y sus discípulos solían reunirse en Atenas, bajo el Pórtico
pintado. El estoicismo, como influencia filosófica, se desarrolló por todo el
Mediterráneo cuya presencia vivió de 600 años, con gran vitalidad y capacidad
de adaptación[50].
Esta escuela empezó siendo una doctrina materialista, al tiempo que
recibió dosis de platonismo hasta que acabó completamente con el materialismo
inicial. Los estoicos dividían la filosofía en tres partes: Lógica, Física y
Ética; incluyendo en la lógica la teoría del conocimiento, que empezaba por los
sentidos. Por otra parte, el rechazo estoico del miedo y de la ira es una de
las claves de la falta de preocupación por las causas objetivas de los
sentimientos[51].
El estoico no se preocupa por sus sentimientos ni lucha contra ellos,
por eso descuida la aplicación de la inteligencia a la resolución de los
problemas, por lo que se enfrenta a la realidad moral sólo con las fuerzas de
los sentimientos, sin hacer uso de la inteligencia. Para algunos parece como si
el estoicismo se desarrollara con el cristianismo, pues la voluntad virtuosa es
lo único bueno, nadie puede dañar o hacer bien a otro, quedando la benevolencia
como una ilusión[52].
Eclecticismo
Otro fenómeno de las épocas de decadencia filosófica es el eclecticismo,
entremezclando corrientes con un espíritu de compromiso y conciliación para
superar las divergencias más profundas, trivializando la filosofía. El más
importante de los eclécticos romanos fue Cicerón 106 a.C. -43 d.C., aunque sus
escritos filosóficos no son originales, tienen el importe de ser un repertorio
copioso de referencias de la filosofía griega. También la filología
acuñada por Cicerón para traducir los
vocablos griegos, influyó notablemente, si bien no siempre acertado, en las
lenguas modernas y en la filosofía europea entera[53].
Hedonismo
Al identificar el bien con el placer se crea una filosofía moral llamada
hedonismo, que a su vez ha tenido tantas significaciones como diversos sentidos
se han dado al término 'placer'. Al desechar las diferencias considerables,
entre las diversas escuelas hedonistas, se puede decir que los cirenaicos y los
epicúreos antiguos, los epicúreos modernos o neo epicúreos han defendido una
moral hedonista[54].
En resumen, por hedonismo hay que entender que:
1) que el placer es
el comienzo, fundamento, culminación y término de una vida feliz; 2) que la
consecución del placer y la evitación de su contrario, el dolor, guía
elecciones y rechazos; 3) que no hay otro objetivo transcendente: el placer el
sumun bonum de los latinos; 4) que la propia naturaleza de los seres animados
fija este criterio básico de conducta[55].
Neoplatonismo
El neoplatonismo surge al reaparecer la metafísica, ausente por la
dureza de la filosofía griega desde Aristóteles. Con ciertas influencias cristianas,
el gran problema metafísico se plantea en términos griegos, en el mundo
grecorromano del principio de la era cristiana, momento en el que se divide la
filosofía, por una parte, la filosofía antigua, y por otra la moderna,
significando lo mismo, la griega y la cristiana, las dos modos fundamentales y
auténticas filosofías que hasta ahora han aparecido en el mundo[56].
Lo novedoso del neoplatonismo se da cuando la investigación filosófica
se pone al servicio del impulso religioso e intenta su fundamentación y
formulación racional[57].
En el Neoplatonismo se reconocen la coexistencia de dos órdenes de problemas:
El problema religioso
que se pregunta por el destino del alma, y los medios de restaurarla a su
estado primitivo. El problema filosófico que se pregunta por la estructura y
explicación racional de la realidad. La filosofía del neoplatonismo tendría un
fundamento antropológico, y toda ella seria, en buena medida, una hipóstasis a
nivel metafísico y cosmológico de la experiencia espiritual y religiosa del
alma[58].
Plotino
Fundador del neoplatonismo, nació en Licópolis, Egipto, el año 203 d.C.
Se conoce que formó parte de la expedición de Gordiano contra los persas, lo
que le permitió conocer las doctrinas de los persas e indios; de regreso se
quedó en Roma, captando a muchos senadores romanos entre sus numerosos oyentes,
hasta se ganó la admiración del emperador Galieno y su mujer Salonina. A la
edad de 66 años fallece en Campania[59].
Plotino ´lo que buscaba´ era la idea de una comunidad filosófica cuya
perspectiva fuera el perfeccionamiento interior y a la coherencia espiritual,
páralo cual tuvo la iniciativa de fundar en Campania, una ´ciudad de
filósofos´, donde debían regirse por las leyes de Platón, es así como Platonopolis sería el mejor lugar para
´desligarse del cuerpo y unirse con la divinidad´, pero tal empresa nunca se
llevó a cabo[60].
Lo que de Plotino y su sistema resalta es lo siguiente:
El sistema plotiniano
está regido por dos caracteres capitales: su panteísmo y su oposición al
materialismo. El principio de su jerarquía ontológica es el Uno, que es al
mismo tiempo el ser, el bien y la Divinidad. Del Uno proceden, por emanación,
todas las cosas[61].
Con respecto a la idea de Dios, Plotino piensa que la divinidad es lo absolutamente trascendente: “Lo Uno estará sobre el
propio Espíritu y por encima del ser y del pensar”[62].
Y es que la dualista manera de pensar de la época y su opuesta valoración de
espíritu y materia tuvo como natural consecuencia el intento de potenciar la
esencia divina situándola, no ya como Espíritu, en el mundo suprasensible, sino
por encima del Espíritu y de lo suprasensible, por lo que Dios sería algo
ultracósmico y ultraespiritual[63].
Para Plotino, “todos los
seres, tanto los primeros como aquellos que reciben tal nombre, son seres sólo
en virtud de su unidad”[64],
y de esta manera se explica su filosofía del Uno:
Lo Uno es pues,
fundamento de todo ser, realidad absoluta y, a la vez, absoluta perfección. Lo
diverso no está relacionado con lo Uno al modo como la forma aristotélica
insufla su realidad a la materia, porque lo Uno es substancia en cuanto entidad
que nada necesita para existir, excepto ella misma. Lo diverso nace, por
consiguiente, a causa de una superabundancia de lo Uno, como la luz se derrama
sin propio sacrificio de sí misma[65].
De aquí que Plotino concluya con su filosofía de la idea del Uno, de
Dios, “considerando la esencia de Dios
como lo unitario e invariable de modo absoluto, adscribiendo pluralidad y
variabilidad sólo a sus manifestaciones”[66].
Plotino es el primer
filósofo que se atreve a pensar el mundo como producido, formando parte de las
teorías creacionistas, y esto por la natural influencia del cristianismo de su
época, es el mundo, entonces, una realidad producida no simplemente ´fabricado´
u ´ordenado´, producido por el Uno, pero no de la nada, sino de sí mismo, pues
para la helenismo ´de la nada, nada sale´[67].
Finalmente, con esto se da origen al famosos panteísmo neoplatónico,
pues se cree que el ser divino y el del mundo son, en última idénticos, dando
con el concepto de emanación, siendo finalmente el intento de pensar la
creación sin la nada, reacción característica de los filósofos griegos ante las
teorías creacionistas, introducidas a la palestra por el pensamiento
judeo-cristiano[68].
En resumen, las ideas de Plotino son panteístas, totalmente opuestas al
materialismo, formando una filosofía de la interioridad, considerando la
eternidad como la máxima perfección. Para Plotino importa mucho la experiencia
interior de la unión con Dios, siendo el mundo exterior un medio a veces
peligroso para este objetivo. Dios es el centro de todo, es el Uno, del cual se
desprenden por ´emanación´ todo lo múltiple. Primero se emana el alma, por último
la materia, siendo ésta una simple sombra de lo espiritual. El mundo material
es bueno, el mal es la privación del bien[69].
Filón de Alejandría
Natural de la ciudad egipcia de Alejandría, nació entre el año 30 y el
20 a.C., perteneciente al judaísmo estuvo en Roma como embajador de los judíos
ante el emperador Calígula. Filón manifiesta una gran veneración por las
Sagradas Escrituras, y por los filósofos griegos y opina que la verdad
contenida en ellos es la misma de los libros Sagrados[70].
De la vida de Filón se
conoce que perteneció a una familia sacerdotal un tanto opulenta, siendo su
filosofía algo así como un sincretismo religioso. Fue conocido como el ´Platón
hebreo´, pues intentó con ardor demostrar la superioridad del Antiguo
Testamento frente a la filosofía pagana griega[71].
Lo que Filón trata de unir
en su pensamiento filosófico es a Dios y la relación de éste con el mundo o,
mejor, con el alma, inspirándose para esto en el platonismo, concibe a Dios
como el ser en sí, como el género supremo y, por lo tanto, como el primer Bien,
la fuente de la virtud, el modelo de las Leyes y la Idea de las ideas[72].
Sus ideas principales
pueden agruparse en tres, siendo éstas: 1, La idea de Dios como trascendencia
absoluta respecto a todo lo que el hombre conoce o puede conocer. 2, La
doctrina del Lógos como intermediario entre Dios y el hombre. 3, La idea de que
el fin del hombre es su unión con Dios[73].
En resumen, Filón pensó
que los filósofos griegos habían tenido contacto con las Sagradas Escrituras,
es más, comparó la figura de Platón con la de Moisés. De Dios se puede decir
que existe, pero nada sobre sus cualidades. La materia es mala, siendo ésta la
causa del pecado. El cuerpo es sepulcro del alma. Dios no creó de la nada, pero
sí lo creó todo, de una materia preexistente. El cuerpo del hombre es un
impedimento para el alma, es un obstáculo para comunicarse con Dios, por lo que
se hace necesaria una purificación[74].
Conclusión
El estudio de estos
pensadores de la Antigüedad puede proponer, a la par de interrogativas,
suficientes propuestas para desarrollar en la actualidad, y en todas ellas,
estará presente, el hecho de reconocer que, solamente con una mirada al pasado,
puede el hombre prevenir los errores del presente o del futuro.
Pesadores y doctrinas como
las de Platón, hacen recordar que el hombre ha estado insuficientemente
empeñado en la búsqueda de la verdad, de Dios, del mundo, del hombre mismo. El
cristianismo tiene una ventaja notable frente a todas las pretensiones de la
Filosofía, y es que ya no es el hombre el que se empeña en buscar a Dios, sino
que es Dios el que por amor se Revela al hombre en su Hijo Jesucristo.
No han faltado los
pensadores que han comparado la figura de Jesús con la de algún filósofo de la
Antigüedad, sin embargo, con similitudes o sin ellas, hay que reconocer que el
mismo Jesús, vivió dentro de un mundo profundamente culturizado por el
helenismo, por la filosofía greco romana, y esto evidentemente por la mezcla de
culturas que supuso el vasto Imperio Romano.
Hoy en día, la misma
Iglesia Católica ha reconocido el valor de la Filosofía como ciencia autónoma,
que, junto a la fe, son como las dos grandes alas con las que se eleva el alma
para la contemplación de Dios, como bien lo refería san Juan Pablo II en la
popular encíclica Fides et Ratio.
Este reconocimiento es un llamado en sí, a considerar lo que se dijo al
principio de esta conclusión: mirar al pasado para prevenir los errores.
P.A
García
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