miércoles, 16 de diciembre de 2020

La fe de Juan Vicente Gómez

!VIVA GÓMEZ¡



         Sobre la vida espiritual del General Juan Vicente Gómez se tienen muchas interrogantes, sin embargo, podemos concluir sin lugar a dudas que era católico por naturaleza. En los siguientes testimonios conoceremos cuál era su relación con la jerarquía eclesiástica. Explica el mismo Juan Vicente Gómez:

Cuando llegué a la Presidencia y el año 15 vino un nuncio del Papa, un tal Pietropaoli y me ofreció hacerme Conde Romano si le firmaba el Concordato, le pregunté al Doctor García qué era el Concordato y él me explicó, muy sencillo, que si firmaba ese papel me iban a nombrar todos los Obispos y yo no podía escoger Obispo, ni Arzobispo como escogí al padre Rincón González de San Cristóbal como Arzobispo de Caracas, cuando el pleito entre los aspirantes después de la muerte de Monseñor Castro y como yo no necesitaba ser Conde entonces le dije a Pietropaoli que discutiera con Zumeta, que era ateo y muy leído y no pasó nada, y después apenas hubo uno que otro cura que se quiso meter en política, pero los puse en su puesto, pues yo no me metía en las cosas de la iglesia para que ellos no se metieran en las cosas del Gobierno y así cada quién en su negocio todo va bien y no hay enredos[1].

         El doctor Ramón J. Velásquez relató con presteza las confidencias imaginarias de Gómez, en ellas se conoce el pasado espiritual del General, es así como se da razón a que el Benemérito haya escogido a un sacerdote conocido suyo como Arzobispo de Caracas. En sus años mozos fue cercano a la Iglesia, asistía a misa dominical y fiestas de precepto. Consideraba a las demás religiones como impostoras y creía profundamente en Dios y su providencia.

         Gómez no era partidario de que los curas se metieran en política porque, según él, él no se metía en cuestiones de la Iglesia, contradiciéndose notablemente pues no quiso firmar el Concordato, para así seguir nombrando obispos, cuestión que es netamente asunto eclesiástico.

Ya hemos conocido lo que pensaba Gómez sobre la Iglesia y sus jerarcas, ahora conoceremos el testimonio del mismo nuncio Monseñor Carlo Pietropaoli, quien se desempeñó  como embajador de la Santa Sede en Venezuela durante el régimen gomecista, dejando escritos de gran provecho para la comprensión de la época.

Pietropaoli escribió al Papa Benedicto XV en noviembre de 1915:

“Como tantas veces he comunicado, el Gobierno de esta República al presente es absolutamente personal. Las formas externas, aun cuando se observan, no cambian al hecho real; y el hecho es que aquí domina única y soberanamente la voluntad del general Gómez. Se hace lo que él manda y nadie se atreve a contradecirle. Para obtener alguna cosa y despachar los asuntos hay que gozar de la confianza y la benevolencia suyas. Los ministros que él nombra y despide cuando él quiere, son como simples empleados; dan buenas y bellas palabras y nada más. Afortunadamente, Gómez con todos sus defectos no es malo, es creyente y respeta a la Iglesia. Hombre sagaz, reflexivo, prudente, es tardo en resolver y pronto en ejecutar[2]”.

Las palabras finales de este prelado parecen ser su carta de residencia en Venezuela, ya que, una opinión muy contraria al General, le habría dejado como producto un repentino abandono de sus funciones diplomáticas. Según Pietropaoli, Gómez con todos sus defectos no es malo, es creyente y respeta a la Iglesia.

La dictatorial actitud de Gómez se ha encarnado hoy en día en alguno que otro prelado y purpurado de la Iglesia Católica venezolana, pues, para obtener alguna cosa y despachar los asuntos hay que gozar de la confianza y la benevolencia suyas.

Por lo general lo que desde la Iglesia se ha criticado a los gobiernos suele suceder al interior de la misma, es por eso que tuvo mucha razón Gómez al mantener distancia entre los asuntos gubernamentales y eclesiásticos, pues, evidentemente, ¿cómo podemos denunciar o criticar aquello que nosotros mismos hacemos descaradamente?

!Viva Gómez¡

P.A

García



[1] Velásquez, Ramón, (1980), Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez, 7ma Edición, Ediciones Centauro, Caraca, Venezuela, p. 61

[2] El desafío de la Historia, Año 1, Número 5, p.9

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